Si cualquier museo es ya en si una caja de sorpresas para el visitante que se deja llevar por una abertura de espíritu, uno de marionetas todavía lo será más, al ser su temática ese campo tan misterioso de las representaciones imaginarias que desdoblan al ser humano. Vernos en el espejo de las culturas y de las tradiciones icónicas del planeta es siempre un ejercicio apasionante y, en cierto modo, iniciático. Si además nos encontramos en una ciudad como Lisboa, doble por definición simbólica –como a mi siempre me ha gustado calificarla–, entonces la caja de sorpresas se convierte en una Caja de Pandora explosiva de la imaginación humana.
Me estoy refiriendo, claro está, al Museu da Marioneta de Lisboa que estos días acoge parte de las representaciones del Festival FIMFA xL, junto con otros muchos espacios de la ciudad. Situado en el Convento das Bernardas (un viejo y maravilloso convento restaurado en su día por el Ayuntamiento de Lisboa) constituye un lugar ideal donde exhibir sus magníficas colecciones y desarrollar elaborados programas de talleres, funciones y visitas.
Nace este museo de un primer impulso desarrollado por la compañía Os Bonecos de Sao Lourenzo, creada por la constructora de títeres Helena Vaz y el músico José Alberto Gil, quiénes abrieron con anterioridad una primera versión del museo en la zona do Castelo, al que llamaron Museo Nacional da Marioneta. De hecho, las marionetas de este grupo constituyen uno de los platos fuertes de la colección del actual museo, pues Helena Vaz es una constructora que elabora cada marioneta como si fuera una obra de arte en si, como muy bien puede apreciarse en las salas que se le dedican.
El otro plato fuerte de la colección son los títeres y retablos de varios marionetistas portugueses de los que, si no fuera por el museo y los estudios que se han hecho de su fondos, se sabría bien poco: Henrique Delgado, la familia Duarte, Joaquim Pinto, Manuel Rosado, Antonio Dias… Entregadas generaciones de titiriteros que llegaron a disponer de compañías compuestas por varios titiriteros y orquestas de hasta cinco y seis músicos. Tampoco podían faltar los internacionalmente conocidos Bonecos de Santo Aleixo, hoy puestos en escena por los actores del Centro Cultural de Évora. Igualmente importante es la presencia del Teatro de Mestre Gil, creado por Augusto de Santa Rita, poeta y hermano de quién fue uno de los grandes pintores futuristas de Portugal, Santa Rita pintor, gran amigo de Fernando Pessoa.
Tendríamos que citar aquí el magnífico libro de Rute Ribeiro publicado recientemente por el Museu y del que ya hablamos con anterioridad (ver artículo publicado aquí), que recoge y ordena todo el material dejado por el estudioso Henrique Delgado, cuya pronta desaparición privó a las marionetas de Portugal una oportunidad de ser estudiadas en profundidad y “a tiempo”, pues Delgado murió muy joven en 1971. Un libro que constituye una guía indispensable para orientarse y entender las colecciones del Museu sobre títeres populares y Robertos de finales del XIX y principios del XX.
Y para acabar con las marionetas portuguesas, dos figuras femeninas que marcaron el teatro de títeres de los años cincuenta y sesenta: Lilia da Fonseca, artífice del conocido Teatro de Branca-Flor, y Lena Perestrelo con su Teatro de Bonifrates.
Completan estas colecciones otras de marionetas y siluetas procedentes de la China, la India, Indonesia, Birmania, el Bunraku japonés, los Pupi sicilianos, los Mamulengos de Brasil, el Punch and Judy, varios magníficos Polichinelas franceses…
Como puede apreciarse, está lo esencial para entender la evolución y la realidad de un género que cabe situar en los orígenes del teatro y cuyos inicios se confunden con los primeros pasos de las más señeras civilizaciones humanas.
En una próxima entrega hablaremos de la nueva coleccón de máscaras africanas que ocupa una sala entera del museo y que constiuye una cesión del coleccionista portugués Francisco Capelo.