Fueron muchos los espectáculos presentados en el X Taller de Títeres de Matanzas, cubanos y de los demás países participantes. Los hubo de Argentina, Brasil, Venezuela, Nicaragua, México, España, Italia, Francia y Japón. Hablaremos en este artículo sobre las compañías Teatro Papalote, Teatro de las Estaciones y los Cuenteros. Y dejamos para una tercera entrega más comentarios sobre otros espectáculos vistos en Matanzas, muy conscientes de cuantas cosas interesantes se habrán quedado finalmente en el tintero..
El Teatro Papalote
La generosidad de la compañía del Teatro Papalote fue enorme durante los días del Taller: sus actores no sólo presentaron varios de sus espectáculos de repertorio, sino que además actuaron en todos los eventos de animación en la calle, o en algunas de las inauguraciones programadas. Una entrega realmente asombrosa que ilustra la gran profesionalidad de estos actores-titiriteros capaces de actuar en todos los registros y de saltar con tanto aplomo de una obra a otra.
Obras que no son nada sencillas, pues todas tienen elaboradas coreografías con bailes, canciones y un constante ir y venir de los manipuladores y de los muñecos, con los cambios consecuentes de escenografía. Esta promiscua fecundidad indica el alto grado de compromiso de la compañía para con su público y muestra una unidad de estilo que a mi modo de ver está marcada por la gran personalidad de su director, René Fernández, quién impregna todas sus obras de un deje peculiar en el decir, muy suyo, y con una muy bien estudiada ordenación del espacio y de los ritmos.
Obras como “Tres somos tres”, “Los Ibeyis y el Diablo” o “Nubes azules” son un buen exponente de este estilo de teatro dinámico y casi musical, en el que a los actores se les hace “sudar la camiseta” sin reparo alguno, mientras hablan y cantan sin micrófonos y con voces potentísimas. Se nota aquí el hacer propio de una compañía estable y muy bien preparada, cuyos actores conocen perfectamente tanto a su director como a su público, a los que sirven con inusitada pasión y entrega ilusionada.
Concretamente, la obra “Los Ibeyis y el Diablo”, un clásico al parecer de Papalote, brilló como el nítido paradigma de este teatro entre ingenuo, literario, poético, musical y cargado de una gran energía actoral que se concreta en dinámicas coreografías, canciones y ritmos del país. Se nota en esta obra un deseo del director de liberarse de algunos corsés que en su época le deberían molestar y abrirse sin tapujos a una estética de “cuerpos libres” y “retablos abiertos”.
No vi la obra “Andariegos”, de la que todo el mundo me habló magníficamente y que por lo visto rompe con la línea hasta ahora seguida por René Fernández. Coincidieron los opinantes en afirmar que se trata de la mejor obra del director y un punto y aparte en su trayectoria. Ante la evidencia de tales cambios, y muy dolido por haberme perdido esta obra, hemos decidido publicar aparte un artículo escrito “en caliente” por Esteban Villarrocha sobre ella y que se publicó en la hoja Titereando durante los días del Taller.
El Teatro de las Estaciones
También esta importante compañía de Matanzas, liderada por Zenén Calero y Rubén Darío, con el concierto dramatúrgico de Norge Espinosa, presentó varios espectáculos en el Taller. Yo pude ver dos, ambos nuevos y muy diferentes entre si: “Pinocho, Corazón de Madera” y “Canciones para estar contigo”.
De “Pinocho, Corazón de Madera” me ha quedado la magnífica interpretación de Rubén Darío, en el papel de Geppeto, y las de los jóvenes María Laura Germán y Luís Torres, ambas llenas de verdad y de inteligencia actoral, algo que el público infantil –y el adulto– siempre agradece. La obra, apoyada en la poderosa imaginación visual de Zenén Calero, sigue con fidelidad el guión de Collodi sólo hasta el final, cuando la marioneta, en vez de hacerse humana, decide seguir siendo marioneta. En realidad decide transformarse en un Pulcinella, con máscara incluída, según creo recordar, en un acto que parece querer defender el teatro y la comedia por encima de la realidad, siempre dura y cruel. Un final que plantea al espectador varios interrogantes: ¿es el mundo un teatro, como lo afirmaba Calderón de la Barca? ¿Acaso es el teatro un refugio para la infancia que no quiere dejar de serlo o, por el contrario, la solución y un camino hacia la libertad? ¿Hasta qué punto vivimos sometidos bajo el dilema realidad/ficción, en un mundo que nos obliga a optar alternativamente hacia uno u otro lado?… Un final que abre un abanico inmenso de respuestas y posibilidades, otorgando así al espectáculo un atrevido y agudo plus de interés añadido.
