Como ya anunciamos en un artículo anterior, el Museu da Marioneta celebra sus 15 años de existencia con una exposición excepcional realizada en las dependencias históricas de la Cordoaria Nacional, donde seleccionadas piezas del Museu dialogan con cuatro artistas plásticos portugueses Son António Viana, Susanne Themlitz, Francisco Tropa y Jorge Queiroz.
La Cordoaria Nacional.
Una exposición muy especial, no sólo por los quince años que se celebran ni por el lugar donde se hace, las magníficas y austeras instalaciones de la Cordoaria Nacional, sino por lo que significa cruzar algunas de las obras de los fondos del Museu con el trabajo de cuatro artistas plásticos contemporáneos. En ella han participado el Museu da Marioneta junto a las Galerías Municipales de Lisboa.
Este cronista ha asistido a los últimos retoques de la exposición así como a una presentación realizada por los cuatro artistas, antes de que por la tarde se inaugure oficialmente la exposición. Ha sido muy interesante poder escuchar de viva voz el planteamiento de cada artista, todos ellos muy diferentes como sucede hoy en día en el mundo del arte, en el que cada artista suele encarnar un universo diferente. En este primer artículo, vamos a hablar de las instalaciones realizadas por dos de los artistas invitados: António Viana y Susanne Themlitz.
António Viana y las marionetas portuguesas.
Conozco a António Viana porque es el artista que suele diseñar bastantes de las exposiciones del Museu da Marioneta, entre ellas la de Rutas de Polichinela, que se presentó en julio de 2014 basada en el libro con el mismo título que publiqué en 2013. Pero desconocía su trabajo artístico particular. En esta ocasión, el Museu le ha ofrecido la oportunidad de juntar dos mundos que él conoce muy bien, el suyo y el de cuatro bloques de piezas de los fondos del Museu: el de la compañía de Sao Lourenzo e o Diablo, con marionetas de Helena Vaz, los Robertos de Manuel Rosado. los Bonecos de Santo Aleixo, más dos piezas del marionetista y escenógrafo Ildeberto Gama.
La casa/caja de las marionetas portuguesas.
Lo que ha diseñado António Viana es una pequeña casa dedicada a las marionetas portuguesas, una casa que también es una caja, de las que ponen ‘Frágil’, pues bien sabemos cómo es de frági el mundo de las marionetas. En esta caja, aparecen habitados cuatro compartimentos situados en dos de sus caras.
La procesión de Semana Santa de Manuel Rosado.
En la primera Viana ha colocado a una de las joyas del Museu, la procesión de Semana Santa de Manuel Rosado, la misma que también viajó a Barcelona para la exposición Figuras del Desdoblamiento. La ha situado, en esta ocasión, mediante una composición dramatúrgica formada por la procesión, que avanza estática hacia un corazón de Cristo, y un fondo de tres cuadros de António Viana, de tema religioso, aunque aderezados con productos comerciales sacados de los estantes del Mercado. Con una luz tenue tirando a oscura, que da relieve, misterio y profundidad religiosa a las diferentes figuras que participan en la procesión, el conjunto destaca por su intensidad dramática, gracias al contrapunto de las imágenes contaminadas por las marcas del consumo.
Cabeza de San Juan Bautista, de Helena Vaz.
Herodes y Salomé, de Helena Vaz.
El segundo recuadro, que permanece a oscuras cuando nadie se acerca a él (un recurso teatral que funciona en los cuatro espacios de la instalación), nos encontramos con cuatro marionetas de Helena Viaz, de la compañía Sao Lourenzo e o Diablo, más varios aparatos misteriosos creados por António Viana, que nos remiten al mundo fabril y a los prototipos industriales, con ligeras resonancias cinematográficas. El conjunto posee una densidad estética de alto voltaje: el propio de las marionetas de Vaz, concretamente con los personajes de Apolo, Arturinho, la cabeza de San Juan Bautista, Herodes y Salomé, más la filigrana mecánica de los prototipos hechos de madera noble y metal. En la pared, un cuadro torcido (como si estuviéramos en un barco que se balancea mucho) representa al Titanic. Un mundo decadente que hoy hace aguas por todas partes, de ello nos habla esta composición extraordinaria de Viana.
Marionetas de Helena Vaz. Instalación de António Viana.
El tercer espacio, ya al otro lado del cubo o casa de las marionetas portuguesas, nos encontramos en una playa con un retablo del Don Roberto, perfectamente definido por las rayas azules sobre blanco de su decoración. Son de nuevo los inconfundibles títeres de Manuel Rosado, con dos piezas insólitas que jamás había visto: un avión con su piloto bien visible, y alguien bajando en paracaídas. También hay dos preciosas marionetas de Ildiberto Gama de la serie realizadas para las Guerras de Alecrim e Menjerona, de António José da Silva ‘O Judeu’, que se hizo en el Teatro Nacional Dona Maria II en 2006. Sobre la arena de la playa, cruza una doble hilera de pequeños ciclistas de los que usan los niños para jugar. Y en la pared, dos magníficos cuadros de factura surrealista iluminan el conjunto. Una ambientación de impacto para lo que parece ser una tranquila escena de títeres en la playa, que tanto las pinturas como los rostros de los muñecos llenan de una muda inquietud.
Robertos de Manuel Rosado.
Mrionetas de Ildibefto Gama con los cuadros de António Viana al fondo.
