(Cristobita y el Clown. Fotografía de Jesús M. Atienza)

Había expectación por ver este último trabajo de Raúl García, titulado Cristobita y el novio de la Muerte, una obra que el titiritero afincado ahora en Granada lleva trabajando desde hace años, al proceder de la enseñanza que recibió en Nápoles, justo antes de la pandemia, cuando viajó allí con Pere Bigas en el Argos Maltés (vean aquí), donde compartieron horas y experiencias con el maestro Bruno Leone y las titiriteras Irene Vecchia y Federica Martina.

Lo dicho nos indica que estamos ante un trabajo inspirado muy directamente por los guaratelle napolitanos, aunque Raúl haya optado, en sustitución de Pulcinella, por el héroe popular español por antonomasia, Cristobita, el títere popular que solía recorrer los caminos de la España anterior a la Guerra Civil, y muy especialmente los de Andalucía.

La Muerte. Fotografía de Jesús M. Atienza

La intención es rescatar el teatro popular autóctono cargándolo de sus tintes más lúdicos y transgresores, con ganas de conectar con el público que le es más afín. Algo que consiguió al cien por cien en el Taller de Marionetas, con espectadores que aun sin conocer demasiado el género, aunque ya iniciado en estas lides de los títeres de cachiporra, se entregó completamente al juego escénico del titiritero.

En el interior del Retablo. Fotografía de Jesús M. Atienza

Y es que juego fue lo que vimos la noche del viernes, una versión gozosa, audaz y divertida de una típica historia polichinesca, con la Muerte de invitada principal, como manda la tradición. Me gustó mucho la introducción del clown compañero de Cristobita, sacado de la tradición del Punch and Judy y que hablaba con inteligente guasa e inconfundible acento inglés. Un hallazgo desdoblar la figura del héroe, un Cristobita tan perezoso como alocado, con alguien que lo sitúa en la realidad, aun pasando de ella. Un recurso que existe en el personaje del Guignol francés, con su alter ego el borrachín Gnafron, que le suelta las verdades más inconfesables, al héroe y al público. Un dúo, el de Cristobita y el Clown, al que le veo mucho futuro.

Paquita y Jaimito. Fotografía de Jesús M. Atienza

Los otros personajes, el legionario Juanito, guasón y alocado como el mismo Cristobita -podrían ser dos hermanos a los que la vida otorgó diferentes destinos- y la hermosa cabra Paquita, funcionan muy bien en el encuadre propuesto por la obra. Y, por supuesto, una atractiva y esplendorosa Muerte que, al quedarse sin novio, escoge a Cristobita de sustituto.

El legionario Juanito. Fotografía de Jesús M. Atienza

Con apenas cinco personajes, más una funcionaria estatal, logra Raúl enhebrar una historia excelente para el género cachiporrero, que requiere de un mínimo de elementos y que sean el ritmo, las situaciones absurdas y los juegos los que conduzcan la atención del público.

Blandiendo la cachiporra. Fotografía de Jesús M. Atienza

Y así sucedió la noche del sábado en el Taller de Marionetas, con el retablo de Raúl subido en el escenario junto a la imagen a tamaño real del ínclito Pepe Otal, que preside la sala con su atuendo y sus galas de pirata. Creo que todos los presentes adivinamos la sonrisa socarrona de Pepe, contento de que en su antiguo taller se sigan representando obras como la presente, muy al gusto del de Albacete.