En “Canciones para estar contigo”, el equipo del Teatro de las Estaciones ha decidido lanzarse bravamente a la piscina del teatro lírico, con un resultado francamente positivo y deslumbrante en muchos aspectos, gracias a una música muy bien compuesta y cantada por Bárbara Llanes, un texto sutilmente urdido por Norge Espinosa, y una idea visual y dramatúrgica de gran belleza y exhuberancia a cargo del tándem Darío Salazar/Zenén Calero, que en esta ocasión ha buscado la complicidad del video, con la colaboración del cineasta Marcel Beltrán. A destacar también los magníficos trabajos actorales de Karen Sotolongo, Iván García y Luís Torres, así como del bailarín Yadier Durán de Danza Espiral.
“Canciones para estar contigo” es una verdadera aventura lírico-teatral y en su refrescante verdad hallamos su enorme atractivo. Es un cruce de mundos lo que vemos en el escenario, no sólo en cuanto al lenguaje, sino también respecto a los referentes temáticos, sociales y humanos. Da gusto ver surgir de las brumas del pasado una sensibilidad de familia burguesa con perfumes de La Habana “antigua y señorial”, amiga de los libros y de los poetas más ilustres de Iberoamérica, y todo ello juntarse con los universos parisinos de Pigalle o del Chat Noir, con una música que parece sustentarse sobre las vanguardias ensoñadoras de principios del siglo XX pero sin miedo a lanzarse hacia la libertad contemporánea, pero tampoco sin huir de la simple y pura canción popular.
Una aventura que se respira en el energético dinamismo de la escena, tal vez excesivo, como si los autores hubieran temido perder el contacto con el público infantil, inevitable resquemor cuando uno se lanza al vacío y a lo nuevo sin red alguna. Pero la verdad es que los temores, si es que los hubiere, son infundados, pues la obra respira muy bien por si sola con la voz y la música de Bárbara Llanes, más los diferentes ingredientes que la componen. A destacar el excelente uso del video, la riqueza de las imágenes y la sutileza del hilo conductor, basado en la letra de los poemas cantados.
Envidié la cocina de la obra, esos momentos jugosos previos a las grandes decisiones, cuando las ideas se juntan y los protagonistas deciden lanzarse a la aventura. La obra transmite esta energía nueva hecha de mucha ilusión, de un fuerte empeño y de una gran valentía. Algo que cabe esperar de un país como Cuba, tan repleto de pasados dramáticos y gloriosos. La obra, que tuvo un lleno total en el Teatro Papalote, fue recibida con muchos bravos por el público matancero.
Los Cuenteros
He aquí una singular compañía, a la que se homenajeó mucho durante el Taller, que presentó en el Teatro Papalote su espectáculo “Arroz con maíz”, la última que dirigió su antiguo director, Félix Dardo.
Singular porque mostró un hacer lleno de un atrevido y a veces desbocado desparpajo, cargado de una vitalidad exultante. Tanto por la imagen como por la música y el planteamiento ofrecido, me pareció un logradísimo trabajo de teatro capaz de juntar lo popular con lo comercial, no entendido en ningún sentido peyorativo sino como un ingrediente dramatúrgico más en el que simplemente sus intérpretes se sienten muy a gusto. La ingenuidad de lo popular que llega porque satisface los apetitos elementales del público me pareció excelente, funcionando como un motor Mercedes Benz a todo gas, provocando las risas y la entrega absoluta del público. Una fusión entre intérpretes y espectadores total, como si la sangre de ambos fluyera tan campante por las mismas venas que cruzan la cuarta pared del teatro sin miedo a romperse. Algo que sólo se consigue cuando hay “verdad” y “entrega” en los intérpretes y en los planteamientos que los sustentan.
La actual directora del elenco, Malawi Capote, de un nervio vivo y palpitante, hija a su vez de quién fue su fundadora, parece conducir a los Cuenteros con las riendas bien puestas y seguras. Un grupo cuya velocidad de crucero es tal, que parece querer saltar mares, con prisas y a lo loco, como si fueran charcos.