Vamos a iniciar con este artículo las crónicas sobre el Festival de Títeres de Pordenone, MagicaBura!, también llamado 2º Fantastico Mondo del Burattini Festival! En efecto, durante un largo fin de semana, del 1 al 3 de abril de 2022, se ha desarrollado en la hermosa ciudad de Pordenone, en la región Friuli-Venezia-Giulia, un encuentro titiritero en el que han participado 8 compañías todas ellas dedicadas al títere de guante, especialidad a la que está consagrado MagicaBura!, tanto en sus modalidades tradicionales como en las más contemporáneas.
Organizado por la compañía Ortoteatro, que con tanto tino dirige Fabio Scaramucci, y con la codirección artística del maestro titiritero Walter Broggini, MagicaBura es una respuesta a la necesidad de reconocimiento, estudio y divulgación de la rica realidad titiritera del guante en Italia, en la que viven con inusitada vitalidad las tradiciones titiriteras asociadas a las máscaras de la Comedia del Arte, tanto las clásicas (Arlechino, Pantalone, Pulcinella, Doctor Balanzone, Il Capitano…) como las más modernas (nacidas en el siglo XIX y XX) con personajes como Gioppino, Fagiolino, Sandrone, Meneghino, Gianduja, Sganapino y un largo etcétera (ver aquí). Es lo que el maestro de Bolonia Romano Danielli llama El Teatro Clásico de Marionetas de Italia. Una realidad poco conocida en Europa y que necesita una atención para mantener alta la todavía enorme vitalidad que tiene.
Son fruto de esta necesidad los distintos museos que se han abierto en los últimos tiempos para acoger el patrimonio de tantísimos maestros locales, como el Museo de Gianduja en Torino, el dedicado a la figura de Peppino Sarina en Tortona, el nuevo Museo del Burattino inaugurado en Bérgamo, y, en Pordenone, de la mano de Ortoteatro y Walter Broggini, las sucesivas exposiciones que se han presentado alrededor de esta temática (Le Strade di Pulcinella en 2017 o Giù La Maschera en 2019).
Subyace en la propuesta de MagicaBura otra necesidad también de mucha importancia: la del autoconocimiento del sector titiritero del guante, en sus facetas clásicas y más innovadoras, mediante ejercicios concretos de autoobservación. Las exposiciones son sin duda esenciales para este menester de mirarse en el espejo de la reflexión, por lo que cada edición del Festival se hace acompañar de una exposición. La de este año ha sido la de los 90 años de UNIMA, que ya comentamos en una anterior crónica de Titeresante (ver aquí). Y, en el mismo espacio donde está la exposición, en la capilla del exconvento de San Francesco de Pordenone, se han programado los llamados Aperitivi Burattineschi, encuentros informales con el público de los artistas que han actuado en el Festival, moderados por quien firma estas líneas. Los Aperitivi se han convertido así en preciosos momentos de autorreflexión donde, tras exponer las motivaciones, los fundamentos y las metodologías utilizadas en cada propuesta, las distintas compañías han podido intercambiar y compartir con el público y otros profesionales su propia experiencia creativa y la práctica del oficio.
Salvo dos actuaciones realizadas en el Teatro Comunale Gozzi, las demás se han ubicado en la sala del mismo exconvento de San Francesco, lo que ha facilitado este ambiente de convivencia e intercambio buscado por el Festival.
Hablaremos en esta primera crónica de los espectáculos Topolino, de la compañía Teatro Medico Ipnotico de Parma, Gioppino e il Mistero del Castello, de la compañía I Burattini di Daniele Cortesi di Sorisole, de Bérgamo, y del primer número de la revista Animatazine, una creación de Alessandra Amicarelli y Valeria Sacco.
Topolino, del Teatro Medico Ipnotico
He aquí uno de los títulos más interesantes de los que se han podido ver en el MagicaBura de 2022, obra del titiritero de Parma Patricio Dall’Argine con el sostén artístico, técnico y administrativo de Veronica Ambrosini.
Nos encontramos ante el curioso caso de un titiritero que, tras unos inicios como artista plástico, con la pintura como principal dedicación, empezó un largo proceso de aprendizaje con la conocida compañía de actores y objetos Teatro delle Briciole, de Parma, de 1990 al 2001. De aquí, tras crear la compañía Cà Luogo d’Arte, con la que profundizó en el lenguaje de los títeres, decide crear la suya propia con Veronica Ambrosini en 2009, con espectáculos solistas que beben de las tradiciones locales del títere de guante, pero que se caracterizan por la más absoluta libertad en el uso de las mismas.
