(Ruben Dario Salazar del Teatro de Las Estaciones – Cuba. Foto compañía)
(Texto de la Conferencia leída en la Casa de los Títeres de Abizanda–Huesca, antes de la pandemia, durante un encuentro de la asociación TEVEO*)
Como decía mi respetado y admirado maestro Emilio Lledó, el ser humano es memoria y lenguaje. Recuerdo y palabra. Por eso hoy, en este hermoso lugar del Pirineo aragonés en La Casa de los Títeres, he decidido leer mis reflexiones, hacerme presente en el escenario con la palabra leída, antes escrita, primero pensada. Porque pensar es esa capacidad humana que nos permite ser críticos y definirnos como sapiens. Que sirvan estas palabras de homenaje sentido a D. Emilio Lledó.
Mi pretensión hoy es abrir un debate sobre los modelos actuales de consumo cultural; intentaré reflexionar sobre la cultura como derecho y la cultura como recurso, hablaré de herramientas útiles para analizar las políticas culturales y su repercusión entre los ciudadanos destinatarios de esas políticas considerados audiencias y procurare profundizar en la idea de la educación de los niños y niñas como proceso de formación y no como consumo.

‘Caín’, de Saramago. Teatro Arbolé. Dirección de Iñaki Juárez. Foto de Iñigo Royo
Mi intención es intentar contestar a la pregunta ¿quién puede y debe prescribir del teatro para público infantil en el S.XXI? Entramos en temas resbaladizos que unen Educación y Cultura y nos planteamos el tema de la utilización del tiempo libre como ocio y no como negocio, en esa convivencia perversa que nos rodea. Como decía Dylan: los tiempos están cambiando y la respuesta está en el viento.
Muchos temas que pasan constantemente de refilón en el devenir de nuestro oficio, muchos temas a los que realmente dedicamos poco tiempo y mucho menos esfuerzo, porque los consideramos ausencias o elementos de Perogrullo y nada más lejos de la realidad. Pensar y analizar estas problemáticas en el S.XXI es parte de nuestro oficio y difícilmente avanzaremos sino damos rienda suelta al pensamiento que nos provocan las preguntas.
Las intención de estas reflexiones es muy ambiciosa, pero a la vez creo humildemente, que surgen de la necesidad de tener un cuerpo teórico para defender nuestra actividad más allá del hecho artístico, y confieso que no soy ni equidistante ni indiferente al valor artístico, pero necesito tener un cuerpo teórico para reivindicar las propuestas que realizamos en el mundo de las Artes Escénicas para niños y niñas, necesito reforzar el planteamiento teórico que sustenta mi labor en este sector de las Artes Escénicas. Tener discurso teórico y ético y trasladar ese discurso al escenario. Ética y estética.
Ya sé que hoy en día, la sabiduría goza de escaso aprecio social, por eso la reivindico; la sabiduría es una habilidad que se desarrolla con la aplicación de la inteligencia en la experiencia, obteniendo conclusiones que nos dan un mayor entendimiento y que a su vez nos capacitan para reflexionar, sacando conclusiones que nos permiten el discernimiento de la verdad, de lo bueno y lo malo. Quiero añadir que la sabiduría, a veces, viene unida a la enfermedad ordinaria de la vejez. La sabiduría de los viejos maestros.
Ya sé que la filosofía moderna ha abandonado más o menos la metáfora de la profundidad. Preferimos decir que todo está en la superficie, y si existe profundidad la tienes que hacer subir a la superficie como si fuera superficial.
¡Atención con la reflexión sobre lo superficial en relación con los contenidos que contamos! ¡Pensemos!
Vivimos momentos donde parece que el pensar, el pensar de verdad, se ha vuelto una excentricidad. Seamos hoy, unos excéntricos en busca de respuestas.
Pero volvamos al principio, como decía antes, os propongo cuatro temas para reflexionar: Los hábitos culturales cambiantes, la cultura como derecho versus cultura como recurso, las políticas culturales y el tema de Educación y cultura.