La cuarta ventana titiritera de esta casa de los títeres portugueses está dedicada a los Bonecos de Santo Aleixo, con algunas piezas originales de las que guardan como un tesoro la compañía del CENDREV de Évora. En esta ocasión, António Viana ha creado una composición preciosa de mucha luz con fondo blanco sobre el que cuelgan en el espacio las marionetas seleccionadas de los Bonecos: o Mestre Salas y o Padre Chancras, dos grupos de soldados, cuatro angelitos de los que tanta importancia tienen con sus bailes en la obra de los de Aleixo, y algún que otro personaje suelto. En el suelo, tres cuadros de Viana de rostros rotos a la manera cubista con figuras de tipo militar están apoyados en la pared sobre un suelo de cuadros blancos y negros. Y bordeando la pared con el techo, se reproducen los motivos decorativos usados por los Bonecos. Dos frases escritas a mano en la pared dan la pincelada de esta ingenuidad naíf tan característica de los Bonecos, con una referencia a los liliputienses de Guliver. La composición tiene una fuerza extraordinaria, casi musical con este fondo blanco sobre el que las figuras de los Bonecos parecen destacar como si fueran notas. Unos platos rotos en el suelo dan la nota sonora aunque muda, con la imagen de un ratoncito que se reproduce en varios lugares del conjunto.
Os Bonecos de Santo Aleixo.
Me ha parecido un cuadro alegre y profundamente musical, como lo son los Bonecos de Santo Aleixo en la versión de los actores del CENDREV de Évora, con las pertinentes notas de desasosiego que la presencia de los ratoncitos aumenta, como si nos halláramos ante unas reliquias milagrosamente conservadas a punto de caer fulminadas y difuminadas por la acción implacable del Tiempo.
Bonecos de Santo Aleixo con los cuadros de António Viana abajo.
La casa de las marionetas portuguesas de António Viana, situada en la misma entrada de la exposición de la Cordoaria, se nos aparece como una misteriosa caja mágica de cartón que nos ha llegado a través del correo del Tiempo y de los Años, con dos de sus caras abiertas a la poesía y al arte de lo popular pero bien diferenciadas entre sí: a la derecha, el mundo tenebroso de la Semana Santa con la procesión de los robertos de Rosado y las no menos tenebrosas e inquietantes marionetas de Helena Vaz de São Lourenço; al otro lado, la ingenuidad popular de los robertos en la playa de Rosado más las dos marionetas de Gama, y la no menos popular y luminosa de los Bonecos de Santo Aleixo. Magnifico dado de múltiples caras, de una riqueza inexorable, subtitulado ‘Proximidades. O Guliver está a chegar…’, en la que António Viana ha sabido sintetizar sin huir de su complejidad, el mundo de las marionetas portuguesas del Museu, que conoce muy bien desde hace años y que por fin ha podido tratar desde una visión personal y con la libertad que otorga hoy la práctica del arte. ¡Sensacional trabajo!
Susanne Themlitz y las Marionetas de Chaozhou, China.
El trabajo de esta artista plástica portuguesa-alemana se ha centrado en un impactante fondo de las reservas del Museu da Marioneta: el conjunto de las 121 marionetas de varilla de la ciudad de Chaozhou, de la provincia de Cantón, en China, una magnífica colección que en sí misma constituye una sociedad entera, como si al escogerla pusiera en escena todas las tradiciones titiriteras del mundo, representadas por este micro-cosmos de las marionetas populares chinas de varilla.
Instalación de Susanne Themlitz.
Las figuras establecen una dimensión, la de estos cuerpos pequeños, casi diminutos, que han surgido directamente de la imaginación humana, como un ejército de figurillas que parece escapado de algún lugar. Al lado del cuadrado donde posan las marionetas, se alza imponente y oscura la parte alta de una casa de la que sólo vemos el techo y las ventanas superiores. Una casa abandonada o en ruinas, degradada por el tiempo, con un techo de planchas de metal, que desde un lado de la sala contempla en silencio al elenco lleno de colores de los títeres, como si se hubieran escapado de su interior tenebroso, apagado por el abandono o quizás por la desidia. Las marionetas podrían estar flotando sobre una balsa perdida del tiempo en el vacío, como parecen indicar los cuadros que componen el paisaje de fondo de esta balsa a la deriva, pinturas de masas erráticas y flotantes, naturalezas muertas que representan a naturalezas muertas y abstractas.
Marionetas de Chaozhou.
Con solo estos tres elementos, Susanne Themlitz nos explica la situación de pérdida del mundo contemporáneo, en el que se conservan todavía viejas tradiciones de las que tienen mucho colorido y viveza, pero que se encuentran flotando en el vacío, como si navegaran subidas a una balsa perdida, tras haber salido de unos interiores apagados y exhaustos, muertos en definitiva.
Visión radical y pesimista, la de Susanne Themlitz, indispensable cuando se aborda la tradición desde la contemporaneidad, pues por muy bonitas y coloristas que sean las marionetas y los contenidos de las miles de tradiciones del mundo, se encuentran hoy en una situación errática en medio del derrumbe de todo lo que hasta ahora ha significado algo en la cultura de los humanos. En el océano de las turbulencias actuales, estas marionetas parecen estar preguntándose sobre qué hacer y adónde ir, con sus bellos trajes multicolores y sus adornos llenos de lujo y oropeles. ¿A quién hay que agasajar hoy en día con nuestros trajes de luces?, se preguntan estos títeres a la deriva. Preguntas que el magnífico e intrigante trabajo de Susanne Themlitz nos plantea y nos lanza a la cara.
Continuaremos en otro artículo nuestra crónica de la apertura de esta insólita exposición.