No podíamos acabar las crónicas de Chengdu sin hablar de la Closing Ceremony con la que se finalizó el Festival. La razón es sencilla: si la Opening Ceremony destacó por su asombrosa espectacularidad, la de clausura fue más íntima, entrañable y refinadamente artística. El hecho de haberse celebrado en un teatro, el llamado Southwest Theatre, sin duda explica esta contención, pero es en la misma concepción del espectáculo dónde brilló el genio de los artistas y la gran inteligencia teatral de su director escénico, cuyo nombre desconozco.
Hubo los obligados discursos, todos bien traducidos al inglés, y luego un reparto de premios, que fueron copiosos, una forma de homenajear a los grupos participantes (65 compañías de 45 países de los cinco continentes, y 36 compañías de China, con un total de 700 representaciones). Por cierto, había dos compañías españolas, que fueron asimismo premiadas: El Teatre de l’Home Dibuixat, de Castellón, con Piedra a Piedra, y el grupo Yheppa, de Asturias, con AS, OS,@S. También había dos compañías de Portugal: Sa Marionetas Teatro E. Bonecos con Tubic, y Trulé, Investigaçao de Formas Animadas con Amores e Humores da Bonecada. De América Latina estaban El Teatro de la Plaza, de Brasil, con Histórias con Desperdícios, Astillero Teatro de México con Onomatopeyas, y La Espada de Madera de Ecuador, con El mundo es un tapiz.
Tras la entrega de premios, empezaron las actuaciones. Ya de entrada, una sorpresa: en cuanto retiraron los micrófonos y se inició la gala, se elevó del foso de la orquesta un conjunto de bellas señoritas vestidas de rojo para simplemente dar un toque de buen gusto y belleza estática. Luego, dos presentadores fueron introduciendo cada escena o cuadro, que iba cambiando de luz y escenografía gracias a tres inmensas pantallas de video que envolvían el escenario.
El espectáculo siguió una línea parecida a la ceremonia de abertura, pero la contención que da un local cerrado consiguió centrar la atención y permitió que el despliegue de imágenes, música y coreografías lograra todos sus efectos. El primer cuadro presentó a un cuerpo etéreo de bailarinas vestidas con motivos florales, que acolchó a unos manipuladores de títeres de varilla que representaban guerreros y dioses lanzadores de fuego. Impresionante la buena presencia de los manipuladores, con disciplina de bailarines, y su habilidad con los difíciles y voluminosos muñecos, que creaban una unidad estética con su portador. Así empezaba lo que no dejaría de ser una constante exhibición de habilidades impresionantes todas ellas. A los titiriteros de muñecos grandes se les añadieron otros de títeres de guante, quiénes, ordenados en parejas, escenificaban al ritmo de la música las clásicas batallas de guerreros. Al final se les añadieron cuatro manipuladores de marionetas de hilo, seguramente de la compañía del Teatro de Marionetas de El Cairo, con muñecos típicos del lugar.
Empezó así el cruce de titiriteros chinos y occidentales, que fue uno de los grandes logros del director de escena del espectáculo. En el siguiente cuadro salió otro cuerpo de hermosas bailarinas, esta vez acompañadas de un manipulador del Teatro del Drago, de Italia, con su Pinocho, que se movía completamente descoyuntado, en contraposición a los movimientos armónicos de las bailarinas. Fue uno de los momentos más bonitos, por el contraste de los dos mundos, perfectamente sincronizados y jugados escénicamente. Al cuadro se le añadió una caja cerrada con una pantalla a modo de “ojo de buey” para sombras, en la que apareció una hermosa bailarina oriental magníficamente manipulada, con todos sus detalles y exquisiteces. Las luces y las proyecciones en las pantallas grandes acompañaron mágicamente esta secuencia de alto voltaje poético. Llegó luego otro de los momentos cumbres, cuando una marioneta de varilla grande, hermosamente manipulada, empezó a pintar sobre un lienzo preciosas letras chinas. En paralelo, volvieron a salir los osos pandas que también estaban en la ceremonia de inauguración, a modo de muñecotes con su portador dentro, que escenificaron simpáticas escenas mientras uno de ellos, convertido en marioneta de varilla, pintaba un dibujo infantil en otro lienzo.
Se le añadió al conjunto un manipulador de hilo con una compleja marioneta que era un mono yendo en bicicleta. Conocía este número, creación del Maestro Huang, de Quanzhou, y ya me maravilló cuando lo vi en el año 90 en el festival de esta ciudad. Ahora reaparecía aquí, con otro manipulador más joven pero igual de competente, en medio del cuadro de los osos panda. Encontrarse entre el tumulto desfiguró un poco su impacto, pero aun así pudimos gozar de la maravilla de esta marioneta que sube y baja de la bicicleta mientras ésta no cesa de girar alrededor del manipulador, hace la vertical sobre ella, salta a ambos lados de la misma, y todo manipulado con el sistema de mandos planos que usa la técnica china (a modo de palas) y de los que cuelgan los hilos. ¡Impresionante!
La siguiente escena estuvo protagonizado por animales, tigres y leones muy bien caracterizados, y unos cisnes blancos manipulados por las titiriteras de la compañía americana Hearter Henson’s Ibex Puppetry. Una de ellas sacó un enorme pájaro que a modo de cometa movido con una larga varilla, volaba prácticamente por encima de la platea. Hermosos momentos que el director de escena completó con profusión de títeres de guante llenando el largo retablo que se hallaba instalado en medio del escenario.
Siguió una escena entera de muy buena manipulación de dos titiriteros solistas occidentales –desconozco su procedencia– con una marioneta que salía de un arcón y que se desdoblaba en sueños con la muerte. Y para acabar, otra escena coreográfica de bailarines vestidos ahora con las elegantes plumas del Rey Mono en la cabeza y que hicieron de fondo a la aparición de los distintos artistas participantes en la gala, con el abstracto muñeco de color naranja de la compañía alemana Stabfiguren, más otros artistas que se sumaron al conjunto, con muñecos de todo tipo. El final, como también sucediera en la Ceremonia de Inauguración, reunió a todos los titiriteros y bailarines en el escenario, que saludaron en un ambiente alegre y festivo.
Seguramente el gran mérito de la gala fue saber juntar las diferentes compañías entre sí, agrupándolos en unidades de música, color e imágenes. Y, de nuevo, brilló el virtuosismo de los manipuladores chinos, así como de algunos de los demás participantes, con una entrega, una vitalidad y un entusiasmo técnico y contenido, lo que demuestra hasta qué punto los marionetistas chinos han conseguido aunar los rasgos distintivos de la tradición –rigor y disciplina máxima en la presencia, los movimientos y la manipulación– con planteamientos más contemporáneos, en este caso puestos al servicio de un acto festivo y protocolario, pero no por ello menos artístico e impactante.
La generosidad y el tremendo despliegue de medios de las ceremonias de abertura y clausura fue sin duda uno de los rasgos distintivos del Festival. Un tipo de espectáculo que suele asociarse a acontecimientos más mediáticos y populares (Olimpíadas, Grandes Ferias y Exposiciones, etc) y que por ello tanto impactó a los titiriteros occidentales, acostumbrados a festejos más modestos. Los organizadores del Festival de Chengdu consiguieron, con nota alta, sus propósitos de impactar al público y a su vez de potenciar la imagen de la marioneta china. Un éxito ganado a pulso.