Es imposible ser exhaustivos en un festival como el Titirimundi, que gusta programar una gran variedad de espectáculos. Tras un primer artículo en el que hablamos de la ciudad, el público y la calle (ver aquí), procedemos en este artículo a tratar sobre algunos de los espectáculos vistos, así como de la exposición sobre el mundo de Gilbert Legrand. Igualmente haremos referencia al Museo Colección de Títeres Francisco Peralta que se exhibe de un modo permanente en la Puerta de Santiago.

La Pícara Locuela cumple 30 años en las calles de Segovia

Dentro de todos los actos y las actuaciones que han tenido lugar en el Titirimundi, es importante destacar el treinta aniversario celebrado por la Sonia Zubiaga y su teatro La Pícara Locuela. 30 años que celebró en las calles de la ciudad que la vio nacer, Segovia, donde actuó 30 veces, una por año celebrado, para festejar tota una vida titiritera dedicada a la investigación sobre los orígenes del títere y su vigencia actual.

Aunque ha trabajado técnicas muy diferentes, la ya veterana Sonia Zubiaga ha querido rescatar esta vieja tradición de los titiriteros que llevan el propio retablo de títeres encima, como era propio del Bululú gallego (quizás la forma más simple de retablo, generalmente constituido por la capa del trujamán sostenida sobre un bastón) o de los llamados ‘teatros de saco’ que se hacen en muchas partes del mundo, como en algunos países del Este europeo, o en la China. En el caso de Sonia Zubiaga, es la propia falda de la titiritera la que, al levantarse, forma el cono invertido del retablo, una vez sujeto según los ardides técnicos de la Pícara Locuela.

La Pícara Locuela

Gusta de representar desde su falda-teatro dos obras del gran Javier Villafañe, El Pícaro Burlado y El panadero y el Diablo, obras clásicas del argentino que en manos de la Pícara Locuela son representadas con la gran frescura que Sonia Zubiaga ha sabido dar a sus títeres: directos y francos con el público, al que siempre incluye en las representaciones.

La Pícara Locuela

Se nota que Sonia ha bebido de los mejores maestros del títere popular de calle, pues en su arte brillan las mejores rutinas y trucos de manipulación del género, gracias a su asistencia a los Titirimundis que tiene en casa. También aprendió con el gran maestro Francisco Peralta, como explica en el video dedicado a la actriz que adjuntamos en este artículo. Pero quizás su aporte más personal sea haber incorporado a sus espectáculos un gran acopio de canciones y temas populares de Castilla, tan rica en estas tierras. Su dominio de la voz y su don por los ritmos le permiten integrar la música en sus obras con asombrosa naturalidad.

Instalada actualmente en Cantalejo, a 50 km de Segovia, Sonia Zubiaga ejerce su oficio de titiritera con el aplomo y la autoridad que le otorgan sus 30 años de carrera. Una larga y fructífera experiencia de recorrer los caminos del mundo con sus títeres. ¡Muchas felicidades!

La Mue/tte, el hombre orquesta

Fue una verdadera delicia asistir a este concierto espectáculo protagonizado por el argentino Santiago Moreno, de la compañía francesa Mue/tte, un verdadero virtuoso de sus instrumentos, pues Moreno es uno de esos músicos que se inventa lo que quiere que suene, aunque su especialidad principal sea la guitarra.

La Muette

Se trata de un hombre orquesta que podríamos llamar de ‘amplio espectro’, al disponer de una gama muy extensa de recursos sonoros para hacerlos sonar él solo. Una rara especialidad la suya, que bebe de muchas fuentes, pues en su trabajo hay rasgos del mago que gusta ejercitarse y asombrar con la manipulación, del ingeniero que se recrea en inventos en la línea del profesor Franz de Copenhague del TBO, es decir, inventos provistos de mucha fantasía pero en este caso absolutamente funcionales, pues todos suenan como es debido. También bebe del clown serio, de la poesía de los objetos y, por supuesto, del titiritero que ejerce en función de la música.

El concierto reúne pinceladas de mucha poesía, de sorpresa visual, de ritmo palpitante, de mecánica del movimiento y de un virtuosismo musical en el que interviene el cuerpo entero del intérprete. Cuando Moreno en el último número, se calza su artefacto orquestal, es un sinfín de cables, cordeles, ganchos y mil y un resortes los que se va atando al cuerpo. Cada pequeño gesto de la cara, el hombro, el cuello, las manos, los pies, las piernas, los codos, se traduce en un sonido o un repiqueteo determinado. Y la maravilla es ver como todo suena en una sincronía perfecta, con ritmos lentos o endiablados, sonando realmente como una pequeña orquestina de muchas manos e instrumentos.

