(El Barriga Verde gigante de Borja Insúa, con los músicos de Vai de Roda, en el Campo de Arriba de Rianxo. Foto Marcelino de Santiago ‘Kukas’

Nos centramos en esta crónica sobre el personaje de Barriga Verde, un tema nuclear dentro del Titiriberia que se ha celebrado estos días pasados en Rianxo: el motivo es que, en esta edición, son tres o más bien cuatro las distintas apariciones de Barriga Verde, el personaje recuperado del teatro popular gallego creado en su día por José Silvent, que constituye uno de los objetivos principales de la asociación Morreu o demo, organizadora el Festival. A saber: la puesta en escena ya en cierto modo ‘histórica’ de Viravolta, la de Larraitz Urruzola, la de Borja Insúa, de Títeres Alakrán, más el gigante Barriga Verde que Borja presentó el año pasado.

También hablaremos de los dos títulos que la histórica compañía de Murcia, Los Claveles ha presentado en el Titiriberia: El Retablillo de Don Cristóbal y Los Cuentos Mágicos, Kamishibai.

Barriga Verde

Creo que no es necesario extenderse en demasía sobre el personaje de Barriga Verde, del que ya hablamos en la primera crónica de nuestra visita a Rianxo, comentando la intervención de Comba Campoi en la mesa redonda donde se habló de los Piccoli de Vittorio Podrecca y del teatro que inauguró en Galicia José Silvent y su familia a principios del siglo XX con la figura de Barriga Verde (ver aquí).

Reproducción creada por Viravolta del Pabellón de la Risa de los Hermanos Silvent. Foto Morreu o Demo

Un personaje que tuvo la fortuna de nacer en el momento propicio para que quedara fijado en el imaginario colectivo gallego. Activo hasta los años 60, fue la compañía Viravolta junto con Comba Campoi quienes iniciaron la ardua indagación de encontrar a miembros de la familia Silvent así como el almacén donde se guardaban los restos del teatro de Barriga Verde.  Los tres titiriteros de Viravolta, Pilar Álvarez, Anxo García y Xulio Balado, crearon una versión del antiguo espectáculo de títeres, inspirado en lo que habían podido rescatar de las viejas historias del personaje, creando además una réplica del Pabellón de la Risa donde actuaba José Silvent. También se filmó un hermoso documental sobre Barriga Verde y su proceso de recuperación, con dirección de Pedro Solla, en una producción dirigida por Comba Campoi, en el que se relaciona al personaje con las tradiciones europeos de los teatros de títeres populares. Vean aquí el teaser de la película:

Más tarde, otros titiriteros se sumaron a la tarea de dar nueva vida al resucitado héroe gallego, como Borja Insúa, que además creó una figura gigante del mismo. Larraitz Urruzola, por su parte, ha creado una versión femenina de Barriga Verde, dando un vuelco a la tradición e introduciéndola hacia nuevos parámetros de futuro.

Una figura, la de Barriga Verde, que se ha convertido en un icono de la cultura popular gallega de los títeres, y que además focaliza la programación del festival Titiriberia, que de alguna manera le está consagrado.

Barriga Verde de Viravolta

Nos encontramos ante una versión del personaje realizada por una de las compañías más inmersas en el mundo del teatro popular en Galicia, que han compaginado sus actividades teatrales con investigaciones casi de carácter antropológico sobre determinados temas de la cultura popular, como son los cuentacuentos, los romances de ciego, los juegos de feria, o creando nuevos personajes para el teatro de títeres tradicional inspirado en figuras legendarias reales y literarias, como es el caso del bandido Toribio de Mañón, protagonista de un truculento episodio en el que el bergante Toribio robó el traje de un difunto para conquistar luego a su viuda. Hecho real que inspiró a Valle-Inclán su esperpento Las Galas del Difunto, obra que pertenece a Martes de Carnaval.

Actuación de Viravolta con Barriga Verde. Foto Manuel Silva

Viravolta cogió los temas principales recogidos en los diálogos con los últimos Silvent que habían tenido los títeres en la mano, introduciendo personajes como el Cura, un par de beatas que salen de la Parroquia, el Guardia, el indispensable Demonio y el propio Barriga Verde, entre otros.

El Cura en el Infierno con el Demo. Foto Manuel Silva

Por un lado, han mantenido el espíritu del personaje con algunas de las ocurrencias heredadas, pero como es propio entre titiriteros, han introducido sus formas peculiares de hacer, con personajes nuevos, como el señor con grandes ojeras y sombrero, que tiene como profesión, ‘el que recibe los palos’ y que además ejerce de cliente del barbeiro. También dos Guardia Civiles que animan la sesión con sus juegos de ‘aquí te pillo’ buscando a Barriga verde.

