En estos días otoñales y lluviosos de noviembre, en Granada los títeres pujan con fuerza y nos remiten, una y otra vez, a la histórica representación de Títeres de cachiporra que tuvo lugar en esta ciudad el 6 de enero de 1923. Sus artífices fueron tres grandes nombres de la cultura española: Manuel de Falla, Federico García Lorca y Hermenegildo Lanz.

Desde el 8 de junio pasado y hasta julio de 2013, la exposición Títeres. 30 años de Etcétera, en el Parque de las Ciencias de Granada, celebra las tres décadas de trabajo de esta agrupación y aborda la obra para títeres de Hermenegildo Lanz, pues en ella se encuentra buena parte de la génesis de la compañía granadina.

Se exponen las cabezas de los siete títeres de guante que talló H. Lanz para Los dos habladores, entremés antiguamente atribuido a Cervantes, y La niña que riega la albahaca y el príncipe preguntón, adaptación teatral de García Lorca de un cuento popular andaluz.  Pueden verse también trece de las numerosas figuras planas que hizo para Misterio de los Reyes Magos, pieza anónima de los siglos XII-XIII, integradas en un decorado reconstruido ahora a partir de fotografías.

Títeres de Cachiporra
Programa de mano de «Títeres de cachiporra», corregido por Hermenegildo Lanz, 1923.

Los recuerdos de aquella función de 1923 se complementan con bocetos de decorados;  y también con una proyección de vídeo donde se animan las figuras planas y las escenografías de Lanz, se muestran fotografías, recortes de prensa, croquis de la construcción, etcétera. Se exponen además -en apretada síntesis ya que el material conservado es cuantioso-, dos dibujos de Hermenegildo para El retablo de maese Pedro, de Manuel de Falla, estrenado en París en 1923; once cabezas para  títeres  de guante que construyó en 1938; y una marioneta llamada Totolín que hizo en 1942.

Como gran novedad se presentan documentos inéditos de Cuento de brujas. Era este un espectáculo (no estrenado) que Falla, Lanz y Lorca proyectaron como continuación de los trabajos cachiporrísticos de enero de 1923, como testimonian un artículo de prensa de J. Mora Guarnido[1] y una carta de F. García Lorca.[2] Aunque poco se ha hablado sobre esto y no conozcamos datos verosímiles sobre los trabajos de Lorca, Falla y los otros artistas mencionados por el poeta en su carta, en el archivo Lanz se conservan tres decenas de dibujos relacionados con este proyecto, y varias notas manuscritas. Ahora, por vez primera se exponen algunos de ellos. También se muestran dos dibujos del artista, probablemente para otro proyecto titiritero no realizado, Feria de pueblo.

Dibujos Lanz
Figuras planas realizadas por Hermenegildo Lanz para la función de «Títeres de cachiporra» del 6 de enero de 1923. Pertenecientes al Archivo Lanz. Fotografía: Enrique Lanz

Hay otra exposición por estos días en Granada relacionada con Manuel de Falla y el títere español. Se trata de Son de carnecilla, organizada por la Asociación de Amigos de la Orquesta Ciudad de Granada, el Archivo Manuel de Falla y la Fundación Caja Rural Granada. La muestra se inauguró el pasado 15 de noviembre y podrá verse hasta el 6 de enero de 2013 en la sala Zaida, en el centro de la ciudad. Se exponen obras de diferentes artistas que colaboraron con el compositor gaditano en diversos proyectos en los que los títeres estuvieron presentes: H. Lanz, Manuel Ángeles Ortiz, Hernando Viñes, Ignacio Zuloaga, entre otros.

Se muestran títeres y decorados -obras finales- y también bocetos de marionetas y escenografías, plantillas de títeres, figurines, cartas, programas de mano, artículos de prensa, fotografías, que ilustran montajes variados; desde la mencionada función de Títeres de cachiporra, hasta El retablo de maese Pedro en su première parisina, y sus versiones escénicas posteriores en Sevilla (1925), Ámsterdam (1926) y París (1928).

