(Pupi junto al teatro de Enzo Mancuso en el Museo Internazionale delle Marionette Antonio Pasqualino de Palermo. Foto T.R.)
Hablaremos en esta segunda crónica de los espectáculos vistos en la 48º edición del Festival di Morgana – Ombre e Burattini, que se celebró del 3 al 12 de noviembre de 2023 en Palermo, organizado por el Museo Internazionale delle Marionette Antonio Pasqualino. En la primera (vean aquí) comenté el encuentro titiritero sobre la idea de que las ricas tradiciones titiriteras de guante en Italia sean consideradas por la UNESCO Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Un encuentro dirigido y moderado por Rosario Perricone, director del Museo, y por Alfonso Cipolla, presidente de UNIMA Italia.
Los espectáculos vistos fueron la obras La pazzia di Orlando, Opera dei Puppi a cargo de Enzo Mancuso; Mabeth all’Improviso y Beati i perseguitati a causa della giustizia, de Gigio Brunello; Pulcinella e la Revoluzione Francesa, de Bruno Leone, que también presentó junto a Federica Martina la obra Pulcinella e il suo doppio; los dos espectáculos ofrecidos por el maestro de Bérgamo Daniele Cortesi: Arlecchino malalto d’amore y E vissero felici e contenti; la actuación del maestro Paolo Paparotto, del Véneto, con Arlecchino e la casa stregata; y las dos representaciones de Eliseo Bruno Niemen, último maestro itinerante de la región de Torino, L’acqua miracolosa y el trágico melodrama Cuore di donna.
De izquierda a derecha, Rosario Perricone, Eliseo Bruno Niemen con Gianduja y Alfonso Cipolla. Foto T.R.
Para acabar, comentaremos el libro de Riccardo Passaglia sobre la tradición titiritera de Bolonia que presentó Alfonso de Cipolla.
Como dije en la anterior crónica, estos espectáculos e intervenciones fueron una muestra perfecta de algunas de las tradiciones titiriteras más importantes de Italia, algo buscado por la dirección del Festival para acompañar el encuentro con ejemplos concretos de las tradiciones y las riquezas titiriteras de Italia. Estaban representadas la escuela napolitana, que tiene como personaje principal a Pulcinella, bien encarnado por Bruno Leone y Federica Martino; la escuela de Bolonia con el libro de Ricardo Pazzaglia alrededor del mundo de Fagiolino; la escuela del Véneto con Arlecchino como personaje principal, magníficamente representado por los teatros de Paolo Paparotto i de Gigio Brunello; la escuela bergamasca, con Gioppino como héroe indiscutible, que los espectáculos de Daniele Cortesi tan bien representaron; y hubo también presencia del personaje piamontese por antonomasia, Gianduja, en manos del maestro Eliseo Bruno Niemen. Fuera ya del títere de guante o burattini, también estuvo representada la Opera dei Puppi, como no podía dejar de ser estando en Palermo y en un Museo dedicado a los Puppi, con la magnífica intervención de la compañía Carlo Magno del maestro Enzo Mancuso.
La Opera dei Pupi, con Enzo Mancuso y La pazzia di Orlando
Nada más llegar a Palermo, tuve la suerte de asistir a la segunda representación de Opera dei Pupi del Festival, de la mano de Enzo Mancuso, el puparo director de la compañía Carlo Magno, que es quien suele actuar con regularidad en el gran salón noble del Museo Internazionale delle Marionette Antonio Pasqualino, con la obra La pazzia di Orlando. La primera fue el día anterior con Il terrible gigante Gattamugliera.
Lateral del teatro de Enzo Mancuso. Foto T.R.
Conocía ya a Enzo Mancuso, que vi actuar en el mismo Museo con magníficas obras del repertorio de los pupi (ver reportaje en video aquí), pero de nuevo volvió a impactarme el buen hacer de este maestro palermitano, que tiene su propio teatro en Palermo, llamado Carlo Magno. Impresiona la sólida voz con la que da vida a los diferentes personajes, segura y potente, así como el virtuosismo de su manipulación, de unas marionetas nada fáciles de mover, como todo el mundo sabe. En esta ocasión, el manubrio, pieza fundamental para el acompañamiento sonoro de las obras, especialmente durante las batallas, estuvo a cargo de uno de sus hijos, que cumplió con pericia su cometido.
El zapato de madera para los tazonazos del puparo en las batallas. Foto T.R.