El número de la horca, Demo y Guardia Civil. Foto Manuel Silva

Los temas son los clásicos de los cristovos peninsulares, compartidos con el Dom Roberto: el Barbeiro, los diálogos absurdos que acaban en estacazos, el cura que aquí es quien se encarga de meter al difunto en una caja y oficiar el entierro, con un muerto que nunca está muerto del todo, por supuesto. El Guardia o Gendarme que quiere llevarse preso al héroe. El número de la horca o de la Muerte Burlada (en este caso con el Guardia). Y la indispensable tourada, el denominador común de todas las tradiciones ibéricas, pues los toros y la Corrida salen en los critobitas, en el Dom Roberto, en el títere catalán y mallorquín, en el Belén del Tirisiti, en la Tía Norica, en los Bonecos de Santo Aleixo…, en fin, en todas las tradiciones titiriteras peninsulares habidas y por haber.

Corrida. Foto Manuel Silva

La peculiaridad de la versión de Viravolta es el Infierno que dispone de un espacio propio situado en lo que podríamos llamar la ‘barriga’ del retablo, que corresponden a sus partes bajas. Los personajes que reciben los besos de la estaca acaban todos en el Infierno, lo que motiva el enfado del Diablo, harto de tener a gente indeseable en su casa, motivo que lo impulsa a buscar a Barriga Verde para escarmentarlo. Pero como puede imaginar el lector, el cazador es aquí cazado, y la obra acaba con la frase ‘Morreu o demo, acabou a peseta’, es decir, ‘Murió el diablo, se acabó la peseta’, precio que en su época pagaban los espectadores para entrar en el Pabellón de la Risa de los Silvent.

Detalle Corrida. Con Barriga Verde y el Demo. Foto Manuel Silva

Y como es propio de titiriteros tan versados en su oficio como son los tres de Viravolta, la función discurre con ritmo y voces impecables. En efecto, Pilar Álvarez, Anxo García y Xulio Balado se desenvuelven con la comodidad y el savoir faire que dan los años de experiencia y de vivir con los títeres en la mano. Un trabajo arduo el suyo, al combinar el deseo de continuar una tradición heredada con lo que les sale del alma titiritera, actualizando los temas y manteniendo unos niveles considerables de ‘conversación’ de los títeres, afín de definir bien personajes y situaciones. Igualmente, introducir el segundo escenario del Infierno, da un plus de complicación que el público agradece, en este tipo de teatro que suele ir al grano de un modo expeditivo.

De izquierda a derecha: Pilar Álvarez, Xulio Balado y Anxo García. Foto Manuel Silva

De este modo las tradiciones perviven y se van transformando a lo largo de las décadas, gracias al empeño de esforzados titiriteros, que no se contentan con lo trillado, sino que buscan siempre cómo alcanzar futuros diferentes. Los de Viravolta pertenecen a este club.

Dona Barriga Verde, de Larraitz Urruzola

Fue en el Parque de Santa Lucía, en la parroquia de Asados, lugar de noble tradición teatral -en él está instalada la histórica compañía Airiños-, donde pudo verse en este Titiriberia 2024 a Dona Barriga Verde hacer de las suyas enfrentándose no solo al Demonio, a la Muerte, al Juez o al Cocodrilo, sino también a quien ha sido su digamos pareja y al parecer padre de un bebé, el Baby de rigor: un tal Roberto, que como suele ocurrir a menudo, pronto dejó de interesar a nuestra heroína. Y para que quede bien certificado, acaba recibiendo los merecidos garrotazos de la gran Barriga Verde.

Dona Barriga Verde con la pandereta. Foto Manuel Silva

Creo que con estas palabras el lector habrá captado que nos encontramos ante un fenómeno nuevo, una polichinela mujer, pues tal es la versión de su Barriga Verde, el héroe gallego del teatro de títeres popular, que Larraitz Urruzola ha transformado en una mujer de armas tomar, Dona Barriga Verde, una heroína del siglo XXI que ha decidido que eso de inclinarse, obedecer y quedarse en eternos segundos planos ha pasado a la historia.

Dona Barriga Verde con Roberto. Foto Manuel Silva

Una decisión valiente y arriesgada, que la titiritera nacida en Tolosa pero galleguizada después de tantos años pasados en el Finisterre peninsular, decidió tomar en su día, afín de dar nuevas formas, imágenes y contenidos a una tradición que hasta hace poco ha sido mayormente masculina. Un fenómeno que tímidamente empieza a cambiar en el mundo de los títeres, como pudimos comprobar en el Titiriberia del año 2022, con la intervención de Irene Vecchia con la obra La Luna y Pulcinella. En ella, la verdadera protagonista era Teresina, la novia del héroe, la que en la tradición se mueve con un palo (es decir, carece de ‘alma’) y solo actúa para bailar. Irene le da un ánima y la convierte en la figura principal de su obra.