Miembro del colectivo Dromosofista, Santiago Moreno es uno de estos intérpretes mutantes que hace a la perfección lo que se propone, por muy difícil que sea. De hecho, el ‘más difícil todavía’ forma parte de su mundo. Un espectáculo solista a dos manos de altos vuelos.

Rodorín – Retablillo de títeres y otros cuentos

José Antonio López Parreño es la persona que se esconde tras el nombre de Rodorín, uno de esos actores que no sólo saben una infinidad de cuentos sino que, sobre todo, saben cómo explicarlos. Pero en su deseo de entrar en los secretos del oficio del trujamán rapsoda, del cómico hablador que viaja por el mundo para recoger cuentos y contarlos luego a públicos diferentes, Rodorín no duda en acercarse al títere tradicional y al Cristobita Polichinela, alternando la palabra de un castellano fino y noble, con la lengüeta chillona del títere que se enfrenta al diablo y a la muerte.

Rodorín

Rodorín es un actor titiritero que ha encontrado en Segovia su lugar ideal para crecer, aprender e inspirarse, bebiendo de la atmósfera tan proclive que hay en el Titirimundi para las artes de la palabra y para las del títere de calle de la tradición europea. Junto con Jaime Santos, de la Chana, y Federico Martín Nebrás, de Quitapesares, forma parte de este grupo de artistas indefinibles que sustentan su arte en la palabra, en la literatura clásica, en el cuento tradicional, en el refranero popular, abiertos siempre a las nuevas aportaciones literarias del género. Pero sobretodo, en el bien decir y el buen recitar, dotados del don de lengua y de voz.

Con una empática presencia que rezuma simpatía y buen humor, Rodorín se mete al público en el bolsillo sacando cuentos de libros hermosos, o inventando ritmos y modos de explicar una historia a través de pequeñas ingeniosidades de papel o sirviéndose de objetos cotidianos. Una delicia de espectáculo que los padres y niños asistentes agradecieron con calurosos aplausos.

Añadimos esta cita de Ramón Gómez de la Serna que define de un modo muy sugerente el significado de la palabra rodorín (sacada del programa de Titirimundi): “Durante mucho tiempo he estado buscando cómo se llama eso que lleva dentro el cascabel, ese primer diente que echó un día y que guarda como un recuerdo de su infancia y que pudiendo ser posta de una bala es posta ‘reidera’. Hasta que un día di con la palabra ‘rodorín’, la íntima triquiñuela del cascabel, su diente de desdentado, lo que le da esa sonrisa mellada que suele tener. Pulcinella tiene un cascabel en la punta de su humorística joroba. Música de cascabel con su badajo dentro, música para el optimismo de esta época tan tristona y cabizbaja “ Genial definición!

Quitapesares – La larga lengua del cuento

Qué duda cabe que hablar de Federico Martín Nebrás es hablar de un clásico del cuento y del cómo contarlo. Actor y maestro, Martín Nebrás es pionero de la narración oral en lengua española, además de un especialista en literatura infantil. Como dice el programa del Festival, » Federico Nebrás es todo un personaje lleno de ternura y refranes fácilmente identificable por su forma de vestir (recuerda al poeta Alberti), recorre de manera incansable escuelas e institutos de España y América Latina. Creador nato, improvisa juegos con las palabras como un malabarista lo haría con naranjas. Vive por, para y dentro de los cuentos, las canciones, los trabalenguas, las adivinanzas. De ahí que, junto a Rodorín, quien es capaz de hacer hablar a las muñecas de cartón y a los perros de madera, dejando boquiabiertos a todos los niños, nos conduzcan a través de La larga lengua del cuento.»

Y debo decir, a mi pesar, que jamás lo había visto actuar, y eso que se ha convertido en un clásico del Festival de Segovia. Aunque también es verdad que hacía muchos años que no asistía al mismo. Por eso fue una alegría y una verdadera sorpresa asistir a una de sus representaciones en compañía del maestro ilustrador Juan Carlos Jiménez Grande, y constatar el poder que aún tiene la palabra así como los viejos refranes y las viejas canciones en el público de hoy, que siguió con devota entrega el juego que les propone el titiritero rapsoda y juglar de las palabras.