Marionetas de ‘Caín de Saramago’, con la figura de José Saramago en primer plano). Dirección de Iñaki Juárez. Teatro Arbolé. Foto compañía
Intentemos subir la piedra hasta la cima de la montaña y esta vez no la dejemos caer, superemos la condena que nos impusieron los dioses, que esta vez, no caiga la piedra con Sisifo rodando detrás. Nosotros no somos los que enfurecieron a los dioses.
Los hábitos culturales.
Asistimos, perplejos, las más de las veces, a un cambio de modelo social, la fusión de la biotecnología y la info tecnología nos enfrenta al mayor desafío que la humanidad ha conocido, un mundo donde apenas podemos comprender las nuevas tecnologías y mucho menos regular su potencial explosivo. Vivimos con una sensación de desorientación y de fatalidad inminente. Todo va a suceder sin que podamos hacer nada. Mientras la desigualdad aumenta la cultura digital se impone.
Esta situación enloquecida ha producido un cambio en el modelo de ocio y en el uso del tiempo libre que ha repercutido negativamente en los hábitos culturales de los ciudadanos. No hay ninguna duda. La inquietud por aprender, que caracteriza al sapiens, se desmorona, la curiosidad se pierde.

Imagen de El Público, de Federico García Lorca. Dirección de Marta Pazos. Producción de Comedia Nacional de Montevideo. Teatre Lliure. Foto de Carlos Dossena
Si a esto unimos el aumento de la desigualdad, que genera una mayor dificultad para universalizar el acceso a los bienes culturales, asistimos a un panorama en el sector cultural desolador. Por más que queramos esconder la realidad estamos en una situación con un difícil futuro. Malos tiempos para la lírica
El ocio, entendido como un recurso para aumentar la calidad de vida, así lo creímos hasta ahora, se ha convertido en un producto de consumo. Para Aristóteles el ocio era el principio de todas las cosas, en cuanto que sirve para conseguir el fin supremo del hombre, que es la felicidad. El ocio implica una actitud de no hacer, el ocio esta relacionado con la percepción que tenemos como sapiens de la sociedad. Pero hoy en el S.XXI esto ha cambiado, el ocio es negocio no es un derecho conquistado es una parte fundamental del mercado. Os recuerdo que nosotros como artistas somos parte de ese ocio. Da que pensar.
La educación del ocio es un tema que nos afecta a todos/as pero del que no tenemos costumbre de reflexionar. Todos sabemos de la importancia del ocio en el desarrollo personal. Acceso masivo al tiempo libre y por lo tanto el ocio era una de las premisas de la sociedad del bienestar. ¿Qué es hoy el ocio?

‘Perdidas por el teatro’ KINSER PRODUCCIONES dramaturgia de Esteban Villarrocha. Foto compañía
Ocio, negocio, entretenimiento. Estamos en plena revolución tecnológica y biológica, donde la inteligencia artificial predice nuevos modelos de empleo y donde el sapiens ya no es consumidor, es el producto. Los datos son más importantes que los productos. El negocio esta en controlar los datos, en dirigir el ocio del sapiens. Ahora es parte del PIB. ¿Dónde queda la cultura?
Este paradigma actual produce que dejemos de considerar el ocio como un derecho. Si en la época de la revolución industrial se perseguía como una conquista el tiempo libre de trabajo, hoy el tiempo libre es parte de la cadena de manipulación y control.
¿Qué ha generado este cambio de modelo social y cambio de hábitos culturales?
Fundamentalmente una caída de asistencia a los actos culturales de relevancia y una pérdida de valor de nuestros productos escénicos. Una caída en el prestigio del conocimiento y un desprecio de la sabiduría. Por mercantilizar se ha mercantilizado hasta la propiedad intelectual.
La cultura como derecho versus recurso
En estos últimos tiempos hemos oído hablar, en exceso, de la cultura del común, en otro tiempo, no tan lejano lo llamamos Kontra Kultura, con K.

