Sucede cada equis tiempo en el calendario que el Taller de Marionetas de Pepe Otal, en Barcelona, anuncia una sesión de cabaret con factura de la casa. Son citas que tanto los otalianos como los amantes de los títeres en sus variantes más excéntricas y rebuscadas reciben con alborozo, pues saben con certitud que el banquete titiritero está asegurado. Ocurría ya en vida de Pepe –con aquellas sesiones inolvidables en las que la poesía de batalla se mezclaba con la más exquisita desfachatez artística– y sigue ocurriendo ahora gracias a las labores de los jóvenes titiriteros que llevan las riendas del Taller.
Pere Bigas mostrando en Kit de Protección contra el ébola. Foto T.R.
En esta ocasión –las sesiones tuvieron lugar los días 31 de octubre y 1 de noviembre, noche de brujas y día de los muertos respectivamente– y, por respeto al calendario, el tema del cabaret fue la Muerte y más concretamente el dramático sainete del ébola que el gobierno del PP ha ofrecido estos días a los españoles. El despliegue de tan oportuna temática fue llevado a cabo por un oficiante que se estrenaba en la tarea de presentador: Pere Bigas, el aventurero marionetista recién llegado de sus peripecias por Haití con el equipo de Marionetas Nómadas. Jamás había visto a Bigas en semejante tesitura, y debo decir que salió no sólo airoso en su faena, sino con la nota muy alta.
Pere Bigas con Carles Litus y su marioneta. Foto T.R.
Dotado de una notable presencia escénica, Pere Bigas nos encandiló con una parodia sencilla y sarcástica de los teje-manejes que el gobierno del PP llevó a cabo en el tema de la enfermera infectada de ébola en el Hospital Carlos III – La Paz. Sus bromas, desprovistas de un exceso de mala uva y sin propasarse demasiado en el humor negro del caso, tuvieron como mayor virtud la frescura y el desparpajo en su presentación. Sus distintas apariciones, a modo de presentador encargado de hilvanar los sucesivos números del cabaret, tuvieron su punto álgido en la demostración de lo fácil que era usar el Kit de Protección ofrecido por los directivos de la sanidad madrileña: un número hilarante con participación incorporada de un espectador en el que éste acabó todo él envuelto y bien encintado de bolsas de basura.
Hitlet, marioneta de Carles Litus. Foto T.R.
Por cierto, a destacar la participación de Carles Litus en uno de los números intermedios, con una marioneta que representaba a un Adolf Hitler con el rostro de la muerte, aportando esta dosis de buena interpretación y virtuosismo a la que Litus nos tiene acostumbrados.
Lo bueno del debut de Pere Bigas como presentador es que inauguraba un tipo de cabaret político de rabiosa actualidad desde un adecuado tono de sencillez y frescura expositiva. Esperemos que la experiencia se repita en el futuro.
Toca hablar ahora de los números que fueron desfilando en este cabaret de marionetas, con una presencia importante del hilo, signo inequívoco de la casa.
Rompió el hielo enlazando con la broma de Pere Biga, el titiritero Javier Lester con un número de ‘títere de desdoblamiento’, en el que se buscava el efecto de intrigar al espectador respecto a quién y dónde está el manipulador. Cumplió perfectamente con su función de dar vida y misterio al cúmulo de basura que se acumulaba tras un biombo del Hospital, introduciéndonos así al mundo de los títeres en general.
Javier Lester y su marioneta de desdoblamiento. Foto T.R.
Continuó el dúo de las Anticqchas, con un número doble de marioneta de hilo: el abuelo que se halla en una clínica pegado a su bolsa de suero y la Muerte que viene a visitarlo para bailar con él lo que sería su último guateque.. Baile y humor negro de este personaje que ya ha aparecido en otras ocasiones en el cabaret del Taller. Como siempre, Laura y Marieta, dos titiriteras muy fogueadas y de larga experiencia, nos deleitaron con una refinada manipulación de sus dos marionetas.
Laura y Marieta, de Antiqchas. Foto T.R.
El titiritero chileno Mauricio Riobó, de Mau Teatro, nos regaló con una convincente interpretación actoral, disfrazado todo él de una mezcla de duende, zombi y drácula, a través de un relato en el que Próspero es el protagonista que debe enfrentarse a un monstruo horrible. Fue un contrapunto actoral de muy buen nivel, provisto de una muy agradable dicción, en el conjunto cabaretero dominado por las marionetas.
Mauricio Riobó, de Mau Teatro. Foto T.R.