Quién no ha visto a Federico Nervàs en acción difícilmente puede imaginar la riqueza de su bagaje verbal, capaz de encontrar para cada situación un juego de palabras, un refrán, una tonadilla de versos y estrofas rimadas, que acuden a la lengua como por arte de magia, atraídos por la necesidad de la ocasión. Su dominio de la expresión hablada va a la par a su dominio del público, al que agarra desde el principio por el pescuezo y no lo suelta  hasta el final, embarcándolo en un sinfín de canciones, de rimas entonadas, de juego de preguntas y respuestas, manifestándose hasta qué punto está viva la memoria popular, y cómo el público en general se deja hipnotizar por la riqueza de la lengua, sin duda lo más genuinamente colectivo que tenemos los humanos.

Muy buena la combinación de la palabra con la imagen que ofrece al vuelo la mano diestra de Juan Carlos Jiménez Grande, que establece el necesario contrapunto visual a la cascada incontenible de vocablos que salen de la boca de Nervàs, creando así un respiro que da aire y soplo fresco a la retahíla verbal del rapsoda.

Y citando de nuevo el programa, podríamos terminar así: «Palabras de juglar, palabras de titiritero, palabras x palabras= apalabrados. Libros libres como labios donde juego y fuego se mezclan y confunden en este espectáculo para todos los públicos.»

¡Admirable al cien por cien!

Leandre, Iceberg

Tampoco conocía a reste reputado clown catalán, una de las figuras más importantes del nuevo circo que está naciendo en Barcelona (recibió el Premio Nacional de Circo en 2006 por su espectáculo Rodó), un hueco en mi cultura teatral injustificable, desde luego, y fue por ello un verdadero placer asistir a una representación de Iceberg con estos dos grandes intérpretes en el patio del Palacio de la Tierra, muy cerca del Acueducto romano de Segovia.

Acompañado de Mireia Miracle, propone Leandre en Iceberg una situación de aislamiento o de naufragio de dos seres humanos condenados a vivir en condiciones extremas, como si fueran los supervivientes de alguna catástrofe que les ha dejado con lo que llevan. Una situación que tras despojarse de los complementos de la civilización, los dos protagonistas, hombre y mujer, ven reducida su humanidad a unos mínimos comunes denominadores cercanos a los primates, esa gran familia del Reino Animal del que procedemos. Una cierta animalidad que sin embargo muestra unos lados benévolos y positivos, pues en los trazos gestuales de ambos sobrevive lo fundamental de lo humano, que es el principio de la autoconciencia. Es como si se hubieran despojado de lo superfluo y gracias al entorno duro, deben rehacerlo todo sobe la base de lo que los sustenta como seres vivos inteligentes: ser conscientes de sí mismos.

Quizás sea éste el destino de la Humanidad. Una vez hemos alcanzado unas fases suficientes de autoconsciencia, dejarlo todo, es decir, abandonar lo superfluo de nuestra civilización tecnológica y embrutecedora, para volver a partir de cero sobre las bases sólidas de lo humano propiamente dicho.

Iceberg apunta a este tipo de cuestiones sin entrar en ellas, por supuesto, pues por algo sus personajes han superado las etapas infantiles de las vanas especulaciones filosóficas. Lo que buscan es algo más concreto y más real, conectar con el público en el ahora y aquí de la función para compartir juntos estos atisbos de presente y de auto-observación. Algo que el espectáculo consigue con dosis altas de comunicación y empatía. La excentricidad del comportamiento de los dos supervivientes , en sus juegos con los objetos envolventes, es la clave de la madurez civilizacional de los personajes. De ahí que la risa del público sea risa sana y liberadora. El público salió con amplias sonrisas, sin saber muy bien lo que habían visto, pero íntimamente satisfechos y felices. Preparándose quizás para un futuro de catástrofes sin fin…

El Chonchon, de nuevo en Segovia

Ya comentamos en el anterior artículo dedicado al Titirimundi la presencia del clásico Chonchon en el programa. Una sorpresa, pues se sabía que la pareja artística compuesta por el chileno Miguel Oyarzún y el argentino Carlos Piñero, ambos afincados en Córdoba, Argentina, habían decidido separarse para iniciar carreras individuales. Lo que no ha sido ningún obstáculo para que hayan decidido regresar a las tablas, instigados por Julio Michel y por una buena gira por España, con su obra Juan Romeo y Julieta María.

Hay que decir que también nos deleitaron, en su primera representación en el Festival, con las obras Los Cómicos del Novecientos y El Propietario, representadas en el café Santana. Obras más visuales y que requieren de un espacio más íntimo, como el café donde actuaron les ofreció.