Eso fue, al menos, lo que vimos en el montaje Topolino, una obra tratada en clave de ‘teatro pobre’, algo que según comentó Dall’Argine, es circunstancial y circunscrito a este título; por lo visto, su trabajo se caracteriza por acabados de mucho esmero y refinamiento, tanto en la talla de los títeres como en los decorados o el mismo retablo, como es lógico que sea en alguien que proviene de las artes plásticas.
Dos personajes surgen a escena a modo de informales presentadores, Lomé y Matto (palabra que en italiano significa ‘loco’), algo rotos por los muchos años de oficio en estas tareas, uno con el escepticismo y la ligereza de quien, harto de seguir los viejos caminos de la tradición, busca el modo de enriquecerse con alguna fórmula de business show titiritero, mientras Matto, borrachín y desencantado, se ríe de las pretensiones de su colega, con gestos súbitos de locura. Según contó Dall’Argine, ellos son presentadores habituales de otros montajes, y por ello mismo capaces de mantenerse en escena todo el tiempo que quieran, pues sus palabras surgen con fresca espontaneidad de la boca del titiritero.
Se le ocurre a Lomé llamar a Topolino, el nombre italiano del Mickey Mouse de Walt Disney, quien hace acto de presencia con su impúdica forma de muñeco infantil de goma espuma y hablando con marcado acento americano. ¿Quién mejor que Topolino para saber lo que el mercado exige al mundo del entretenimiento infantil? Tras mirar con despecho y conmiseración el ajado retablo y a los dos títeres tallados de madera, pura imagen de la decadencia para el holiwoodense, da las indicaciones pertinentes: música alegre, colores en la luz, temáticas vistosas como aventuras, viajes…
Lo aplican al pie de la letra y quien se adueña de la escena es una familia que se va de vacaciones, pero de la que no sabemos si son simples emigrantes sin papeles o estrafalarios pueblerinos necesitados de entrar en el país.
Y aquí es donde interviene la tradición, de un modo caricaturesco y despiadado: los desdichados viajeros no son otros que la Familia Pavironica, compuesta por Sandrone Pavironi, Polonia Pavironi y Sgorghiguelo Pavironi (hijo). Sandrone, máscara de Modena, una de las más queridas del teatro italiano de títeres, está magníficamente representado por Dall’Argine: desdentado, cara de bruto, habla gruesa que cuesta entender, una caricatura tratada con cariño del campesino o trabajador simple pero honrado, bruto pero noble, con una inteligencia limitada al más puro sentido común.
En cuanto al hijo, es otra caricatura del niño despreocupado que juega a pelota en medio de la miseria y la desdicha, inocente y aún más simple que su padre. Polonia, por su parte, es el prototipo de la mujer que trabaja incansable en casa, en el campo y donde haga falta, ignorante pero batalladora.
Tales son los personajes que no saben de pasaportes ni de internets ni de formularios de fronteras, y que deben lidiar con la policía de fronteras para entrar en Italia con los papeles caducos… Al final lo hacen en patera, o más bien en una barca que hace aguas por todas partes.
Humor negro y sarcástico, alegre y absurdo, que acaba como el rosario de la aurora. La Muerte hace su festín, pero aquí interviene Sandrone armado con la tradición, es decir, con la cachiporra.
Los consejos del práctico Topolino han tenido unos resultados algo diferentes a lo esperado, lo que llena de dudas y escepticismo a Lomé y al mismo Mickey Mouse, mientras el viejo Matto ve corroborada su pesimista visión del mundo.
Quizá lo más impactante del montaje del Teatro Medico e Ipnotico sea la libertad que rezuma su factura, con una preciosa armonización entre la forma y el contenido de la obra: teatro pobre y desaliñado, el adecuado para una historia trágico-cómica que no esconde la miseria humana. Este desaliño da libertad a los titiriteros para tratar las escenas con una bella simplicidad de elementos, a la manera del teatro popular de plaza, sin artificios esteticistas o culturales.
También el tratamiento del personaje de Topolino es burlón pero complejo y ambiguo, por lo que esta caricatura waltdisneyana se convierte de pronto en una figura entrañable, con la inteligencia distanciada de quien ha hecho reír y soñar a generaciones de espectadores del mundo entero.