A continuación, la compañía La Nevera nos presentó un ejercicio con tres participantes actorales: una mujer (Rosa Bigas) desdoblada en una máscara que comparte su propio cuerpo, un manipulador con una marioneta de papel que mueve directamente con las manos, y una chelista. Un texto sobre la soledad, descarnado y doloroso, fue interpretado por la mujer de la máscara, creando una atmósfera de dramático desasosiego, bien punteada por el chelo con sus intervenciones sonoras.
Rosa Bigas, de La Nevera. Foto T.R.
Valentina Raposo, de Anita Maravillas, nos regaló con un número de su marioneta Pepito, personaje del exitoso musical ‘La Vampira del Raval’, magistralmente interpretado con esa voz que tan bien sabe modular la titiritera catalano-chilena. El personaje del niño maltratado por todos es de un humor negro subido: su tono entre quejica y agresivo lo hace repulsivo y entrañable a la vez, sin duda una de las creaciones más logradas de Valentina.
Pepito, de Valentina Raposo, Anita Maravillas. Foto de Jesús Atienza.
La compañía Perce-Neige nos presentó un pequeño ejercicio –primera salida en un escenario– de una curiosa marioneta, mitad caracol y mitad mano, que veíamos primero en sombras para luego salir en el espacio de las tres dimensiones. Número corto e intrigante, perfecto complemento a la sucesión de esqueches del cabaret.
Todavía pudimos ver un ejercicio más de ‘marioneta de desdoblamiento’ a cargo de la italiana Michaela, de la compañía Il Cappello Rosso, alrededor de la figura de un maniquí provisto de un enorme agujero en la zona del vientre. Número sobre el desengaño, la pérdida y la soledad, con una interpretación estilizada y decadentista de la marionetista, una habitual en los cabarets del taller, con personajes y figuras siempre inquietantes y seductoras.
Michela, de Il Cappello Rosso. Foto T.R.
Ya en la segunda parte, tuvimos la agradable sorpresa de encontrarnos con la compañía Fils de Fusta, compuesta de un acordeonista de fresca presencia, y un marionetista de hilo también con un muñeco que tocaba el acordeón. Un número en pareja muy logrado, provisto de un humor sutil y genuino. Los dos artistas, por su porte y vestir, parecían dos artistas judíos de Praga perdidos por Barcelona, aunque luego supe que el titiritero era andaluz y el músico de Austria. Por lo visto, ese fue el estreno de sus dos números en un escenario, tras haberse fogueado en las calles de Europa durante este verano.
Fils de Fusta. Fotos de Jesús Atienza.
El mismo marionetista nos presentó a continuación una diva del espectáculo que interpretó un tango. Hilarante y magnífico número con una exquisita marioneta de belleza rota y ajada, capaz de mover la boca y los ojos, con muy estudiados movimientos que encandiló al público hasta el delirio.
Marioneta de Fils de Fusta. Foto de Jesús Atienza.
De nuevo las dos componentes de Antiqchas, Laura y Marieta –por cierto, llegadas hace poco de su larga gira recorriendo todo el continente sudamericano durante más de un año con el Laboratorio Titirenante, de S.O.S Titelles– nos presentaron un número muy logrado de cabaret con un títere rockero manipulado a cuatro manos, pero al que se suma de pronto una de las marionetistas, la italiana Laura, lanzada también a bailar y a robarle el protagonismo al muñeco. Las dos titiriteras fueron premiadas con tronantes aplausos.
Laura y Marieta, de Antiqchas. Fotos de Jesús Atienza.
Y como suele ser habitual para terminar estas sesiones otalianas de cabaret, todos los participantes salieron juntos con una música final cada uno con su correspondiente marioneta, en esta ocasión esqueletos y muertes, a modo de homenaje a la festividad del calendario.
Saludo final. Foto T.R.
La frescura y el desparpajo de los artistas participantes, con las acostumbradas chispas de genialidad y de gran virtuosismo en muchos de los números presentados, constituyen sin duda las características más destacadas de este Cabaret que empieza a ser una cita insoslayable de la noche barcelonesa. A destacar el trabajo conjunto de preparación del espectáculo, en el que todos se esforzaron por seguir el hilo temático del guión mortuorio.
Pepe Otal, desde su retrato vestido de pirata que preside todo lo que se hace en el escenario, debe sentirse muy ufano al ver en lo que se ha convertido su viejo taller. Con su pipa hoy invisible sacando humo como una locomotora fantasma, y su sonrisa amable e indiferente, sigue no sólo presente sino más vivo que nunca en estas noches suyas de cabaret.