Se inició el viernes 24 de marzo el Festival de Titelles del Cabanyal-Canyamelar 2023, fruto de la colaboración entre el TEM (Teatre El Musical) y el Teatro La Estrella. Un festival que llega a su sexta edición con un excelente programa lleno de títulos y compañías de sumo interés. En esta primera crónica vamos a hablar de los tres primeros espectáculos vistos, concretamente de Bernarda, de la compañía valenciana El Ombligo y la Pelusa, de Antón Retaco, de Los Titiriteros de Binéfar, y de Mil y Una, de la compañía portuguesa Caricata Teatro.
Bernarda, con Cecilia Silva, de El Ombligo y la Pelusa
Sorprendió y gustó mucho este trabajo de la titiritera Cecília Silva con dirección de Claudio Hochman sobre el conocido título de Federico García Lorca La Casa de Bernarda Alba. Una versión libre que busca acercarse al universo lorquiano de esta obra a través del lenguaje de las sombras mediante la retroproyección de imágenes con diferentes técnicas más la voz y la presencia actoral de la misma Cecilia Silva.
En realidad, la versión creada por Silva y Hochman se ha concretado en un monólogo que la actriz valenciana interpreta en un doble papel de titiritera sombrista y de actriz que se pone de vez en cuando delante de la pantalla frente al público. Podríamos decir también que asistimos a una retroproyección doble: la de la voz en directo de quien maneja la técnica de las sombras, y la de la manipulación también en directo de las imágenes, con una importante presencia gestual de las manos y los dedos de la actriz titiritera.
Este doble papel de múltiples lados dota al espectáculo de una inusitada tensión, que casa con el intenso contenido del drama lorquiano, lo que permite a su vez reducir el texto a una síntesis que va directo al corazón de la tragedia.
Las imágenes reflejadas por el retroproyector no solo ilustran sino que, por su intensidad expresiva, constituyen un lenguaje sígnico capaz de sustituir a las palabras, haciendo que voz e imágenes avancen juntas en íntima conexión creando tanto el fondo como el contexto del opresivo y asfixiante contenido de la obra.
Claro que todo esto es posible gracias a la buena labor y calidad interpretativa de Cecilia Silva, con un dominio impresionante de la voz, capaz de ponerse en la piel de los distintos personajes, tanto cuando está delante, como detrás del público, poniendo una voz en apariencia off que en realidad no lo es, pues con solo girar la cabeza, el espectador puede constatar que la actriz está hablando mientras maneja la técnica.
Por otro lado, conviene destacar la labor de Claudio Hochman, cuya sabiduría escénica ha permitido orientar el trabajo por estos vericuetos dobles de la actriz titiritera.
Ambos artistas han encontrado una fórmula que resulta muy eficaz para tratar temas que podríamos llamar de intensidad, como bien lo indican los otros dos títulos surgidos de la simbiosis creativa entre Hochman y Silva: Rebelión sobre la novela Rebelión en la granja de George Orwell, y Desdémona, sobre el personaje femenino de Otelo, de William Shakespeare. Una fórmula nacida por lo visto de los trabajos de experimentación desarrollados por Claudio Hochman y la actriz en Valencia a través de distintos talleres.
La cercanía y la intimidad que propició la sala de ensayos de El Teatre El Musical donde se presentó la obra, fue todo un acierto, amplificando el factor intensidad de la propuesta, que en algunos momentos alcanzó elevados grados de temperatura. Los aplausos fueron también retumbantes, a la par de la vehemente potencia de la propuesta.
Antón Retaco, con Paco Paricio, de los Titiriteros de Binéfar
Nos encontramos ante uno de los capolavoros de Paco Paricio y de su compañía Los Titiriteros de Binéfar, una obra excepcional que, presentada en un espacio de intimidad como el Teatro de la Estrella del Cabanyal, alcanza sus notas más altas de emoción y conexión con el público, tenga este la edad que tenga.
Se trata de una adaptación del libro Antón Retaco de María Luisa Gefaell (Premio Nacional de Literatura 1952), que Paco Paricio ha creado con preciosas canciones populares extraídas de un cancionero para las escuelas que durante la segunda República hicieron Elena Fortún y María Rodrigo. Una de las canciones principales, la de “A pasar a pasar a los caminos del mar…”, está compuesta por la misma compañía con una letra extraída del libro de Antón Retaco de María Luisa Gefaell. A destacar, en este aspecto, la impactante calidad de los dos músicos que tocan en directo, David Aznar con el acordeón, y Quiri Arquiloé con la trompeta más un sinfín de instrumentos de percusión y de mil efectos sonoros de los que es consumado maestro.
Creo que, con la edad, Paco ha alcanzado esta única y envidiable madurez dulce que permite estar en escena sin tener que demostrar nada, pues su sabiduría teatral y su oficio de cómico ambulante de la legua le bastan para dar lo máximo de si mismo desde la naturalidad de quien se siente en casa, esta que permite elevar por un igual humildad, energía y generosidad.
El tirón que ejerce Paricio al espectador es irresistible, con un tratamiento de los títeres que va a lo esencial. Más que manipular los muñecos, los acaricia y los trata como partes de si mismo, sin afectación ni remilgo alguno, con un deje propio del lenguaje popular de quien ya solo se dedica a buscar lo importante, lo que comunica y llega de verdad a los espectadores, sean chicos o mayores. Pues no hay edad que se resista a sus dotes comunicativas.
