(Oleíco en el centro, entre Araceli Gil y Domingo Castillo, de Teatro de Medianoche. Foto compañía)

Tuve la ocasión de visitar hace poco la localidad aragonesa de Belchite, en el sureste de la provincia de Zaragoza, con dos objetivos: por un lado, conocer de cerca la nueva morada en esta población de la histórica compañía de títeres y sombras Teatro de Medianoche y la creación que han hecho de un títere llamado Oleíco, convertido en nueva imagen icónica de Belchite; y, por el otro lado, visitar al Pueblo Viejo, este histórico lugar que vivió duras vicisitudes bélicas durante la Guerra Civil Española. Una localidadque, al acabar la contienda civil, fue impedida de ser reconstruida y dejadaen ruinas por orden de Franco, instituida como un monumento a los desastres de la guerra, junto al Pueblo Nuevo que se construyó a su lado.

Oleíco y el Teatro de Medianoche

Es muy ilustrativo detenerse en la historia de esta compañía, una de las primeras que hubo en Aragón con una perspectiva ya contemporánea del teatro de títeres, sombras y marionetas, nacida en el año 1984 de la mano de sus dos fundadores i actuales directores: Araceli Gil y Domingo Castillo.

Postal de los 40 años de Teatro de Medianoche

Aunque la compañía ha trabajado todo tipo de técnicas, tocando las distintas disciplinas que coexisten en el llamado Teatro de Títeres Visual y de Objetos (TTVO) -teatro de sombras, teatro negro, títeres de mesa, adaptación de bunraku, marionetas de hilo, títeres de varilla superior, marote, manipulación directa, títeres de guante, máscaras y cabezudos…-, hay que decir que si en algo ha sido pionera en Aragón y más ha incidido en su trabajo, es en el teatro de sombras y el teatro negro, especialidades a las que han consagrado múltiples espectáculos.

Títulos como Tangram (1984), El Bosque del Arco Iris (1985), El pirata que quiso capturar la Luna (1987), La profecía (1989) entre los más antiguos, y Asómbrate (1998), Aladino y la Lámpara Maravillosa (2002), Sueño de Medianoche (20024), Seres Uhmonos (2012), Profesor Nucleus (2015), entre muchos otros, jalonan una trayectoria de constante inventiva y creatividad, que a su vez se ha acompañado de la realización de cursos, talleres, exposiciones, colaboraciones con otras compañías y mil otras intervenciones en distintos ámbitos de la cultura. Un trabajo ingente en el que también ha participado su hija Ángela Castillo, más otros muchos colaboradores a lo largo de los años.

Primer espectáculo de sombras de Teatro de Medianoche, Foto T.R.

Una trayectoria que tuvo un antes y un después cuando hace seis años decidieron, Araceli y Domingo, dejar la ciudad de Zaragoza donde siempre habían residido, e instalarse en Belchite. Vendieron su piso en la capital y compraron una casa en el centro del Pueblo Nuevo, provista de espacios suficientes para instalar también un taller, lugares de ensayo y almacén, más un hermoso patio con huerto incluido. Un cambio enorme que, por los resultados obtenidos, bien puede decirse fue la mejor de las decisiones.

Interior Teatro de Belchite. Foto T.R.

Hay que decir que existían antiguos vínculos con el lugar: el abuelo de Araceli Gil fue maestro en Belchite, y su padre nació allí, aunque luego lo dejó. Por otra parte, la primera función que hizo la compañía en 1984 fue precisamente en Belchite, en el Frontón. Por otra parte, en 2019 estrenaron el teatro del Pueblo Nuevo construido en 1954 y que desde entonces se mantuvo en barbecho, coincidiendo con una magna exposición del fotógrafo Gervasio Sánchez sobre la Guerra de Yugoslavia, que también se hizo en el teatro. Curiosas coincidencias que sin duda establecen los hilos invisibles del devenir.

Teatro de Belchite. Foto T.R.

Estrenar morada y nueva andadura les dio una idea preciosa: ¿por qué no crear una figura que represente Belchite, un personaje que pueda llegar a ser icónico del lugar? Lo hablaron con el Ayuntamiento, y el alcalde junto al equipo de cultura se mostraron encantados con la idea.

Oleíco

Así nació Oleíco en el año 2019 (con el acento en la i, para resaltar su pertenencia al característico habla de los maños), una aceitera al revés, resaltando la importancia que tiene la industria del aceite en Belchite. Una figura provista de unos ojos de los que lo han visto todo, con una mirada que va más allá del tiempo, pues tanto la muerte como la vida han pasado profusamente por su lado.

Tres títeres de Oleícos. Foto T.R.

