Se acabó la 27ª edición de la Fira de Titelles de Lleida con unos balances muy positivos. Hablaremos más adelante cuando comentemos los datos y los hechos ocurridos en el Espacio PRO. Mientras tanto, seguimos en este artículo hablando de algunos de los espectáculos vistos: Antón Retaco, de Los Titiriteros de Binéfar; Tria Fata de la compañía La Pendue; El pequeño piano, del Centro de Títeres de Lleida; y el CorroC, de Escarlata Circus. Faltará todavía un tercer artículo dedicado a espectáculos que publicaremos en breve.
Antón Retaco, de los Titiriteros de Binéfar.
La compañía que dirige Paco Paricio y Pilar Amorós no para de plantearse retos que se concretan con nuevas propuestas de espectáculo. El último ha sido la adaptación del libro para niños Antón Retaco, obra de esta gran escritora que fue María Luisa Gefaell (1918-1978), autora del libro Las hadas de Villaviciosa de Odón (1953), considerado como una de las obras de referencia de la literatura infantil española.
Antón Retaco tiene la gran virtud de que se centra precisamente en la vida de una compañía de artistas ambulantes, vista a través de la mirada tierna y amable de Antón, un niño enano. Un tema que parece pensado expresamente para los Titiriteros de Binéfar, que siempre han defendido y se han comprometido intensamente con el trabajo de los titiriteros que recorren en carro la geografía del país, carro que ahora ha sido sustituido por las furgonetas, claro.
Paco Paricio, que interpreta la obra junto al músico Roberto Aquilué (Quiri), ha planteado el espectáculo en la línea en que se mueve en los últimos tiempos: un respeto estricto por el texto, con la intención de recrearse y disfrutar de la riqueza del lenguaje popular, siempre acompañado por la música y las canciones. Un disfrute que se transmite al público, extasiado al sentir expresiones, palabras y formas populares de exquisita riqueza y factura que normalmente no se utilizan en el contexto de la vida urbana de hoy en día. En este sentido, cada espectáculo de Paco Paricio es un verdadero ejercicio de recuperación del lenguaje popular, como ya hizo con la anterior obra que le vi, En Boca del Lobo, un hilamento insólito de cuentos, canciones, refranes, dichos y adivinanzas que Paco ha cosido en una orfebrería teatral de la más pura tradición popular.
Con Antón Retaco se consigue el mismo efecto, aunque basado en la riqueza literaria del texto de María Luisa Gefaell. La adaptación que ha hecho Paco para marionetas es modélica, con un retablo abierto que muestra toda su tramoya y unos títeres que parecen salidos de un baúl de juguetes antiguos. En cuanto a la música, se integra plenamente en la obra, ya que los instrumentos que utiliza Quiri son la mayoría también de extracción popular y de una riqueza visual que liga con los juguetes y los objetos que cuelgan del retablo, de modo que casi se puede hablar de una interpretación musical hecha a base de objetos sonoros, creandio una íntima unidad orgánica entre títeres y sonido.
Realmente, hay que decir que Paco Paricio se encuentra en el momento más dulce de su carrera artística, con un despliegue de facultades y una riqueza en la manipulación, la dicción y el lenguaje que constituye, creo, un caso único de madurez titiritera. El público siguió la obra entregado, en respuesta a la entrega de los artistas en el escenario, en una representación de estreno memorable. Una obra que tendrá un largo recorrido.
Tria Fata de la compañía La Pendue.
Este espectáculo, que ha recibido los dos premios más importantes de la Feria, como son el del mejor espectáculo y el otorgado por los Festivales Internacionales, realmente entusiasmó al público en la presentación que hicieron en la sala pequeña del Teatre Escorxador. Conocemos bien a La Pendue, que con su Polidégaine maravilló al público europeo al mostrar una manera nueva de tratar la tradición polichinesca de guante. Siempre es difícil, cuando se parte de un espectáculo de éxito como fue su Polichinelle, presentar uno nuevo manteniendo una altura similar. La Pendue lo ha conseguido con creces, profundizando en la misma temática, pero yendo a la esencia del arte de los títeres, sin perder la frescura y el virtuosismo de la manipulación, y apostando por uno de los personajes claves de la tradición europea de títeres: la Muerte.
Trabajo solista de Estelle Charlier, con el acompañamiento musical de Martin Kaspar Läuchli y dirección de escena de Romuald Collinet, la obra se centra en los últimos minutos de la vida de una mujer que aparece en silla de ruedas y que recibe la visita de la Muerte. Tema truculento que sin embargo se deja tratar, sin perder su dramatismo pero incorporando toda la poética, el humor y la sutileza que permiten los títeres, cuando además están tratados desde un registro de sinceridad expresiva. De hecho, la atmósfera es la de un cabaret negro cargado de lo que conocemos por expresionismo: tanto el músico como la manipuladora se mueven en esta línea, llenando con su estricta humanidad el escenario.
El punto de partida y lo que constituye el núcleo de la obra, es la relación entre la manipuladora y el títere de la muerte. Hay un juego de identificación constante entre los dos personajes, por lo que esta verdad profunda pero que cuesta tanto de aceptar, de que la Muerte somos nosotros mismos, una simple proyección de una de nuestras caras más oscuras, se hace aquí patente. Estelle Charlier borda esta relación entre la manipuladora y la Muerte, en un constante juego del escondite, y a la vez la amplía al tercer personaje, el de la mujer que se sienta en una silla de ruedas, y que la titiritera encarna en algunos momentos de la obra. De hecho, el propio título indica estas tres caras de la Muerte: las tres Parcas, La Tria Fata, que representan el nacimiento, la vida y la muerte. Momentos que aparecen en la obra en un juego constante de proyección y desdoblamiento.