Por supuesto, importa mucho la calidad de los textos y de las canciones, así como el acompañamiento musical, con un ritmo impecable que no deja ni un segundo colgado, a pesar de que se actúa sin prisa alguna, dejando que se imponga un tiempo narrativo humano, que no se entretiene en minucias ni en transiciones innecesarias, sino que va al grano, en un teatro por supuesto más ‘de manifestación y de carácter que de destino’, siguiendo la terminología empleada por Rafael Sánchez Ferlosio en su texto ‘Tradición y Vanguardia’ (ver aquí o aquí)
Un argumento, por otro lado, que trata el fundamental tema de la Diferencia y de la Alteridad, con la historia de Antón Retaco, un niño enano que pertenece a una compañía de artistas ambulantes. Una troupe que recorre los caminos de Castilla formada por la enana Martita, madre de Antón, su padre el levantador de pesos Plácido, el caballo Cascabillo, la mona Carantoñas y los perritos sabios Can-Can y Tuso. Más el simpático sacristán cansado de tocar la campana y que decide un día soltar amarras y salir a los caminos para acabar siendo titiritero.
Texto, personajes, títeres, objetos…, todo es elegante en esta obra, en el sentido humilde y popular de la palabra, pues en ella nada chirría ni está por encima o por debajo de lo que se pretende decir y expresar. Se impone un estilo de este arte primitivo de los juguetes tradicionales de madera o de cartón piedra, de colores vivos y alegres. En este escenario todo está a la vista, y cuando el escueto retablo se convierte en el carromato donde viaje la troupe, todo él se mueve mostrando la aparente precariedad de una fortaleza de base, la del teatro popular de raíces ancestrales.
Como dice el programa de mano, el espectáculo constituye un canto a la vida libre, al teatro popular, al valor de las cosas sencillas y a la mirada limpia, poética y amable sobre las cosas. Toda una declaración de principios que resume a la perfección el teatro por el que ha apostado Paco Paricio y Los Titiriteros de Binéfar en su conjunto, con el brillo de su hija Eva Paricio que no le va a la zaga.
Un regalo de verdadero lujo para los espectadores que acudieron al Teatro de la Estrella del Cabanyal.
Mil y una, con David Fariza, de Caricata Teatro
Fue un placer ver a David Fariza actuar en el teatro que lo vio nacer y crecer como actor titiritero, tras haberse trasladado a Portugal donde ha iniciado una nueva aventura teatral con el nombre de Caricata Teatro, junto a Sandrine Costa. Y aún más lo fue constatar que no solo se halla en plena forma, sino que su andadura portuguesa ha empezado a dar frutos de lo más prometedor, al presentarse con una obra titulada Mil y una, que ha dirigido el reconocido director argentino instalado en Lisboa Claudio Hochman.
Una obra en la que Fariza se ha planteado importantes retos teatrales, actuando en solitario como actor y manipulador de teatro de objetos para explicar la siempre impresionante historia de Sherezade y sus Cuentos de Las Mil y Una Noches.
Lo hace David recurriendo a sus dotes naturales de actor cómico tras haber nacido en una familia teatral de reputados caricatos, sin la nariz del payaso en esta ocasión, pero sin renunciar al clown que lleva dentro. Y lo encauza en la dirección del teatro de objetos, un rumbo que abre el títere a derroteros sorprendentes, a figuras que definen al personaje por medios siempre inesperados y por ello muy efectivos para captar la atención del público. Un saco de arroz grande puede ser el Califa, y uno pequeño, la misma Sherezade. El escenario se convierte en una caja de sorpresas, y lo importante entonces es estructurar de un modo orgánico y coherente este caos figurativo, marcando líneas estéticas claras, dosis medidas de ocurrencias chistosas, ritmos contenidos pero a la vez fulgurantes para avanzar sin cortapisas por una narración de síntesis, capaz de saltarse las transiciones e ir de estampida a los desenlaces. Un trabajo bien conocido por Claudio Hochman en su función conductora, quién se ha convertido en un verdadero experto y seguramente una de las personas que en la Península Ibérica mejor conoce los secretos retóricos de este tipo de lenguaje con los objetos.
David Fariza pilota con pericia el vehículo de Las Mil y Una Noches por este denso engranaje retórico, saltando de cuento en cuento sin perder las alforjas por el camino, siguiendo una brújula poética que lo lleva a una última escena de subida visual mediante el teatro de sombras, que abre una nueva dimensión al itinerario seguido. Un lirismo que trasciende las ocurrencias hasta entonces invocadas y las unifica en las dos dimensiones de las sombras, lugar mágico por excelencia, que las tradiciones usaron para mostrar los mundos ocultos de los muertos, de los espíritus o de los dioses, es decir, unos contenidos que van más allá de los gracejos cómicos de los títeres tradicionales.
Un reto fenomenal al que Fariza se ha enfrentado con valentía y honestidad, dando de si lo mejor de su oficio, y que apunta a logros profesionales de los de alta significación. Una nueva andadura, la suya, que ha comenzado con muy buen pie en Portugal.