Foto Manuel Silva

Larraitz va aún más allá, y convierte a Pulcinella, es decir, a Barriga Verde, en mujer. ¿Cómo hacerlo? ¿Qué registros darle? ¿Qué contenidos? Un empeño nada fácil, pues lo más difícil en este mundo es cortar las ancestrales inercias y aventurarse por nuevos caminos, sin saber adónde conducen. Hay que ser una mujer valiente y decidida, condiciones que Larraitza Urruzola ha demostrado tener, para arriesgarse a dar semejante paso.

El galant guaperas, nuevo ligue de Dona Barriga Verde. Foto Manuel Silva

Y lo ha hecho con la firmeza de quien sabe que está haciendo lo correcto, lo que toca en estos momentos de cambios y convulsiones. Y como en toda aventura, reina en ella lo impredecible, algo que sin duda constituye el mayor acicate que tiene nuestra titiritera: entrar en los territorios de lo sorpresivo y de lo inesperado, que son los lugares donde los creadores lanzan sus anzuelos para pescar lo nuevo que está por llegar.

Larraitz Urruzola en el retablo, con la Muerte y Dona Barriga Verde. Foto Manuel Silva

En esta feliz disyuntiva, allí donde se cruzan los caminos del devenir, reside hoy Larraitz Urruzola con su Dona Barriga Verde, personaje impaciente que sin duda ya le está exigiendo lanzarse a nuevas aventuras.

Larraitz Urruzola con Dona Barriga Verde. Foto Manuel Silva

Algo de todo eso pudieron captar y respirar los que asistieron a la representación del Parque de Santa Lucía, inmersos en lo nuevo que se cocina en una de las artes más antiguas que existen. El público, receptivo a estas sensaciones, lo supo sin saberlo, que es una de las mejores maneras de saber, y Dona Barriga Verde cumplió con su papel de nueva heroína de los títeres populares, con la gracia, el desparpajo y el oficio que la titiritera Larraitz Urruzola otorgó a su faena. ¡Ejemplar!

Barriga verde de Borja Insúa

Nos encontramos ante un fenómeno titiritero, como sin duda lo es Borja Insúa, de la compañía Alakrán, provisto de una energía y de unas dotes para el teatro y los títeres excepcionales y de una gran categoría. Lo he visto ya múltiples veces en otros registros y también con Barriga Verde.

El gigantón Barriga Verde paseando por Rianxo con Vai de Roda. Foto Marcelino de Santiago ‘Kukas’

En sus inicios, el personaje tradicional de los Silvent en manos de Borja, se manifestaba con una rotunda rudeza expulsando de su cuerpo toda la carga de mala uva que los siglos le han cargado encima, como si los títeres fueran almacenes emocionales para que espectadores y titiriteros proyecten en ellos todo lo que no se atreven a decir en voz alta. Con los años de experiencia y oficio, el personaje se ha ido calmando y aunque mantiene sus constantes viscerales de héroe irredento, compulsivo y justiciero, hay que decir que se ha despertado en él una dulcificación curiosa, según la cual no todo pasa por el mamporro, sino que este se permite el lujo de combinarse con otros atributos mucho más sutiles y complejos, incluso contradictorios.

Barriga Verde con Rosita. Foto Marcelino de Santiago ‘Kukas’

Creo que este nuevo registro dulce que surge de entre los arrebatos de los personajes, es la gran novedad que aporta últimamente el Barriga Verde de Borja Insúa. Unos trazos difíciles de describir y arriesgados de anunciar, pero que a este cronista le parecen evidentes e importantes. Quizá consiste en un saber adaptarse a los públicos, pues es de lógica que, en un ambiente ácrata y tabernario, el personaje se deje llevar por su lado más travieso, mientras que con un público familiar y de festival, aún sin callarse los verdazos que suelta en el escenario, estos tenderán a manifestarse de un modo más amortiguado. Sin embargo, insisto en esta incorporación de nuevos registros, que hacen a Barriga Verde un personaje todavía más interesante.

