Desde la inauguración en junio de este año de la exposición dedicada a los 30 años de Etcétera, nos han llegado entusiastas noticias de la misma, (ver artículos publicados en Titeresante aquí), pero todavía no la habíamos visto en persona. Pues bien, la ocasión llegó por fin gracias a los azares del calendario que han llevado a quién subscribe estas líneas a Andalucía.
Mi llegada coincidió con la salida de parte de la compañlía Etcétera hacia Cuba, de modo que no estaban ni Enrique Lanz, su director, ni su mano derecha Yanisbel Victoria Martínez, dramaturga y jefa de producción, pero sí me esperaban Carlos Montes, miembro de la compañía desde hace cinco años y uno de sus principales responsables artísticos, así como Cristina González, jefa del Departamento de Comunicación del Parque de las Ciencias. Al llegar con tiempo suficiente, tuve la suerte de ver la exposición mediante una doble visita, primero en compañía de Carlos Montes, quién me explicó todos los detalles de la misma a medida que íbamos pasando de cuadro en cuadro, y luego en compañía de un grupo de visitantes, niños y adultos, en el recorrido guiado que suele hacerse tres veces al día.
Debo decir que las primeras sensaciones que me vienen al escribir sobre la visita son de asombro y maravilla. Jamás había visto una exposición tan completa y espectacular, que aún reflejando el trabajo concreto de una compañía, Etcétera, abarca todo el mundo titiritero en su conjunto respecto a las técnicas, la historia, las distintas dimensiones posibles y el diálogo entre tradición y modernidad. En este sentido, puede decirse que siendo el teatro de marionetas un arte de los que llamamos «totales» (por la libertad que tiene en el uso de los diferentes lenguajes artísticos y escénicos), también la exposición podría calificarse de «total», al abarcar tantos aspectos y perspectivas distintas del género de los títeres.
Para empezar, la circunstancia histórica de ser Enrique Lanz nieto de Hermenegildo Lanz, el artista artífice de las aventuras titiriteras de Federico García Lorca y Manuel de Falla. Un parentesco que fue determinante para la vocación del actual Lanz y que impregna desde el principio hasta el final el recorrido de la carrera y de la exposición de Etcétera. En efecto, las primeras imágenes que nos propone la visita tienen que ver directamente con el trabajo titiritero de Hermenegildo Lanz: sus títeres de guante para la función de “Títeres de cachiporra” del 6 de enero de 1923 (ver el artículo publicado en Titeresante de Yanisbel Victoria Martínez sobre los Títeres de Cachiporra en el que debate algunos asuntos históricos de esta importante función) así como diez cabezas talladas y pintadas por Hermenilgo Lanz en 1938. También se exhiben por primera vez algunos dibujos y decorados que pintó para el proyecto «Cuento de Brujas», urdido en íntima colaboración con Lorca, sin que finalmente llegara a realizarse. Así empieza la exposición, con estas creaciones artísticas que tanta importancia tuvieron para la historia del teatro en España y que se han visto en tan pocas ocasiones. Y, como veremos más adelante, termina con las figuras gigantescas de la última puesta en escena de la compañía, «El Retablo de Maese Pedro», un espectáculo con el que Enrique Lanz cuadró el círculo de su carrera, en un claro homenaje a quién le insufló la vocación por los títeres. Como testimonio entrañable de este recuerdo, la marioneta de Totolín, un payaso que su abuelo construyó ya en la posguerra para goce de la familia, ocupa su espacio en uno de los primeros cuadros del recorrido.
Puede decirse que la primera parte de la exposición escenifica una entrada íntima, minuciosa y preciosista al mundo de los títeres, a través de la propia biografía del autor (Enrique Lanz), con los citados cuadros que nos hablan de los títeres de su abuelo y de otros suyos de la primera época de la compañía (compartida durante años con Fabiola Garrido), como los pertenecientes al espectáculo Synopsis, que de algún modo parecen dialogar con los primeros, un itinerario que también se detiene en algunas marionetas africanas, europeas y de Extremo Oriente, a modo de introducción general a la práctica de los títeres. Termina esta primer recorrido con el escenario del espectáculo Trans, uno de los más viajados de la compañía, que al igual que Synopsis pero con una dirección estética más amplio, muestra ya el camino virtuosístico en la elaboración de los decorados, retablos y personajes de Enrique Lanz.
Pero justo al llegar a esta parte, ¡nos sentimos de pronto atraídos por un espacio amplísimo que se abre y nos absorbe, y en el que sobresalen unos muñecos gigantescos, los pertenecientes al Retablo de Maese Pedro antes citado, así como un elefante de tamaño natural que asoma al fondo, y un inmenso esqueleto de dinosaurio que ocupa buena parte del espacio! Es como si hubiéramos entrado en otro mundo, en el que junto a los títeres parece coexistir otro museo dedicado a la Paleontología y a otras formas de la existencia hasta ahora desconocidas por el público.