‘Perdidas por el teatro’ KINSER PRODUCCIONES dramaturgia de Esteban Villarrocha. Foto compañía
Respondía a una reivindicación frente a la cultura dominante y no a un hábito o modelo de gestión. Fue una postura política. Con el engañoso discurso, tras la caída del muro de Berlín, del fin de la historia se intentó hacernos creer que todo lo regulaba el mercado, el individuo por encima del común. La desigualdad no era problema, el afán por las utopías igualitarias desaparecía. Los modelos se diversificaban y la sociedad del bienestar dejaba de ser prioridad. Era el fin de la Historia y el triunfo del discurso liberal.
Hoy soy conscientes que hay dos modelos culturales, pretendidamente enfrentados, aunque creo que deben ser complementarios y necesarios, que definen la filosofía de las políticas culturales a desarrollar e implantar desde las administraciones públicas: La Cultura entendida como un derecho y la Cultura entendida como un recurso. Dos maneras de afrontar y contemplar el derecho de acceso universal a la Cultura que garantiza la Constitución. Dos maneras que no deberían ser incompatibles; aunque se han manifestado claramente como posturas contradictorias y algunas veces enfrentadas en el diseño y la acción de la política cultural reciente.
Este desencanto pone de manifiesto la insignificancia del sector económico cultural. Esto nos indica que no hay diagnostico, no hay estrategia y no tenemos táctica, no existen políticas culturales y las existentes no lo son, tan solo son plantillas de actos y eventos pretendidamente culturales por no decir esa palabra horrenda: populares. Mucho ruido y pocas nueces. Por no hablar de la poca práctica que tenemos en el elemento fundamental para el funcionamiento de estas políticas, que es la participación libre y sin mochilas de los ciudadanos. Participar es hacer preguntas y buscar respuestas, es pensar a largo, medio y corto plazo, es tratar del común y no de lo privado. Aprender a participar es aprender a hacer política. Aprender a participar es una asignatura pendiente en democracia que se traslada en la reivindicación de una verdadera educación cívica tan necesaria en nuestras escuelas e institutos, por no hablar de las instituciones políticas hoy tan degradadas. Ahora bien, tengo que decir que la transparencia siempre ayuda a la participación y algo vamos avanzando.

Globe Story de ‘EL PERRO AZUL’. Foto compañía
Si somos realistas jamás hemos intentado hacer un diagnostico de la situación del sector cultural, de la situación de las audiencias y los usuarios de la cultura, de la economía y la dependencia del sector, etc. siempre hubo y hay un falso glamour, muy de provincias, y un exceso de decisiones subjetivas en busca de clientelismos banales. Nos quedamos en frases como el talento local, la identidad cultural, etc. Llenamos de actividades de ocio los espacios ciudadanos sin concebir lo cultural como herramienta de cambio social, la actividad artística tan solo se concibe como ocupación del tiempo libre, cuando no es peor y se asocia al consumo de alcohol, no hay concierto sin barra para beber. Nadie responde a la premisa inicial: ¿Qué es ocio y que es cultura? ¿qué es folklore y tradición? etc.
La cultura tiene un componente inseparable de su esencia, forma ciudadanos que hacen ciudad, articula territorio y crea comunidad, ciudadanos que se gobiernan y que tratan de alcanzar el bien común y la felicidad. La cultura está unida a la idea de progreso y por lo tanto a las utopías igualitarias del S.XIX.
Políticas culturales
¡No seas estúpido! ¡Es la cultura! ¡No es la economía!
Si, es verdad, que durante estos últimos años un débil, pero activo, sector económico de la cultura generó estructuras de trabajo estable que sobrevivieron a los cambios políticos auto explotándose y subsistiendo en la cuerda floja, las finanzas poéticas: somos artistas del hambre como en la narración de Kafka. Una vez más esas estructuras de trabajo con mejor o peor fortuna, dependen de su posicionamiento ideológico frente a las instituciones para subsistir. Su excesiva dependencia del presupuesto público convierte al sector en un cliente en vez de un recurso y un elemento a favor de la creación dirigida. Salir de este error es fundamental, somos trabajadores de la cultura que intentan construir un mundo mejor.
