(Imagen de ‘Rob’, de Teatre de l’Abast-Zero en Conducta)
Acabamos nuestros reportajes sobre el Festitíteres de Alicante 2019 con mención a cuatro espectáculos vistos en los últimos días, concretamente: la conferencia y actuación de la Cia. Peneque el Valiente, el lambe-lambe de Los Pintores con su ‘Circo Lo’, ‘El País de Bàbia’ de El Ball de Sant Vito, y ‘Rob’ de Teatre de l’Abast-Zero en Conducta.
Peneque el Valiente.
Fue un placer asistir a la representación-conferencia que Antonio y Miguel Pino, junto a la clown Isabel Hurtado en el papel de “Tina Madrina”, presentaron en una de las salas del Castillo de Santa Bárbara de Alicante. Ante un público escolar que llenaba la fortificada estancia, y con una especie de ‘palco’ improvisado cerca del escenario para los invitados nacionales e internacionales del Festival, los de Peneque el Valiente ofrecieron lo que podríamos llamar un espectáculo en dos partes: una conferencia sobre la Historia de los Títeres al principio, y uno de los episodios de las Aventuras de Peneque el Valiente.
Nos encontramos ante una compañía histórica -cumplen este año 60 años de existencia- que empezó sus andaduras en el año 1959 de la mano de Miguel Pino, padre de Miguel y Antonio Pino, los actuales miembros de la compañía, aumentada hoy con Isabel Hurtado, clown de formación y esposa de Antonio. El señor Pino recorrió con sus títeres el país entero montado en su auto en una época dura. De carácter aventurero y emprendedor, buscó de inmediato mecanismos de apoyo que en aquel entonces pocas veces procedían de la administración. Y lo encontró en algunas marcas comerciales, catalanas la mayoría, siendo quizás una de las primeras compañías teatrales en complementar sus entradas con la publicidad. Una avanzada visión en el uso del marketing y de la publicidad que quedó como una de las marcas de la compañía.
Sus hijos, tras la muerte del señor Pino, decidieron continuar su labor desdoblando el trabajo del titiritero en solitario de los primeros tiempos, con la introducción de la figura del presentador-mediador-animador, encarnada por Miguel Pino, mientras Antonio quedaba detrás del retablo a cargo de los títeres. Una figura que en algunas tradiciones titiriteras europeas es de obligada presencia, como ocurre con el Petrushka ruso, o el Vasilache rumano, que sirve para intermediar entre los títeres y el público. Indispensable papel, pues en estas tradiciones se habla con lengüeta y es normal que necesite muy a menudo traducción. Este mediador solía ser también un músico que acompañaba la acción de los títeres desde afuera. Algo muy generalizado, por otra parte, en la mayoría de las tradiciones populares de los títeres europeos, especialmente las más callejeras.
Para la conferencia sobre la Historia de los Títeres, los Pino rompen este esquema, al incorporar una pantalla sobre el retablo para proyectar en ella imágenes e incluso algún vídeo, y tanto Antonio como Miguel están ambos escena. No es fácil resumir en media hora o un poco más una historia milenaria como es la del teatro de títeres. Para conseguirlo, los de Peneque utilizan recursos teatrales y se sirven de imágenes proyectadas. El repaso que hacen de las grandes tradiciones del mundo de sombras y marionetas sintetiza muy bien la complejidad de unos orígenes que se pierden en la lejanía histórica. Lo bueno es que todo se explica desde el humor de un juego de clown alegre y sutil, que los dos hermanos conocen a la perfección, y que engancha enseguida a los chavales. El repaso histórico termina con las referencias a las tradiciones titiriteras de guante de la que ellos se sienten pertenecer, las diferentes líneas polichinescas europeas e hispánicas. Para ello no dudan en poner fragmentos de una representación del Pulcinella de Gaspare Nasuto, que el maestro napolitano les ha amigablemente cedido.
