Titeresante ha estado presente en esta 26 edición de la Feria de Lleida, no sólo para informar sobre algunos de sus rasgos principales -como esta noticia de primera magnitud que es el hecho de haberse convertido en Feria Estratégica (ver aquí la entrevista en catalán a sus directores en Putxienel·li) – sino también para testimoniar sobre algunos de los espectáculos que este cronista ha podido ver. Y lo primero que sobresale a simple vista, es la gran calidad que se aprecia en los montajes de las compañías actuales, de aquí y de fuera.
No cabe duda de que el sector de los títeres y del teatro visual por extensión vive una época dulce, en un momento donde este tipo de lenguaje se sitúa en el corazón de las vanguardias escénicas. Esto hace que sean muchos los que se sienten atraídos por la aventura del desdoblamiento escénico, como si la necesidad de ampliar las identidades y de abrir nuevas vías a la expresión personal encontrase en la marioneta o en la figura doble su instrumento más adecuado. Se podría decir que la mayoría de los espectáculos que más han destacado en esta Feria, como por ejemplo los que han recibido sus diferentes premios, responden a esta pulsión de disponer de unos medios capaces de ampliar las capacidades expresivas y vitales de la identidad simple o única.
‘Mrs. Brownie’, de Teatre Nu.
Un ejemplo de cajón de lo que decíamos en el anterior párrafo es el fenomenal ‘Ms. Brownie ‘, de Nu Teatro, un estreno que tuvo lugar en el café-teatro del Escorxador (Matadero) y que dejó admirados a todos los presentes, absolutamente atrapados por la fuerza volcánica de esta actriz de fuego llamada Laura Guiteras. Hacía tiempo que no veía una interpretación tan pletórica de energía, con unas dotes que le manaban a chorros sin que se pudiera adivinar su fin.
Acompañada al piano eléctrico por Abel Boquera, de una socarronería fantástica que sabía cómo estar en su lugar en medio de aquel terremoto escénico que le rodeaba, Guiteras, al dar vida al personaje de la cantante Mrs. Brownie, nos decía: ‘mi energía escénica no se satisface con una sola identidad, por mucho que la sepa transmutar con las técnicas del actor; necesito dar vida a una segunda identidad separada de mí que me ayude a canalizar lo que me sale de dentro … -y a reflexionar sobre el éxito y el fracaso, sobre la vida y la muerte…’
Un desdoblamiento magnífico que nos hablaba en efecto de la vida y de la muerte, de cómo la máxima excitación nos lleva a la máxima decrepitud, de la juventud que se lanza voraz a la vida y de la agonía de cuando se le acaba a una la cuerda. Una dualidad que Guiteras mantuvo, gracias a su fogosidad desbordante, en constante tensión y fuerza inaudita. Un dramatismo muy bien dirigido y canalizado por Víctor Borrás, uno de los cerebros visibles del Teatro Nu.
Fue un estreno electrizante, que galvanizó al público desde las primeras canciones y que se enfrentó sin tapujos a las carencias técnicas del espacio. Con algún tijeretazo y el obligado rodaje, el espectáculo tiene fuerza para comerse el mundo e ir allí donde le dé la gana.
The Table, de Blind Summit Theatre.
Los del Blind Summit dieron al público y a los titiriteros presentes una verdadera lección de cómo sacarle el jugo a una marioneta encima de una mesa y movido por tres manipuladores. Podríamos llamar a esta técnica como de un ‘bunraku sintético y tumultuoso’, por no llamarlo ‘bunraku al revés’, ya que toda la acción, incluidos la voz, los sonidos y los espacios, tiene lugar entre los tres actores que manipulan el títere, la mesa, el público y la imaginación. Y es sobre todo en la relación del títere con sus portadores de donde el espectáculo saca su máximo provecho y su originalidad, en una de las más impactantes interpretaciones titiriteros que nunca se hayan visto.
Sabido es que el Bunraku oficial, y por extensión sus formas imitativas, basan su arte en la ocultación visible de los manipuladores, que a pesar de estar presentes, mantienen una actitud neutra y distanciada, como si no estuvieran. Para ello se ponen capuchas en la cabeza la mayoría, salvo los que ya son maestros reconocidos, los cuales pueden ir a cara descubierta pues se les supone la invisibilidad. Pues bien, los del Blind Summit hacen todo lo contrario: van a cara descubierta los tres y no mantienen ninguna distancia sino que parecen participar anímicamente de las partes del cuerpo que manipulan: Laura Caldow, encargada de los pies, se vuelve loca llevada por el energía del personaje y sus gestos imprevisibles desplazándose sobre la mesa. Sean Garrat, encargado de la mano derecha y de parte del cuerpo, es exactamente la cara oculta del personaje, participando también de sus tensiones internas. Y Mark Down, que firma la dirección y lleva la cabeza y la mano izquierda, mientras a la vez le da la voz, no oculta su socarronería ni sus pequeños ataques de risa, con una tensa relación con el personaje. Significa esto que los manipuladores tapan la marioneta? En absoluto, incluso nos desvelan el secreto de que la cosa funcione: la focalización que da la mirada de los manipuladores, siempre pendientes del títere, la respiración del personaje y el punto de anclaje.