Cuando alcanzamos esta parte de la visita, comprendemos que existe un criterio escenográfico de la exposición muy trabajado, como si nos encontráramos en una representación en la que los espectadores deben moverse para ver las distintas escenas, que se están representando constantemente, por la manipulación de los guías que acompañan a los grupos de visitantes, o por los videos que reproducen en movimiento lo que vemos parado en el espacio.
Sobresale el conjunto escénico de las grandes marionetas del último espectáculo de la compañía, «El Retablo de Maese Pedro», con los largos hilos que mueven manos y cabezas de los muñecos gracias a los contrapesos, a causa de los tamaños descomunales de aquéllos (¡una mano puede llegar a pesar cincuenta kilogramos!). Un reto y un alarde de diseño y realización absolutamente únicos. Si pensamos que el Retablo ocupaba casi todo el escenario de un teatro de ópera como el del Liceo i el Real, nos daremos cuenta de las dimensiones del conjunto, así como del espacio en el que se levanta la exposición.
En el centro de este espacio amplísimo, se yerguen en su propio escenario las marionetas de «La Serva Padrona», la primera ópera puesta en escena por Etcétera, una maravilla de muñecos que vale la pena ver por debajo, es decir, con sus mecanismos a la vista para mover manos, ojos, boca y pecho de la cantante. Y, un poco más allá, nos mira la fauna teatral del «Carnaval de los Animales»: un burro del que sólo vemos la mitad delantera, como ocurre también con el elefante, el magnífico león que parece saltar en primer plano, el canguro, o la singular tortuga que es a su vez pódium del director de orquesta. Detrás, las marionertas geométricas de «Pedro y el Lobo», con una iluminación de teatro de luz negra. Y en medio, como dirigiendo el conjunto, un pequeño retablo que se levanta sobre un teatralizado piano barroco en cuyo escenario nos espera el violinista, esta marioneta creación de Lanz que constituye una de las maravillas de la exposición, especialmente cuando la vemos moverse dirigiendo su mirada enfadada al público que se troncha de la risa.
La cosa no acaba aquí, pues unas rampas nos suben al nivel superior de la gran sala: a un lado, un espacio para el solaz de los visitantes, con libros y un ordenador para consulta de los títulos de la compañía, y ocupando toda una ala de este piso superior, el teatro de la exposición, con el público situado dentro de lo que es un teatrino de los de cartón pintado (con capacidad para unas cien personas), con el escenario al fondo donde a horas convenidas se representa «Pedro y el Lobo». En el lado opuesto del piso superior, se encuentra otro de los puntos claves de la visita: el taller del titiritero, con las herramientas, los títeres a medio hacer, unas colosales cabezas que cuelgan, maquetas de escenarios y un sinfín de artilugios que disparan la imaginación de los que se sienten proclives a dejarla en libertad. Y, completando esta parte más didáctica, una pantalla al alcance de todos para que cualquier visitante pueda probar y conocer los secretos del teatro de sombras.
Ya habrá adivinado el lector la singularidad de la exposición de Etcétera, cuyo montaje constituye una descomunal puesta en escena de corte estático hecha para que los espectadores puedan disfrutarla a cualquier hora del día, haya o no animadores, pues cuando las figuras se quedan quietas sin que nadie las mueva, desvelan al espectador el misterio de su potencialidad energética, hablando locuaces desde el silencio de su inquietante inmovilidad.
Nos encontramos sin duda ante uno de los eventos principales de la historia de los títeres en España, una exposición como jamás se ha realizado en nuestro país -y seguramente en buena parte del mundo- y que rubrica algo que ya se sabía pero que la rotundidad visual, artística y pedagógica de esta exposición ratifica: el hecho de ocupar Etcétera uno de los puestos punteros en el ranking mundial de las compañías de títeres.
Pero para entender bien la exposición, debemos fijarnos en algo más: el catálogo.
El Catálogo.
