/El Autor y el Mundo. Foto Sergio Parra)
Se ha podido ver en el Teatro Romea de Barcelona, del 27 de febrero al 16 de marzo de 2025, la obra El Gran Teatro del Mundo, auto sacramental de Calderón de la Barca, a cargo de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, con dirección de Lluís Homar y dramaturgia de Xavier Albertí, Brenda Escobedo y Lluís Homar.
Lo que más ha sorprendido al público barcelonés ha sido cómo un auto sacramental del siglo XVII, escrita por un autor clásico del Siglo de Oro como Calderón de la Barca, que además de dramaturgo fue sacerdote, nos ha llegado a los escenarios con semejante frescura, casi como una obra rabiosamente contemporánea, que habla de temas actuales y a la vez futuros, y con un lenguaje de una rara belleza literaria impregnada de inteligencia, repleta de humor, de reflexión filosófica y de rabiosa actualidad, sin mentar ningún tópico de los que hoy estamos tan saturados (comunicación, Trump. Políticas de género, narcisismos autistas, etc).

Los recitantes. Foto Sergio Parra
Se lo debemos sin duda a los que han firmado la dirección y la dramaturgia, al amor que ha sentido siempre Lluís Homar por los clásicos españoles y mundiales, y a la tremenda experiencia dramatúrgica de Xavier Albertí en conjunción con Brenda Escobedo. Albertí firma también la música, ejecutada impecablemente en directo por el percusionista Pablo Sánchez. Y, por supuesto, ha sido esencial contar con un elenco de actores de una altísima categoría.
También me ha sorprendido ver a Toni Comas, más conocido como cantante, cumplir tan maravillosamente bien con el papel del Autor, un acierto y quizás un descubrimiento, al menos para mí y el público de Barcelona.
Actualidad del Auto Sacramental
¿Tiene sentido este enunciado? Estoy convencido de que sí. Por una razón importante: todos sus personajes son alegóricos, con lo que nos ahorramos la pesadez psicológica de los personajes actuales del teatro, metidos en esos bucles existenciales de la psicología urbana de la que no hay manera de salir. De ahí que los autos se acerquen tanto al teatro de marionetas, que también suelen tener personajes alegóricos la mayoría de las veces.

Foto Sergio Parra
Calderón sabía mucho de eso, y sus obras son magistrales lecciones de cómo hacer teatro sin las exhibiciones egóticas de nuestra época. El auto permite reflexionar sobre conceptos y realidades humanas que trascienden el emocionalismo individual, sin renunciar a él, claro, pues sabían situarlo más como elemento pictórico y anecdótico que sustancial. De ahí que sea muy a menudo objeto de burla y de sátira, como hacían los autos del Barroco o del mismo Gil Vicente.
Lo importante es esa maravilla de ver cómo hablan y discurren alegorías que personifican realidades conceptuales como el Mundo, Dios o el Autor, el Apuntador, el Tiempo, los Humanos cuando están todavía en un estado de indefinición: antes de nacer y después de morir. La Muerte, la Riqueza, la Realeza, la Belleza, la Mendicidad, la Ambición, el no-nato… Todos son susceptibles de hablar, reflexionar, bromear, elevarse a discusiones de altura, pero también a lo más prosaico y terrenal.

Foto Sergio Parra
Una época como la nuestra, que en principio debería sentirse muy cómoda con la codificación de los lenguajes y con la perspectiva abstracta y distanciada de las alegorías, vive, por el contrario, sometida al imperio de las emociones burdas y baratas, las que se mueven a ras del suelo, para así podernos manipular más fácilmente. De ahí el aire fresco y regenerador que nos trae un auto sacramental como este Gran Teatro del Mundo, donde prima la belleza del lenguaje y la inteligencia conceptual de lo que se dice.
Evidentemente, no es lo mismo representar un autor sacramental en tonos de solemnidad y hieratismo, o rebajado a estándares psicologistas, que acercarlo al espectador actual con la libertad y la ironía que la dirección y los dramaturgos le han sabido dar en la actual versión de la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Lo interesante de la propuesta es que, para acercarse al público de hoy, no se ha recurrido a modernidades baratas ni a dicciones pretendidamente contemporáneas, sino que hay un respeto máximo al texto, para que llegue bien al espectador, solo acompañado por una inteligente acentuación irónica y por pequeños guiños al público que actrices y actores han sabido poner desde la más absoluta naturalidad.

Foto: Pablo Lorente
Todos las actrices y actores brillan cada uno en su papel, como manda la obra, gozando de cada una de las palabras. Un importante rol tiene el Mundo, representado por Carlota Gaviño, dotada de un refinado desparpajo muy acorde con el personaje, que por su propia naturaleza tiene permiso para reírse de todos sus figurantes sin mostrar demasiada crueldad. Igualmente, el Autor ha sabido expresar una preciosa ambigüedad en su relación con cada uno de los roles otorgados a los recitantes. Una ambigüedad que de hecho se encuentra en todos los personajes, y que constituye el elemento irónico clave que mueve la obra por los derroteros de la inteligencia representativa.
Y qué acierto situar al Autor y a la Gracia en los pisos superiores del teatro, en lo que serían los palcos del Mundo, para ver bien la comedia y gozarla desde arriba, logrando que el público forme parte de ella, a modo de coro anónimo y silencioso, así como el efecto final de un gran espejo que acaba de juntar platea y escenario en lo que es el Gran Teatro del Mundo.
Por otra parte, es impecable la conjunción de luces y sonido percutivo ejecutada siempre en directo, en el despliegue dramático de los elementos desatados por el Mundo y por el Autor, y que constituye una parte fundamental de la escenografía de la obra.
Asistir a este memorable espectáculo entra en esta rara categoría de la Experiencia Teatral cuando esta se convierte en Vivencia catártica y distanciada, gracias a la riqueza del lenguaje,y que permite entrar en su percepción consciente. ¿Qué más podemos pedir al teatro?
Ficha técnica:
Autoría: Calderón de la Barca
Dramaturgia: Xavier Albertí, Brenda Escobedo y Lluís Homar
Dirección: Lluís Homar
Dirección musical: Xavier Albertí
Intérpretes:
Clara Altarriba – Pobre
Malena Casado – Niño
José Luis Verguizas – Rico
Antoni Comas – Autor
Carlota Gaviño – Mundo
Pilar Gómez – Labrador
Yolanda de la Hoz – Hermosura
Chupi Llorente – Ley de Gracia
Jorge Merino – Rey
Aisa Pérez – Discreción
Pablo Sánchez – Percusionista
Escenografía: Elisa Sanz
Vestuario: Deborah Macías
Iluminación: Pedro Yagüe
Movimiento: Pau Aran
Dirección de producción: Gisela Serrano
Dirección técnica: Fernando Cuadrado
Ayudantía de dirección: Óscar Valsecchi
Ayudantía de escenografía: Sofia Skantz
Ayudantía de vestuario: Victoria Carro
Ayudantía de iluminación: Paloma Cavilla
Jefes técnicos del teatro: Sergi Lobaco y Raúl Martínez
Construcción de la escenografía: Mambo Decorados S.L.
Confección del vestuario: CRIN Escénica / Maribel Rodríguez
Márquetin y comunicación de la compañía: Javier Díez Ena
Márquetin y comunicación del teatro: Teatre Romea
Reportaje fotográfico: Sergio Parra
Colaboradores: Festival Internacional de teatro Clásico de Almagro
Es una producción de la Compañía Nacional de Teatro Clásico