Atacó Mancuso la velada con una obra clásica que muestra la locura de Orlando, despechado tras ver que su querida Angélica se ha ido con Medoro, al estar ambos profundamente enamorados. El valiente guerrero no puede resistir semejante adversidad y cae hundido en la más abismal de las locuras. Un drama tremendo de uno de los héroes más queridos por el público de los pupi, que suele emocionar a los mismos puparos que interpretan la obra, aunque no tanto como el episodio de la muerte del personaje, uno de los títulos menos representados dada la querencia emocional que tanto público como puparos le profesan. Así lo vi una vez en el teatro de Mimo Cuticchio, cuando vimos a su hijo Gerolamo llorar mientras narraba el episodio mortuorio de la obra que acababan de representar.
La compañía saluda tras la función. Foto T.R.
En esta ocasión, los espectadores seguimos con atención y respeto la acción de la obra sin llorar, pero sí impresionados tanto por los grados de locura de Orlando como por las batallas con las que se regodearon público y puparos, llenando el escenario de cuerpos decapitados, partidos por la mitad o desmembrados.
Es extraordinario que se haya mantenido tan viva la tradición de los pupi, manteniendo todos sus detalles escabrosos y espectaculares, con la fuerza y la inocencia de sus gritos y sus descargas emocionales, un retrato de épocas antiguas que siguen igual de vivas, retorcidamente escondidas en los recovecos y las frías comisuras de la tecnología, con sus bombas teledirigidas que descuartizan sin necesidad de blandir espada alguna.
Reliquia de una época en la que los caballeros consideraban como algo sagrado la dignidad del guerrero, la propia y sobre todo la del enemigo, por lo que antes de matarse se intercambiaban nobles saludos y largos discursos protocolarios. Imperaba la ley del más fuerte, pero con un elevado respeto por la dignidad humana. Algo que parece haberse perdido para siempre en los campos de batalla, donde la ley del más fuerte se ha convertido en ley suprema.
Enzo Mancuso en el Cunto. Foto T.R.
Enzo Mancuso nos regaló al acabar la sesión con una actuación de Cunto, el canto caballeresco de orígenes antiquísimos con el que los rapsodas solían recitar las sagas caballerescas y los grandes cantos épicos de la antigüedad. Lo hizo Mancuso con un gran dominio del ritmo, la voz y el gesto, acompañándose con la indispensable espada que sirve para marcar los momentos álgidos del relato. La cadencia de su recitación, de un preciso acompasamiento rítmico, con momentos de gran tensión dramática, me hicieron pensar en el último Hakaoati o contador de historias de Damasco, que vi en abril de 2009 en un café junto a la gran mezquita de los Omeyas, el señor Rashid Al Halak Abo Shadi (ver aquí), quien también blandía una espada con la que daba vibrantes golpes sobre una mesita metálica, y cuya recitación tanto me recordaba la de Enzo Mancuso ejecutando su Cunto. Los espectadores del Festival di Morgana quedamos profundamente impresionados por la interpretación de Mancuso. Al acabar, pudimos curiosear por los laterales del teatro, viendo de cerca los cadáveres de chapa y madera de los pupi que habían dado sus vidas por nosotros.
Fortaleza de Pulcinella y la escuela napolitana de los títeres
Los asistentes al Festival di Morgana pudimos ver el buen momento que está viviendo Bruno Leone, quien, junto con Salvatore Gatto, fueron los artífices del renacimiento del personaje de Pulcinella en los años 80 del siglo pasado, cuando los guaratelle estaban en una fase menguante, ante la vejez y la falta de relevo que tenían sus últimos practicantes.
Bruno Leone y la guillotina. Foto T.R.
Bruno Leone actuó primero con la obra Pulcinella y la Revolución Francesa, en una encomiable demostración de su maestría técnica con rutinas clásicas que despachó con envidiable seguridad, para entrar después en esos dominios que últimamente Bruno gusta tratar: pequeñas historias que tienden a exaltar personajes o situaciones libertarias cuando no directamente revolucionarias, sin rehuir el exabrupto panfletario. En este caso, el maestro napolitano hiló por el lado fino, al encarar la Revolución Francesa con una encomiable ambigüedad histórica e ideológica, aunque se despachó a gusto con la guillotina, que de algún modo se convirtió en una especie de Danza Macabra de la Muerte, al introducir en ella cuantas cabezas encontraba a su paso el mortuorio artefacto, hasta que Pulcinella, convertido en un elegante Polichinelle rococó, puso los puntos sobre las íes, con el número guillotinesco de la Muerte Burlada.