Otro elemento que nos habla del gran nivel de la compañía es la presentación que hace de sus personajes, con unas voces que parecen surgir de los mismos títeres, tanto en los dos presentadores, Lomé y Matto, como en la familia Pavironica. El Sandrone de Patricio Dall’Argine es realmente extraordinario, con una tonalidad que convierte su simplicidad rústica en sofisticado deje fonético.
El público apreció con sus sonados aplausos la originalidad del montaje, capaz de convertir el títere tradicional en algo fresco e innovador.
Gioppino e il Mistero del Castello, de I Burattini di Daniele Cortesi di Sorisole
De Bérgamo llegó este gran maestro titiritero que es Daniele Cortesi, que ha dedicado su carrera a mantener vivo al personaje de Gioppino, protagonista principal del teatro de títeres de la zona de Bérgamo. De ahí que presentara una obra cuyo título menciona al curioso personaje de los tres gofios. Gioppino, uno de las máscaras italianas más desconocidos allende las fronteras del país, y que sin embargo es uno de los que goza de mayor vitalidad en el mapa titiritero italiano, practicado por numerosos titiriteros de la zona, y que sigue despertando el cariño y la adoración de los bergamascos, que lo tienen como alguien muy próximo y querido.
Pero que nadie espere de Daniele Cortesi junto a su mujer Teresa, que en esta ocasión lo acompañaba como ayudante encargada de las voces femeninas, un trabajo simplemente museístico, de mantenimiento estricto de la tradición. En absoluto. El mérito y el gran interés que reviste su espectáculo es conseguir un quehacer escénico de una enorme vitalidad, ágil y dinámico, perfectamente adaptado al público de hoy. La misma libertad de la que hablábamos de Patricio Dall’Argine se encuentra en los títeres de Cortesi, solo que en su caso la ha logrado mediante un largo recorrido por las rutas de la tradición, primero a la sombra de quien fue su maestro, el gran Benedetto Ravasio, y luego con su propia práctica y experimentación. Un recorrido arduo de muchos años, depurando el lenguaje hasta lograr el tono justo capaz de dar vida actual a personajes nacidos décadas o siglos atrás.
Los personajes protagonistas son los clásicos siervos de la Comedia del Arte, representados en este caso por Brighella y Gioppino. Ellos son los que deberán desbaratar los planes del pérfido capitán Rodamante, empeñado en arrebatar el trono al rey Gustavo y casarse con la princesa Letizia. Rodamante no duda en aliarse con el mago Robante, lo que propicia divertidas y dramáticas escenas en cuevas lóbregas habitada por dragones hambrientos. En el interior del palacio cuenta con un infiltrado, el Chambelán, que hace sus apariciones misteriosas cubierto con una capa, hasta que por fin es desenmascarado.
El encargado de resolver las terribles situaciones, así como la pérdida de la vista, el oído y el habla de Letizia, es el noble, honrado, valiente y fiero Gioppino, siempre tentado por una debilidad que puede con él: su amor por la bebida.
Un argumento típico de las obras del Teatro Clásico de Marionetas de Italia, pero que Cortesi ha conseguido adaptar a una longitud asumible por el público de hoy. Lo que antes hubiera durado de dos a tres horas, con tres actos bien diferenciados, lo ha reducido a un solo acto y a una hora de espectáculo. También se han reducido los largos parlamentos que los personajes gustaban, en otro tiempo, soltar. En su versión, el titiritero de Sorisole ha tomado la medida justa y exacta de los personajes, con este instinto de los verdaderos actores de saber conectar con el público, llevándolo con mano izquierda y con todos los trucos del oficio hacia donde quiere conducirlo.
Pero lo que es básico en este tipo de obras es el buen manejo de las voces, en este caso con el auspicio de su compañera Teresa. Y aquí hay que decir que el arte de Cortesi es magistral, con un dominio perfecto de los matices de cada personaje, especialmente de los importantes en este caso, Gioppino y Brighella. Divertidísimo es el constante juego de palabras del protagonista bergamasco, incapaz de decir los nombres correctamente, sino siempre transformándolos en versiones grotescas o burlonas, como la Principessa, que él convierte en Principussa.
Es asombroso ver como este teatro se sigue sosteniendo con personajes y argumentos centenarios, los cuales, aun procediendo de otros tiempos, actúan como si fueran de hoy. Asombroso, pero a su vez normal, pues siempre el verdadero arte titiritero, por muchos siglos que lleve encima, busca la vitalidad en presente. Y se explica que sea así cuando la tradición no es vista como unos cánones que hay que seguir y aplicar al pie de la letra, sino cuando es tratada como una corriente de vida y energía que nos llega intacta con toda su fuerza del pasado. Esta es la verdadera tradición que interesa a los que siguen practicando el oficio. Para lo demás, ya está la Academia y el trabajo importantísimo de los investigadores, junto a la labor fundamental de los museos en la preservación del patrimonio.