Es bonito ver esta necesidad de emparentarse con la tradición que en los años 40 fue truncada por el Franquismo pero que subyacía en todas las formas populares de títere de guante de aquella época. Personajes como Gorgorito, Pirulo, Chacolí, Perico, Barriga Verde o el mismo Peneque, no fueron más que los sustitutos del Polichinela de la tradición, que tomaba nombres diferentes y cambiaba sus repertorios para adecuarlos a las exigencias de la Dictadura, con argumentos simplificados y de acentuado maniqueísmo.
Los de Peneque el Valiente están decididos a conectar de nuevo con estas raíces centenarias y para ello la conferencia-espectáculo que presentan les sirve de pasarela introductoria a las mismas, ofreciendo al público joven e infantil un contexto donde situar algunos de los espectáculos de títeres que se ven hoy en día.
En cuanto al espectáculo de Peneque propiamente dicho, pudo empezar tras retirar la pantalla y dejar el conocido retablo en forma de carricoche a la vista. Una representación en la que todo funciona a la perfección y según los mecanismos propios de la compañía, basados en la figura de los dos presentadores, el serio que hace Antonio Pino y el clown de Isabel Hurtado, mientras Antonio se encarga de los títeres.
Una obra de argumento sencillo con una princesa, un rey y una bruja, a la que el héroe Peneque debe vencer. Un esquema que procede del repertorio inicial del señor Pino, pero que sus descendientes han adaptado a los ritmos trepidantes que el público de hoy requiere. Una fórmula asegurada por la práctica de muchas representaciones y que se puede enfrentar a públicos mayúsculos.
Los niños, entregados al personaje y a los tres titiriteros en escena, participaron con gran entusiasmo en la representación. Al acabar, todos querían tocar y hacerse una foto con el héroe que los había tenido atrapados por el pescuezo. Los invitados chinos de Pekín del Festival, admirados por el fenómeno, quisieron también hacerse una foto de familia con los titiriteros y otros asistentes.
Por cierto, la compañía de Peneque el Valiente acaba de recibir del Ateneo de Málaga la Mención Especial a la Trayectoria – Producciones Infantiles Miguel Pino (Peneque el Valiente) por su 60 aniversario, otorgado por el jurado de los IV PREMIOS ATENEO DE TEATRO.
‘Circo Lo’ de Los Pintores.
Fue una sorpresa encontrar a estos dos actores cubanos hoy residentes en Asturias en el Festitíteres, donde acudieron bajo el pabellón de la compañía Los Pintores, con la que se han dado a conocer en los últimos tiempos. Teresa Denisse y Maikel Valdés, dotados de esta profunda sabiduría teatral que tienen los actores cubanos, decidieron un día independizarse de sus orígenes insulares y conocer mundo, tras haber escogido como plataforma de sus movimientos la Comunidad Autónoma de Asturias, uno de los lugares más bellos, tranquilos y de más calidad de vida de Las Españas.
En el Festitíteres fueron contratados para traer su ‘Circo Lo’, una contracción en el título que nos da en cierto modo la clave de la propuesta: un circo loco, como no podía ser menos, pero partido por la mitad en lo de la locura: en vez de liarse con carpas, leones, caballos y payasos de carne y hueso, lo reducen todo a escala diminuta para crear un circo para ‘voyeurs’, niños y mayores, colocado en una de esas cajas que hoy llaman ‘lambe-lambe’.
Una propuesta que se aparta conceptualmente del nombre de la compañía, pues en ella más que pintura, se realizan sombras en el interior del cajoncito lambe-lambista, con un agujero donde un único espectador pone los ojos y ve la función.
Las habilidades actorales de los dos cómicos se quedan en el exterior del circo, en una preciosa parada que montan allí donde deciden instalarse, que en este caso fue en uno de los patios interiores del Castillo de Santa Bárbara de Alicante. Vestidos ambos de mozos circenses, el verdadero teatro de la propuesta está tanto en el interior como en el exterior. En este sentido, al sentarse el espectador en el asiento-taburete del mirador y concentrar la vista por el agujerito de la visión, es como si la realidad entrara en un embudo y quedara reducida a una radiografía sombrista, síntesis en dos dimensiones del despliegue tridimensional de la parada circense exterior, con su portero-director que organiza y cobra la entrada al recinto (1 euro) y con la ‘domadora de sombras’, pues no otro es el papel y el hermoso disfraz de Teresa Denisse.
