(Mercedes Reyes ‘Mere’ en ‘Eva’, de Trastero 203. Foto de Manuel Silva, Titiriberia)
Continuamos con la segunda crónica de lo que vimos el miércoles 27 de julio de 2022, el primer y denso día de nuestra estancia en la séptima edición de Titiriberia, el Festival de Títeres Tradicionais, Olladas sobre os Cristovos, que se celebra en Rianxo. Pero antes de entrar en materia, es necesario hablar de la asociación que organiza el evento, Morreu o demo, nombre que proviene de la frase con la que los titiriteros del tradicional Barriga Verde solían terminar la función: Morreu o demo, acabouse a peseta (Murió el demonio, se acabó la peseta, pues así acababa el espectáculo, cuya entrada valía una peseta). Una cita que se explica porque la susodicha asociación fue clave en la operación iniciada por Viravolta (ver aquí) de recuperar el perdido legado de los títeres tradicionales de Galicia, que tenía de protagonista a un personaje llamado Barriga Verde.
En efecto, fue el variopinto equipo de activistas culturales formado por el periodista y antropólogo Xermán Hermida, la periodista y productora Comba Campoi.y (ver aquí), los titiriteros Anxo García, Pilar Álvarez y Xulio Balado, de la cía. Viravolta, el sociólogo Daniel Fernández, el director cinematográfico Pedro Solla, el también cineasta y guionista Marcelo Martínez, más el vecino de la familia Silvent, Jaime Iglesias, recopilador de las memorias de los Silvent y autor de la biografía de José Silvent (2013), quienes se plantearon la posibilidad de asentar esta importante tradición popular de los títeres (ver aquí) creando una asociación que fuera más allá del documental y de las primeras acciones realizadas. Su objetivo: consolidar y revitalizar la tradición titiritera del personaje de Barriga Verde, y desarrollar proyectos de apoyo a la práctica titiritera en Galicia, incidiendo en la educación y a través de eventos puntuales como el actual Titiriberia.
La alta cualidad del proceso de recuperación, tanto en su aspecto patrimonial como en el conceptual con la edición del precioso documental sobre Barriga Verde (ver aquí), más la transversalidad de la asociación, a la que más tarde se fueron sumando otros nombres de peso como los de los titiriteros Larraitz Urruzola y Borja Insúa, entre otros, explica el éxito de la asociación, que ha conseguido desarrollar unos programas de ‘intervención titiritera’ en muchas escuelas, tras proponer el uso de los títeres como lenguaje vehicular para la enseñanza, algo inédito en nuestro país salvo contadas excepciones, o el mismo festival Titiriberia que este año ha llegado a su séptima edición.
Un ejemplo digno de ser tenido en cuenta y que muestra el grado de madurez que hoy tiene el teatro de títeres, visual y de objetos en Galicia, una de las Comunidades del país más ricas en compañías y en patrimonio titiritero.
Vamos a hablar en esta crónica del espectáculo Eva, de y con Mercedes Reyes, de la cía. Trastero 203, así como de la mesa redonda que tuvo lugar el miércoles 27 por la tarde en una de las salas del Auditorio Municipal de Rianxo sobre los 40 años de las compañías Viravolta y Trécola Producións, con asistencia de otros colectivos también cuarentones como Tanxarina o Os Monicreques de Kukas.
(Pueden ver todas las crónicas sobre Titiriberia 2022 en Titeresante clicando aquí)
‘Eva’, de Trastero 203
Impactó al público que acudió al Auditorio Municipal de Rianxo la obra Eva presentada por la compañía Trastero 203, de Andalucía, escrita e interpretada por Mercedes Reyes, más conocida como Mere, con dirección y co-creación dramatúrgica de Isa Ramírez. Una obra que replantea la historia bíblica de los orígenes desde una perspectiva radicalmente femenina, y que se interroga sobre el papel que tuvo la mujer en este asunto tan peliagudo de la ‘caída’, al comer Eva de la famosa manzana del árbol de la ciencia del bien y del mal.