El trabajo de Estelle Charlier es realmente extraordinario, provisto de una potente humanidad que se pone frente a frente ante el drama de la Muerte, un drama que a la vez se convierte en un juego, el juego de la vida. También pone de relieve y en sutil evidencia esta verdad casi ontológica del titiritero, considerado como un demiurgo que da vida y la quita a sus personajes, encarnando el drama de la vida y de la muerte en su juego de múltiples identidades que se superponen y se suceden. Un drama que los de la Pendue convierten también en jocoso y poético. Un espectáculo, en definitiva, lleno de brillo, autenticidad, sencillez y profundidad filosófica.
El pequeño piano, del Centre de Titelles de Lleida.
He aquí un estreno muy esperado sobre todo por el público popular de Lleida, al tratarse de una obra hecha para celebrar, desde los títeres, el centenario de la muerte de Enrique Granados. Como se sabe, Granados nació en Lleida en 1867 hijo de padre cubano y madre gallega, y murió en 1916 cuando el barco que lo transportaba a Europa, el Sussex, se hundió, alcanzado por un submarino alemán. Acababa de estrenar en el Metropolitan de Nueva York su ópera Goyescas.
Dirigida y escrita por Joan-Andreu Vallvé, quien firma igualmente la escenografía, los títeres y los dibujos que se proyectan en una pantalla, la obra está interpretada por dos titiriteros manipuladores, Angel Perez y Aitana Giralt, y cuenta con tres músicos en el escenario: Nieves Puig, Marta Castellón y Jordi Roure. La música, como es lógico, son fragmentos de la obra de Granados, con arreglos de Jordi Cornudella.
El espectáculo tiene la factura propia del Centre de Titelles de Lleida, bien marcada por la sabiduría teatral y el impresionante dominio del oficio que tiene su director, Joan-Andreu Vallvé: claridad expositiva, minimalismo en la escenografía y el espacio escénico, una relación siempre íntima y directa de los títeres con sus manipuladores, que se caracterizan por el entrañable tono maternal empleado. Esto hace que los niños, identificados con los personajes, se sientan a su vez atrapados por esta tonalidad que los abraza y mece.
Todo ello se traduce en una maestría que atrapa al público desde el principio y no lo suelta hasta el final, como se pudo ver en el Auditorio Enrique Granados, abarrotado de gente, con sus 800 butacas llenas hasta la bandera. Si añadimos la gracia de la chica que traduce el espectáculo al lenguaje de signos, una habitual de la compañía, se entiende que los espectadores, grandes y pequeños, siguieran las peripecias de la vida de Granados como si alguien los hubiera hipnotizado, en silencio y entregados a la causa, que en este caso era la del arte, la música y una vida consagrada a los viajes y a la creación.
El público premió a los artistas intérpretes con largos aplausos y, a la salida, muchos compraron el libro que se vendía en el vestíbulo con el mismo título, con texto y dibujos de Joan-Andreu Vallvé.
CorroC, de Escarlata Circus.
Con este título capicúa, compuesto de Corazón y Roca (Cor i Roc, en catalán), la compañía Escarlata Circus sorprendió al público de Lleida, tanto el local como el internacional, con un espectáculo insólito y redondo, provisto de una carga poética de alto voltaje. En realidad, lo que nos proponen Bet Miralta y Jordi Aspa es ir más allá del simple espectáculo y entrar en un registro desconocido donde la museística se mezcla con la ciencia geológica, la historia, el arte, la fisiología, la filosofía y la poesía, visto todo ello desde una óptica lúdica y teatral, con pinceladas de circo, marionetas, teatro de objetos y performance. Un cóctel que sin embargo se mantiene en una línea de discreción, de humildad y de un humor sano y cercano, sin nunca caer en las grandes palabras aunque toque contenidos de alto vuelo.
La visita guiada que nos propone la señorita Coral, doctora o guía turística, en compañía del señor don Pedro, una especie de ayudante, secretario, hombre para todo y bedel, consiste en realidad en un viaje por el espacio del conocimiento con un hilo conductor: la piedra, cuando ésta, por razones del azar, toma forma de corazón. Un punto de partida que nos ofrece de inmediato un montón de resonancias y de metáforas, sobre todo cuando las piedras aparecen enmarcadas por diferentes composiciones, a la manera de objetos de arte, de objet trouvé, de collage con otros elementos o de signos de escritura de unos contenidos mágicos y misteriosos.
Y quizás la principal virtud de la propuesta sea la mezcla de ficción y de verdad que hay en la representación, ya que si por un lado estamos en manos de dos actores con una larguísima experiencia en las artes del circo y del teatro, por otro lado hay también un nivel de verdad que abre espacios a la ingenuidad, a la verdadera interrogación, al diálogo sincero con el público y a la aventura genuina del conocimiento. Y es este estado de encontrarnos en los límites entre espectáculo y realidad, lo que desconcierta y descoloca al público, para finalmente invitarle a participar en la aventura propuesta con un espíritu de apertura y de espontaneidad relajada.
Y qué más podemos desear, en un mundo tan lleno de veleidades y de impostaciones como el nuestro, que encontrar vías de conexión real, bien encajadas en el marco lúdico y distendido que ofrece el teatro, para explorar, desde la humildad , espacios de reflexión y de conocimiento?