Fue un verdadero placer asistir a esta representación de un teatro clásico que brota lleno de vida en el presente, y conocer de más cerca a este personaje tan original y dotado de una personalidad tan acusada; Gioppino, que hoy sigue vivo de la mano de numerosos titiriteros del área de Bérgamo, muchos de ellos iniciados en su labor por el mismo Daniele Cortesi, parece tener el futuro asegurado. ¡Larga vida a Gioppino!
ANIMATAZINE nº 1 – Aqua, revista de Alessandra Amicarelli y Valeria Sacco
Se expuso en el exconvento de San Francesco de Pordenone, en el marco del MagicaBura!, el proyecto de revista ANIMATAZINE (ver aquí), creado por Alessandra Amicarelli y Valeria Sacco durante los meses de confinamiento de la pandemia del COVID-19. Y hemos dicho ‘creado’, porque realmente nos encontramos ante un proyecto de creación, pues más que una revista al uso, la idea de las dos titiriteras italianas ha sido la de producir cuatro números de una revista temática, centrada en los cuatro elementos clásicos: Agua, Tierra, Aire, Fuego.
Presentaron en Pordenone el número 1, titulado ACQUA, de momento en la versión digital En Línea, aunque se anuncian versiones en papel a posteriori de las cuatro publicaciones. Y, en efecto, todo lo que se encuentra en esta primera edición, gira alrededor del elemento Agua. Se trata de una forma de abordar la temática del teatro de títeres, de objetos, visual o de figuras, como se prefiere llamarlo en Italia, a través de una mirada transversal capaz de aglutinar nombres y disciplinas procedentes de muchos campos distintos, y utilizando los cuatro elementos como ‘espejos’ y ‘filtros’ afín de canalizar de algún modo el infinito universo en que hoy se ha convertido la temática titiritera.
La esencialidad de los elementos, estos cuatro conceptos que han estructurado buena parte del pensamiento occidental, permite que en su contacto surja la misma esencialidad de los temas tratados, al ser el de figuras un teatro matérico que suele tender a una representación profunda y primordial de la condición humana. De ahí la feliz ocurrencia de verlo desde la perspectiva de su condición matérica, definiendo cuatro espacios conceptuales, simbólicos y vitales básicos, y, valga la redundancia, ‘elementales’.
Por otra parte, la mirada transversal que posibilita este ordenamiento a partir de los Elementos, crea un bello e interesante cruce de perspectivas, que busca abrir nuevos imaginarios a los temas y las problemáticas de siempre.
Tal es el objetivo de las citadas Alessandra Amicarelli y Valeria Sacco, a las que hay que añadir Angela Forti, Beatrice Baruffini, Marco Ferro, Alessandro Palmeri, Cristina Grazioli y Mariano Dolci, nombres que componen el equipo de redacción de ANIMATAZINE.
Si entramos en el número 1 ACQUA, veremos que hay una riqueza sorprendente de contenidos. De entrada, dos secciones básicas: el Livello Animato, a cargo de autores relacionados con la práctica, y Livello Deriva, con autores más del mundo académico y de la investigación y la escritura.
Luego hay un denso Dossier África, con algunos de los más importantes referentes marionetistas de este continente.
Y otra sección de noticias y miradas críticas o analíticas sobre espectáculos y otros eventos, llamada Rubriche, a cargo de los autores que forman parte del equipo de redacción.
Como puede verse, una suma de contenidos todos ellos relacionados de un modo u otro con el Agua de una enorme riqueza y variedad, lo que da al conjunto una atractiva imagen de autoconciencia poliédrica del sector. Hay igualmente en el proyecto un profundo matiz alquímico que busca resultados de transformación a través del cruce de lo distinto, ofrecidos luego en comunión con el público. Es decir, toma simbólicamente la forma ritual del teatro en su sentido más puro y universal. De ahí que en el inicio de este artículo hayamos dicho que este proyecto, además de reunir contenidos para una revista, es también un elaborado proceso de creación que conjunta la escena con lo literario y con las disciplinas del conocimiento.
Un logro al que deseamos una feliz y exitosa navegación hasta alcanzar su cuarta realización.