Actuaron en el marco de la Muestra Internacional de Tttiriteros Solistas de Écija tres compañlías: Tramant Teatre, de Valencia, David Zuazola, de Madrid/Chile, y La Fanfarra, de Barcelona. Los tres con espectáculos, en efecto, solistas. Hablaremos aquí de los dos primeros que se representaron en la salita A Pocas Luces, regentada como se sabe por la compañía ecijana A La Sombrita, mientras que el tercero lo hizo en el recién inaugurado Teatro Municipal.
El Traje Nuevo de la Emperatriz, con Puri Fariza.
Fue una sorpresa descubrir este magnífico espectáculo de la actriz titiritera valenciana de la compañía Tramant Teatre, que parece llevar incrustado en sus genes el arte de la comicidad -no por nada nada es hermana de ese otro titiritero funambulesco, Gabi Fariza, cómico de los de ancho espectro y largo recorrido. Su trabajo, fruto de la colaboración de varias compañías valencianas con el director Claudio Hochman (cuyo perfil ha sido ampliamente tratado en las páginas de Titeresante), y pasado luego por la mirada experta de Juan Fran Sáez, es un ejercicio dificilísimo, de los que requieren que la titiritera sea sobretodo una buena actriz.
Ya de entrada se nos revela Puri fariza como una cómica de armas tomar: con su sola presencia y sus caras, en un tono que oscila entre el cabaret y la revista popular, casi de folclórica a la antigua usanza pero con el frescor de la juventud y rasgos de contemporaneidad, conquista la atención y el favor del público. Podría ser una artista de las que salían y salen en los escenarios de España, de afilada dicción y simpatía a raudales, de una verba rica y chispeante, de las que saben conectar de inmediato con el público, y con ello cumpliría con creces los requerimientos de los más exigentes. Pero bajo esta máscara de cómica popular se esconden otras caras y otros personajes, que unas veces usan del mismo cuerpo de la actriz, y otras de los títeres que esconde en su vestido. Y es ahí donde el interés de la propuesta se dispara y consigue Puri Fariza deslumbrarnos con sus constantes desdoblamientos mediante el uso de los títeres. Una dificultad no solo actoral sino también técnica, pues no es nada fácil tener alrededor de unos diez títeres escondidos en el interior de la falda y sacarlos a ciegas por los bolsillos sin equivocarse.
Para desarrollar todo este alarde de títeres y actuación, se vale Puri del conocido cuento del Traje del Emperador, que ella feminiza y al final cambia según criterios de liberación psicológica. Ella es la emperatriz, es su abuela y otros personajes de la corte, y da voz y gesto a los títeres que completan el elenco de la historia. No hay ninguna simplicación gratuita del argumento, que no rehuye su complejidad narrativa, sin que en ningún momento pese en su desarrollo.
El tono que se impone en el escenario es de alegría, de alegre desparpajo y de sana alegoría. Pero la actriz sabe perfectamente pasar del estado animoso al más lírico e incluso onírico, humanizando el rictus jocoso y la risa desbordada. Si tenemos en cuenta además que la representación vista en Écija era la tercera función de la obra, y sabiendo como sabemos que un espectáculo de marionetas solo puede considerarse rodado tras una quincena de actuaciones como mínimo, necesarios para lograr las oscilaciones de ritmo adecuadas, no cabe duda que Puri Fariza va sobrada en su proyecto: un espectáculo que vaticinamos de los de largo aliento y éxitos asegurados.
Ala Sucia, de David Zuazola.
Ya comentamos en ocasión del Festival de Pola de Siero, en Asturias (ver artículo aquí), este espectáculo que entonces nos deslumbró por su imaginativo empeño en crear un mundo propio con un rigor desconocido en este tipo de propuestas. Seis meses después lo hemos visto de nuevo en la Muestra de Solistas de Écija, y debo decir que mi primera impresión quedó ratificada aún con creces, sorprendido una vez más por la ingeniosidad y la labor creativa del chileno Zuazola.
Siempre es útil ver por segunda vez un espectáculo que te ha gustado: se disfrutan los detalles y se aclaran, y se comprende mejor el todo así como las transiciones que en la primera visión se pierden en aras del deseo de comprender lo que tal vez no hay que comprender. Realmente, Ala Sucia es un espectáculo inquietante, no sólo por su estética que oscila cruelmente entre el kitch, el juguete mecánico, los objetos de deshecho y los muñecos de horror, sino sobre todo por los contrastes entre lo que se ve y lo que se dice, con un tono ambiguo de la voz y del lenguaje que gusta situarse en una distancia abismal, la del observador que ve lo que ocurre desde el pasado y desde el futuro a la vez. Esta distancia otorga a la obra un poderoso trasfondo mítico, por el que el manipulador/narrador se convierte en una especie de demiurgo que al hablar sobre sus criaturas está también hablando del mundo que nos rodea.
Hay una gran coherencia estética en toda la obra, desde los decorados y los personajes hasta el mismo tono del Observador/Manipulador, cuyo deje plano se queda al mismo nivel de los objetos que componen la escenografía, y quizás sea éste uno de sus mayores aciertos, pues el ojo que todo lo ve raras veces se pone al mismo nivel de lo visto, como aquí ocurre, con una frialdad objetiva que sin embargo consigo elevarse al más elevado y emotivo registro épico, lo que infunde una profunda inquietud al espectador.
Contrastes y paradojas que dan alas a este montaje de mitología futurista, en el que la belleza y la bondad de lo maldito son la excepción que subvierte la realidad de un mundo frío y mecanizado, sólo habitado por seres siniestros y apedazados, de inteligencias funestas y crueles.
Dos únicas funciones en Barcelona, en la Casa-Taller de Marionetas de Pepe Otal, los días 14 y 15 de diciembre de 2012, a las 21h.