Y para ello, recurre Mere a los recursos propios del teatro de marionetas en sus esencias más profundas y arquetípicas, como son las referidas a la dualidad del desdoblamiento. En efecto, lo más interesante y radical de su propuesta es cómo responde al problema de la tentación: ¿quién es esta serpiente que el mito establece como diabólica? ¿Existe el mal fuera de nosotros y es nuestra obligación resistirnos a sus maniobras tentadoras? ¿O debemos considerarlo como una parte interior nuestra, que al estar oculta y rechazada, crece a su aire sin control alguno? Eva apuesta por esta última suposición y nos lo muestra claramente en el escenario: la serpiente es el doble de Eva que encarna lo que ella desea en su ser más profundo: poder elegir y ejercer la libertad de la que sabe tiene derecho sin cortapisa alguna.
Las escenas del ‘diálogo’ entre la serpiente y la primera mujer son uno de los puntos álgidos del montaje de Trastero 203, marcados por la sensualidad y la conciencia de tener en nuestro interior una voz que se rebela siempre frente a las obediencias y los tabús. La serpiente es el estímulo que extrae de Eva sus reacciones más sinceras y vitales. Lo escenifica Mercedes Reyes con un precioso dominio del movimiento y de la gestualidad, mientras a su vez da vida a este enorme ser sinuoso que repta y se enrosca a su cuerpo, ser inquietante y repelente, pero sumamente atractivo.
Pero la obra no se queda aquí sino que va aún más allá, y nos presenta a un segundo doble de Eva en el personaje mitológico de Lilith, mucho más complejo y oscuro que la previsible serpiente diabólica. Un doble lleno de una feminidad a veces torturada para la que todo vale para imponer sus deseos. En la obra de Mere, asociarse a Lilith tras haberla liberado de las cárceles de nuestro inconsciente más profundo parece ser el camino ineludible para la realización completa de la mujer frente a los autoritarismos del sistema jerárquico y patriarcal, bien representado por la divinidad bíblica.
Pero lo bueno del montaje de Trastero 203 es que toda esta problemática se plantea de un modo visual y directo con las figuras de la serpiente y de Lilith, pero también a través de la música, de la voz y de las canciones que la actriz titiritera va desplegando a lo largo del montaje, hilando el discurso escénico con un registro elástico y cambiante, que va del desparpajo más desacomplejado al pudor de la mujer que se siente culpable, con textos y situaciones que mezclan el lenguaje mitológico de la Biblia con las banalidades más absurdas y divertidas de la sociedad contemporánea.
Y es aquí donde brilla y se eleva a cotas de gran altura el trabajo de Mercedes Reyes, capaz de conducir ella sola en el escenario una historia de tanta complejidad y matices, fragmentando el discurso con una extraordinaria pluralidad de registros, entre los cuales prima y parece querer imponerse el que se acerca más al musical y a una especie de cabaret de las ideas, lo que ayuda a quitar trascendencia y a equilibrar la propuesta, a pesar de la enormidad heterodoxa (monstruosa para la mentalidad cristiano ortodoxa) de lo que se dice y se defiende.
Como puede imaginar el lector, se requiere para ello una gran valentía, pues la actriz titiritera, en su papel de Eva primordial, se desnuda en lo más profundo de su ser, desvelando estas identidades ocultas que el orden social y mitológico de nuestras sociedades intenta mantener sepultas. Y por mucho que el mencionado registro musical-cabaretero amortigüe el impacto de la obra, no por ello dejan de sonar intactas estas ‘verdades femeninas’ defendidas por el montaje.
El reto al que se ha enfrentado Mercedes Reyes y su equipo es realmente grande, y podemos decir que han salido del mismo muy bien libradas, logrando un lenguaje que busca y consigue conectar con las sensibilidades jóvenes de hoy en día, las que se inclinan por la práctica de la libertad sin freno y del llamado empoderamiento de los recorridos vitales de las personas. Un montaje que escarba hondo y llega lejos, mientras toca algunos de los conceptos y principios más arraigados en nuestro tejido social.
El público del Titiriberia y de Rianxo, sensible a la defensa de las afirmaciones femeninas que el festival ha puesto este año sobre la mesa, aplaudió con entusiasmo la osadía y las agallas de la propuesta, tan bien defendida por la extraordinaria labor escénica de Mere, su única y portentosa intérprete.
