(El Tiempo, marioneta de ‘El Gran Teatro del Mundo’, y Pepe Otal. Foto de Jesús M. Atienza)

Los titiriteros que viven con los títeres y no de los títeres desbordan empatía, curiosidad y generosidad. A mí entender estos son las palabras claves para definir la profesión: empatía, curiosidad y generosidad, tales son las aptitudes necesarias para construir el oficio. Una profesión que ha estado durante largo tiempo marginada pero que actualmente, tras muchos esfuerzos y grandes logros artísticos, es reconocida por la crítica y el público, lo que permite que el teatro de títeres y objetos alcance una significativa relevancia social y un elevado prestigio cultural.

Me atrevo sin acritud ni desdén a opinar y reflexionar sobre cuestiones que atañen al futuro próximo del oficio. Son reflexiones y opiniones consecuencia de una larga trayectoria profesional programando, editando, produciendo y asistiendo como espectador a multitud de representaciones de teatro de títeres, así como a muchos debates teóricos sobre nuestro oficio. Hoy me permito reflexionar y opinar sobre aptitudes y situaciones que he vivido y debatido con titiriteros y gentes de teatro que aman el oficio.

Bruno Leone y Federica Martina en ‘Il doppio de Pulcinella’. Foto T.R.

Actualmente puedo manifestar, sin ataduras ni presiones comerciales, algunas opiniones sobre la profesión, con la intención de abrir un debate apasionante que no apasionado sobre dos maneras de entender el oficio: vivir con los títeres o vivir de los títeres. No solo es una cuestión de preposiciones, sino para mi es sobre todo dos maneras diferentes de entender y afrontar la profesión.

Abro el debate con humildad y con la legitima intención de vindicar el vivir con los títeres y no de los títeres; primero me referiré a una de las partes esenciales de lo que es la Cultura en vivo, está es la relación indispensable entre la creación y la comercialización de esa creación, esta relación es el acceso a la exhibición de espectáculos en vivo y  poder recibir una remuneración por ese trabajo, es lo más controvertido y absurdo de este oficio;  la pregunta es cómo llegar a estar y ser parte en la elección de los espectáculos que giran o se muestran en los festivales, programaciones habituales y circuitos teatrales, porque de esta selección depende la manera de subsistencia personal, a veces precaria. Y sabemos que esta elección, las más de las veces arbitraria, pone en duda la posibilidad de un desarrollo vital que permita la creación y la investigación.

“Personaje invisible con bombín”, homenaje a René Magritte. Marioneta de Corrado Masacci. Foto de Felipe Garduño

El tema de la venta y comercialización de los espectáculos en vivo degenera y pervierte el debate estético dentro la gente del oficio, esto no debería generar envidias y rencillas, sabiendo que esta selección se desarrolla de una manera que no se rige por normas objetivas, éticas o estéticas. Se favorece con frecuencia el azar, la relación personal y otras casuísticas ajenas al valor y calidad de lo artístico, algunas veces la contratación responde a planteamientos políticos, lo que genera una clara distorsión en el oficio: vivir con o vivir de, varía según sea esta perversa decisión de los mercados de la cultura en vivo.

Hemos olvidado el tan necesario papel de la crítica teatral y las demandas intelectuales de los espectadores, así como los objetivos primarios del teatro, conmover con nuestros espectáculos al espectador. ¿Quién garantiza los derechos culturales que entraña el acceso universal a los bienes culturales? Esto implica la concepción de la cultura como inversión y no como gasto.

Algunos de los debates que se abren hoy entre las gentes de la profesión se podrían resumir y englobar en los siguientes retos que necesitan una respuesta y una profunda reflexión compartida y contrastada:

LOS RETOS PARA VIVIR CON LOS TÍETRES EN UN FUTURO CERCANO

– El cambio generacional inevitable y necesario se debe producir ya. ¿Quiénes serán los futuros referentes del oficio de titiritero? Nuevas generaciones implican nuevas narrativas, sin olvidar el pasado hacer un presente que garantice un futuro.

– Conservar la tradición y seguir siendo al mismo tiempo vanguardia. Un debate sobre la narrativa del Teatro tradicional de títeres, los personajes, el lenguaje, las formas, las identidades y las diferentes narrativas del teatro popular.

Luís Zornoza Boy con algunos personajes de su Punchinelis. Foto T.R.

– Afrontar la brecha de género en el oficio e incorporar un lenguaje inclusivo en nuestros espectáculos para no herir sensibilidades de una sociedad más abierta y diversa, vindicar el papel de la mujer en la formación y en la creación del oficio.

– Desarrollar adecuadamente los procesos formativos en busca del canon y la regulación de las enseñanzas en el arte del títere. Desarrollar programas sobre las enseñanzas regladas en la formación de los futuros titiriteros.

– Ampliar las temáticas y generar nuevas poéticas para afrontar una narrativa acorde con la problemática actual de la sociedad.

– Adecuar el oficio a las trasformaciones que trae la cultura digital y aprender a convivir con la inteligencia artificial que llega imparable para trasformar nuestras vidas y la de los espectadores.

–  Desarrollar nuevos métodos de comunicación y mediación acordes con las nuevas técnicas de comunicación.

– Desarrollar programas que abran las puertas a los títeres para utilizar sin complejos el necesario marketing digital que nos situé en el s.XXI. Y nos permita llegar a un número mucho mayor de programadores, organizadores de Festivales y circuitos de títeres, ampliar la capacidad de distribución.

