A estas alturas ya no es noticia que el Simposio Putxinel·li , entre el mite, la tradició i la contemporaneïtat, incluido en los actos del centenario del Institut del Teatre de Barcelona, fuera un éxito. Los asistentes , que llenaron el salón de actos del IT, participaron activamente en el repaso, medio antropológico, medio artístico y algo futurista, del personaje Pulcinella. Desede su origen a algunas de sus ramificaciones más importantes, se hizo evidente que la presencia latente de este personaje en toda Europa y en Oriente Medio es una manifestación de radicalidad humana, de autoconocimiento individual y colectivo. Desde la revista Polichinela y también en nombre propio, agradecemos a los ponentes su rigor y la amplitud de miras.
De la primera conferencia a la última, de Bruno Leone (Nápoles) a Karim Dakroub (Beirut), las exposiciones se convirtieron en un comentario crítico del mapa genealógico del títere. Y si Leone situó al personaje en un contexto atópico, fuera del tiempo y del espacio, otros, como Sebastià Vergés, Francisco Cornejo o Luca Ronga, incidieron en aspectos técnicos y en su valor patrimonial. La perspectiva sobre el teatro de fantoches en el Mediterráneo quedó establecida, intervención tras intervención, en estos términos, una visión de conjunto amplia que trascendió los propios testimonios locales, concretos, de cada uno de los especialistas.
Cuestión de carácter
Pulcinella nace en Nápoles y se expande por toda Europa, pero, según Leone —y fue un acierto que se dijera en la primera ponencia del simposio—, existe una verdad anterior a la historia de este personaje. Pulcinella responde a una pulsión humana, hace de transmisor entre el mundo de los vivos y el de los muertos. Es algo que también se ha dicho cantidad de veces, pero que hace que puedan aparecer personajes equivalentes en culturas tan alejadas como la maya manteniendo el mismo formato —máscara, títere de guante, lengüeta o máscara de voz y copresencia en un mismo grabado con sacerdotes, dioses y público infantil—. El mismo sistema de analogías que se encuentra, según Bruno Leone, entre algunas historias de la mitología clásica y la católica.
Adolfo Ayuso, en su ponencia sobre las investigaciones que lleva a cabo por encargo del TOPIC de Tolosa para encontrar o reconstruir las facciones de Don Cristóbal Polichinela, lo resumió de la siguiente manera: “Lo importante no es como se llama el personaje sino el carácter”. Y es este carácter, el de la máscara capaz de transgredir el orden social, lo que se encuentra repetido en el moderno Guignol (nos habló de él Stéphanie Lefort, del Théâtre Guignol de Lyon) , en el Karagöz otomano (que explicó Cengiz Özek) y en tantos otros . El mismo carácter que hace que sea una voz importante en momentos de crisis de valores y de cambios sociales, que identifica al individuo y sus inquietudes y lo convierte en un referente colectivo.
El caso de la aparición de Guignol es especialmente significativo, tal como nos contó Lefort. Lo es porque está ampliamente documentado y ejemplifica el valor de revulsivo que tiene este “carácter” en la sociedad en momentos puntuales. Tanto los conferenciantes como los asistentes estuvieron de acuerdo en señalar que actualmente es uno de esos períodos de la historia en que la actitud irreverente y anti convenciones del títere puede encontrar terreno abonado para hacer crecer aún más sus raíces. Lo demuestran los datos: hay un número creciente de titiriteros que recuperan el espíritu más arcaico del títere; nos lo confirmaron Rute Ribeiro y Luis Vieira, de la compañía A Tarumba de Lisboa, que, preguntados por Toni Rumbau, afirmaron : “Es cierto que cada vez hay más titiriteros que hacen Dom Roberto” . Y añadieron un matiz interesante: “No es que haya cada vez más robertos (nombre que en Portugal también se usa de forma genérica para el teatro de marionetas), sino más gente que trabaja concretamente con Dom Roberto”.
También buscan las raíces titiriteros como Luca Ronga (que se adentra en la globalidad del personaje inspirándose en maestros como Salvatore Gatto o el chino Yeung Faï y que cerró el simposio con una actuación en la Sala Fénix de Barcelona, detrás de la Compañía Jordi Bertran y de Bruno Leone) y Eudald Ferré, a quien, además de escuchar su exposición, pudimos ver actuar en el Born Centre Cultural (leed la reseña aquí, en catalán) . Ambos hablaron de la técnica, del ritmo y de la búsqueda personal y teatral que han hecho sobre el personaje. Los resultados, tanto en un caso como en otro, son brillantes: títeres dinámicos que apelan directamente a un conocimiento primordial del género humano.