Borja Insúa en plena función. Foto Marcelino de Santiago ‘Kukas’

En esta edición de Titiriberia, Borja ha salido a la calle con su Barriga Verde grandullón, paseando por las calles rianxeiras en compañía de los músicos de Vai de Roda, que conocen muy bien al titiritero y saben cuándo, cómo y dónde deben tocar o callarse. El gigante se para en una plaza o en una esquina, su cabeza gira 180 grados, y se pone de cara al retablo que lleva en la espalda, por donde salen los títeres que interpretan fragmentos de sus rutinas clásicas. Casi siempre con cuatro personajes: Barriga Verde, su novia Rosita, el Diablo y su lacayo, el General armado con una escopeta. Con ellos ejecuta distintas rutinas ya muy estudiadas, que funcionan con cronométricos resultados. Luego, los títeres se retiran, la cabeza del gigantón gira otros 180 grados, y el Barriga Verde gigante se pone de nuevo en movimiento, seguido de los de Vai de Roda.

A vella do gaitero o El gaitero comodón

Este año, Alakrán ha estrenado una nueva figura para los pasacalles: un gaitero comodón que gusta sentarse en una cesta llevada por una mujer anciana, mientras toca la gaita. El gaitero es Borja, al que le agrada con fruición soplar de la cornamusa, y la mujer un muñeco que lo lleva a él.

A vella do gaitero. Foto Manuel Silva

Un truco clásico de personaje doble muy bien urdido, para divertirse el titiritero con la gaita mientras hace lo mismo el público, sorprendido de una inversión tan estrafalaria de papeles, conjunción que mantiene a ambos felices y risueños.

El Retablillo de Don Cristóbal, por Teatro Los Claveles

Constituyó un verdadero lujo y casi un milagro poder ver esta versión de los Claveles del clásico texto de Federico García Lorca El Retablillo de Don Cristóbal, por lo difícil que es representarla y por los riesgos que conlleva, pues por muy famosos que sean obra y autor, no están los tiempos para encajar contenidos como los que propone el de Granada. Y digo que fue un milagro, porque Los Claveles han conseguido rizar el rizo de una puesta en escena en la que el equilibrio entre ritmo, música, versos y situaciones escabrosas funciona de maravilla, con una envidiable naturalidad, que huye de la afectación y sabe mantenerse en un plácido desapego, indispensable para que lleguen al público los versos del poeta.

Don Cristóbal y la Señá Rosita. Foto Manuel Silva

El mérito en este caso es de ambos intérpretes, en sus facetas musicales -Aniceto Roca como guitarrista y cantante de apoyo, y Paca García como cantante y bailarina de salón- y en sus roles de titiriteros, pues ambos manejan los títeres, mientras entran y salen del retablo.

Aniceto Roca detrás del retablo. Foto Manuel Silva

Quien ha usado estos registros, sabe muy bien lo espinoso que es cuando son dos los que deben sincronizarse, en la música y en los títeres. Importan aquí los años de oficio de los dos titiriteros, que han vivido mil batallas en mil sitios diferentes, pues Los Claveles es una de estas compañías que un día están en un barrio de las afueras de Murcia o de Madrid, para al día siguiente coger un avión y actuar en un teatro de Lahore, en Paquistán, o en un festival de China, Corea o del Japón, amén de casi todas las Américas que también han recorrido.

Don Cristóbal con la cachiporra. Foto Manuel Silva

Según me contaron, han mezclado dos textos de Lorca para conseguir una obra adecuada al público de hoy, el Retablillo de Don Cristóbal y una segunda versión que escribió Lorca, Tragicomedia de Don Cristóbal y la Señá Rosita, sin traicionar para nada al poeta granadino, pues los personajes muestran la misma rudeza que los caracteriza: la madre que vende su hija a un ricachón viejo verde, y la hija sin escrúpulos que se casa por dinero mientras sigue tratando con sus múltiples amantes. Lo único que han hecho es cambiar el final de la primera obra citada por el final de la segunda, de modo que el viejo rico y cascarrabias de Don Cristóbal, este antihéroe que tanto entusiasmó a Lorca y que lo soluciona todo a garrotazos, en vez de matar a Rosita y a su madre, explota llevado por su furor interno, desvelando a sus dos potenciales víctimas que no es más que un montón de telas y retazos de cartón. Un final más poético, aunque igual de tremendo.

Foto Manuel Silva

Son fundamentales, en la puesta en escena de Los Claveles, las salidas del retablo de Paca y de Aniceto, que constituyen la vaselina dramatúrgica que, a través de la música y la canción, hace que todo fluya, lo impensable suceda con una normalidad asombrosa, los personajes suelten sus barbaridades con dulces versos sin que se caiga el cielo, y los espectadores gocen del virtuosismo poético de Lorca en una obra donde la poesía, la imagen y la música se mezclan íntimamente.