Pero lo genial de El Chonchón es sin duda la inteligencia de sus diálogos y de las improvisaciones de las que hacen gala, siempre basadas en el lugar donde actúan, duchos en incorporar noticias, personajes, eventos, despropósitos del día, o simples interrupciones como el repique de una campana, el paso por la calle de algún grupo subido de tono, la obligada ambulancia, interpelaciones abstemias o alcohólicas de algún listo, etc. Es decir, consiguen que la representación, bien incrustada en lo que se ha dado en llamar el ‘ahora y aquí’, sea vivida por los espectadores como algo real, con personajes que están vivos de verdad, mucho más que sus manipuladores, esas calvas o esos pelos que se ven por debajo de los títeres. ¿Y qué puede haber de más importante en esta arte de la marioneta que dar verdadera vida a los muñecos?

El otro quid del efecto Chonchon es sin duda su inteligencia de partida, capaz de recurrir al sentido común, a la lógica cartesiana, a la verdad humana, a la amplitud de miras, a llegar a filosofar sin ser pedantes. Y para ello, se sirven de los dos personajes creados, el Abuelo y el señor Arraskaeta, alter egos de los titiriteros, pero suficientemente distanciados de ellos -por edad y por cultura- para poder sacarles todo el jugo. En realidad, podríamos decir que el Chonchon sólo tiene a estos dos únicos personajes, sobre los cuales construye las distintas obras, pues el ardid de ser una compañía pobre y escasa les obliga a que los dos ancianos encarnen todos los roles, por disparatados que sean. Claro que hay otros que vienen a completar el elenco, especialmente Juancito y María, los jóvenes de la compañía, pero al ser jóvenes, jamás alcanzan los brillos de los dos veteranos títeres.

Inteligente es esta reivindicación de la edad, en una sociedad como la nuestra que condena a los viejos a ver pasar los coches raudos de la modernidad desde un banco, convertidos en despojos residuales de la vida, de los que el mercado ya poca cosa les puede sacar. El retablo del Chonchon sería este banco de una aldea parada en el tiempo donde el Abuelo y el señor Arraskaeta se entretienen mirando pasar los coches, con sus familias llenas de críos, sus ambiciones nunca alcanzadas, sus gadgets recién adquiridos de usar y tirar, las nuevas tecnologías deslumbrantes, etc. De ahí que los espectadores se sientan tan a gusto, pues por unos instantes dejan de ser los ocupantes del carricoche veloz y siniestro, para sentarse en el viejo banco de los desahuciados, donde las cosas se ven en su estricta realidad.

De ahí que sea tan útil para ellos inventar un marco donde el genio y la sabiduría de los dos títeres pueda desplegarse y brillar. Eso hicieron con su adaptación de Romeo y Julieta, así como con los otros dos títulos presentados, y eso podrían hacer siempre con otros nuevos marcos que se les antoje crear. Una fórmula que siempre estará viva mientras sus dos animadores invisibles se mantengan firmes en su apuesta por la vida y la inteligencia. ¡Que los sigamos viendo en nuevos derroteros argumentales es nuestro más ferviente deseo!

Presencia rusa, la charla de Anna Ivanova y el Teatro Tehb

La relación del Titirimundi con Rusia viene de lejos, de los viajes emprendidos por l compañía Libélula en el año 1990 a diferentes ciudades aún soviéticas (en los que también participamos los de la Fanfarra) y de las amistades que desde entonces se han ido cruzando entre rusos y segovianos. Los años han ido pasando, La Unión Soviética cayó hace tiempo, y la riquísima presencia de los títeres en la sociedad rusa durante el comunismo parece ser que se ha mantenido. Una incógnita, sin embargo, que la charla que impartió Anna Ivanova, directora del BVK Festival en San Petersburgo, en la Alhóndiga, despejó a los asistentes, entre los que tuve la fortuna de estar.

Anna Ivanova.

Contó Ivanova la realidad típicamente rusa de los grandes teatros estatales que hay en todas las ciudades que superan los 300.000 habitantes, que en un país tan grande suman una barbaridad (para disponer de teatro de ópera, el umbral fue de 500.000 habitantes), una medida tomada en los inicios de la época comunista gracias al prestigio del Teatro del gran Sergey Obraztsov. La irrupción de tantos nuevos teatros marcó la necesidad de disponer de profesionales capaces de satisfacer la extensa demanda generada, lo que dio lugar a la creación de importantes escuelas de profesionales del títere en sus múltiples especialidades, siendo la de San Petersburgo sin duda la más importante.