40 años de títeres en Galicia: aniversario de Viravolta y Trécola Producións
Tuvo lugar el mismo miércoles 27 de julio, en una de las dependencias del Auditorio Municipal de Rianxo, una mesa redonda homenaje a los 40 años de dos compañías icónicas del titeritismo gallego: Viravolta y Trécola. Se encargó de moderar Xosé Vidal ‘Topo’, autor de una tesis sobre la historia de los títeres en Galicia y por ello buen conocedor de las realidades que fueron puestas en la mesa del reconocimiento y del homenaje.
De Viravolta estuvieron presentes Xulio Balado, sentado en la mesa, y Anxo García en las filas del público. Pilar Álvarez, la tercera columna vertebral de la compañía, no pudo asistir por compromisos familiares, aunque si la vimos en acción dos días más tarde, en el espectáculo Vida, crimes y prisión de Toribio de Mañón. De Trécola, ocupó su sitio en la mesa Ero Vázquez Cabrera y, entre el público asistente, se situó su compañera titiritera Isa García Coldeira.
También estuvieron en la mesa otros dos veteranos titiriteros: Eduardo Alberto Rodríguez Cunha, más conocido como Tatán, uno de los miembros de la no menos histórica compañía Tanxarina (ver aquí), permaneciendo sus dos otros miembros, Miguel Borines Fernández y Andrés Giráldez Río, sentados en la sala; e Isabel Rey, cerebro y mano ejecutora de la compañía Os Monicreques de Kukas (ver aquí), mientras en la sala permanecía atento a las palabras Marcelino de Santiago ‘Kukas’, este artista polifacético (escultor, pintor, dramaturgo, actor, titiritero, cómico de la legua y fotógrafo) cuyo mote ha dado nombre a la compañía.
Como puede verse, era una representación de lujo de algunas de las compañías más icónicas y relevantes del movimiento titiritero que se inició a finales de los 70 y en los 80, todos ellos con más de 40 años de experiencia. Por supuesto no estaban todas y faltaron algunos nombres importantes, como Cachirulo de Jorge Rey y Carmen Domech (ver aquí), Danthea de Carlos Clemente, Falcatrua de Esteban Losada o Spagueti de Arturo Pérez Cabral, por solo citar a algunos. Pero todos los asistentes mostraron el respeto y la admiración hacia estas vidas dedicadas a las artes del títere, hoy aun en activo a pesar de que algunos ya superan las edades propias de la jubilación.
Topo presentó a los invitados de la mesa y se inició el turno de palabras con mención a dos grandes ausentes, fundadores de Trécola y padres de quién si estaba en su nombre, Ero Vázquez Cabrera: Fernanda Cabrera y Rafael Vázquez, dos personajes muy queridos por toda la profesión y que ocupan un papel importante en los primeros movimientos del moderno titeritismo gallego.
Pudo hablar de estos inicios el mismo Ero Vázquez, así como Tatán, de Tanxarina, pues tanto él como Fernanda y Elías empezaron al unísono tras su paso por Barcelona y los estudios realizados con el maestro Harry V. Tozer, en su taller del Institut del Teatre. Los cuatro, junto a la catalana Esther Cabacés, regresaron a Galicia y decidieron pasar a la acción. Tras fundar Cricas, con la que montan un circo de marionetas, deciden emprender rutas separadas: Tatán y Esther, con la inmediata incorporación de Miguel Borines, se van a Redondela y crean Tanxarina, a la que más adelante se integrará Andrés Giráldez Ríos; Fernanda y Rafael, con la participación también de Jorge Rey en una primera instancia, crean por su parte Trécola. Elías se aparta de los títeres dedicándose a las artes gráficas.
Se recordó la personalidad emprendedora y artística de Fernanda Cabrera y su empeño titiritero, así como la gran pérdida que representó su muerte temprana. Explicó Ero sus inicios de niño yendo de gira con sus padres, y cómo eso le marcó para siempre; tras pasar por una adolescencia marcada por la pérdida de su madre, retomó el camino titiritero al asociarse a Isa García Coldeira, con quien inició la nueva etapa de Trécola. Han mantenido uno de los principales signos de identidad de la compañía, como es el hilo, que Fernanda aprendió con Tozer en Barcelona, y han incorporado otras muchas técnicas y modalidades, desarrollando un estilo propio basado en lo popular y en la comunicación directa con el público.
