Se ha podido ver durante el mes de noviembre, en la sala Cincómonos de Barcelona, la obra ‘A todo pecho’ de la venezolana Sonia González, que firma el texto y la dirección de la obra, con las actrices manipuladoras Mariam Delgado y Aurora Poveda. Los títeres son de la autoría de Lilian Maa’Dhoor y la realización, del Teatro Naku.
Y una vez más debo decir la agradable sorpresa que significa encontrarse con buenos espectáculos de marionetas en Barcelona, con propuestas arriesgadas que apuestan fuerte en temáticas duras, en este caso con el foco puesto en la realidad femenina de nuestra época. Una propuesta además en la que los protagonistas son mayormente mujeres.
Mariam Delgado con Cristina.
Sonia González se ha enfrentado a la soledad que acompaña el mundo de los teléfonos y de las relaciones de los que picotean en el amor, lo que desgarra no pocas sensibilidades, sean los aquejados de uno u otro sexo. En este caso, se toma la perspectiva femenina a través del personaje de Cristina, una mujer que amó ‘a todo pecho’ y que vive ‘despechada’ tras sufrir el abandono de su amado, poco dado a tomarse en serio la relación. Un fenómeno creciente de las redes sociales y de la sociedad de la información, que banaliza todo lo que toca y muy en especial el amor. Una historia pues asaz común, la de la levedad del querer, que se repite en los escenarios de la vida, aunque no por ello menos dramática, y a la que Sonia González ha querido darle la vuelta con su particular puesta en escena.
En efecto, junto al personaje títere de la mujer que sufre, intervienen las dos mujeres manipuladoras, de atractivas y pletóricas formas, al principio cubiertas por los velos de la tristeza, en una atmósfera de oscuridad mental, el apropiado para servir y acompañar al personaje en su pesadumbre y su queja. Pero poco a poco, vemos como al registro lloroso se van superponiendo pequeños rasgos irónicos hasta que gana la partida lo tragicómico. De alguna manera, la vitalidad hedonista de los cuerpos de las dos titiriteras se acaba imponiendo al cuerpo escuálido de la sufriente protagonista, para deleite y alivio del respetable.
Para conseguir esta metamorfosis, la obra se sirve de una atractiva y sugerente escenografía compuesta de una cama alrededor de la cual transcurre toda la acción. Manda el tono rojo de una intimidad de boudoir, con cortinajes que sirven para crear espacios de manipulación, trampas en la cama (recovecos de la intimidad) que esconde lugares secretos, los mismos vestidos de las actrices manipuladoras, que tapan pero pueden llegar a destaparse, y otros artilugios entre los que reina el teléfono. Momento cumbre es la aparición de un altar pagano al que recurre Cristina para solicitar a los hados los favores del amor negado. La presencia del teléfono me hizo pensar en la Virgen del Teléfono que Mariona Masgrau usó en su día para describir esa dependencia a la llamada que no llega.
Creo que lo más interesante de la obra es ver cómo la rica subjetividad femenina acrecentada por la soledad y representada en el escenario por la ambientación intimista alrededor de la cama, constituye un fondo de vitalidad liberadora al que recurrir cuando las cosas se tuercen. Un reino de lo femenino que se afirma con toda su fuerza gracias en buena parte a la presencia de las dos manipuladoras, esencial para impregnar de vida y de empuje el mundo empequeñecido de Cristina. Rotunda afirmación femenina y grito liberador es lo que brota del escenario , y lo que acaba entusiasmando al público cómplice, que va siguiendo el proceso con emoción contenida hasta liberarse también al final con el sentir vitalista de las actrices.
Aurora Poveda y Mariam Delgado tras la función.
Una feliz conjunción entre escenografía, manipulación, títeres y actrices manipuladoras que constituye el mayor logro de esta atractiva propuesta del Teatro Naku.