Bruno Leone y Federica Martina. Foto T.R.
Volvió a sorprender Leone con la segunda propuesta presentada en Palermo, Il doppio di Pulcinella, un mano a mano con la joven guaratellera Federica Martina, acostumbrada a trabajar mayormente en la calle, y que demostró en esta su aparición en escenario, una finura extraordinaria y una maestría sorprendente en alguien de su juventud.
Vestidos ambos con los hábitos blancos del personaje y con sus máscaras correspondientes, fue una verdadera gozada verlos interactuar con sus números gestuales y musicales fuera del retablo, y después intercambiándose en los guaratelle, mientras se acompañaban mutuamente, ora uno con el pandero fuera, ora dentro con los títeres en la mano.
Bruno Leone y Federica Martina. Foto T.R.
La conjunción del cuerpo vetusto de uno, y de la gracilidad corpórea de la otra, fue perfecta para mostrar un ejemplo vivo de respeto mutuo: el que debe la aprendiz al maestro, y el que debe el maestro a la juventud que crece a su lado. Un respeto que hablaba de dignidad del oficio y de su poesía intrínseca, viendo bailar juntos al gallo viejo y sabio que ha perdido buena parte de sus plumas, y al gallo joven que exhibe el donaire elegante de su gallarda esbeltez.
Federica Martina con Pulcinella. Foto T.R.
Demostró Federica Martina un conocimiento extraordinario de los guaratelle, bordando la rutina del perro como pocas veces he visto, sin jamás pasarse en el tiempo, y con una mirada muy atenta a las reacciones del público, modulando los movimientos según captaba el grado de atención que despertaba.
Un ejemplo precioso de intervención a dos del trabajo titiritero solista, que admiraron mucho al público entendido del Festival, y que demostró una vez más el buen momento en el que se encuentran los guaratelle napolitanos.
Mabeth all’Improviso y Beati i perseguitati a causa della giustizia, de Gigio Brunello
La gran suerte que tienen las tradiciones titiriteras italianas de las llamadas ‘máscaras’, es contar con alguien como Gigio Brunello, un maestro del género que gusta dar la vuelta no solo a los personajes sino a las rutinas e historietas clásicas de los títeres tradicionales, proponiendo soluciones dramatúrgicas nuevas y sorprendentes, y sin rehuir el humor característico del género. Un humor que él convierte en ironía en todos sus grados posibles: fina unas veces, feroz otras, sutil y alambicada casi siempre. Es decir, humor inteligente que se basa en una mirada irónica y paródica de los propios personajes tradicionales, que en manos de Brunello están más vivos que nunca, pues se revelan como personalidades libres, que dudan de sí mismos, se pierden por los vericuetos de sus rutinas y argumentos, y se plantean cuestiones como la libertad, las ambigüedades de género, sus roles estereotipados, etc.
Imagen de ‘Macbeth all’Improviso’, de Gigio Brunello. Foto Museo Internazionale delle Marionette Antonio Pasqualino
Obras, las suyas, que suelen transitar por esas zonas limítrofes del riesgo, pues no siempre los espectadores acostumbrados a los personajes tradicionales saben encajar determinadas inversiones y sus juegos de ironía. Algo de ello ocurrió con su representación de Macbeth all’Improviso, una de las obras maestras del autor titiritero del Véneto, y que se presentó en la majestuosa nave de la Chiesa de S. Mattia, Apostolo del Crociferi. Su acústica complicada oscureció la inversión irónica de la propuesta, pues el público no llegó a entender que las carencias de las que hacían gala los títeres convocados por el titiritero, empeñado este en representar al clásico Macbeth, no eran reales sino fingidas, aunque reales para los personajes.