Su nariz es apinochada, quiero decir, que reconoce esta normalidad humana de ser y decir una cosa según convenga, te dejan o te obligan, sin pretender purezas inexistentes; y mantiene una sonrisa alegre pero mitigada, de quien sabe que la risa va pareja a la tristeza, aunque a esta lo más sano es dejarla medio oculta, en los almacenes de la sabiduría íntima.

Oleíco tiene un poderoso sabor popular, sin duda el suelo plano de la aceitera que culmina la cabeza del personaje nos recuerda la boina aragonesa. Pero, por otra parte, su raigambre popular está ya garantizada por estar hecha de hojalata y ser una verdadera aceitera invertida.

El cabezudo Oleíco con algunso colegas de Belchite, en el almacén municipal del Museo Etnológico. Foto T.R.

El diseño y la construcción del cabezudo han sido realizados por Teatro de Medianoche con la colaboración del vecino de Belchite Ramón Val “Boli” en la pintura. Y para garantizar el verdadero sabor popular del muñeco, en la construcción de los títeres de Oleíco para las asociaciones de Belchite, los ha realizado el último hojalatero de Belchite, Miguel Gascón.

Oleíco con los gigantes de Belchite, el día de su bautizo. Foto Simón Aranda

Tuvo un bautizo por todo lo alto, cuando apareció ya como el nuevo icono de Belchite en la Fiesta Mayor del pueblo, en septiembre de 2019, al salir a la calle como cabezudo junto a sus pares para bailar las músicas de la fiesta y desfilar en compañía de los gigantes representativos del lugar.

Desfilando por una calle de Belchite con otros cabezudos. Foto Simón Aranda

Al poco llegó la pandemia, y durante la forzosa reclusión, nacen de las manos de Araceli y Domingo muchos Oleícos en forma de títeres situados en mil posiciones diferentes, un modo de expresar el vaivén de las emociones en estos días de parada y reflexión. Domingo, que también es fotógrafo, fijó con su cámara las múltiples escenas.

Nació así una exposición que en realidad fue una especie de ‘diario de fotografías’ titulada ‘Oleíco de Belchite. Confinado por el bicho’, que se presentó en la Sala Belia de la misma localidad. Esta exposición estuvo también en marzo de 2024 en el Teatro Arbolé, para celebrar los 40 años del Teatro de Medianoche, mientras presentaban en el escenario El pirata que quiso capturar la luna, un clásico de la compañía.

Una de las fotografías de la exposición. Foto T.R.

Un caso, el del Teatro de Medianoche en Belchite, ejemplar, viendo como una veterana compañía de teatro recién llegada a una población pequeña y aun lejanamente marcada por los desastres de la guerra, es capaz de integrarse y aportar no solo savia nueva, sino creatividad alegre y festiva, con esa fresca y franca mirada de los niños que se centran más en el futuro que en el pasado. La sabia mirada de Oleíco.

Belchite. Visita al Pueblo Viejo

No podíamos dejar de visitar esta otra cara de la Belchite Nueva, el llamado Pueblo Viejo, que en su día Franco decidió dejar en ruinas, afín de mostrar los efectos nocivos de la guerra. Unas ruinas que han impresionado a cuántos las han conocido y que lo siguen haciendo, por una razón clara: lo que se ve es el complemento visual de lo que se sabe, pues todavía viven -cada día menos, eso es verdad- muchos de los que allí residieron, ya fueran de uno u otro bando de los contendientes en la Guerra Civil.

Entrada al Pueblo Viejo. Foto T.R.

Una ciudad que en su día fue próspera y tuvo su importancia local, pues, entre otras cosas, tenía a su lado un seminario y muchos edificios de bella y nueva construcción. Su mala suerte fue ser un centro logístico de un cierto valor, por su posición geográfica, alta y bien protegida, para los militares que se confrontaron en el 36. Una pieza que retener o conquistar fuese como fuese, lo que selló su fatal destino.

La historia nos explica que hubo tres momentos cruciales que marcaron el destino de Belchite: su captura por parte de la Falange y la Guardia Civil en julio del año 1936, sublevados a la República, deteniendo al alcalde, Mariano Castillo y a su familia, que son ejecutados junto a políticos, maestros y algunos campesinos que se destacaron en pro de la República.

Domingo Castillo y Marta Beltrán, de la Fundación de Turismo, que nos acompañó muy amablemente en nuestra visita. Sus explicaciones fueron claves para entender la situación actual del Pueblo Viejo y su historia. En la entrada interior del Pueblo Viejo. Foto T.R.

El segundo momento fue el asedio del ejército republicano, en una ofensiva en el frente de Aragón para detener el avance de los Nacionales. Belchite estaba bien fortificada, no con murallas sino por la misma disposición en círculo de las casas, y venía siendo desde principios de 1937 uno de los principales objetivos de las tropas republicanas en el Frente de Aragón.​ Según indica Wikipedia, ‘Se había concentrado en su defensa en varios miles (entre 3000 y 7000 según las fuentes) de combatientes sublevados dirigidos por el comandante y alcalde de la población, Alfonso Trallero.

