Se presentó en la Sala Hiroshima de Barcelona los días 14 y 15 de febrero de 2019 la compañía de Portugal Teatro Praga, con el espectáculo Before. Una novedad en la cartelera de Barcelona -tal es el objetivo de esta sala, que programa con gran acierto lo que se cuece en los límites teatrales de Europa-, que llenó la sala de un público atento y enterado.

Acudí atraído por el hecho de ser una compañía de Portugal, país al que me une una larga relación y quizás con la idea de oír un poco de portugués, pero la sorpresa fue mayúscula: por el hecho de que todo el espectáculo fuera en inglés (con subtítulos) y por el choque de la puesta en escena, de una inteligencia deslumbrante y provista de una estética y un planteamiento de fascinante y extrema distanciación.

Podríamos hablar de doble y triple distanciación, sobre la base de un actor principal, el único que habla, Pedro Penim, autor y director de la obra, situado en un púlpito -lo que podría ser la mesa de un lector, médico, psicoanalista, intérprete solista o maestro de ceremonias- enfrentado a dos otros personajes que están pero no hablan, o mejor dicho, sí que hablan pero por boca del conductor, narrador o intérprete solista. En realidad, dos son las voces: la de un dinosaurio que aparece así travestido en escena, y la de alguien que prácticamente no se mueve, hasta que vas descubriendo que encarna la segunda voz que dialoga con el dinosaurio.

Los actores actúan así a modo de espejos de los que ‘emana’ el texto  y con los que se relaciona el relator/maestro de ceremonias, aunque hay otro tercer espejo, el público, de cuya presencia están plenamente conscientes los tres actores, y que de alguna manera tendría como reflejo la pantalla de vídeo donde se proyectan imágenes alusivas pero a su vez muy distantes de lo que se escucha. Y este complejo y dinámico juego de espejos es el espacio donde se desarrolla la obra, convertida en una preciosa trama de reflejos en la que de vez en cuando asoman músicas de referencia de los personajes.

La figura del dinosaurio, que funciona a modo de máscara como poco a poco vamos descubriendo, a pesar de ser un muñecote que esconde la figura entera del portador, es el otro gran elemento distanciador de la obra, que permite que las palabras de los personajes se eleven por esa escala del tiempo que parece centrar la obra. Una perspectiva tan surrealista como inquietante, pues un dinosaurio nos habla inevitablemente de un pasado remoto y nos remite a la ‘Gran Extinción’, la que sufrió la Tierra hace sesenta y cinco millones de años por la caída de un meteorito. A su vez, nos habla también de esta inminente Gran Extinción a la que parece conducirnos nuestra actual civilización, de cuya decadencia la obra se complace en mostrar buenos trazos.

Situados en este drama del Tiempo, los diálogos que el único narrador despliega nos sitúan en lo que podríamos llamar un ‘dramatismo mundano de las relaciones’ en el que nuestras culturas parecen estar inmersas, banal metáfora de un dramatismo más difuso que aumenta sus decibelios de angustia cuando se activan las resonancias del Tiempo, como si este fuera un instrumento de cuerdas que cruzan los milenios y los atan, resonancias apocalípticas que nos llegan en dosis de angustia casera, a veces en registros de barato sentimentalismo, y a veces con sutiles registros de terroríficas premoniciones.

Esta vibración de las cuerdas del Tiempo que oscila entre la banalidad y la tragedia, entre lo personal y lo colectivo, entre el calendario de los días cortos y el calendario de las eras y los milenios, es el gran logro de este singular espectáculo, que huye de la representación realista y psicológica, de la encarnación teatral de las emociones, y apuesta por la mirada del espejo, por la distancia de la voz, el sentido y el sujeto, por la alusión brutal de lo indirecto, de modo que lo brutal se hace sutil y, por ello, pensable y digerible, aunque sea con profundos dolores de barriga.

La obra descoloca al espectador y le obliga a situarse en este registro poco usual de la distanciación. Me pareció una anticipación inteligente de lo que podría ser el teatro de una civilización avanzada del futuro, que ha conseguido escapar al engaño de la representación naíf, al psicologismo barato de los sentimentalismos deshumanizadores, y que apuesta por las miradas dobles y triples, por la alteridad vivida como una disciplina capaz de juntar la pasión con la distancia. Pues mucha pasión hay que tener para poner en escena semejante texto y obra, y lanzarse al arduo ejercicio de desdoblar voces y miradas.

Antes (2017) | Trailer from Teatro Praga on Vimeo.

Teatro Praga dejó en la sala ganas de ver más trabajos suyos. Quizás la compañía sea ya muy conocida por algunos espectadores más enterados, pero para mí, fue una grata y deslumbrante sorpresa. Esperemos que se repita.