Creo que podemos hablar hoy de una revitalización del arte de los títeres en los países de habla hispana y portuguesa, extensible a los considerados latinos. Lo justifica el enorme número de nuevas compañías que surgen por doquier y sin parar –sería una faena inabordable pretender censarlos–, la calidad de los espectáculos (como lo muestra su creciente participación en los más importantes festivales del mundo) y la importancia de los eventos más políticos u oficiales que tienen la marioneta como centro.
Parece que los titiriteros están capeando los sucesivos ciclos de crisis económica (hace unos años en Argentina, otros en Méjico, hoy en la Península Ibérica y en todo el sur Europeo) como quién sortea las fatídicas tempestades de la navegación contemporánea, con la solución de los movimientos transhumantes unas veces, la internacionalización creciente de las compañías en otras, la especialización hacia determinadas dedicaciones de innegable necesidad (educación, terapia, enseñanza del oficio…), el estudio y la investigación, etc.
La ortodoxia del análisis sociológico habla de inestabilidad y precariedad como dos condiciones nuevas de la existencia, unas variables muy conocidas por los titiriteros, que siempre las han tenido por constantes -¡incluso a veces reivindicadas!…-. Un estado de cosas que sin ser muy cómodo tampoco es desconocido por la profesión. Claro que todo ello va en contra de los intentos tan largamente trabajados de consolidar proyectos, iniciativas, teatros, centros de títeres, museos… Es una situación de lucha constante llena de paradojas y de contradicciones, que acosan sin tregua alguna la práctica contemporánea del arte –y forjan a sus contendientes. Tal vez sea esta larga y consolidada experiencia de inestabilidad y precariedad lo que ha acabado afianzando el arte titiritero en tantos países. En este sentido, la pedagogía de las regiones que han sobrevivido los embistes de crisis descomunales puede ser muy buena para los que están empezando a sufrirlas, creando un tejido de intercambios y de colaboraciones entre las distintas regiones que a la larga podría ser de extremadísima importancia.
En el apartado de los “grandes eventos”, dos son los que sobresalen en el futuro próximo: el Consejo de Unima en Matanzas, Cuba, en 2014, y el Congreso de Unima en San Sebastián-Tolosa en 2016. Dos citas de mucha importancia, en un momento en el que los títeres han alcanzado a nivel mundial una densidad crítica insólita, hasta ahora jamás lograda, en cuanto a número de compañías e importancia del sector, decisiva para convertir los citados eventos en verdaderos encuentros internacionales de suma trascendencia artística, cultural y política.
Todavía no somos capaces de ver la importancia política de tales encuentros, porque aún vemos la situación desde una perspectiva antigua, de cuando los titiriteros éramos el último mono del espectro social del teatro. Una situación que ha cambiado radicalmente en los últimos años por varios motivos: 1- por la densidad humana y artística de los titiriteros en el mundo, 2- por la experiencia profesional en la gestión y la logística respecto a la creación, los intercambios, las giras y los festivales, 3- por el peso del teatro visual y de objetos en las dramaturgias más avanzadas y contemporáneas del teatro y de la ópera, y 4- por la importancia cada vez más otorgada al acervo patrimonial de las riquísimas tradiciones titiriteras existentes en el mundo. Este último factor es fundamental y decisivo a la hora de explicarse el salto cualitativo –que incluso podría calificarse de “mutación cultural”– dado por los títeres a nivel mundial: el “asunto de las marionetas”, hasta hace poco considerado como marginal, ha emergido de pronto como uno de los pilares básicos sobre los que en el futuro se sustentarán las logísticas políticas de los países que quieran posicionarse en cuanto a dipositarios de riquezas patrimoniales capaces de atraer el interés del resto del mundo. Las viejas tradiciones de las máscaras, de los teatros de sombras, de los disfraces y de los muñecos en los ritos y en las fiestas populares, de los riquísimos teatros de marionetas de hilo, de guante, de varilla… Todo este acervo patrimonial de gran complejidad y enorme riqueza empieza a pesar en las balanzas de los valores añadidos a los que los países con visión de futuro dan tanto valor. Lo vimos en Chengdu, en el Congreso de Unima, una de las primeras veces en las que esta cuestión ha sido tratada como un asunto de Estado, y lo seguiremos viendo en los sucesivos encuentros, congresos y festivales de proyección mundial.
De ahí la responsabilidad y el reto de estos dos próximos encuentros que se celebrarán en dos países de habla hispana: Cuba y España.
Para Cuba será una oportunidad de oro para reinventarse como isla que podría llegar a ser un lugar de cruce y de encuentro, respecto a las artes visuales del teatro de títeres, entre las distintas Américas con el resto del mundo. Una oportunidad para destacar no sólo el trabajo de las muchas compañías que trabajan en la isla, sino también para desempolvar otras tradiciones hasta ahora tenidas aparte, relacionadas con la máscara y los muñecos. Las dificultades de Cuba son sus condicionantes políticos: una sociedad de partido único, con el peso de una burocracia poco ágil en la toma de decisiones y sin apenas tecnología para las nuevas comunicaciones, puede obstaculizar las mejores intenciones. Un reto al que la voluntad y la reconocida inteligencia de los responsables logísticos titiriteros deberán dar adecuada respuesta.
También para España será clave este Congreso de 2016: tras haber bajado a los infiernos de las burbujas económicas pinchadas, el país –la profesión y los implicados en los asuntos titiretiles– deberá mostrar el músculo de su creatividad así como desempolvar sus acervos patrimoniales afín de tenerlos bien clasificados, dispuestos a ser exhibidos y perfectamente estudiados. Quedan cuatro años que pasan volando, el tiempo es corto pero creo que los directores del evento tienen la suficiente “visión política” para entender las perentorias necesidades. El problema podría ser que la actual dieta de adelgazamiento que ha sido salvajamente impuesta a la sociedad española acabe con las energías –y los medios– requeridos. Pero el optimismo antropológico connnatural a los españoles –y la mejor situación económica del País Vasco con respecto a España– bien pueden torear los obstáculos.
Como decíamos en el título, auge de los títeres en el mundo hispano-latino. Los próximos años serán decisivos para que las felices predicciones se cumplan.