(La escena inicial. Foto compañía)
Muy interesante el espectáculo familiar que disfrutamos el pasado sábado 17 de febrero en una abarrotada Sala Polichinela del Centro del Títere, en Alcorcón (Madrid). La compañía DSYR jugaba en casa, ya que había participado en una de las residencias que viene ofreciendo el Centro del Títere (tomen nota otras instituciones). Con este Romeo y Julieta. Una historia de amor entre cuerdas y zapatillas, la compañía ha desplegado sus alas para separarse de su terreno habitual, la danza, y entrar con buen pulso en las aguas titiritescas. Y les ha quedado un trabajo muy redondo —aplicable a niños y adultos— al que deseamos largo camino teatral.
Vayamos por partes. DSYR (De Sangre y Raza) es una compañía de danza afincada en Torrejón de Ardoz (Madrid) que nació en 2014, está dirigida por Carlos Fajardo y tiene como pilares la apuesta por lo visual y el trabajo actoral de sus bailarines. Con seis montajes ya a sus espaldas, DSYR ha sido galardonada con el Premio Teatro de Rojas, el Premio XXIII Certamen de Danza española y flamenco de Madrid, y además ha sido dos veces nominada en los Premios Max.
Romeo volando. Foto compañía
Ya entrando en el montaje, vaya por delante el aplauso que siempre merece el cruce entre disciplinas. En esta adaptación del inmortal texto de Shakespeare, se han fusionado los títeres de hilos con la danza, y todo acompañado de la emocionante música de los cantos de Carmina Burana. ¿El resultado? Gozoso de ver y muy ilustrante para los niños. La ovación final no dejó ningún tipo de dudas.
Fray Lorenzo, su cruceta y Julieta en el balcón. Foto compañía
¿Qué decir sobre la dificultad de montar (otra) versión de un clásico tantas veces representado? ¿Y si queremos además que motive teatralmente a los peques? Pues que no es fácil, pero se puede conseguir y DSYR lo consigue. Este Romeo y Julieta nos presenta una serie de hallazgos y buenos momentos. El equilibrio armónico en su conjunto, la presencia de una pantalla que no satura pero sí aporta, el bello juego de espejos entre títeres y actores, el trabajazo de los bailarines…
La tragedia en un gesto. Foto compañía
En cuanto a la manipulación, especial buen sabor de boca deja un Fray Lorenzo trabajado a cuatro manos, que conecta muy bien con el público y engancha desde el principio. Bravo por Yago Angullo y Mairea Seguí. También hay que mencionar la adaptación del texto de Carlos Fajardo, ya que no es nada fácil contar una historia tan larga y sobre tan trágica a los niños. Las escenas de danza, incluso para los poco duchos en la materia como el firmante, transmiten alto lirismo y limpia ejecución. Olé también para Lucía Raboso y Jan Gálvez.
El concurso interactivo sobre la obra. Foto Centro del Títere
Pero ojo, que lo didáctico, complejo tema siempre sobre las tablas, sale también bien parado. Incluso para los detractores de las pantallas sobre las tablas, queda justificada aquí la que nos muestra los fondos de algunas escenas, que se van pintando con acuarelas. Hacen un bonito efecto. Y además, el juego interactivo final (que conecta literalmente con el público vía QR), encaja muy bien con los intereses de los más pequeños y le da un plus de novedad al asunto.
Al terminar la función, la compañía dedicó un buen rato a un encuentro con el respetable. Fue un ameno colofón entre risas y las preguntas de los niños. Y para terminar, fin de fiesta con fotos y observación de cerca de los títeres. Ese mágico momento donde muchos, sin saberlo, corren el grave peligro de ser inoculados con un veneno que los acompañará toda la vida.
La compañía atendiendo a las preguntas del respetable. Foto Centro del Títere
Cerramos la crónica con otro aplauso para el Centro del Títere, que desde su creación y comandado por La Tartana Teatro y Concha de la Casa y apoyado en un impecable equipo humano, viene haciendo un gran trabajo. Sobre todo con su formación regular del arte del títere, tan necesaria ahora y siempre. Sin olvidar las exposiciones temporales, siempre interesantes y cuidadísimas. Pero eso es otra historia, o al menos, otra crónica…