Sería pues el momento de que las élites políticas empezaran a entender la importancia de la Cultura para el desarrollo de una sociedad más libre, más igualitaria y más fraterna y sus intenciones con respecto a la Cultura quedaran bien reflejadas en sus intenciones políticas y sus programas electorales. ¡No seas estúpido!, ¡Es la cultura!, ¡No es la economía!

TEATRO ARBOLÉ antes de comenzar una representación. Foto compañía
Una política cultural debe tener un recorrido a largo plazo que responda a un consenso-disenso social reflejo de la realidad, que marque un futuro posible que consolide y convierta la cultura en un bien de uso de primera necesidad, una parte de la bolsa de la compra. Necesitamos un pacto por la cultura que acurde una sociedad diversa y equidistante. Amplio, pero claro y que garantice el derecho universal del sapiens a los bienes culturales.
Partiendo de la realidad que vivimos hay dos parámetros fundamentales: Cómo usar los recursos disponibles y con que objetivos y finalidades. Evidentemente el destinatario de la acción de gobierno no puede ser otro que los ciudadanos. Sabiendo que los índices de ocupación de los teatros, cines, salas de conciertos, museos y las ventas de libros están en niveles muy bajos (por no hablar de índices de lectura), más del 40 % de los ciudadanos españoles declaran no leer jamás un libro, el 30 % no va a conciertos ni al teatro jamás, el cine esta en caída libre, etc., entonces, qué hacer para llegar a estos ciudadanos, los públicos existentes y sobre todo los no públicos, los que jamás consumen cultura. Debemos utilizar al sector económico cultural que produce, exhibe y vende cultura ó convertir la administración pública en productor de bienes culturales de uso. Este es un debate necesario y clarificador que supone, según la vía que se decida, entender la cultura como derecho o como recurso. Tal vez habrá que unir ambos conceptos y facilitar desde la administración la existencia de un sector económico que entiende la cultura como servicio público y como herramienta de acción educativa. Las respuestas son la base ideológica a la acción de gobierno y definen las políticas culturales.
Los públicos existentes y los no públicos inexistentes son los únicos destinatarios del quehacer cultural y sus diferentes manifestaciones y lenguajes artísticos. Para alcanzar esas audiencias no queda otro remedio que asimilar y trabajar en una política cultural que recoja los conceptos derecho y recurso, previamente es necesaria una labor de definición: ¿Qué es cultura?, ¿qué son las políticas culturales y a quién están destinadas?, ¿qué priorizamos, el patrimonio material o el inmaterial, la creación o la conservación, ambos y en que grado?, ¿cómo unimos educación y cultura? Sin caer en políticas de dirigismo cultural, debemos facilitar a los creadores y a los productores de bienes culturales la difusión de sus productos. ¿Cómo?, ¿cuáles deben ser los mecanismos de ayuda y como controlarlos y fiscalizarlos? Muchas preguntas y pocas respuestas las que llevamos acumulando en estos años y además, se une, que hoy, reitero, Los tiempos están cambiando.
Las administraciones en los comienzos de la transición generaron sistemas de ayudas públicas, las llamadas subvenciones, sistemas que en un comienzo permitieron subsistir a un sector muy politizado que luchaba contra una cultura basada en productos mediáticos y comerciales.

‘La Biblioteca Imaginaria’ de TEATRO ARBOLÉ. Foto compañía
El sistema de ayudas públicas de libre concurrencia no ha cambiado sustancialmente en estos años. El Gobierno de España y las Comunidades Autónomas, una vez que consiguieron las competencias en materia cultural, generaron convocatorias anuales de ayudas a la creación, a la difusión y la exhibición de bienes culturales, con mayor o mejor fortuna, este sistema, muy criticado por algunos sectores de la producción y creación, ha sido el mecanismo único. Con el tiempo algunos Ayuntamientos, desde el poder local, generaron sistemas de libre concurrencia para desarrollar y fomentar bienes culturales, estos son fruto de la lucha política entre partidos más que planteamientos a favor del sector cultural.