Gigio Brunello en ‘Macbeth all’Improviso’. Foto Museo Internazionale delle Marionette Antonio Pasqualino
El juego de equívocos sobre el que se basa la obra acabó traspasando el escenario para llegar a los espectadores, como si estos fueran figurantes externos de la obra, cumpliendo con el mismo rol de ‘indignación profesional’ que ejercían los títeres, con lo que la obra rizó el rizo de sus objetivos, gracias seguramente a la impecable y convincente interpretación de Brunello, que en los arrebatos de indignación de los títeres llegó a convencer a los mismos espectadores del absurdo de la situación. Un rotundo fracaso que sin embargo constituyó un éxito rotundo de esta obra singular basada en los equívocos de la inversión títeres/titiritero. Paradojas del teatro de títeres cuando los personajes se escapan del titiritero y de los mismos espectadores…
Imagen de ‘Macbeth all’Improviso’, de Gigio Brunello. Foto Museo Internazionale delle Marionette Antonio Pasqualino
Beati i perseguitati a causa della giustizia fue la segunda obra presentada por Gigio Brunello, un atrevimiento mayúsculo al poner en escena a dos únicos títeres encerrados en dos mazmorras contiguas, sin que pudieran verse ellos entre sí, pero bien visibles ambos por el público, y sin otra acción que la charla entre ambos.
Imagen de ‘Beati i perseguitati a causa della giustizia’, de Gigio Brunello. Foto Museo Internazionale delle Marionette Antonio Pasqualino
¿Es eso posible? La teoría titiritera dice que no, que dos títeres de guante no pueden estar hablando todo el rato sin acción alguna. Un reto que el de Treviso ha toreado con su habitual maestría al poner lado a lado a dos personajes como son Pinocho y Jesús de Nazaret. Ambos hijos de carpintero, ambos prisioneros por sus extravagancias, ambos inocentes, ambos títeres de guante hechos de madera, ambos muy queridos por las multitudes.
Imagen de ‘Beati i perseguitati a causa della giustizia’, de Gigio Brunello. Foto Museo Internazionale delle Marionette Antonio Pasqualino
Ambos mentirosos: son dos títeres de madera que viven como si fueran de carne. Con una diferencia: el títere Pinocho lo sabe porque cuando miente le crece la nariz, el títere Jesús se engaña al no aceptar que también él es de madera.
Imagen de ‘Beati i perseguitati a causa della giustizia’, de Gigio Brunello. Foto Museo Internazionale delle Marionette Antonio Pasqualino
Trata aquí Brunello con extrema sutileza la metáfora fundamental de los títeres, figuras de madera que sin embargo se creen o creemos nosotros que están vivas. Bajo esta pincelada irónica, abre el autor la puerta a otras muchas posibles ilaciones sobre lo que uno cree ser y lo que se es de verdad. Ilaciones que sobrevuelan a lo largo del diálogo sin jamás hacerse explícitas, dejando que los espectadores las vayan descubriendo, adivinando o intuyendo. Un texto de profunda y refinada orfebrería, sin jamás perder el respeto a los personajes, sino todo lo contrario, con una singular empatía hacia ellos.
Como dije antes, una suerte disponer de dramaturgos de este calibre, que gustan de llevar al límite equívocos y metáforas profundamente titiriteras.
Daniele Cortesi con Arlecchino malalto d’amore y E vissero felici e contenti
La actuación de la compañía Daniele Cortesi, formada por el mismo Daniele, su mujer Maria Teresa Zanoni y su hijo Giovanni Cortesi, sorprendió al público palermitano, que conocía solo de refilón al personaje principal de la escuela bergamasca, Gioppino, por la extraordinaria maestría de su proceder titiritero, con dos historias de género distinto que atraparon al público como pocas veces se ve en los teatros tradicionales de las llamadas máscaras italianas.
Momento de la representación de ‘E vissero felici e contenti’, de la companyia Daniele Cortesi. Foto T.R.
Se nota la larga experiencia de Daniele Cortesi, discípulo del gran maestro Benedetto Ravasio, que ha sabido adaptar al público de hoy en día a los personajes clásicos del repertorio bergamasco, con sus máscaras procedentes de la Comedia del Arte. Para ello no ha dudado Cortesi en adaptar argumentos tradicionales para reescribirlos y ajustarlos a los tiempos y a los ritmos hoy aceptables por los públicos familiares y escolares que suelen ser los habituales de este tipo de teatro hoy en día. Pero lo ha hecho sin rebajar ni un ápice las exigencias tanto técnicas de la manipulación como de los decorados o del mismo retablo, de una riqueza y un cuidado exquisitos.
Momento de la representación de ‘Arlecchino malalto d’amore‘, de la companyia Daniele Cortesi. Foto T.R.
