(La Carpa Mágica deCivi Civiac. Foto compañía)
Llegamos a la tercera crónica dedicada a la programación del Parque de Las Marionetas, que este año 2023 ha llegado a su 24a edición con el anuncio de un cambio en la dirección: lo deja Ana Abán, que se jubila tras el magnífico trabajo realizado estos últimos años, y no sabemos todavía quén será su sucesor o sucesora. Desde Titeresante, que hemos seguido con mucha atención el certamen los últimos años, esperamos que se mantenga la personalidad del Festival y que continúe en su línea de espectáculos de alta calidad. Igualmente deseamos que continúe el mismo interés mostrado acia el teatro de títeres popular de guante, europeo y mundial, siendo esta dedicación una de las señas principales de identidad del Parque de las Marionetas.
Hablaremos en esta crónica de los siguientes espectáculos: La oruga de colores’, de Títeres Sin Cabeza: Elefantito, de La Canica; Viejo lobo de mar, de Trip Teatro, de Brasil; y Miraculous, de la compañía Civi Civiac.
La oruga de colores, de Títeres Sin Cabeza
Siempre es emocionante ver los procesos de transformación de una oruga, que de pronto transita de una condición de gusano hambriento a la de mariposa. Un misterio de la naturaleza que además de maravillar a doctos y profanos, constituye un precioso ejemplo de lo que es una metamorfosis: transformarse en otra cosa, en otro ser, constituye uno de los sueños más recurrentes de nuestra especie. Y mientras nosotros lo tomamos desde una perspectiva metafórica, la naturaleza lo vive como una de sus realidades cotidianas.
Foto compañía
El espectáculo de Títeres Sin Cabeza habla de ello, pero centrándose en los momentos previos al capullo y a la transformación metamórfica final, cuando la oruga es un ser cuya característica principal es la voracidad.
Una etapa a la que los niños pueden sentirse magníficamente identificados en virtud de esta voracidad, pues por regla general los cachorrillos de la especie humana suelen tener mucha hambre y necesitan comer bien y de todo para crecer, desarrollarse y protagonizar, cuando le toca a cada uno, sus anheladas y a veces temidas metamorfosis.
Es admirable cómo Alicia Juárez, actriz titiritera que en la versión de la obra reducida presentada en el Parque de las Marionetas actuó sola (normalmente lo hace con Fernando Martínez de Vega), sabe conectar con el público y, tras haber entendido perfectamente cuál es el fundamento nuclear de la obra, pone todo el énfasis en el ¡Chás, Chás, Chás!, esas tres palabras que son sonidos y gritos guerreros a la vez que la titiritera suelta y son secundadas por el público con pasión, y que no son otras cosa que la banda musical de las tres mordidas hambrientas de la oruga, que los niños acompañan con jubilosa voracidad.
Foto compañía
Debo decir que estos momentos sostienen tota la obra y la convierten en lo que tiene que ser todo espectáculo de títeres: una catarsis en la que los espectadores sean plenamente participativos.
Los adultos, por supuesto, nos dejaremos también maravillar por el proceso final de la metamorfosis y la aparición de la bella mariposa, pero para los más pequeños, lo importante habrá sido esa conexión primordial con el hambre imparable de la oruga vivenciada con los tres ¡Chás, Chás, Chás! que Alicia Juárez lanzaba al aire, con esa fuerza abismal catártica del hambre voraz y feroz, capaz de romper las membranas protectoras de los niños de hoy, por muy protegidos que estén. Como decía antes, emocionante y admirable.
Elefantito, de La Canica
Me parece recordar que conocía ya este espectáculo, uno de los más emblemáticos de la compañía La Canica (fue su primera obra), pero encontrarme de nuevo con él en el Parque de las Marionetas, en una versión reducida de veinte minutos, fue como verlo y gozarlo por primera vez, por una razón muy simple: la frescura y la vivacidad de las dos intérpretes, Alba Vergne (en sustitución de Eva Soriano) y Esther Blanca, hicieron que todo sucediera en presente con tan viva realidad, que me tragué el espectáculo casi sin pestañear, tal es el logro de esta pequeña joya de teatro infantil para todos los públicos.
Foto compañía
Nos encontramos ante lo que podríamos denominar la factoría Pablo Vergne, compuesta fundamentalmente por las compañías El Retablo y La Canica, aunque hay otras como la Luna Teatro Danza, que tiene a su hija Alba Vergne como principal intérprete, y aún otras que me dejo. Un caso de ‘Eficencia, cultura y maestría titiritera’ (así titulé la entrevista que hice a Pablo en marzo de 2020, ver aquí) por el que Pablo Vergne se atreve con todo y lo hace no solo saliéndose con la suya, sino con el pabellón de la calidad altísimo en sus resultados.
Foto compañía
El Elefantito es un claro ejemplo de lo que digo: lo que se impone en esta adaptación de un cuento de Rudyard Kipling, es el espíritu de insaciable curiosidad del protagonista, un cachorro que quiere descubrir el mundo, y que se lanza a los caminos de la vida, desconociendo sus peligros, a los que se va enfrentando paso a paso. Una aventura iniciática con la que todas las personas nos podemos identificar, pues eso es precisamente la vida, una aventura en este caso tratada con la alegría que da la vitalidad cuando es respetada y asumida, sin el miedo que muchas veces se nos impone para que no salgamos del reducto.
En el montaje de La Canica hay moraleja, pero es al final y se revela por los mismos resultados de la obra, sin necesidad de insistir en ella. Y toda esta frescura se logra con unos títeres que son simples trapos, lo que requiere una interpretación muy exigente de las titiriteras, que constituyen la verdadera alma oculta per a la vez dinámica y visible de los títeres.
