Hablaremos hoy, en este espacio de opinión editorial, de dos lugares concretos que nos abren mundos y perspectivas lejanas muy diferentes entre si: Cuba y China. Lejanas, pero muy vivas y estratégicamente complementarias. Acabo de volver, en efecto, de un largo viaje a la vieja isla española del Caribe, para asistir al Décimo Taller Internacional de Títeres de Matanzas, y pasar luego unos días en La Habana. Y, cómo suele suceder a cualquier español (y aún más si es catalán) que acude a Cuba, me he visto abrumado por un alud de sensaciones en las que historia, ciudad, cultura, paisaje y gente se juntan y se te lanzan directamente a la yugular perceptiva.

Parque de la Libertad de Matanzas

Parque de la Libertad, de Matanzas.


Ignoro lo que el futuro reserva a esta isla del Caribe tan codiciada por la Historia, pero desde nuestra  perspectiva titiritera, me atrevo a vaticinarle una privilegiada situación de puente entre las culturas de América y las de Euroasia y África. Un retorno, en definitiva, a lo que fue la ciudad de La Habana durante los largos siglos del viejo Imperio Español, cuando era una de las ciudades más importantes del Nuevo Mundo, al ser puerto de llegada y de partida de las flotas que cruzaban el Atlántico en uno u otro sentido.

Teatro Papalote

Teatro Papalote de Matanzas.


Claro que para que ello ocurra, son necesarias algunas condiciones: 1. Que la rica proliferación de grupos y teatros repartidos por toda la isla, con las dos innegables capitalidades de Matanzas y La Habana, continúe y se afiance. 2. Que el excelente nivel de actores, constructores, dramaturgos y directores se abra todavía más al ancho universo de lo nuevo y de lo diferente que corre hoy por la sangre del mundo. Y 3. Que la logística y las comunicaciones se pongan al día, sin los frenos de la burocracia ni las estrecheces del control estatal. Cumplidas estas tres condiciones, Cuba, con sus centros titiriteros de Matanzas y La Habana, puede convertirse en un envidiable nudo de relaciones entre las múltiples Américas y las múltiples Europas, más las impactantes culturas africanas y las cada vez más importantes y saltarinas del Lejano Oriente. Es decir, un privilegiado nudo de nudos titiriteros ejerciendo una relajada capitalidad que el clima, la cultura, la gente, la música y el humo de los tabacos hará irresistible. Esperemos que ello ocurra –pronto– y, desde nuestra modestísima revista de títeres, lancémonos activamente a soñarlo, que es la mejor forma de que los sueños se hagan realidad.

Y, al otro lado, China. País también comunista pero que soltó lastre hace años y que a finales de mayo ofrecerá su do de pecho en el escenario de los títeres de Chengdu: gran Congreso de UNIMA y Festival Mundial. Tradiciones milenarias se juntarán con la más rabiosa actualidad de las creaciones contemporáneas. Chengdu será pues un importante nudo del mundo de los títeres, especialmente asiáticos, con ganas además de seguir siéndolo en el futuro, como lo indican sus importantes infrastructuras y el impresionante Museo de Sombras y Marionetas que acoge. Parece que el gigante asiático ha comprendido que el teatro de títeres no es algo superfluo sino una riqueza valorada en muchos kilates de interés, indispensable complemento y contrapunto a cualquier crecimiento social y económico.

Poner énfasis y atención en las artes del desdoblamiento no es algo baladí sino una muestra de inteligencia estratégica y de civilización. Los procesos de la dualidad, que el teatro de títeres pone en clara evidencia, están hoy en el centro de los debates contemporáneos. Algo que no debemos esperar a que los políticos comprendan y asuman, sino que simplemente debemos imponer por la fuerza de los hechos y de las razones.