Después de tantos años muchas son las voces que solicitan una reflexión sobre este sistema burocrático que como decía mi paisano Goya ha generado monstruos, aunque a veces, también unicornios. No todo ha sido un despropósito, pero necesita de reflexión, resultados y definición. Debemos volver a tramitar Unicornios y dejarse de crear monstruos.
La pregunta es: ¿estos sistemas de ayudas han permitido consolidar un sector económico de la cultura?, ¿han permitido a los creadores desarrollar su labor en condiciones materiales justas y equitativas con su actividad creadora?, ¿su fiscalización ha sido suficiente o se ha burocratizado?, ¿son pequeñas intervenciones a corto plazo siempre sujetas a la situación presupuestaria?, ¿permiten la continuidad en el tiempo de los proyectos culturales?, ¿la sociedad civil es participe y en que medida acepta y defiende estas medidas en política cultural?.
Todas estas preguntas, si queremos contestarlas sin acritud, implican un posicionamiento sobre la política cultura como recurso y la cultura como derecho, en ese vaivén nos movemos siempre a la hora de elaborar una política cultural, que por un lado debe permitir el desarrollo creativo de todos y todas, y por otro permita la consolidación de un sector económico de la cultura ajeno a lo público, que sirva de motor de la creación artística en todas sus facetas. Cada vez tengo más claro la necesidad de un Pacto por la Cultura que la aleje del devenir político ideológico cambiante.
Existen modelos, existen prácticas, hay que analizarlas y aplicarlas; programas contrato, modelos de responsabilidad social entre lo público y lo privado, procesos de aumento de audiencia, planes a favor de la lectura, programas didácticos necesarios; concebir la cultura solamente como identidad es perder su valor como elemento universal de convivencia. Lo identitario es importante pero no esencial. La identidad al igual que las tradiciones se fabrican, se cambia, se transforma, las inventa el sapiens y al igual que la inventa las trasforma, cambia y las usa con intereses ideológicos.
En el debate, para mi muy relacionado con el discurso anterior, habrá que introducir un elemento para filosofar, pero de gran importancia en la definición de la política cultural. Reitero que filosofar es hacerse preguntas, no contestarlas. Es el tema de si el conocimiento lo convertimos en propiedad y lo mercantilizamos o el conocimiento es propiedad del común. El tema de la propiedad intelectual que ha sido vilipendiado y mal utilizado por las agencias de gestión de derechos de autor, es un tema recurrente y que define los pasos a seguir en el desarrollo del bienestar cultural de una sociedad.
¿El conocimiento es una propiedad de uso mercantil?. ¿No será, el conocimiento, fruto del sistema educativo, del devenir histórico y de la formación que desarrollan las universidades, escuelas e institutos, el hueso de lo común? Analizar el uso del conocimiento como mercancía o como riqueza en común. ¡Ustedes sabrán contestar a estas preguntas!
La Educación y la cultura
Es innegable la relación entre Educación y Cultura. ¿alguien lo niega? Yo soy de los que piensa que la educación es el comienzo de la cultura y la cultura la continuación de la educación, sin esta premisa se me haría muy difícil avanzar y realizarme personalmente en el desarrollo de mi labor a favor del Teatro para niños y niñas.
Si hacemos un viaje al pasado veremos como el movimiento de renovación pedagógica de finales de los años 70 del S.XX fue el comienzo de una nueva manera de ver nuestro oficio. La escuela se acercaba al teatro y el teatro se convertía en arma pedagógica sin maniqueísmo, el teatro buscaba al espectador más joven y en pleno proceso de formación. Lo lúdico y lo educativo se daban la mano y el juego se hacía presente en el aula. Los comienzos fueron muy autodidactas y la aparición de los Ayuntamientos democráticos, tras cuarenta años de dictadura, dieron aires nuevos a un oficio que había caído en el maniqueísmo y la propaganda.

Teatro de La Casa de los títeres de Abizanda TITIRITEROS DE BINEFAR. Foto compañía
Educar es cultivar el espíritu y tenemos una enorme responsabilidad, mostrar nuestro trabajo al espectador más sensible, el niño y niña en proceso de formación, nos obliga a reflexionar no solo sobre lo estético, también sobre lo ético.