Entre las piezas principales destacan dos de los telones de fondo pintados por Hermenegildo para Títeres de cachiporra. En el centro de la sala resaltan cuatro marionetas hechas por Zuloaga y Maxime Dethomas que testimonian sobre el montaje de El retablo en el teatro de la Opéra Comique de París, en 1928.

El mismo día 15 de noviembre, tras la inauguración de la exposición Son de carnecilla, los títeres siguieron dando de que hablar, pues se celebró la conferencia-concierto La música de los Títeres de cachiporra.

Para la mencionada representación del Día de Reyes, Manuel de Falla seleccionó una serie de obras musicales históricas y contemporáneas, y las adaptó para piano, violín, clarinete, laúd y voces. El pasado jueves se escucharon, por primera vez desde 1923, todas aquellas piezas tal y como se interpretaron en aquella ocasión.

Los autores elegidos por Falla fueron Igor Stravinsky, Claude Debussy, Isaac Álbeniz y Maurice Ravel. El programa incluyó dos cantigas de Alfonso X, musicalizadas por Felipe Pedrell, adaptadas por el propio Falla, otras obras anónimas de los siglos XIV y XVII, y la Cançó de nadal, villancico armonizado por Luis Romeu y arreglado también por el músico de Cádiz.

Las interpretaciones musicales del pasado día 15, se completaron con voces infantiles y con las intervenciones de Elena Torres Clemente. Esta musicóloga, especialista en la obra de Manuel de Falla, tuvo a su cargo la parte de conferencia de la velada. Sus intervenciones sobre el trabajo musical realizado por don Manuel, permitieron entender mejor la apuesta de vanguardia de aquella representación. Lamento sin embargo que en lo relativo a la parte escénica, su exposición haya sido menos afortunada.

Decimos con frecuencia que constatando los errores solemos aprender más que de los pasos certeros. En este caso, cuando cotejamos una y otra vez el conjunto de incontables imprecisiones relacionadas con los Títeres de cachiporra, tenemos muchas lecturas que hacer. Es curioso el caos que existe aún en la historiografía de aquella única función de títeres, que ha resultado ser tan fundacional en un sentido y tan manipulada en otro.

Títeres de Cachiporra, Hermenegildo Lanz

Títeres de guante para la función de «Títeres de cachiporra» del 6 de enero de 1923. Cabezas talladas por Hermenegildo Lanz. Pertenecientes al Archivo Lanz. Fotografía: Enrique Lanz Durán

Casi noventa años después, pienso que los investigadores no hemos abordado el fenómeno con toda la profundidad y rigor que merece. Aunque muchos se empeñen aún en presentarla como una ingenua y doméstica fiesta infantil en casa de la familia García Lorca, aquella fue una obra de arte total, consciente y poderosa, tramada al detalle por sus tres protagonistas. Constituyó sin duda una aportación española a toda la oleada de vanguardia titiritera que acontecía por Europa en aquellos años, una chispa importante que impulsó el teatro de títeres entendido como arte y no solamente como atracción de feria popular.

Esta vanguardia española, sin embargo, a diferencia de otras experiencias del centro del continente, no pretendía romper con lo pautado por la tradición, sino que renovaba la miraba sobre ésta y la reinterpretaba con nuevos aires. Se trató de una reivindicación culta de los Cristobicas populares desde los planos literario, musical y plástico. Mora Guarnido escribió: “Federico García Lorca, al llevar a su escena de muñecos las picardías populares de Cristobicas vestido por primera vez de seda (…) parecía tan nuevo como si hubiera hecho un poema cubista”.[3] Novedad que se corporeizó en el rostro con ojos triangulares y formas anguladas tallado por Lanz para el personaje andaluz, y en las notas de Stravinsky interpretadas por Falla.