Toda la obra es un magnífico juego de equívocos entre el títere y sus manipuladores, con pequeños conflictos con cada uno de ellos y al mismo tiempo los tres entregados a dar vida al personaje de Moisés. Los rostros y los gestos de los portadores se integran maravillosamente bien en la dinámica vital del títere, y seguramente este es el gran acierto y el gran logro de la compañía, lo que les permite improvisar y alargar la escena tanto como quieran, sin que se les escape el espectador.
La obra, que recibió el premio al mejor espectáculo y abrió oficialmente la Fira en el Teatro del Escorxador, entusiasmó al público y a los entendidos, deslumbrados por un virtuosismo tan agudo y a la vez tan casero. Chapeau!
En Patufet, del Centro de Títeres de Lleida.
Fue un placer ver una nueva producción del Centro de Títeres de Lleida, que recogía un anterior espectáculo puesto al día por la maestría de Joan Andreu Vallvé. Como ya suele ser habitual en los últimos montajes de la compañía, en su gama de espectáculos dirigidos a los más pequeños, el director busca ir a la esencia de la historia con una puesta en escena que tiende a la abstracción de los elementos visuales, en una síntesis cada vez más sofisticada de los decorados y de los títeres.
Una estética en la que destaca la pulcritud de los materiales empleados, madera y ropa mayormente, y que configura el espacio con la acción de los tres participantes del espectáculo: la manipuladora, Mireia Perna, el músico, Oriol Ferigni, y la traductora en la lengua de signos, Merche Chacon. Los tres se distribuyen en el espacio mientras al mismo tiempo lo van tejiendo en los constantes cruces que hacen entre sí. Un equipo, que ya vimos en Xim, y que en esta obra avanza en el descubrimiento de nuevas interacciones, lo que les permite mantener la atención de los espectadores, sean grandes o pequeños.
La agradable presencia de la manipuladora, Mireia Perna, ayuda a crear una relación casi maternal con el títere, un poco como si estaviéramos en un jardín de infancia en el que niños y títeres se confunden. Y es gracias al distanciamiento propiciado por la presencia del músico y muy especialmente de la traductora en la lengua de signos, la cual crea un segundo nivel perceptivo del argumento muy interesante, que el espectáculo se mantiene en unos niveles de interés múltiple, capaz de entretener no sólo a los más pequeños sino también a los grandes, como antes se ha dicho. Un espectáculo pulcro, inteligente, recatado y redondo.
Giuseppe y Pepina, de El Retablo.
He aquí una compañía de Madrid que con los años se ha configurado como una de las más interesantes del panorama español, gracias al buen rumbo que le ha sabido dar su director, Pablo Vergne, junto con su hermano Ricardo Vergne, responsable la creación plástica de marionetas y decorados. Una compañía que se ha ganado a pulso el reconocimiento adquirido -este año la Sala IV Pared de Madrid ha dedicado un ciclo a obras todas de Vergne-, que comenzó pasando el sombrero en el Parque del Retiro de la capital, y que poco a poco fue creando un lenguaje propio, especialmente basado en el trabajo con los objetos. Hoy en día, es una de las más internacionales del panorama titiritero español.
En la obra que comentamos, Giuseppe y Peppina, presentadores y únicos artistas humanos de un circo ambulante de objetos, hacen referencia al universo de los gira mundos. Y el hecho de que sea la hija del mismo Pablo Vergne, Alba Vergne, la protagonista que encarna al personaje de Peppina, junto con el actor italiano Alessandro Terranova, en el papel de Giuseppe, nos hacen pensar en una obra en cierto modo de tonos autobiográficos, con las obligadas distancias.
Magnífica la interpretación de los dos actores manipuladores, que bailan, cantan y manipulan siempre en clave cómica y con una calidad exquisita, y que van desgranando los diferentes números del circo: Raimundo, el hombre más fuerte del mundo que en realidad es un cubo invertido, o Rosa, la domadora de mariposas, el Mago, el elefante y el león, los dos payasos de narices rojo y azul, el Fakir ni FU ni Fa, la historia de amor entre Raimundo y la Mujer Barbuda … Objetos que se convierten en personajes y que ejecutan números clásicos de circo, con las correspondientes historias de amor.
La frescura de los dos intérpretes es el ingrediente que da más vuelo a la obra, así como el buen trabajo plástico de la escenografía, obra de Ricardo Vergne, autor también de los títeres. El público disfrutó encantado del espectáculo, que premió con cálidos aplausos.