Como decía al principio siendo excéntricos llegamos a Teveo, siendo excéntricos continuamos en el camino en favor del acceso universal a la cultura, siendo excéntricos desarrollamos nuestra labor junto con las escuelas. El pensamiento progresista siempre ha identificado la educación como la condición necesaria, no suficiente, para la liberación de las personas y de la colectividad que forma la ciudadanía de este país.
¿Pero como seguir interactuando con estas audiencias?
Habrá que seguir Ayudando a los equipos especializados en Artes Escénicas e Infancia a adaptarse a nuevos métodos innovadores de interactuar con el público, con el fin de: ¡CONSERVARLO!, ¡CONTRUIR NUEVAS AUDIENCIAS!
¡DIVERSIFICARLO! y MEJORAR SU VÍNCULO CON LA CIUDADANIA,
Intentando con nuestra labor diseñar un prototipo innovador de alfabetización cultural y escénica dirigida a la población entre 3 y 18 años que posibilite el pasaje de lo efímero de la reproducción a la huella significativa de la experiencia artística.

Teatro de La Casa de los títeres de Abizanda TITIRITEROS DE BINEFAR. Foto compañía
Difundir el conocimiento e implementar a nivel nacional un programa de alfabetización escénica de las audiencias infantiles y juveniles. No es tarea fácil, pero si necesaria.
Debemos cambiar la fotografía de conjunto que nos da una imagen de país embrutecido o carente de los recursos intelectuales sobre los que se edifica el pensamiento con capacidad crítica suficiente como para no dejarse engatusar por las veleidades de cada momento.
Esto lo ha entendido perfectamente el pensamiento progresista en nuestra historia y ha sido tradicionalmente un campo de batalla en que han pugnado desde Jovellanos hasta Maravall pasando por Giner de los Ríos y la Institución Libre de Enseñanza. El sueño excéntrico por hacer posible las utopías igualitarias.
Pero entonces y para terminar, como resumen a estos pensamientos, reflexiones, acabamos con la pregunta del millón: cual es la utilidad de la cultura en esta sociedad descontrolada.
Cada vez más, abogo porque la sociedad retome el importante papel que los intelectuales deben jugar en ella, y recuperar la función perdida en estos años de espectáculo, provocando así espacios para el pensamiento y la reflexión que huyan de las frases hechas y de los discursos maniqueos.
En estos tiempos, esta es responsabilidad y tarea de los verdaderos creadores, el artista, pienso humildemente, debe ser un hombre rebelde y comprometido con el porvenir de la humanidad, como decía Albert Camus, mientras el revolucionario sólo quiere transformar el mundo, el hombre rebelde quiere cambiar la vida. En este intento por cambiar la vida la intervención de los intelectuales será la crítica constante y la duda permanente en los destinos de los hombres. Más allá de la política como oficio, las ideas deben ser motor de un mundo mejor, más igualitario y más culto.
Esta reflexión la provoca el observar como la respuestas de las gentes de la Cultura a la crisis actual son consecuencia de la falta de un pensamiento crítico, de debate real, de confrontación de ideas, lo único que proponen es continuar con la desmesura y el orgullo de estar convencido que todo es posible; se pretende volver a modelos viejos que no son los de una sociedad del bienestar, todavía estamos con tiempo de rectificar en bien de políticas culturales solidarias y ajustadas al pensamiento del hombre rebelde.
Vienen a mi memoria algunas ideas básicas que tenemos que recobrar: Inculto quiere decir no cultivado. Para que brote la cultura, que es el alegre fruto de la vida, el terreno ha de ser fértil, abonado por los elementos espirituales básicos: la curiosidad y el ansia de conocimiento, que vienen a ser la misma cosa.
Hoy tenemos una tierra yerma, endurecida y apisonada, fruto de políticas de ciencia ficción, que, junto al cinismo impostado, la falta de humor y la gentileza han creado un desinterés ostentoso. En esto la Educación es barrera necesaria y fundamental.
El trabajo de los creadores consiste en ofrecer entusiasmo, en avivar la curiosidad.
