Se pre-estrenó este pasado 12 de septiembre la ópera infantil para títeres, coro de niños, solistas y pequeña formación instrumental ‘El Gigante de Altzo’, con música de David Azurza  a partir de un libreto de Koldo Izagirre, y marionetas y escenografía de Néstor Basterretxea. La puesta en escena corre a cargo del mexicano Emmanuel Márquez Peralta. La ópera está basada en el canto coral y la narrativa oral vasca, con marionetas y aportaciones plásticas y escénicas contemporáneas.

El Gigante de Altzo

Antecedentes

El primer paso del proyecto fue la publicación de un disco compacto de la ópera, que se ofreció el 4 de Enero de 2013 en versión concierto, en el Museo San Telmo. En enero de 2014 se inició la preproducción de la obra y, en particular, la construcción de las marionetas. Su estreno está previsto el 26 de septiembre Charleville-Mézière, el festival de títeres más conocido a nivel europeo.

Puesta en escena

De esta obra se realizarán dos montajes: uno en Tolosa, en versiones de euskera y castellano que se representará en Europa, y otro en Ciudad de México, que hará temporada en el Teatro Isabela Corona y girará por países latinoamericanos. Ambas puestas en escena serán autónomas y contarán con elencos propios. Los titiriteros y los solistas que llevan el peso de la puesta en escena serán fijos, pero el coro infantil de la localidad en la que se representa la ópera participará en el montaje, al igual que el conjunto de instrumentistas.

El Gigante de Altzo

El Gigante de Altzo

La obra toma como punto de partida e hilo narrativo la vida y andanzas del mítico personaje guipuzcoano Migel Joakin Eleizegi Arteaga (1818 – 1861), conocido como el Gigante de Altzo.

Fue muy popular en su época; se le exhibió por media Europa, siendo recibido entre otros por la Reina Isabel II de España, Luis Felipe I de Francia o la Reina Victoria de Inglaterra. No extrañará que en un mundo hecho a la medida de la gente normal, Migel Joakin se sintiese incómodo, más aún cuando él solo ansiaba una vida tranquila. Cuando se arrodillaba para confesarse el cura debía ponerse de pie con el fin de acortar distancias; al ir a vender leña a la vecina Tolosa, su busto sobresalía tanto del carro que todos se quedaban mirando su imponente figura.

La soledad, el respeto al diferente, su no explotación, el amor por la naturaleza, la inocencia, la nobleza, la bondad, son sentimientos que surgen de la poesía y la música con la que se ha tratado la vida de este personaje diferente, pero de una gran humanidad.

Enclavado en el corazón de Gipuzkoa, a 35 kilómetros de San Sebastián y 6 de Tolosa, Altzo es un pueblo rodeado de altas montañas y frondosos bosques, salpicado de caseríos con sus tierras de cultivo y limpios arroyos que descienden entre sus montes. Quienes le conocieron resaltaban su carácter afable y bonachón, pero también la tristeza que emanaba de él, y sobre todo, su soledad. En algunos de sus escritos llegó a autocalificarse como “engendro de la naturaleza”.

El Gigante de Altzo

Allí, el 10 de julio de 1818 nació el gigante, en el caserío Ipintza Zarra, lo que se podría traducir como “mimbral viejo”, ya que allí se cultivaban extensos mimbrales. Migel Joakin Eleizegi Arteaga fue el cuarto de nueve hermanos y poco se sabe de su infancia excepto que, con 10 años de edad, quedó huérfano de madre. Físicamente era un hombre barbilampiño, delgado y proporcionado, cuando lo habitual en personas tan altas es presentar extremidades desproporcionadas e incluso deformidades. Era muy trabajador y decían que tenía mucha maña para arreglar aperos de labranza, construir cestos y levantar muros separadores de lindes.

Hasta su juventud vivió una época de absoluta normalidad: trabajo en el campo, partidos de pelota y misa los domingos, algo obligado en una sociedad tan religiosa como la vasca.

Después de su muerte su recuerdo ha perdurado en el País Vasco, donde su pueblo natal aparece siempre asociado a la figura del “Gigante”. Murió el 20 de noviembre de 1861 a los 43 años; fue enterrado en el cementerio de Atzo, pero el esqueleto del Gigante fue robado y se cree que se encuentra en algún museo de Inglaterra.

Ostenta el récord de altura de España, seguido de Agustín Luengo Capilla (1826-1854), nacido en Puebla de Alcocer (Extremadura) también aquejado de gigantismo, que llego a medir 2,35 m. Llegó a medir 2,42 y pesar 203 kilos. Su envergadura también era descomunal, ya que alcanzaba igualmente 2,42 metros desde el extremo de una mano a la otra con los brazos en cruz y sus pies medían, ni más ni menos, que 52 cm.

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