Domar sombras, un ‘más difícil todavía’ que no había visto nunca, aunque luego las sombras obedezcan sin más sobre el plano bidimensional de la pantalla, menguados los personajes en su condición de ‘títeres planistas’, como a veces se les ha llamado.
Cinco minutos de inversión perceptiva, que hay que vivir en el contexto de la espera y del pasillo que conduce de la entrada al asiento-taburete, con los dos personajes impecablemente vestidos de circo que ejercen de oficiantes. El lambe-lambismo se ejecuta aquí en conjunción con un contexto exterior de escenográfica amplitud vistosa. Creo que la propuesta apunta a un juego que podría ir mucho más lejos, si se teatralizaran estas oposiciones dentro/fuera, luz/oscuridad, tres/dos dimensiones, domadora fuera, ¿de espectadores? / domadora dentro, de sombras. Oposiciones que podrían abrir horizontes nuevos al lambe-lambismo de este Circo Lo.
Pero de momento ya bastante hacen con montar la carpa diminuta y pregonar las funciones al público que va acudiendo al Castillo y que se queda atrapado por la belleza de la pequeña instalación teatral. La labia de vendedor ambulante de Maikel Valdés va congregando al respetable, que se presta a hacer cola sin demasiadas angustias, pues cada pase dura sólo unos cinco minutos.
Lo visto por cada espectador se queda en el secreto de su percepción singular. Han visto y no han visto nada, pues pasar de las tres a las dos dimensiones de golpe y porrazo desconcierta y es uno de los factores que permite sorprender a los visitantes. La visión interior se queda en secreto, que el perceptor deberá cocinar luego con lentitud de rumiante y con el condimento de la imaginación, mientras fuera el teatro de la vida sigue su curso de vívidos artificios.
Al terminar la jornada, Teresa Denisse y Maikel Valdés desmontan la parada y se van a otra parte, abiertos sus ojos curiosos a las novedades que les reporte el destino. ¡Que tengan buen viaje y feliz despliegue teatral en el Viejo Continente!
‘El País de Babia’ de El Baile de San Vito.
Procedente de Cullera, en la Ribera del Júcar, la compañía El Ball de Sant Vito actuó en el Parque de Lo Morant de Alicante con un espectáculo de títere tradicional catalán titulado ‘El País de Babia’ (su título en valenciano es ‘La terra dels babaus’). Curioso nombre el de la compañía que alude a una especie de compulsión cinética que te obliga a bailar sin detenerse hasta caer agotado. Vale la pena leer lo que dice la Wikipedia al respecto:
‘La coreomanía, danzamanía, enfermedad del baile, manía de bailar o, popularmente, baile de san Vito, fue un fenómeno social que se produjo principalmente en los países centroeuropeos entre los siglos XIV y XVII. Se trataba de grupos de personas bailando de manera irregular, en ocasiones miles a la vez. Esta afectaba a hombres, mujeres y niños, que bailaban hasta que se derrumbaban de agotamiento. Uno de los primeros brotes importantes fue en Aquisgrán, Alemania, en 1374, y se extendió rápidamente por toda Europa; un brote particularmente notable se produjo en la epidemia de baile de 1518 en Estrasburgo.’
Por lo tanto, una compañía que busca no con el baile pero sí con los títeres, hacer vibrar al público hasta la extenuación. Por suerte, no ocurrió así en el Parque Lo Morant y los espectadores pudimos seguir la función de los de San Vito sin perder el oremus, aunque sí atrapados por la garra y el buen hacer de los dos titiriteros, Xavier Learreta y Manel Mengual, que utilizaron la tradición mediterránea de los títeres pero combinándola con esta ‘caída de la cuarta pared’ que representó para la tradición titiritera salir del retablo y actuar delante del público, por muy titiriteros que fueran.
No en vano firma la dirección escénica de los títeres Eudald Ferré, el maestro titiritero de Valls que tan bien conoce este estilo de introducir en la tradición del Títere Catalán la faceta del actor que entra y sale del retablo.