Esta realidad, típica de un país de economía y vida socialista, curiosamente se ha mantenido, aunque ha habido una substitución del Estado por la presencia de patrocinadores de las empresas privadas. Igualmente, los teatros han debido adaptarse a las leyes del mercado, buscando una rentabilidad económica que les permita subsistir.

Contó Ivanova que el poso dejado por los años de escuela es importante y garantiza unos niveles muy altos en la calidad de las producciones actuales. También indicó cómo en las últimas dos décadas han ido emergiendo compañías privadas independientes, así como titiriteros y artistas que trabajan en solitario o en grupos familiares. Igualmente se han sumado a los teatros estatales los municipales y otros de carácter privado.

Lo interesante de la charla de Anna Ivanova, corroborado asimismo por Julio Michel, director de Tititirmundi, que el año pasado asistió al festival de San Petersburgo, quedando deslumbrado por el vigor, la calidad y la riqueza del actual teatro de marionetas en Rusia, es precisamente este momento de extraordinario auge que se vive allí, una realidad muy desconocida en el resto de Europa.

El Teatro Tebh

Quizás para compensar este desconocimiento, se programó en el Festival de este año a dos compañías rusas: el Circo de los Hilos de Victor Antonov y el Teatro Tehb de Moscú, unos viejos conocidos éstos últimos tanto del Festival como de otros lugares  de España (estuvieron en el Teatro Malic de Barcelona un par de veces, creo, así como en otros muchos festivales del país).

El Teatro Tebh, considerados por Anna Ivanova como una compañía fundamental en Rusia al ser los primeros que se abrieron paso fuera de las instancias oficiales y desde la iniciativa particular, para convertirse luego en un modelo hoy seguido por muchos, presentaron La Enciclopedia de los Dragones. Obra de muy pequeño formato -una de las características de la compañía, aunque también han trabajado el gran formato- con una duración de 15 minutos y que se representó para un público de 3 a 5 personas en la parte trasera de una furgoneta, instalada permanentemente en la Plaza Mayor de Segovia.  Una ‘ambulancia teatral’, como lo llaman los artistas del Tehb.

Un pequeña joya fue lo que ofrecieron Maya Krasnopolskaya e Ilya Epelbaum, en un escenario de un tamaño algo mayor de los teatrines de cartón y madera, pero en una línea de frontones y decorados al viejo estilo, bellamente pintados por duchos escenógrafos y con una primorosa iluminación. Centrándose en el tema genérico de los dragones, recorren el mundo de las leyendas europeas y sus monstruos. El mito de San Jorge y de la Princesa subyace en su puesta en escena que juega magníficamente con el contraste de las proporciones, con títeres planos en unos casos, otros dotados de un bonito realismo. La lucha contra el monstruo, representado por el dragón, es la lucha del bien contra el mal, una eterna pugna que no tiene más remedio que acabar bajo la óptica de Einstein, es decir, de la relatividad: todo depende del punto de vista desde donde se mire. Por eso son tan importantes los cambios de perspectiva, que vienen a indicar esta dependencia de las proporciones y de los puntos de vista. Un tema eternamente europeo, pues es en nuestro continente donde ha nacido la mirada relativista. Que nos lo vengan a recordar los rusos nos indica la importancia de escuchar las voces que llegan de nuestra ala oriental: sin ella, difícilmente podrá volar Europa su vuelo apaciguador, capaz de tratar la radical diversidad que la compone como su mayor fuente de riqueza.

Curioso que sea en estos marcos de la micro-cultura que son los festivales de títeres allí donde se fraguan las verdaderas alianzas europeas del futuro, que saben cómo unir lo diverso.

La exposición Gilbert Legrand

Hasta el 18 de junio puede verse esta magnífica exposición de objetos, collages, composiciones y artefactos de este artista francés del llamado Upcycling (‘término acuñado recientemente, también conocido como supra-reciclaje, que consiste en aprovechar materiales reciclables para crear productos que tienen un mayor valor que el que tenía el material original. O, lo que es lo mismo: transformar residuos en objetos de valor’, Google dixit), un verdadero surrealista de la forma que convierte en poesía, juego, capricho o títere, todo lo que toca, hace y sobretodo, deshace.