EL USO Y ABUSO DE LOS TÍTERES TRADICIONALES EL DE O EL CON

El abuso y uso como refugio de la tradición popular del títere, se utiliza para ocultar las algunas veces carencias creativas y artísticas, nos impide ver la verdadera fortaleza del teatro de títeres y objetos. La tradición titiritera a veces nos embelesa y ciega, no nos deja ver las posibilidades estéticas, éticas y políticas que tienen los títeres y que los define como parte esencial de la identidad de los pueblos que los crean, disfrutan y desarrollan. Sin dejar de admirarlos y utilizarlos pienso en sus narrativas y desarrollo de nuevas éticas y estéticas.

Pupis colgados junto al retablo de Enzo Mancuso en el Museo Internazionale delle Marionette di Palermo. Foto T.R.

Si bien es cierto que algunos de los personajes tradicionales del teatro de títeres con sus rutinas y narrativas ancestrales se repiten en diferentes lugares del mundo (es el caso de Polichinela que es parte esencial de la identidad europea) creando unas señas de identidad incuestionables e irrenunciables, esto no significa que esa tradición sea incuestionable, los titiriteros que viven con los títeres siempre están atentos a los cambios que se producen en una sociedad diversa que avanza en derechos y tienen la obligación de adaptarse a los pensamientos que acabaran con la brecha de género o con las formas que aluden a la violencia como parte de la resolución de conflictos, se necesitan narrativas que favorecen la igualdad y asientan derechos y libertades.

Las sociedades son cambiantes y el utilizar lo tradicional no deja de ser una opción siempre cuestionable, porque a veces, no siempre, la tradición se vuelve contra la construcción del oficio. De la tradición a la vanguardia. Sin pasado no es posible el futuro. Diferente son los que viven de los títeres que repiten las formas y narrativas tradicionales olvidando los mensajes perversos que a veces la tradición trasmite, fruto de otras épocas y otras ideologías

Jesús de Nazaret y Pinocho, en la obra ‘Beati i perseguitati a causa della giustizia’, de Gigio Brunello. Foto Museo Internazionale delle Marionette Antonio Pasqualino

Sabemos que al menos desde las pinturas rupestres prehistóricas, el ser humano ha sentido la necesidad de representarse. Parece que el ejercicio de recrearse o de representarse, imitando de diferentes maneras nuestra fisonomía, nos sirviese para vernos y analizarnos, para colocarnos en foco, para darnos algún tipo de perspectiva. Los titiriteros, utilizando muñecos u objetos o la sombra en la caverna, llevan mucho tiempo realizando con humildad esa necesidad de representarse, por eso al reivindicar la curiosidad nos conservamos jóvenes y siempre generosos; esta es la manera de construir el oficio viviendo con los títeres. Conocer y practicar la tradición para crear las vanguardias.

LA EMPATÍA CON EL OFICIO

Detecto que para muchos titiriteros la relación con el oficio es una relación que mezcla en ocasiones rechazo, decepción y una gran falta de empatía para los compañeros de oficio; se definen con una constante comparación entre la realidad y el deseo, no han aprendido a devolver al oficio con generosidad lo que el oficio les ha dado que es mucho.

Nil, marioneta de Raimon Ruiz, de Minusmal Teatro

Vivimos inmersos en la constante cultura de la queja, como postura inamovible, tener antes que ser, refugiados en una defensa de un quehacer popular que precisa, a mí entender, de una reflexión crítica, generosa y sincera, libre de tabús, que permita desarrollar procesos artísticos que partiendo de los conocimientos y aprendizajes que nos proporciona, nos conduzcan a la renovación del oficio y coloque los títeres y el teatro de objetos en la zona de las vanguardias artísticas del teatro contemporáneo. Sin olvidar lo tradicional para regenerar el oficio, necesitamos volver a intelectualizar los títeres sin perder su sarcástica proceder. De la tradición a la vanguardia, un viaje de ida y vuelta. Volver, como hizo Federico García Lorca, a sacar los títeres de la calle para llevarlos a los teatros y los salones burgueses. Eso es construir el oficio con los títeres.

PARA TERMINAR DOS FRASES PARA PENSAR

Me gustaría terminar estas consideraciones en torno a los títeres y los titiriteros que abren el debate sobre el futuro del oficio, con dos frases sobre el arte y la sociedad; una de León Tolstoi que en su libro ¿Qué es el arte? escribe:

Es necesario, pues, en una sociedad civilizada en que se cultiva el arte, preguntarse si todo lo que pretende ser un arte lo es verdaderamente, y si (como se presupone en nuestra sociedad) todo la que es arte resulta bueno por serlo y digno de los sacrificios que entraña.

El problema es tan interesante para los artistas como para el público, pues se trata de saber si lo que aquellos hacen tiene la importancia que se cree, o si simplemente los prejuicios del medio en que viven, les hacen creer que su labor es meritoria. También debe averiguarse, si lo que toman a los otros hombres, así para las necesidades de su arte, como para las de su vida personal, se halla compensado por el valor de lo que producen.

¿Qué es ese arte considerado como cosa tan preciosa e indispensable para la humanidad?

Y otra, de mi admirado Albert Camus que en su texto la misión del escritor escribe sobre el artista y el compromiso con la sociedad:

El artista se forja en ese perpetuo ir y venir de sí mismo a los demás; equidistantes entre la belleza, sin la cual no puede vivir, y la comunidad, de la cual no puede desprenderse. Por eso los verdaderos artistas no desdeñan nada; se obligan a comprender en vez de juzgar, y sin han de tomar un partido en este mundo, este sólo puede ser el de una sociedad en la que, según la gran frase de Nietzsche, no ha de reinar el juez sino el creador, sea trabajador o intelectual.