La conclusión es que tanto Learreta como Mengual consiguieron conectar ‘a la manera popular’ con el público, en un lugar abierto en el que no era fácil mantener la atención al existir tantas distracciones colaterales. Y si lo lograron es por todo lo apuntado más la juventud de los dos intérpretes, su buena presencia y talante, su estilo fresco y desafectado, y los toques de humor a veces absurdo y disparatado, a veces de profunda raigambre popular, elementos todos ellos más que suficientes para conquistar a los espectadores.
Se sirvieron en su cometido del personaje popular Mingo. Por lo visto existió un personaje con este nombre llevado por algún titiritero valenciano, motivo por el que los de San Vito lo han querido recuperar y proponerlo como un Polichinela valenciano, dado que no se ha conservado aquí esta tradición. Una elección que me parece muy acertada, al tener la palabra mingo una conocida significación popular, en catalán-valenciano, que enlaza con el carácter del personaje en la obra presentada. Dice el diccionario catalán de la Enciclipèdia (traduzco al castellano): ‘[s. XIV; abreviación popular de Domingo, usada a menudo para designar a una persona vulgar, después a un hombre sin carácter y de aquí la bola neutral de ciertos juegos como el billar]. Y sigue diciendo el Diccionario: ‘Hombre sin energía, con poco carácter, que se deja manipular por los otros’. En la obra de San Vito, el Mingo es un buenazo que se deja engañar una y otra vez, hasta que al final, no sin vivir un proceso de iniciación clásico sacado de los cuentos de viajes, y sin perder su ingenuidad básica, aprende a no dejarse engañar y, lo más básico, a usar la cachiporra.
Creo que han hecho una muy buena elección con este personaje afín de convertirlo en un héroe de nueva usanza más adaptado a la modernidad contemporánea que los viejos polichinelas que se vuelven irascibles con tanta facilidad. Su carácter vital pero a la vez buenazo y algo bobalicón pero a la manera de los héroes radicales carentes de malicia, como lo puede ser el príncipe Lev Nikoláievich Myshkin, protagonista de la novela El Idiota de Dostoyevski, lo hace especialmente contemporáneo e interesante. Usa la cachiporra, sí, pero más como un juego de escarmiento algo impostado -quizás para quedar bien con quienes le exigen un poco de carácter, como su misma enamorada, que por real convencimiento- que con el ensañamiento irredento del Punch.
Hoy ser bueno es una verdadera provocación, pues lo que se impone en el mercado de la vida es ser malo, ambicioso y rastrero, afín de conseguir los objetivos sin que importen los medios. Pero la gracia es ser no un bueno tonto sino un bueno bueno de verdad, como lo es Myshkin. ¿Es eso posible? Lo ignoro, pero quizás el personaje de Mingo acabe derivando hacia estos derroteros que tienen más que ver con irresolubles paradojas y salidas de tono inesperadas por absurdas e imprevisibles, que con el clásico maniqueísmo de buenos y malos.
Especulaciones polichinescas aparte, hay que decir que disfruté mucho viendo a los de San Vito utilizar la difícil técnica del títere catalán, con esta imagen tan localmente popular del muñeco al que le salen los brazos en la base del busto. Usaron una lengüeta de simpático tono que recordaba la sonoridad tradicional del Tirisiti, lo que le daba un interesante y atractivo carácter valenciano, con las llamadas al Molinero que tanto recordaban las que en el Tirisiti se hacen al Abuelo, ambos personajes de genio retorcido. Se comprende que el público se entregara a un lenguaje que les resultaba conocido y familiar, premiando a los artistas con prolongados y sentidos aplausos.
Al acabar, mayores y chicos rodearon por detrás el retablo, nada clásico en su formato, para descubrir los secretos técnicos utilizados y ver de cerca a los personajes de madera.
‘Rob’ de Teatre de l’Abast y Zero en Conducta.
Se presentó en el Teatro Arniches la compañía valenciana Teatre de l’Abast con ‘Rob’, un espectáculo fruto de la intensa colaboración con la otra compañía que firma la producción, la catalana Zero en Conducta, bien conocida por Titeresante (ver aquí y aquí en Putxinel·li).