La apuesta de vanguardia de aquella representación radica en su conjunto más que en el valor de sus elementos aislados, y para ponderarla justamente hay que contextualizarla dentro de la realidad titiritera española de aquellos años. Las nuevas expresiones y proporciones que otorgaron a las figuras, en sintonía con la música culta y popular, las diversas referencias medievales, el concepto escenográfico, la variedad temática, la explosión de color de los decorados; fueron elementos con los que se creó un teatro de títeres tremendamente innovador en España.

Decorado Hermenegildo Lanz
Decorado de Hermenegildo Lanz para «Títeres de cachiporra», 1923.

Esta función tuvo una gran repercusión que transgredió su tiempo, la localización granadina y a sus tres protagonistas. Por ejemplo, fue de notable influencia en la obra literaria y plástica de Federico García Lorca. A su vez, los textos y la figura del poeta de Fuentevaqueros, han tenido resonancias de peso en el teatro de títeres latinoamericano. Constituyó el laboratorio escénico de El retablo de maese Pedro, la ópera de Falla que se estrenaría pocos meses después en París. Resultó pionera en la utilización del teatro de papel como técnica escénica-titiritera, teatro planista, como ellos le llamaron. Según consta en notas de H. Lanz, su eco llegó hasta Alemania donde, en 1927 o 1928, el “Grupo de artistas y literatos berlineses” realizó funciones con el mismo sistema de muñecos recortados, articulados del modo cómo se hizo en Granada.

Sin embargo la relevancia de esta función no está en proporción con el poco rigor con el que ha sido abordada en la mayoría de los numerosos estudios que sobre ella existen. La historia ha corrido con distintas inexactitudes, que se arrastran de un autor a otro. Tal vez la más evidente sea la de la autoría de los telones de fondo de Lanz, adjudicados a Federico; pero esta imprecisión es una entre varias.

El inventario de equívocos podría ser muy largo, por eso prefiero llamar la atención sobre el poderío de aquella representación, y por tanto sobre la necesidad de enmiendas. La historia de nuestro arte merece que se subsanen en lo posible los errores, que se  devuelven las autorías de decorados y textos a sus verdaderos artífices, y que se coloque en su lugar fundacional aquella función, pionera en la conformación de un imaginario titiritero nacional, que retomó la tradición y la interconectó con las vanguardias internacionales.

Este asunto ha dado y dará arduo trabajo a investigadores, pues abre pistas sobre campos y personajes diversos. Quedan todavía muchísimos aspectos sobre los que indagar y datos que relacionar. Se trata de una investigación totalmente abierta. Para estudiarla con ojos limpios debemos desandar lo andado, analizar y vincular muchas pistas, consultar lo ya publicado, pero no conformarnos, sino cuestionarlo y verificarlo yendo a las fuentes originales, escudriñar estas cual detectives, con lupa y rigor científico…

La riqueza que nos legaron Manuel de Falla, Federico García Lorca y Hermenegildo Lanz es tal, que su impronta sigue siendo de total actualidad, parte indeleble de nuestro presente teatral.


[1] Hermenegildo Lanz, animado por el éxito de su primer ensayo, proyecta unos aguafuertes escenográficos de guiñol: el primero, escenas de brujas en la noche; el segundo, una feria de pueblo. Ambos se incorporarán al repertorio planista del ‘Teatro Cachiporra Andaluz’”. José Mora Guarnido, “El teatro ‘Cachiporra’ de Andalucía”, en La voz, Madrid, 19 de enero de 1923.

[2] “En el mes de septiembre preparamos Falla y yo la segunda representación de los títeres de Cachiporra, en la que representaremos un cuento de brujas, con música infernal de Falla y además colaborarán Ernesto Halffter y Adolfito Salazar”. Carta de F.G.L., a José de Ciria y Escalante, Asquerosa, agosto de 1923, en Federico García Lorca, Epistolario completo, Ediciones Cátedra, Madrid, 1997, p.200.

[3] José Mora Guarnido, “El teatro ‘cachiporra’ andaluz,” en La voz, Madrid, 12 de enero de 1923.