Por fin se presentó en la Casa-Taller de Pepe Otal la esperada película de Pedro Nares sobre el insigne titiritero de Albacete, Pepe Otal, fallecido como se sabe en julio de 2007. Ya la había visto con anterioridad, en una presentación que se hizo en el Bar Montse, al lado mismo de dónde tuvo Pepe su primer taller en la Barceloneta, y me gustó mucho. En esta segunda ocasión, puedo decir con total convencimiento que me reafirmo en mi opinión.
Fue emocianante ver las imágenes de la película en el mismo taller dónde vivió sus últimas décadas Otal, pues las imágenes que veíamos en la pantalla se confundían a veces con las marionetas, títeres, maniquís, muñecos, objetos, herramientas, carteles, apuntes y el sinfín de cachivaches que llenan aquel espacio y lo hacen tan entrañable y vívido. Parecía realmente como si estuviera el mismo Pepe Otal presente en la sesión, pues o bien lo veías hablando o actuando con alguna marioneta en la imagen de dos dimensiones de la pantalla, o bien lo notabas presente en los numerosos retratos o simplemente husmeando y escuchando entre bastidores lo que sus amigos todavía vivos decían de él. Incluso un cierto aroma a tabaco de pipa se dejó sentir en el ambiente, más metafísico que real, com si desde su posición ultraterrena siguiera sacando humo impertérrito a los trasiegos humanos, cuál marinero que cruza invisible los espacios.
La película, realizada y producida por Pedro Nares en conjunción con Ernest F.Sala, dura una hora y unos minutos que pasan volando, y tiene la gran virtud de mostrar las múltiples facetas del titiritero a través de entrevistas realizadas a él mismo así como a varios amigos suyos, concretamente a Jordi Ràfols, Manel Martí, Jordi Bertrán, Pep Gómez, Pilar Gálvez, Oriol Font, Albert Tort, Carlos López, Carles Codina, Mila Cubero, Jaume Tomillero, Jesús Atienza y Toni Rumbau. Creo que no me dejo a nadie (sí faltan algunos en el reportaje, como Carles Cañellas y otros allegados al personaje, cosa que se entiende ante la imposibilidad de reunirlos a todos y por imposibilidad física de los autores).
Sorprende, incluso a quiénes conocíamos muy bien a Pepe Otal, la multiplicidad de sus facetas vitales, que van apareciendo en la película según el testimonio de los participantes, pues unos lo ven como un artista serio y profundamente implicado en su obra, mientras que otros conocieron de él sus lados más jocosos por no decir incluso canallescos, no en un sentido moral –que también– sino más por el ancho abanico de gustos y aficiones que llegó a tener: su amor al boxeo, a los toros, a las armas, a la mar, a las mujeres, al vodevil donjuanesco en sus relaciones con el otro sexo, a la buena cerveza y a la fiesta orgiática, al vivir poético, a la anarquía y a la libertad a ultranza… Y junto a esos aspectos maliciosos, entrañables y contradictorios, sus cualidades de artista capaz de pintar, dibujar, coser, esculpir e interpretar, inseparables a su afición por la ingeniería, los autómatas, los muñecos de ventriloquía y los mecanismos complicados.
También salió a relucir su curioso e inexplicable enamoramiento hacia la Muerte, una señora a la que fue fiel hasta que ella se lo llevó a sus moradas. Un enamoramiento que era más bien una inexplicable fascinación a la que ni él mismo podía dar razón, como confiesa hablando a la cámara de Pedro Nares. Esa fascinación le indujo a coleccionar todo tipo de representaciones y figuras de la pálida señora, así como a construir un sinfín de marionetas del personaje, que prácticamente salió en todas sus obras, en unos casos de protagonista y en otros, de figurante.
La película recorre la vida de Pepe desde su infancia en Albacete, su paso por la escuela náutica, su aprendizaje con el señor Tozer, sus primeras andaduras en los años del cambio político en España, con su clara afinidad anarquista que nunca abandonó, y la creación de su compañía Grupo-Taller de Marionetas, instalada primero en una escuela ocupada de la Barceloneta y, dieciocho años más tarde, en el local de la calle Guardia, en pleno Barrio Chino.
Creo que Jordi Bertran es quién mejor da en el blanco a la hora de situar al personaje, al decir que su mejor obra fue el mismo taller que fundó con su ambiente abierto y su generosidad con los amigos y con cualquiera que acudiera a él. Algo que queda demostrado por todos los titiriteros que tuvieron el Taller como punto de partida y por la pervivencia actual del mismo, pues incluso tras morir, su herencia, encarnada en lo que es hoy la Casa-Taller de Pepe Otal, sigue dando frutos. Las aportaciones de Albert Tort dan también en el clavo al hablarnos de un Pepe que romperá los esquemas de muchos. Todos los testimonios, sin embargo, aportan facetas complementarias del personaje y ésta es la gran virtud de la película.
Hay un claro hilo conductor que se va desarrollando a través de las palabras de los entrevistados más las propias intervenciones de Pepe, hasta llegar a un crescendo final, cuando el personaje se abre a todos sus registros. Los últimos planos buscan tocar las fibras emotivas del espectador, cosa que consiguen, sin por ello caer en ningún sentimentalismo ni en recursos culebronistas y facilones. Un aplauso, pues, para sus artífices y directores.
Cabría esperar que la película o parte de ella pueda verse en Youtube o en cualquier otro portal de videos, para así poder ofrecer sus imágenes a un público más amplio. O que pueda comprarse a través de canales ágiles y asequibles.