Instalada en una de las dependencias del imponente Torreón de Lozoya, junto a la Plaza San Martín, en el centro de Segovia, la exposición sorprende y maravilla por la explosión imaginativa que encarna. Nacido en París pero residente en Toulouse desde hace 20 años (una ciudad muy amiga de los títeres y de la creación visual), Gilbert Legrand combina sus quehaceres en el diseño gráfico con la realización de estas esculturas titiritescas que toman su punto de partida en los objetos más irremediablemente cotidianos: cepillos, botellas, recipientes de plástico de usos variopintos, envases de los de usar y tirar, latas de bebidas, escobas, peines, tijeras, grifos…, todo sirve a Legrand para crear arte, o simplemente para transformar los objetos y darles otros significados. Lo ínfimo y lo banal se convierten en piezas de composiciones que trascienden su realidad consumista o utilitaria.

Una exposición que huye de las palabras, pues su significado está en lo que se ve. He aquí algunas imágenes tomadas al azar de un paseo, admirado el visitante de un tal despliegue de creatividad e imaginación.

El Museo Colección Francisco Peralta

No puede uno dejar Segovia sin visitar el precioso museo donde se han colocado algunas de las más importantes piezas del gran marionetista Paco Peralta, un maestro que ha iniciado en el arte de los títeres a no pocas generaciones de titiriteros.

Se encuentra la colección situada en el edificio que se levanta encima de la antigua Puerta de Santiago, frente al Paseo de San Juan de la Cruz que forma parte de la muralla de Segovia. Recibe su nombre por su proximidad a la Iglesia de Santiago.

La Puerta de Santiago.

Utilizada originariamente como albergue de mendigos y viajeros sin recursos, acoge en la actualidad la obra de uno de los trujamanes más importantes que ha dado este país, Paco Peralta, nacido en Cádiz en 1930. Citamos el semblante que le ha dedicado la estudiosa gaditana Désirée Ortega Cerpa en el blog El Tercer Puente (lean el texto entero aquí):

«Su trayectoria profesional es un ejemplo más de profeta que no lo es en su tierra. Tras estudiar en la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos de Cádiz, se licenció en Bellas Artes por la Complutense de Madrid, sección escultura. Su tesina desarrolló de manera visionaria conceptos de carácter multidisciplinar, pues se centró en la integración de las artes y la aplicación pedagógica de los títeres.

De hecho, en toda su actividad como profesor de Modelado y Vaciado ha empleado como recurso didáctico la construcción de títeres. Al mismo tiempo, desde 1956 ha llevado a la escena diversas obras, como Bastién et Bastianne de Mozart, El retablo de Maese Pedro de Falla, Los melindres de Belisa de Lope de Vega o El paso de las aceitunas de Lope de Rueda, entre otras muchas. Para todas ellas ha creado figuras estilizadas de una belleza extraordinaria, innovando y creando nuevas técnicas de manipulación. En su labor, continuamente ha perseguido la expresividad más que la perfección, aunque el acabado de todas sus creaciones se acerca al virtuosismo. Desde el principio ha trabajado con su esposa Matilde del Amo y en 1981 fundó oficialmente la compañía de Marionetas Peralta del Amo, en la que se integraron sus cinco hijas. De esta manera, tanto como docente de arte y de teatro, así como creador, ha estado presente en escuelas, talleres y festivales nacionales e internacionales, además de participar en exposiciones de escultura y pintura. Así mismo, ha colaborado en cine y televisión, como en las películas Dulcinea (1962) de Vicente Escribá o Cabriola (1965) de Mel Ferrer, y varios de sus montajes fueron grabados para El carro de la farsa de TVE.»

La Colección muestra piezas de una gran belleza pertenecientes a las obras más importantes presentadas por Peralta. Igualmente exhibe un vídeo en el que el mismo Maestro explica su modo de entender el arte de los títeres.

Detallista, primoroso en su quehacer, perfeccionista en los detalles y en el conjunto, se compara a veces a Paco Peralta con este otro marionetista de parecidas características aunque radicalmente diferente en cuanto a la técnica utilizada, el hilo: me refiero al señor Harry V. Tozer, maestro también de varias generaciones de titiriteros. Ambos han sido piezas claves en el desarrollo del marionetismo peninsular: uno ejerciendo desde Barcelona su influencia dando clases en el Institut del Teatre, el otro desde Madrid como profesor e inspirador de futuros marionetistas.

La nobleza de la Puerta de Santiago, vetusta y periférica entrada simbólica de Segovia, acompaña magníficamente la nobleza del arte de Peralta. Una visita que el amante del mundo de los títeres no debe perderse si viaja a la ciudad del Acueducto.