Un capítulo aparte lo constituyen las cabezas de sus títeres, preciosas tallas de madera de unas dimensiones considerables, propias de la tradición bergamasca, que siempre ha puesto una atención especial a la fabricación de sus marionetas, como puede comprobarse si se visita el Museo del Burattino de Bérgamo (ver aquí), creado por la Fundación Benedetto Ravasio. En cuanto a los vestidos, obra de Maria Teresa Zanoni, son magníficos, con sus correspondientes almas interiores perfectamente ajustadas a la manipulación.
Gioppino en acción. Momento de la representación de ‘Arlecchino malalto d’amore‘, de la companyia Daniele Cortesi. Foto T.R.
Al presentar dos obras con tres titiriteros dentro del retablo, la compañía pudo desplegar todo su savoir faire técnico, lumínico y sonoro, deslumbrando a un público acostumbrado a las altisonancias de los Puppi, pero poco conocedor de los títeres de guante, y que parecía ansioso por disfrutar de otros estilos procedentes del norte del país. Su entrega a las peripecias de Arlequino o de Gioppino fueron absolutas.
El primer espectáculo presentado, cuyo título fue E vissero felici e contenti, cuenta la historia de dos amantes cuyo amor se ve frustrado por un arrogante príncipe. Al rescate de los dos desafortunados acudirá Gioppino Zuccalunga que, ayudado y secundado por la activa y cálida participación de los niños, conseguirá castigar al villano, así como a una bruja y a su lobo parlante.
De derecha a izquierda, Daniele Cortesi con Gioppino, María Teresa Zanoni y Giovanni Cortesi. Foto T.R.
La segunda obra, titulada Arlecchino malalto d’amore, es una comedia de sabor goldoniano que cuenta con las más famosas máscaras de la Comedia del Arte. Arlequín está enamorado de Esmeraldina, hija del viejo y avaro Pantalón de Bisognosi. Pero un rival aparece: el marqués D’Almaviva, que pide la mano de la muchacha, pensando solo en la dote de Esmeraldina.
Al conocer la noticia de la próxima boda, Arlequín cae enfermo de amor. Será Gioppino quien le ayude, primero llevándole ante el tartamudo Dr. Tartaglia y después, astuto y decidido como es, descubriendo la verdad. Tras castigar al Marqués y a su codicioso sirviente Brighella, la historia termina con el clásico ballet final.
Un ejemplo deslumbrante del desarrollo actual de una tradición centenaria como es la bergamasca, que conserva intacta su capacidad se seducción, gracias al dominio extraordinario de las voces que tiene Daniele y al buen hacer titiritero de los Cortesi.
Paolo Paparotto con Arlecchino e la casa stregata
He aquí a un perfecto representante de la escuela veneciana que tiene a Arlequino y a Brighella como personajes principales, aunque sea Pantalone la máscara veneciana por excelencia, pues por algo se dice que esta máscara representa a la misma Serenísima, por el amor que ambos sentían por las riquezas y los provechos del comercio.
El teatrino de Paolo Paparotto en plena representación. Foto T.R.
Paolo Paparotto es un veterano titiritero que ha creado un estilo propio en el que combina el humor característico de los personajes del Véneto y de la Comedia del Arte con una jocosidad especial, que no duda en dispararse hacia alegrías disparatadas unas veces, retorcidas otras, y siempre con segundas intenciones. Su humor a veces se acerca a lo escabroso, pues no duda en actuar para públicos adultos con obras que gustan ir al grano en las cosas íntimas de la vida familiar.
Paolo Paparotto con Arlecchino y Brighella. Foto T.R.
Su retablo es un precioso teatrino que parece salido de un sueño veneciano del siglo XVIII, con dos niveles de actuación para los títeres, lo que le permite darles mucha movilidad. Se ayuda el titiritero con el extraordinario dominio que tiene de la voz, capaz de hablar en boca de todos sus personajes con gran esmero.
Presentó la obra Arlecchino e la casa stregata, es decir, ‘la casa embrujada’, una comedia llena de sorpresas y de equívocos muy divertida. Hizo las delicias del público palermitano, que gusta tanto de los artificios jocosos del arte, algo que Paporotto conoce al dedillo.
Paolo Paparotto con Brighella. Foto T.R.