Iglesia de San Agustín. Foto T.R.

Tras intensos bombardeos, cortarles el agua y los suministros, el asalto final lo protagonizó la XV Brigada Internacional. El 31 de agosto los brigadistas lograron llegar a la fábrica de aceite. Al día siguiente la aviación republicana atacó sistemáticamente el casco urbano. ​Por su parte, la artillería realizó un duro bombardeo desde sus posiciones en el Cabezo del Lobo, a cuatro kilómetros de la localidad. ​ El 3 y el 4 de septiembre tuvieron lugar combates casa por casa en los que fueron cayendo los últimos reductos del autodenominado bando nacional. En torno a la calle Mayor tuvieron lugar los principales combates.​ Para el día 4 todavía existían dos núcleos de resistencia en la localidad: el Ayuntamiento, situado en la plaza nueva, y la iglesia de San Martín, en el extremo oriental de Belchite.

El día 5 la iglesia de San Martín fue tomada por las fuerzas republicanas, tras sufrir importantes bajas. En la madrugada del día 5 al 6, los últimos defensores que resistían en el ayuntamiento intentaron la huida a la desesperada. Unos trescientos consiguieron cruzar las líneas republicanas y de ellos unos ochenta llegaron a Zaragoza.​ El alcalde-comandante Trallero murió en los combates, mientras manipulaba un mortero en la Plaza Nueva, así como otros vecinos de la localidad. El 6 de septiembre Belchite fue finalmente asegurada por las fuerzas republicanas.

Fotografía de 1942 y estado actual de la Plaza Mayor. Foto T.R.

El asedio de brigadistas y republicanos, que duró entre el 24 de agosto y el 6 de septiembre de 1937, fue la operación que más vidas costó, unos 5.000 combatientes, debido a la resistencia numantina que hicieron los nacionales, conminados por sus jefes desde Zaragoza a resistir hasta el final, afín de distraer a las fuerzas republicanas en su avance a Zaragoza. Los muertos fueron enterrados en la fosa común que se encuentra en la parte alta de Belchite, donde existe un monumento a su memoria.

La tercera embestida que sufrió Belchite fue ya al acabar la Guerra Civil, cuando los Nacionales recuperaron el lugar, con ataques de la aviación alemana de la Legión Cóndor. Fue una operación corta, pues las defensas eran pocas y la conquista fue más un paseo que una batalla real, aunque los destrozos de la aviación fueron considerables.

Iglesia de San Martín. Foto T.R.

Hubo una cuarta sacudida, simbólica pero de consecuencias funestas para la ciudad, cuando Franco, al visitar Belchite para realzar la heroicidad de los defensores durante el asedio republicano, decidió que la ciudad fuera abandonada por sus habitantes y que se quedara en sus ruinas, afín de mostrar las atrocidades de la guerra, en este caso, por supuesto, cometidas por el bando republicano, a modo de monumento a la memoria histórica.

Interior de San Martín. Foto T.R.

Es importante saber que la ciudad de Belchite, tras la guerra, quedó dañada solo en un 30%, al igual que muchas otras localidades del país, de modo que hubiera sido fácil reconstruir lo caído e iniciar un nuevo ciclo de vida. En cambio, se decidió construir a su lado un Pueblo Nuevo, que los antiguos habitantes ocuparían, obligados a pagar las nuevas casas, aunque con precios más asequibles, por supuesto. Franco visitó Belchite en 1954 inaugurando las primeras construcciones de la ciudad, que contó con todos los edificios indispensables, teatro incluido.

Iglesia de San Martín. Foto T.R.

Un teatro que, como antes hemos dicho, quedó inacabado en su interior y mantenido intacto incluso después de su inauguración en 2019, de modo que constituye en sí mismo un impresionante lugar de memoria histórica, muy atractivo por sus posibilidades escénicas y artísticas, pues aún sin disponer todavía de equipamiento técnico, enamora a los artistas que lo visitan o tienen que actuar en él.

Pero centrémonos en la visita al Pueblo Viejo. Memorable y tremenda para quienes no vivimos la guerra, pero tanto hemos oído de ella.

Cementerio de la Historia

Hablamos de cementerios de personas, de cosas cuando nos referimos a los Rastros, Baratillos, Encantes y Mercadillos de Viejo de las ciudades, pero no de la Historia. Creo que el Belchite Viejo ha quedado como un cementerio de la Historia, allí donde residen enterrados y en ruinas las ideologías, las ilusiones, los ideales y los empeños que mueven el devenir histórico de los pueblos, que suelen tener finales funestos cuando tales empeños se enfrentan unos a otros con la verdad por delante y armada.