Pepe Bablé, de la Tía Norica de Cádiz, y Sebastià Vergés, tercera generación de titiriteros a la catalana, equilibraron contemporaneidad y tradición. Herederos de tradiciones seculares, hablaron de técnica, de los caracteres de los personajes —efectivamente, de aquellos caracteres que se repiten en todas las tradiciones— y de dramaturgia. Uno y otro tuvieron un magnífico contrapunto en la exposición de Francisco Cornejo, profesor e investigador de la Universidad de Sevilla , que aclaró en qué consistían las máquinas reales. Con esta denominación, se conocían los retablos o las obras de teatro de títeres en España entre los siglos XVII y XIX; máquinas en tanto que aparatos escénicos y reales porque necesitaban, al igual que cualquier compañía de actores, un permiso de la corona. En este punto, las coincidencias adquirieron un grado de interés muy alto: resumiendo mucho, las máquinas reales eran versiones de textos teatrales del Siglo de Oro hechas con marionetas, tal como en Cataluña, a finales del XIX y principios del XX —nos lo contó Vergés— la representación consistía en una parte de drama (versión del librito de alguna obra de teatro de moda) y una de comedia (en la que aparecían los personajes de la tradición titiritera). Y aún más: desde finales del siglo XVII, están muy vinculadas al personaje de Polichinela.
Queda en el aire
De todas las conferencias, queda un conocimiento más profundo tanto del carácter titiritero global como de algunos aspectos concretos de su (nuestra) historia . La sensación más extendida entre los asistentes al simposio fue que hay que repetirlo. Porque es necesario: en el momento actual hay que reflexionar sobre lo colectivo, sobre aquellas manifestaciones artísticas, teatrales, que nos hacen reconocer como individuos, comunidad, pueblo, seres humanos. El teatro de marionetas es un espejo excelente, tal como se ha demostrado repetidamente a lo largo de la historia y tal como expusieron los ponentes de las diferentes mesas de Putxinel·li, mite, tradició i contemporaneïtat.
Pero queda mucho trabajo por hacer. Los tópicos más rancios sobre el género de los títeres condiciona cualquier programación cultural y la aceptación social no es generalizada ni mucho menos. Y este es otro motivo por el cual simposios de este tipo, que contribuyen a la normalización de los títeres en las apuestas culturales tanto institucionales como privadas, son necesarios. De ahí el optimismo de asistentes y participantes: que se celebrara un encuentro de estas características ya es motivo de celebración; que esté amparada por el Institut del Teatre puede ser el primer paso de un reconocimiento más que merecido. Jordi Font, director del Instituto, hizo un discurso alabando los valores y la importancia histórica y patrimonial del teatro de marionetas; se comprometió a resucitar el desaparecido Festival Internacional de Títeres de Barcelona en cuanto las circunstancias económicas lo permitan, asegurando que no debía considerarse un festival extinto sino en espera de tiempos mejores; habló del peso que había tenido el departamento de Marionetas de Harry Vernon Tozer en la institución, y de la riqueza que el propio Tozer, Didó, Anglès y tantos otros titiriteros habían dado al Museo de las Artes Escénicas en forma de patrimonio. Un discurso interesante y del que hay que apuntarse el compromiso, a pesar del eclipse de credibilidad provocado porque en ningún momento mencionó la Escuela de Títeres, que forma parte de la estructura actual del Instituto.
Lo que vimos
No se puede cerrar un resumen sobre el simposio sin mencionar los espectáculos a los que asistieron los ponentes y algunos de los participantes. El primero, un cabaret titiritero organizado por la Asociación Casa-Taller de Marionetas de Pepe Otal, en el que vimos muestras de virtuosismo con marionetas (Ángel Navarro, Teatro Saco de Huesos), demostraciones de frescura titiritera en versión marioneta (Marionetes Nòmades) y , entre otras propuestas experimetales, los trabajos mitad corporales mitad de teatro de animación de Amok y de Putxa y Julieta (Zero en Conducta). Menciono especialmente Zero en Conducta y Amok porque, aparte de referentes indiscutibles de los títeres de cuerpo como la compañía Hugo e Inés y discípulos como Roberto White, y a parte quizás de propuestas como la de la histórica compañía Mummenschanz, la mezcla del teatro gestual (Amok) o de la danza (Putxa y Julieta) con los títeres es —al menos eso me parece— un terreno aún con muchas posibilidades por explorar.
Cerrando el simposio, también vimos un espectáculo muy consolidado de la compañía Pa Sucat, con títere de tipo catalán, Maravillas de Oriente (cabe subrayar que estaba incluido en la programación regular de marionetas del Born Centre Cultural, dirigida por Toni Rumbau) , La azucarera diabética, de la Compañía Jordi Bertran, y la exhibición de Pulcinellas de Bruno Leone y Luca Ronga. Todo ello da hambre de más. Así que esperemos que sea la semilla de futuros simposios, festivales o programaciones.
gracias Cesc, gracias Toni,
me hace mucha ilusión volver a encontrame con vosotros después del simposio, gracias por publicar toda esta información.
he registrado también algo de lo que escuchamos allí en lamujerabisinia
besos
Hola Cesc,
Estoy muy interesada en el tema y querría saber si finalmente se publicó algún documento sobre el simposio.
mil gracias.
Durante el simposio se editaron las ponencias, aunque no fuera formalmente una publicación. Quedará algún dosier.