Otra idea unida a lo anterior, creo necesario que la primera tarea en una sociedad civilizada donde se cultiva el arte, es preguntarse si todo lo que pretende ser arte lo es verdaderamente, y si, como se presupone en nuestra sociedad, todo lo que es arte resulta bueno por serlo y digno de los sacrificios que entraña.
El problema es tan interesante para los artistas como para el público, pues se trata de saber si lo que aquellos hacen, tiene la importancia que se cree, o si simplemente los prejuicios del medio en que viven les hacen creer que su labor es meritoria. También debe averiguarse, si lo que toman a los otros hombres, el público, para las necesidades de su arte, como para las de su vida personal, se halla compensado por el valor de lo que producen.
Tarea fundamental es averiguar cual es ese arte considerado cosa tan preciosa e indispensable para la humanidad. Difícil cuestión, pero sigamos pensando, quizás podamos encontrar respuesta.
La cuestión de la inutilidad de la cultura, como la de la inutilidad de la felicidad o de la esperanza, es una paradoja cargada de ironía y de sarcasmo. Pero quizás esta sea una de las ideas iniciales para realizar un buen discurso:
¿Cuál es el papel y la utilidad de la Cultura y del artista en la sociedad?
Las gentes de la cultura cuando ejercemos nuestro oficio adquirimos un compromiso con el presente, con lo singular, con quienes nos rodeaban: con el hombre que vive y sufre, con el pobre, con el que padece injusticia, un compromiso que se extiende a todos los actos de una vida, a las alegrías y a las tristezas, y también a las miserias y su desgracia, un compromiso que sólo puede nacer de una persona absolutamente integra. Esta es la verdadera vocación del artista, huir del glamour y del efecto.

‘Un rastro en las estrellas’ Teatro de Las Estaciones – Cuba
En mi caso creo que el teatro es el lugar donde somos capaces de mirarnos con la distancia suficiente para explicarnos como seres humanos; el oficio nos obliga a ponernos en el lugar del otro. El teatro es el espacio del diálogo por excelencia, donde nos reconocemos socialmente, y hoy en día más que nunca, frente a explicaciones apresuradas, es el lugar que propicia una panorámica sobre el comportamiento individual y social, el lugar donde se hace más compleja la mirada y por tanto donde surgen preguntas renovadas sobre nuestra propia condición, y las contradicciones que habitamos. Es el lugar por excelencia del conocimiento colectivo, a través de una praxis lúdica, festiva y profundamente democrática. Es la renovación del ágora.
Debemos volver a la militancia cultural, a la educación y al saber como formas de prestigio social, más allá de lo que representamos como industria.
La realidad es que actualmente nos encontramos con que la revolución tecnológica ha traído otros elementos de ocio y entretenimiento a la sociedad, con los que nos vemos obligados a competir. Competimos por la atención y el tiempo libre de los ciudadanos, no por el hecho cultural, triste devenir que unido al recorte presupuestario impuesto por la economía esta ahogando y haciendo prescindible nuestro trabajo. Habrá que repensar estas políticas de recortes y salvar los muebles más imprescindibles.
Sabemos que son tiempos de esfuerzo y desasosiego, de demandas y cambios, tiempos para alejarnos de los lugares comunes, volver a la cultura con mayúsculas y huir del concepto tiempo de ocio y para volver a reflexionar y pensar para construir un mundo mejor.
Espero no haberles aburrido con mis reflexiones excéntricas fruto debo decir de un largo camino por este sector de las artes escénicas.
Salud y gracias.
Y ahora atención, atención que comienza la función.
*La asociación TE VEO DE ARTES ESCÉNICAS PARA LA INFANCIA Y LA JUVENTUD, creada en 1996 y formada por compañías de todo el Estado, nació con el objetivo de crear un marco de referencia en el que los profesionales del teatro para niños/as y jóvenes pudieran elaborar preguntas y respuestas que sirvieran para poner en marcha proyectos orientados al desarrollo del sector y que permitieran promover acciones de mejora en la creación, producción y distribución.