A modo de celebración de los 40 años de la compañía, presentaron en el Titiriberia de este año una obra de los primeros tiempos de Trécola, en la que Ero participó cuando era un niño de seis años: Nº 8 rúa dos contos, de la que hablaremos en un próximo artículo.
La historia de Viravolta Títeres se inicia en 1982 de la mano de Anxo García, Pilar Álvarez y Xulio Balado, con un énfasis puesto siempre en las artes populares del teatro y de la narración oral, motivo por el que se han interesado tanto por el fenómeno de las aleluyas y de los romances de ciego, y por realidades entonces desaparecidas, como el popular Barriga Verde de la familia Silvent. Todo ello explica que en la actualidad tengan un amplio repertorio de 30 obras de distintos formatos: animación de calle, espectáculos de medio y gran formato, con una gran presencia de la música, de cámara o tradicional.
En los años 90, aparece dentro de Viravolta otra compañía llamada Seisdedos, mayormente usada por Anxo García, con espectáculos de pequeño formato adaptados a cualquier espacio escénico, como el que vimos en el mismo festival Titiriberia a cargo de Anxo García y el actor Fran Lareu.
Problemáticas actuales: el tema de la educación
Además de los aspectos celebratorios sobre los 40 años de profesión titiritera, el encuentro en el Auditorio de Rianxo sirvió para tratar asuntos cruciales para los titiriteros, como es la actual falta de circuitos y una constatable desaceleración observada tras la pandemia del COVID. Hubo una cierta conciencia generalizada de estar viviendo una época de cambio, marcada por las diferentes crisis de la actualidad y por la digitalización rampante a la que nuestras sociedades están abocadas. Algo que, al menos en apariencia, parece hacer tambalear un oficio de las tablas como es el de los títeres, por regla general de orden más artesanal que tecnológico.
Una preocupación que sin embargo no se tradujo en una actitud de queja y desánimo, sino más bien de estímulo, conscientes como estamos de la necesidad de enfrentarnos a las vicisitudes de cada época, sobre todo las generaciones que ya llevan varias décadas de navegación. Se constató que el hecho de disponer de estructuras sólidas, como ha sido el caso de la mayoría de las compañías presentes, ha permitido encarar las crisis con mayores posibilidades de supervivencia, al poder recibir ayudas de las administraciones, entre otras cosas.
Una temática que fue puesta sobre la mesa es la carencia de formación reglada para los títeres. Algo que sin embargo se ha paliado gracias a los múltiples cursos programados, a los festivales que ofrecen espectáculos de interés, y al trabajo de las mismas compañías, que en muchos casos han sido verdaderas escuelas donde nuevas generaciones de titiriteros se han iniciado. Un caso paradigmático es la cía. Os Monicreques de Kukas: tal como Isabel y el mismo Kukas explicaron, un gran número de actores procedentes de distintas disciplinas han aprendido con ellos el oficio de los títeres al participar en sus montajes, los cuales por regla general suelen requerir de elencos asaz numerosos.
También Viravolta ha sido escuela natural y despertador de vocaciones, así como Tanxarina o Cachirulo, para hablar solo de algunas compañías. Esto no priva que, a día de hoy, ante la presente época de fragmentación y de nuevas exigencias profesionales, sea muy importante que las disciplinas de los títeres estén presentes de un modo regular en las numerosas Escuelas de Arte Dramático que hay en el país, tal como sucede en el Institut del Teatre de Barcelona, donde año tras años van saliendo licenciados en Teatro Visual, de Títeres y de Objetos.
Al ser todos los presentes titiriteros veteranos y amigos, el encuentro transcurrió con un talante amable, a veces vehemente en las posiciones, siempre con la amplitud de miras propia de quienes saben estar a las verdes y a las maduras, bien asentada por la inteligente sapiencia de la madurez más la habitual retranca de la que los titiriteros gallegos están tan versados.