En efecto, firman la dirección y la coreografía (básica en la obra) Zero en Conducta, es decir, el valenciano J.A. Puchadas (Putxa), la mexicana Julieta Gascón y el catalán David Maqueda, los tres puntales de la compañía, mientras el mismo Putxa ha participado en la autoría junto a Lucía Aibar y Victoria Mínguez (núcleo activista de la Cia. Teatre de l’Abast) y el actor Ramón Rodenas. Y debo decir que reconocí la mano de los de Zero en Conducta, no sólo en las líneas coreográficas y en el dominio del desdoblamiento escénico con un muñeco en la mano -la calavera de la obra-, sino también en la disciplina y el rigor que subyace en la ‘mise en scène’ y que tanto les caracteriza.
Demostró una gran valentía Ramón Rodenas de lanzarse a la piscina en este difícil trabajo en solitario, centrando toda la obra en el trabajo de ser dos donde sólo hay un único actor, es decir, dando vida a una calavera descarnada que acompaña al náufrago en su desgracia. En este sentido, ‘Rob’ podría definirse como un logrado ejercicio de desdoblamiento titiritero en el que Vida y Muerte se enfrentan y a la vez conviven pacíficamente.
Sin duda, este fondo dual dramático es lo que sostiene la obra: al darle la profundidad de una tensión existencial básica a modo de ‘gancho metafísico’, le otorga también verosimilitud y estructura interior, elementos que permiten atrapar al público, niños y mayores, pues para ambos hay alicientes y capas superpuestas de contenido.
Teatro físico y gestual que Ramón Rodenas ejecuta a la perfección. Su presencia vigorosa y agradable es el perfecto contrapunto al vacío de la muerte que representa la calavera de quien se supone fue otro de los naufragados.
Encarna a un náufrago, una figura arquetípica universal, que hoy no encontramos tanto en las islas desiertas como en los corazones de nuestras ciudades o en sus periferias marginales. Un vacío que Rob llena con la creatividad de la imaginación que se expresa a través de las herramientas físicas del cuerpo cuando este aprende a disciplinarse y a trabajar con la gestualidad. He aquí seguramente uno de los trasfondos de la obra, que los espectadores, pequeños y mayores, captamos explícita o subliminalmente.
Por otra parte, al situarnos en la temática de la Vida y de la Muerte, representados por los dos personajes de la obra, se nos introduce en el centro del universo titiritero, al ser esta dualidad temática la metáfora principal de la relación entre el títere y el titiritero: la vida de la persona que anima el objeto, y la muerte de lo material inanimado que despierta a la vida cuando una mano lo vivifica.
También nos dice la obra que, a diferencia de la época de Daniel Defoe, con su Robinsón Crusoe publicado en 1719, hoy los náufragos están solos, y, si quieres que acuda un ‘Viernes’, te lo tienes que inventar con la imaginación y darle vida a través de una creación. Un cambio importante, que nos habla de la solitud radical de los náufragos contemporáneos, con la broma añadida de que una vez rescatados, no son bien recibidos en ningún lugar. Quién hoy sale del círculo de lo colectivo y, ya sea por causas propias o ajenas, naufraga en la intemperie, lo tiene crudo y lo mejor que le puede pasar es que disponga de una buena imaginación y de energías suficientes para aguantar en soledad, únicamente acompañado por el desdoblamiento de sí mismo.
Una metáfora en realidad de la vida actual, en la que muchos se sienten náufragos al no pertenecer a los círculos colectivos estándares y culturalmente correctos. De ahí que la obra de Teatre de l’Abast y Zero en Conducta sea tan útil, al ofrecer, desde el juego escénico de la danza y el desdoblamiento titiritero, pistas y herramientas para la sobrevivencia.
El público, impresionado por el trabajo de Ramón Rodenas, estalló en aplausos, mientras los niños subían en tromba al escenario para ver la rica escenografía del bajel naufragado y hablar con el actor ya fuera de su papel.