En efecto, se trata de una obra llena de enredos, centrada en una casa que ha comprado Pantalone a un buen precio por estar embrujada. Para limpiarla de fantasmas, hay que pasar dos noches en ella, y para ello Pantalone convence a Arlequino y a Briguella, sus dos siervos con hambre crónica, para ser los valientes rescatadores de la casa. Les promete como recompensa un pollo, y ellos acuden ansiosos, pero con Colombina, pues al ser mujer, sabe cómo se hacen las cosas, mientras que ellos son un par de inútiles.
Un argumento que se presta a un sinfín de sorpresas, equívocos y al correspondiente reparto de bastonazos. Una labor que el maestro Paparotto conoce al dedillo y que provocó risas constantes a un público familiar que acudió con ganas de pasarlo bien. Los aplausos y las felicitaciones cayeron sobre el titiritero, que dio la vuelta a su teatrino para mostrar los secretos ocultos de esta verdadera casa embrujada que es el retablo de los títeres.
Eliseo Bruno Niemen con L’acqua miracolosa y Cuore di donna
Había oído hablar mucho pero no conocía a este maestro del Piamonte, perteneciente a la antigua familia titiritera de los Niemen asentada en la zona de Torino pero que todavía conserva la condición itinerante con su actual miembro activo, Eliseo Bruno Niemen. Es decir, quizás una de las últimas compañías existentes en Italia que conserva intacto el viejo repertorio del llamado Teatro Clásico de Marionetas, con los personajes habituales de la Comedia del Arte más los nuevos nacidos a finales del XVIII y a lo largo del XIX, y que tiene a Gianduja como máscara principal o protagonista, al ser este el personaje por antonomasia de la ciudad de Torino y buena parte de la región piamontesa.
Gianduja con Brighella. Foto T.R.
Fue Alfonso Cipolla, presidente de la UNIMA Italia y también director del Museo de Gianduja de Torino y, por lo tanto, entusiasta conocedor del personaje, quien convenció al director del Festival di Morgana de traerlo a Palermo con dos obras suyas: la primera, l’acqua miraculosa, es una comedia que tiene a Gianduja de protagonista y que es un bello ejemplo del tipo de obras que suele hacer Niemen en sus representaciones, con estudiadas pausas que sirven para descansar el público pero también para vender refrescos y otros productos alimenticios, para provecho de la economía de los artistas actuantes.
En ella, Gianduja y Testafina, que han huido de casa en busca de fortuna, se encuentran en sueños con el hada Alcina, que les habla del drama que se está desarrollando en el castillo del rey. En efecto, la bruja Guercia y el mago Arcibaldo Scaracatacà han infectado a la única hija del rey con un terrible mal.
Escena de ‘Cuore di donna’. Foto T.R.
Los dos amigos parten en busca del castillo de los fantasmas, el hogar de los malvados, embrujado por demonios, esqueletos y animales feroces, donde se guarda el agua milagrosa, único remedio para curar a la princesita. ¿Lo conseguirán? Pero hay otro problema: para curar a la joven tienen que dormirla, lo que no es fácil: Gianduja, sin embargo, tiene remedios drásticos pero eficaces.
Los títeres de Nienem, siempre hermosas tallas de madera al estilo del norte de Italia, tienen sistemas curiosos de manipulación, pues la mayoría de los personajes se mueven con un palo y los brazos sueltos, siendo propiamente títeres de guante solo los protagonistas que también son los que más hablan, generalmente Gianduja y Brighella. Y es que lo más importante del teatro de la familia Niemen es la voz y la perfecta declamación que saben hacer del texto, con una claridad que incluso los que no sabíamos demasiado italiano comprendíamos a la perfección.
Se trata de un estilo propio del teatro de títeres de la tradición oral, en el que los textos se aprendían y recordaban en base a su oralidad, a las entonaciones y a los modos particulares de hablar de cada máscara y personaje. Se creaban de este modo unos moldes fijos para cada personaje, lo que permitía que en este molde o ‘forma particular de hablar’ encajara cualquier texto, cualquier argumento nuevo que se pusiera en escena, sin necesidad de ensayar.
Eliseo Bruno Niemen con Gianduja. Foto T.R.
Hay que tener en cuenta que, en esta época oral, como suele explicar Cipolla, las compañías podían actuar en una misma ciudad una semana, un mes o tres meses seguidos, según sus dimensiones, con funciones diarias siete días a la semana, siempre con obras diferentes, algunas pertenecientes a largas series provistas de muchos episodios que se iban siguiendo día a día. No había tiempo para los ensayos, y el método para memorizar tantas obras y textos era este sistema de la oralidad teatral, ayudándose con algunos textos escritos, los copiones y los canovaccios, que servían básicamente para situarse ante los complejos argumentos puestos en escena.