Paca García. Foto Manuel Silva

Sin duda, la ambigüedad de los dos titiriteros en el escenario, la de Paca García que a veces parece una niña y otras una mujer de lengua rápida y viperina, y la de Aniceto Roca con su porte gruñón pero que es capaz de cantar y de sacar notas de la guitarra con una gran dulzura y sensibilidad, es la otra clave que explica el milagro que apuntaba al principio. Una ambigüedad inteligente que es el camino más eficaz para enfrentarse con éxito a clásicos como el Retablillo.

Aniceto Roca y Paca García. Foto Manuel Silva

El público lo percibió, dados los aplausos y el contento que mostraron al acabar el espectáculo.

Cuentos Mágicos, Kamishibai, por Los Claveles

En un registro totalmente diferente, Los Claveles presentaron en la Playa de Tanxil la colección de Cuentos Mágicos, explicados a la manera de los kamishibai japoneses. Cito a la Wikipedia:

Paca García en la playa de Tanxil. Foto Manuel Silva

‘Kamishibai (紙芝居), literalmente significa “teatro de papel“, es una forma de contar historias que se originó en los templos budistas de Japón en el siglo XII, donde los monjes utilizaban emaki (pergaminos que meclan imágenes con texto) para combinar historias con enseñanzas morales para audiencias mayormente analfabetas ‘.

Kamishibai artist at Kiyomizu-dera, April 2, 2009. He is narrating a Ōgon Bat story. Foto Wikipedia

Aunque se parece a la literatura de cordel o a los romanceros de ciego, en realidad pertenecen a otro modo de contar, en especial la versión que han hecho los Claveles, que lo han usado para explicar cuentos combinando imagen, palabra y música de un modo muy original, sobre la base de ir sacando láminas para hacer avanzar la historia, lo que causa un efecto curioso al espectador, de desear ver la siguiente imagen, cuya concreción se deja en suspenso hasta desvelarse.

Foto Manuel Silva

Aparentemente, todo parece muy sencillo, pero en realidad, resolver esta sencillez es de lo más difícil: bien sabido es que explicar con menos es mil veces más laborioso que explicar con más. ¿Cómo lo hacen Paca García y Aniceto Roca, los dos actores, en este caso también autores, de Los Claveles?

Aniceto Roca y Paca García en plena función. Foto Manuel Silva

Aniceto desde su posición de músico acompañante siempre a un lado, poniendo una buena porción de las voces y llevando la batuta musical, con una ejecución de pequeño hombre orquesta capaz de poner voces y sonidos rebuscados, desde los registros más gruñones a los más tiernos e infantiles; y Paca García, en su papel de narradora, sacando las láminas para hacer avanzar los relatos, y cantando las canciones que parecen nacer por generación espontánea del mismo cuento narrado.

Foto Manuel Silva

Atención, hay que volver a comentar aquí una faceta de Los Claveles esencial para entender el éxito y el buen hacer de sus trabajos: la tremenda ambigüedad que con los años han conseguido alcanzar, unos actores que pueden combinar registros tan diferentes desde el más relamido e incluso cursi, hasta los más duros y peleones, una cursilería que puesta en este contexto ambiguo se torna en una casi pérfida ironía que sin embargo ni empalaga, ni ofende, ni te desvía del sentido que se quiere dar a cada situación o personaje. Esta tremenda ductilidad, de la que participan ambos actores, aunque quizá sea Paca García la que más lo manifiesta al ser también quien ejerce más papeles varios como actriz, es el secreto de la puesta en escena de estos kamishibai murcianos, destinados a encandilar a todo tipo de público, grandes y chicos, como ya he visto en distintas ocasiones.

Foto Manuel SWilva

Toca hablar de los tres cuentos que componen el espectáculo, El Lobo Pimienta, la Gata Simona y Loli, la niña que encuentra cosas por el camino. Originales de ambos titiriteros, sus textos se funden con las canciones que han generado, perfectas para el contenido que transmiten, textos en los que no sobra ni falta nada, escuetos y precisos, pensados para que la intérprete Paca pueda regodearse en su juego de una inocencia que es falsa y verdadera a la vez, lo que atrapa y maravilla al espectador.

Saludos. Foto Manuel Silva

Los requisitos de síntesis y de minimalismo escénico que tanto agradece el teatro de títeres, se cumplen aquí al pie de la letra. Los ejecutantes del kamishibai japonés se quedarían contentos de la versión ibérica de Los Claveles, capaz de conectar con el mundo de los cuentos más populares de la tradición española. Un trabajo de estilo tan feliz como impecable.