La exposición de Etcétera tiene un complemento mudo e indispensable que acompaña la visita: el Catálogo. Más que un catálogo, tendríamos que calificarlo de un tratado que disecciona, esclarece y proporciona a la visita las claves necesarias para entender en profundidad pero también en extensión lo que se ve, mostrando los lados ocultos que se esconden en cada títere, figura, decorado y momento histórico. La autora es Yanisbel Victoria Martínez, quién ha realizado un ingente trabajo de documentación pero sobretodo de síntesis y de sentida y elaboradísima redacción de lo que han sido los treinta años de historia de Etcétera y de los títeres en España. La figura conductora es Enrique Lanz, cofundador junto con Fabiola Garrido de la compañía y su actual director, artífice creador de sus más grandes logros. Yanisbel V.Martínez nos introduce en la microhistoria de la compañía, desvelando los secretos de su evolución. Imprescindible es el capítulo «Crisis, transiciones y metamorfosis», pues en él se da cuenta de la tenacidad, del empuje y de la fuerza creadora del director de Etcétera.
También destacables son los dos primeros capítulos agrupados bajo el título de «Orígenes». En el primero, la autora consigue sintetizar el legado titiritero a la historia del mundo, con un texto conciso y a la vez rico y sugerente, situándolo en el contexto amplísimo de la creatividad humana. El segundo, dedicado a Hermenegildo Lanz, establece los datos y las cronologías indispensables para el estudio de este capítulo tan importante de los títeres en nuestro país.
El Catálogo es el libro indispensable sin el cual la exposición brillaría pero con sus infinitas dimensiones plegadas. Tal es la labor de cualquier catálogo. Pero el mérito de Yanisbel V.Martínez es el de haber desplegado estas dimensiones una a una, con la paciencia del entomólogo que disecciona, compara y clasifica, más la sabiduría del antropólogo que interpreta lo que ha sucedido en cada momento. El último capítulo de su elaborada aportación, «Talento, rigor, honradez: una semblanza de Enrique Lanz», rinde un entrañable y honesto homenaje a quién se ha convertido en su socio y compañero de aventuras, desde una visión a la vez distante y profundamente empática y sincera.
A los textos mencionados, el Catálogo reúne a otros de personalidades del mundo de los títeres y de la cultura que ayudan a completar la visión poliédrica del trabajo de Etcétera y de la exposición. El conjunto, bellamente ilustrado con profusión de imágenes históricas, muchas de ellas inéditas, y con diseño de quién precisamente fue fundadora de Etcétera, Fabiola Garrido, quedará ya como un clásico de la historia de los títeres en España.
Conciencia de títere.
Citaré un fragmento del texto escrito por Enrique Lanz al principio del Catálogo. Parco en palabras, como es propio en los creadores visuales, emociona la sencillez y a la vez la rotundidad en cómo Lanz se define como titiritero:
«Títere es el título de esta exposición porque el títere ha sido el centro de nuestro trabajo. Nunca nos hemos ocultado tras otros nombres que puedan parecer más modernos o «mejor sonantes». Somos orgullosamente titiriteros, ricos herederos de un arte milenario que existe en todo el mundo. ¡Sólo la ignorancia más grande explica que algunos utilicen las palabras títere y titiriteros como agravios!»
Hermosas y sentidas palabras con las que no podemos menos que humildemente identificarnos.
El Parque de las Ciencias.
Seríamos huraños con la realidad si dejáramos de hablar del Parque de las Ciencias, este lugar maravilloso donde se exhibe la exposición de los 30 años de Etcétera. Maravilloso porque aúna la multidisciplinaridad de la ciencia con la subjetividad del arte y el interrogante de los distintos acercamientos humanistas de la cultura. Ciencia, arte y filosofía comparten terreno y se combinan en exposiciones y temas tratados por el Parque. En este sentido, creo que es lícito situarlo como uno de los centros museísticos de Europa que más ha conseguido juntar la interactividad con la perspectiva interdisciplinar. Una prueba clara es la presente exposición de los 30 años de Etcétera.
Otro ejemplo de esta vocación de abertura son las dos exposiciones dedicadas a «Autómatas. Arte y Mecánica» y «Autómatas. Teatro Mecánico», ambas complementarias y profundamente interactivas, con muchos talleres abiertos a niños y adultos, y con la publicación, además de los dos correspondientes catálogos, de un libro práctico sobre el movimiento y el cómo fabricar Autómatas. Unas exposiciones realizadas en 2009 y que contaron con la colaboración de Enrique Lanz,, inicio de lo que ha sido la colaboración de Etcétera con el Parque.
A destacar la importancia que se da a la Creatividad. Como dice Ernesto Páramo Sureda, director del Parque de las Ciencias en el catálogo de «Atómatas. Teatro Mecánico»: «La belleza y la fuerza expresiva de las piezas que componen esta muestra son un verdadero ejemplo de creatividad. Y eso es lo que más nos interesa en el Parque de las Ciencias. La creatividad es el principal motor de la ciencia y del arte…» Palabras que nos dan una idea de por dónde van los tiros de este macro centro de la ciencia y de las artes de Granada.