Iglesia de San Martín. Foto T.R.

Por supuesto, existen muchos otros cementerios de la Historia, pero el de Belchite, por el doble dramatismo de los testimonios existentes y de las ruinas que han quedado en pie, tiene una especial significación en un país como el nuestro, que gusta tanto de confrontarse en las polarizaciones convencidas de sus siempre verdaderas razones. Lejos de priorizar un bando frente al otro, las vicisitudes singulares de Belchite, pasando sucesivamente de unas manos a otras, más los desastres sufridos por personas que el azar dispuso a un lado o a otro de la contienda fratricida, convierten estas ruinas en un verdadero cementerio, más que en un memorial, un lugar que ha quedado como lugar de recogimiento, de oración para los creyentes y de meditación para los demás, sobre los dramas y los desastres fratricidas de las guerras. Cenizas de la exaltación convertidas en ruinas de las vanidades humanas.

Iglesia de San Agustín. Foto T.R.

Cuidado, las ruinas no solo interesan a los meditativos. Los cineastas que buscan decorados naturales para películas de misterio, drama, guerras civiles y lugares fantasmagóricos se vuelven locos por rodar en Belchite. La conocida película El Laberinto del Fauno, del gran Guillermo del Toro, se inicia precisamente en las ruinas de Belchite y muy en concreto de la Iglesia de San Martín. Lo mismo cabe decir de los publicistas para muchos de sus anuncios.

También los artistas quedan seducidos por esos paisajes desolados de casas caídas e iglesias que se quedan en puros arcos. El fotógrafo Gervasio Sánchez expuso grandes fotografías de las guerras yugoslavas insertas en puertas, ventanas y paredes del Pueblo Viejo, y cada año hay concursos de pintura y de fotografía que se hacen en ella.

De hecho, El Pueblo Viejo se ha convertido en la principal industria de Belchite, al atraer a tanta gente por uno u otro motivo, lo que tiene sus ventajas económicas para la actual población del Pueblo Nuevo, pero también sus peligros.

Iglesia de San Agustín. Foto T.R.

En efecto, si sigue el actual ritmo de deterioro de lo que queda en pie del Pueblo Viejo, pronto no habrá nada que visitar. Un peligro real que preocupa enormemente a los responsables municipales.

Sería necesario una gran inversión, no ya para restaurar -que sería lo deseable en algunos edificios- sino para apuntalar lo que se mantiene en pie. Hay que tener en cuenta que la mayoría de las construcciones son de adobe, salvo las iglesias y algunas casas que tienen partes en piedra.

La Ciudad Doble

Para nosotros, que nos dedicamos al oficio de los títeres y del teatro de figuras, descubrir una ciudad doble como es Belchite es algo que nos interesa y de algún modo no suena a conocido, por sus lejanas resonancias con esta dualidad ontológica que tienen los títeres, de ser objetos vivos y muertos a la vez. Nos encontramos aquí con una ciudad doble en un sentido estricto y real, pues cuando se habla de Pueblo Viejo y Nuevo, en realidad estamos hablando de Pueblo Vivo y Pueblo Muerto, una dualidad más dramática y grave, si cabe, pero que expresa una realidad irrefutable, pues lo que en una es todo vida, en la otra es todo muerte.

Entrada del Pueblo Viejo. Grupo de visitantes al fondo. Foto T.R.

De hecho, toda ciudad viva tiene su ciudad doble de los muertos, como son los cementerios donde residen los finados del lugar. En este caso, se trata de un cementerio que va más allá de las personas, a causa del simbolismo que revisten sus ruinas, más relacionadas con el colapso de las ideas y de los delirios humanos. De ahí que lo hayamos calificado de Cementerio de la Historia.

Una dualidad muy interesante y que en cierto modo se ha convertido en un motor simbólico que atrae a la gente y aporta muchos valores añadidos de todo tipo: económico, discursivo, filosófico, histórico, artístico…

Calle de San Ramón de Belchite, en el Pueblo Nuevo. Foto Joanbanjo, Wikipedia

Se comprueba una vez más cómo la paradoja de constituirse en una dualidad vida/muerte, que en el fondo es lo que subyace en la mayoría de las tradiciones populares (toros, Semana Santa, Carnavales, Fallas, …), es un motor simbólico que propicia entendimiento, fraternidad y prosperidad.

Desde este punto de vista, disponer de esta dramática dualidad entre Pueblo Nuevo y Pueblo Viejo, constituye para Belchite una enorme garantía para un futuro de prosperidad basado en la inteligencia, el saber y el cuidado de las bases más sustanciales de lo que llamamos civilización.

Con el agradecimiento a la Fundación de Turismo y al Ayuntamiento de Belchite, por su hospitalidad en la visita.