Puede verse estos días en Barcelona (hasta el 28 de septiembre) la insólita y reveladora exposición del Premio Kandinski “En un absoluto desorden” comisionada por Andrei Erofeev y Jean-Hubert Martin. La exposición llena los tres pisos del Centre Arts Santa Mónica, en el edificio que ocupa al final de las Ramblas, y constituye una de las muestras más impactantes que se han podido ver en este dinámico y cosmopolita centro de arte. Impactante porque desvela la tremendamente crítica visión de un grupo de artistas rusos sobre la realidad actual de su país. Una muestra que por su trabajada presentación plástica entre la instalación, la performance estática de los objetos y la riqueza inquietante de las imágenes, bien merece la atención de Titeresante.
Lo insólito del Premio Kandisnki es que huye de los tópicos y los manejos siempre inconfesables de los premios al uso. Como dice Shalva Breus, presidente de la Fundación ArtChronika organizadora de la muestra:
“El Premio Kandinski se concede a artistas rusos por sus logros en el arte contemporáneo. Fue instituído hace cinco años y desde entonces se ha convertido en un gran acontecimiento institucional en la vida cultural rusa. En sus fundamentos y en su código genético se encuentran grabados algunos principios que han permitido que su importancia y autoridad hayan aumentado rápidamente en la sociedad rusa.
El premio es independiente, en el sentido de que no está vinculado al gobierno de ninguna forma. En Rusia, donde el papel del Estado en la sociedad, incluyendo la cultura, está tradicionalmente sobredimensionado, y donde existe una relación paternalista muy importante entre los ciudadanos y el Estado, una independencia como ésta es al mismo tiempo rara y extremadamente importante. No es menos importante la separación del premio de la vertiente comercial del mundo artístico. No está vinculado a galerías ni a casas de subastas, y no está presente en las ferias artísticas.”
El arte más reciente de Rusia se presenta en esta exposición, con la obra de artistas como Alexander Brodsky, Dmitry Gutov, Vadim Zakharov, Irina Korina, Oleg Kulik, Igor Mukhin, Boris Orlov, Anatolii Osmolovsky, Pavel Pepperstein, Nikolay Polissky, Dmitri Prigov, Blue Noses, entre otros.
Se lee nada más entrar en el recinto:
“Occidente es occidente y oriente es oriente. En esta dicotomía loada por Kipling, y aún no desaparecida a pesar de la globalización, Rusia se halla en algún punto intermedio entre ambos. Tras la caída del imperio soviético y del comunismo, busca de nuevo su identidad. La sociedad civil y la producción cultural se han desvanecido como en una película velada. Rusia es hoy más un limbo, una zona de incertidumbre, que una afirmación. La palabra clave en este momento histórico que, en un concepto humano del tiempo, podría prolongarse varias generaciones es: caos. La discordia social, las dudas espirituales y la ruina material inevitablemente causan heridas físicas y psicológicas. Quienes ahora se hallan en el poder tratan de aliviar esas heridas con una surrealista montaña de «proyectos nacionales». Los partidos políticos y la iglesia compiten para difundir imágenes deslumbrantes del futuro renacer nacional. Los esfuerzos de los artistas rusos, sin embargo, van en la dirección contraria. Representan el papel tradicional de los curanderos ante un poder sin control y una sociedad que ha sufrido bajo la locura del mismo. … El nuevo enfoque es la resignación y la aceptación limitada del desarraigo como un estilo local de cultura, pensamiento y actitud. La estilización del caos entre el desorden crea la necesaria distancia para el juicio estético, tan deseable para la libertad de identidad, actuación y elección. …”
La exposición refleja la realidad rusa enfrascada en un largo y dramático proceso de transición y, a su vez, refleja de rebote nuestra propia realidad aparentemente más amable, pero cuyos contornos caóticos y despiadados empiezan a destaparse en el día a día de nuestra “crisis”, manejada por gobiernos y por políticos que se han convertido en meras marionetas manipuladas por los oscuros y no tan oscuros poderes financieros.
Dice Jean-Hubert Martin, comisario de la exposición. “…El arte no es la realidad, y es muy difícil evaluar su influencia –la de la acción directa– sobre la vida real. ¡Es tan difícil agarrar la vida de las ideas! Para un país que durante veinte años ha conocido una turbulencia increíble, acompañada de un resurgimiento de la violencia, las posibilidades de que la cultura tenga un papel de liderazgo son muy bajas. El arte existe a distancia de la realidad de la acción, y esta distancia se expresa a menudo a través del humor. Este humor es negro, cínico y seco, ¿pero qué otra cosa cabría esperar de un país en el que las ideas sobre el respeto a la dignidad humana no se discuten sino que se repelen mediante la supresión física de sus defensores? El uso del humor por parte de los artistas rusos de una forma tan directa y radical ha creado algunas imágenes que se han hecho famosas en todo el mundo (y también en Internet). El impacto de una carcajada a costa de uno mismo demuestra la potencia de un arma poderosa que cualquier poder autoritario teme por encima de todo y que le resulta muy difícil suprimir….”
Para más información de “En un absoluto desorden”, vean la web de Centre Arts Santa Mònica y la del Premio Kandinski. Vean este video de la exposición: