(Fotografía de Iñigo Royo)

Antes, cuando éramos niños,  jugábamos. Eran otros tiempos. Tiempos en donde no se le daba importancia a que la nota sol ocupara la segunda línea del pentagrama;  ni a saber exactamente como se escribía la palabra Sandwich (en realidad  no era necesario porque  nosotros comíamos bocata, y tan ricamente).

(Fotografía de Iñigo Royo)

Tampoco necesitábamos clases de judo ni de taekwondo, porque bastante ejercicio hacíamos deslizándonos por verdines en donde se nos manchaban las bragas de verde, de lo que no se enteraba nuestra madre porque no nos la cambiábamos todos los días. Días en los que no necesitábamos una maquinita para quedar en algún rincón del barrio, porque todos, con un extraño instinto,  sabíamos exactamente dónde y cuándo  nos podíamos encontrar. ¡Tiempos felices en los que jugábamos!

(Fotografía de Iñigo Royo)

Pero amigos, esos tiempos se van quedando poco a poco en una zona nublada de nuestra memoria. Los padres y las madres tienen mucho trabajo que hacer a lo largo del día, y al atardecer  y a la noche.  La calle ya no es tan segura y al final lo más práctico es aparcar a los niños con un cacharrito que les hable y que incluso, por el mismo precio, les comunique con 123 amigos.

(Fotografía de Iñigo Royo)

Así que cuando uno de estos días del Titirijai de Tolosa me he encontrado con  «El Tinglau» de Taun Taun, he sentido  una especie de emoción y de agradecimiento, que me han dado ganas de  iniciar una lista para que se les conceda el Premio de Utilidad Pública.

(Fotografía de Iñigo Royo)

Porque amigos, JUGAR con mayúsculas es importante. Dejar a los niños un tiempo al día para que hagan lo que quieran, para que desarrollen su propia manera de sentir, de vivir, de pensar, de crecer, es imprescindible.

(Fotografía de Iñigo Royo)

Y eso es lo que Taun Taun monta en su «Instalación». Preparan en un pequeño espacio una serie de elementos indefinidos, construidos con palos, cuerdas, cestas, cachivaches encontrados en el monte, en algún que otro desván, que pueden ser pájaros, o peces o cualquier cosa que cada uno quiera  y los ponen a disposición de la chavalería para que jueguen. Y en verdad que lo hacen. Sin necesidad de ningún libro de instrucciones, ni de pilas. Guiados por ese instinto que viene desde muchas infancias anteriores, los niños juegan. Solos, en parejas, en pequeños grupos… ¡a su aire! 

(Fotografía de Iñigo Royo)

Aire. Eso es lo que respiran los niños y niñas que entran en ese recinto mágico y son observados por unos padres y madres que se quedan con la boca abierta dándose cuenta de lo aparentemente fácil que sería preparar algo parecido en la sala de su casa.

(Fotografía de Iñigo Royo)

Pero precisa de una cierta sabiduría. La que tiene el grupo Taun Taun que llevan desde el año 1987 en el mundo mágico de los títeres. Y de mucho valor, que también lo han demostrado en su trayectoria porque en un pequeño pueblo de Guipúzcoa, Vergara, (15.000 habitantes) llevan cada dos años ofreciendo una Muestra de Títeres de Adultos de gran categoría. Ya van por la edición nº 12.

(Fotografía de Iñigo Royo)

Gracias Taun Taun. Eskerrikasko Itsaso, Carlos y toda la tropa, porque con sencillez nos estáis demostrando que JUGAR es todavía posible.    

Enkarni Genua Espinosa. (el segundo apellido es, claro está, el de mi madre, que me dejó tiempo para  jugar).