En este sentido, ver una actuación de Bruno Niemen es asistir a una forma de declamar de una extraordinaria elegancia, siempre con formas muy protocolarias, tratándose los personajes entre sí con exquisito respeto, aunque luego lo que digan sea un supino disparate, una ofensa espantosa o simplemente una rápida fuga hacia la violencia. Es asistir a un teatro tradicional muy vivo, que puede encantar tanto a un público culto como popular.
La segunda obra fue una petición especial hecha por Cipolla a Niemen: una obra de las que antiguamente se representaban en las ciudades a petición del público, con argumentos que explicaban crímenes espantosos con asesinos desalmados de protagonistas. Es el caso de Cuore di donna, que nos habla de los crímenes de una mujer que regenta una pensión con su marido y que decide un día hacerse rica matando a los huéspedes inquilinos. Lo hace por despecho, amargada por la pérdida de su único hijo. Hasta que un día este, que estaba vivo y se había hecho rico, acude a la ciudad y decide presentarse de incógnito a la pensión de sus padres…
El lector puede imaginar el trágico desenlace, que los títeres explican con una serenidad y una encomiable economía de palabras, de modo que la historia entra directa al corazón de los espectadores. Una tragedia que hoy vemos con una sonrisa en los labios, pero que en la época pretelevisiva, constituía un acontecimiento de los más esperado por los espectadores.
En esta obra, Gianduja y Tartaglia, creo recordar, ejercen de simples observadores e introductores de los personajes, contrapunto cómico indispensable a los tremebundos hechos de la historia.
Los espectadores salimos impresionados, conscientes de haber asistido a una representación histórica llegada al presente desde pretéritas épocas quizá no tan lejanas.
Riccador Pazzaglia y su libro Burattini a Bologna
Con el título Burattini a Bologna. La storia delle teste di legne, Riccardo Pazzaglia presentó este bello libro publicado por Minerva e ilustrado por el conocido pintor de Bolonia Wolfango Peretti Poggi.
Portada del libro de Riccardo Pazzaglia. Foto T.R.
En él, Pazzaglia ha recogido todo lo que se sabe hoy en día sobre la historia de los títeres en la ciudad y la región de Bolonia, e igualmente sobre los personajes y las historias de sus amplios repertorios.
En la primera parte, que el autor llama Primer Acto, habla básicamente de historia, con un repaso de los primeros maestros de la zona que la memoria ha conservado, con profusión de imágenes, viejas fotografías y textos de referencia.
San Simeone Salos, ilustración de Wolfango extraída del libro. Foto T.R.
Sigue luego un Intervalo, que sirve para citar a los personajes que salen en las historias, que él llama Maschere, Persone o Personaggi. Son los siguientes:
Balanzone, Fagiolino, Flemma, Sganapino, Sandrone, Pantalone, Brighella, Arlechino, Pulcinella, Il Capitano, Tonino, Colombina, Persuttino, Tabarrino, Narciso, Tartaglia, Steterello Rugantino, Gianduja, Meneghino, Gioppno, Pierot, Il Cavalier Cipolla, Lazzarone, gli Innamorati, la Magia, il Diavolo, la Morte, il Gendarme, la Vecchia.
Ilustración de Wolfango extraída del libro. Foto T.R.
En la segunda parte o Acto Segundo, se recoge una miscelánea de temas diversos, entre los que resalta la figura femenina y el protagonismo de las titiriteras, con las máscaras características de la Comedia del Arte puestas todas en femenino: Pulcinelluzza, Brighellina, Arlecchina, Arlecchinella, Balazoncina, Faggiolina, Pulcinellona y un largo etcétera de transformaciones titiriteras, presentadas por Wolfango como arcaicos figurines teatrales vistos desde la sensibilidad actual.
Faggiolino. Ilustración de Wolfango extraída del libro. Foto T.R.
Un libro fundamental para entender el llamado Teatro Clásico de Marionetas de Italia, y que tiene la gran virtud de estar escrito y ordenado por alguien que conoce desde dentro la profesión, alguien que ya de niño empezó a hacer títeres con diferentes maestros boloñeses.
Riccardo Pazzaglia niño. Imagen extraída del libro. Foto T.R.