Los espectadores nos dejamos fascinar por la profunda ingenuidad del montaje y por su texto lleno de juegos de palabras y trufado de un humor fresco y jocoso, otra de las características de la factoría Pablo Vergne, que ha sabido reunir un equipo de intérpretes único, con Eva Soriano que no solo estrenó la obra como actriz sino que también construyó los títeres, y con la complicidad siempre presente de su hermano Ricardo Vergne, encargado de la escenografía.
Una compañía, La Canica, que nunca te deja indiferente.
Viejo lobo de mar, de Trip Teatro
De Brasil llegó este espectáculo, uno de los primeros realizados por la compañía Trip Teatro, que tiene a Willian Sieverdt como único intérprete titiritero, siendo también el director y principal artífice de la compañía.
Foto Fabricio Salume Mendonza
Tras ver la obra, hablar con Sieverdt e indagar más sobre la compañía, me ocurrió lo que a veces sucede en el Parque de las Marionetas con tantos de los espectáculos: darse cuenta de que te encuentras frente a la punta de un iceberg, cuyos fondos invisibles ocultan realidades de dimensiones insospechadas. Trip Teatro es uno de esos casos. También lo sentí viendo actuar al Grupo Cultural Mosaico, igualmente de Brasil, con el espectáculo Lampión y María Bonita. Tras conocerles y hablar con ellos, comprendí que sus trabajos van mucho más allá de lo que vimos en Zaragoza
Pero volvamos a Trip Teatro. La compañía, ubicada en Taboão, Rio do Sul, entre Curitiba al norte y Florianapolis al sur, constituye un ejemplo de grupo teatral muy arraigado al terreno y a la comunidad en la que vive, pero a la vez abierto al ancho mundo, con un pie puesto en Europa, allí donde se encuentran las raíces de algunas de las temáticas tratadas y del mismo director del grupo, Willian Sieverdt, de origen alemán como su nombre indica. De ahí su interés por el personaje tradicional de Kasperl, que han investigado y puesto en escena, o sobre los orígenes de ‘O Flautista de Hamelin’, para cuya producción su director viajó a Alemania buscando los rastros de la historia original.
La pieza presentada en el Parque de las Marionetas se titulaba Viejo lobo de mar. Una obra sencilla y delicada, escenificada con títeres de guante en un retablo tradicional, pero en la que en seguida descubres detalles sorprendentes y una manipulación preciosista que nos habla de un mimo especial en el manejo y el trato de los personajes. De tema marinero y ubicada en un espacio más simbólico que real de un océano con islas de una única palmera, los decorados y la imagen en general es de mucho colorido, inspirado a veces en el lenguaje del cómic, con algunas viñetas para expresar exclamaciones o palabras clave.
Trip Teatro mantiene una fructífera relación con Paco Paricio y Los Titiriteros de Binéfar, quienes han intervenido en la dirección del Flautista de Hamelin, como se explica en el vídeo que ofrecemos al final de estos párrafos. Vale la pena verlo para entender esa parte del iceberg oculto que los espectadores del Parque no pudimos ver pero si percibir indirectamente por los detalles mencionados y por la calidad humana que se desprende tanto de la obra como del titiritero que la interpreta.
Conclusión: nos quedamos con las ganas de ver más trabajos de Trip Teatro.
Miraculous, de la compañía Civi Civiac
Como es habitual en el Parque de las Marionetas, bajo el agradable bosquecillo de pinos que hay junto al quiosco de música, se instala cada año la carpa mágica de la compañía de Ismael Civiac, que lleva su apellido en el nombre, Civi Civiac. Una carpa que en realidad es un pequeño circo de bolsillo con sus gradas circulares sin techo alguno, pues los funambulistas y trapecistas de este circo mágico actúan todos en la imaginación de los espectadores, que es la verdadera pista de los espectáculos de magia.
Toni Vilchez y Ismael Civiac. Foto T.R.
Ismael Civiac es un mago de larga experiencia que procede además de una familia de magos, de modo que cuando él se pone ante el público con su traje de gala y sus trucos bien situados en mangas, bolsillos y encajes (aunque luego descubramos que en estos lugares no lleva nada o al menos así nos lo hace pensar), Ismael es como si estuviera en su propia casa, con una comodidad envidiable, lógico si tenemos en cuenta que creció y jugó de pequeño entre bastidores o ayudando a su padre en sus trucos, cuando conseguía escaparse del colegio.
En esta ocasión, presentó Civiac un espectáculo nuevo, Miraculous, que como su nombre indica, es una sucesión de milagros, de naturaleza pagana, por supuesto. Y lo hizo con la colaboración de otro mago y cómico, Toni Vilchez, encargado de presentar los diferentes números.
Foto compañía
El primero fue hacer desaparecer un elefante. Nada más imposible que eso. Creo que contó con la colaboración del Zoo de Madrid y de la Guardia Urbana, aunque luego el elefante, que todos imaginamos con su trompa y sus orejas al viento, por arte de magia, se hizo pequeño y de cartón piedra, para poder meterse en una caja y desaparecer en ella…
Otro número de impacto fue la aparición de la gallina adivina Minerva, que Toni Vilchez convirtió en una marioneta con sus hilos invisibles.
Foto compañía
Pero aún más divertido fue ver combinado el número de la ‘cascada de monedas de plata’, las cuales van saliendo a chorro de los bolsillos de un niño convertido en una marioneta cuyos hilos son movidos por su padre, cruz en mano en el rol de titiritero.
Es de este modo tan original como Civi Civiac introduce los títeres y las marionetas en sus espectáculos, buscando ese precioso encaje en el Parque de las Marionetas, haciendo que esos dos géneros escénicos tan diferentes, pero tan cercanos entre sí, los títeres y la magia, resuenen, confraternicen y combinen sus imaginarios para crear nuevos mundos de ficción.