Tenemos la costumbre de vivir el paso de los años como si subiéramos una escalera de dirección única, la que marca el tiempo biológico hacia el crecimiento, la madurez y la decrepitud. Y ciertamente, para la mayoría de las personas los años circulan por esta curva, que va del nacimiento a la muerte.
Para las sociedades occidentales, desde que la Modernidad nos hizo creer en el progreso, los años suben siempre por una línea recta que va de menos a más, de peor a mejor. Para los millonarios y los hombres de empresa, la línea sube también cielo arriba en pos de cifras altas y beneficios. Los pesimistas y los escépticos radicales ven lo mismo pero en la dirección contraria: de más a menos, de mejor a peor, del cielo al infierno.
Pero lo cierto es que el Tiempo, si es que existe este señor, se lo mira todo con distancia, que es tanto como decir que se lo mira con ironía. ¿Qué sería entonces para él el paso de los años?
Quizás sería como el señor del péndulo: ora lo lanza hacia un lado, ora hacia el otro. Hay cambios y diferencias, porque nunca nada es igual a nada, pero el eje o la mano de la que cuelga el péndulo está siempre en el mismo sitio. Es decir, el tiempo se mueve y produce cambios, pero a la vez se mantiene siempre en el mismo sitio.
El señor del péndulo nos acaba de dejar una maleta donde está escrito ‘2018’. La maleta contiene todo tipo de acontecimientos, un repertorio casi infinito. Los ciudadanos del mundo abren la maleta y de ella van saliendo lo que les depara el devenir. Los caminos aparecen trazados y cabe poca desviación. Por eso la gente ve al señor 2018 vestido de negro y con un aire poco simpático, pues a nadie le gusta que le dicten lo que debe hacer. Según creen todos, no hay más remedio que pasar por el tubo.
La maleta de Don Chavita, foto de Shaday Larios.
Los artistas y los titiriteros ven la maleta de otro modo, como una caja de herramientas, y al señor 2018 como a un transportista o un simple comisionista. Los eventos, los episodios, los desvíos y los atascos son lo que el tiempo nos da para ser usados. Obedecemos las leyes y las señales de tráfico, pero escogemos los contenidos según nos conviene y nos apetece a cada uno.
Los eventos que sacamos de la maleta son objetos a los que otorgamos el poder de dirigir nuestras vidas. Pero sabemos muy bien los titiriteros que la vida de los objetos es la que les proyectamos nosotros, aunque luego ellos quieran independizarse y controlarnos. Son y no son sujetos, tienen esta doble condición ontológica de ser y no ser lo que aparentan ser, como los mismos títeres. Cuando están quietos y los miramos, son objetos pasivos que reciben nuestro aliento de vida y nuestros deseos. Cuando se mueven, son sujetos activos que sin embargo nunca dejan de ser los objetos que son.
Reloj de sol de bolsillo, foto de , Wikipedia.
Con los eventos del año ocurre lo mismo: son y no son sujetos, nos mandan pero sabemos también que en el fondo son lo que queremos que sean. Este componente doble nos libera por un lado, pero nos responsabiliza por el otro. Y en el fondo, sabemos que la maleta del año es la que llevamos nosotros cuando decidimos dejar el año viejo par entrar en el nuevo.
Desde Titeresante, deseamos que los Reyes Magos del mundo nos traigan a todos una maleta personal del 2018, bien cargada de los instrumentos útiles que nos permitan producir los cambios y los eventos que deseamos, y liberarnos así de las imposiciones que salen de las maletas colectivas. Amén.
¡Feliz 2018!