El activismo de los que mantienen viva la Casa-Taller de Marionetas de Pepe Otal es realmente extraordinario. Creo que nadie hubiera sospechado, tras la muerte del titiritero de Albacete, que su taller y vivienda continuarían siendo con los años un punto tan vital de atracción y de enseñanza para los interesados en las artes de la marioneta. Un logro que no ha venido regalado sino que es fruto del esfuerzo y del trabajo de los jóvenes artistas implicados en el proyecto: taller abierto a diario, cursos especializados con un calendario regular, y actuaciones los fines de semana: el cabaret de los integrantes del taller -cada día más sofisticado y del que hablaremos en breve- más actuaciones de grupos y titiriteros, locales o que están de paso por la ciudad, algunos de ellos de una gran categoría.

Paz Tatay, Don Cristóbal Polichinela
Paz Tatay y Don Cristóbal Polichinela. Foto de Jesús Atienza.

Tal ha sido el caso de la función que pudimos gozar el pasado sábado 10 de mayo, a las 21h, a cargo de la compañía Pelele que dirige la madrileña Paz Tatay residente hoy en Toulouse, Francia, con su último espectáculo: “Los funestos esponsales de Don Cristóbal”.

Paz Tatay, Don Cristóbal Polichinela
Paz Tatay y Don Cristóbal Polichinela. Foto de Jesús Atienza.

Vi hace poco en Montemor-o-novo, Portugal, otra obra de Paz, Tauromaquia, que me encantó (ver aquí artículo en Titeresante) pero tras ver este segundo espectáculo con Don Cristóbal Polichinela de protagonista (el primero se llamaba «La muerte de Don Cristóbal»), podemos afirmar con rotundidad que Paz Tatay ha conseguido recrear a un nuevo Don Cristóbal lleno de vida, originalidad, fuerza dramática y gracia titiritera, sin perder por ello los tonos oscuros que le son propios.

Paz Tatay, Don Cristóbal Polichinela
Don Cristóbal Polichinela de Paz Tatay. Foto de Jesús Atienza.

Sabido es que tras la Guerra Civil, la figura del Polichinela español, llamado Don Cristóbal, desapareció del mapa. Su lugar fue ocupado por una nueva generación de personajes nacidos en la época franquista que poca cosa tenían que ver con el viejo mujeriego y avaricioso que García Lorca encumbró en sus Títeres de Cachiporra. Un vacío que ha dejado a las nuevas generaciones de titiriteros sin la tradición polichinesca española propiamente dicha. Es por ello que los que han querido resucitarla se han inspirado o bien en el Don Roberto portugués (es el caso del Cristobita del grupo Libélula de Segovia, que han recreado el espíritu de los antiguos «purichinelas» que recorrían la Península) o bien en las imágenes y en los repertorios que se supone eran los propios de Don Cristóbal. Eso hizo Elena Millán y Adolfo Ayuso, cuando recrearon tres posibles cabezas de Don Cristóbal para el Museo del TOPIC de Tolosa (ver artículo en Titeresante aquí), aunque sin darles vida, al menos a día de hoy.

Paz Tatay, Don Cristóbal Polichinela
Paz Tatay, Marie de Nazelle y Alice Behague. Foto de Jesús Atienza.

Paz Tatay ha seguido una vía propia y yo diría que muy titiritera: por un lado, crear una figura de su Don Cristóbal tal como ella lo veía, apoderándose y haciéndose suyo el personaje. Trabajó luego unas historias inspiradas en las que pueden considerarse como propias del repertorio clásico, básicamente basadas en las obras de García Lorca. Pero para dar vida y movimiento a los personajes, la titiritera de Madrid ha aplicado el saber y las distintas técnicas tradicionales de manipulación que hoy existen en Europa, desde el Pulcinella napolitano, el Punch inglés o el Don Roberto portugués. Sabia decisión, pues es mucho el virtuosismo que existe hoy en el títere de guante europeo. Pero lo más importante y lo genial de su caso, es que todo este saber y esta técnica han sido incorporados de un modo personal y sumamente creativo. Cuando ello sucede, podemos decir que la Tradición revive en presente y se avanza a su época, con trazos rigurosamente contemporáneos.

Paz Tatay, Don Cristóbal Polichinela
Don Cristóbal y uno de los bebés. Foto de Jesús Atienza.

El Polichinela de Paz Tatay parte de varios de los estereotipos del personaje: avaricioso, vital y egotista. No se sabe cómo ha conseguido su dinero, pero en el inicio de la obra ya aparece rico. Duerme sobre sus bolsas de dinero, que le dan bellos sueños. Pero he aquí que un tema se inmiscuye en su soñar: sueño lúbrico que despierta otra de sus facetas clásicas: la de viejo rabo verde. Así arranca el espectáculo, que nos irá mostrando las diferentes experiencias amorosas de nuestro héroe.

Paz Tatay, Don Cristóbal Polichinela
Foto de Jesús Atienza.

Como es lógico y como no podía ser de otro modo, tratándose del personaje de Don Cristóbal Polichinela, todos sus lances acaban como el rosario de la aurora. Pero lejos de cultivar las facetas más oscuras con las que la tradición pinta al héroe villano, Paz Tatay se pone de parte del personaje y hace que sean sus conquistas las que lo traicionan atraídas por sus dineros. Claro que Don Cristóbal no se anda con remilgos a la hora de sacárselas de encima, fiel a su carácter fiero y expeditivo. Si tenemos en cuenta la villanía de todos los que se le anteponen, y que la última de las tentadoras pretendientes no es otra que la mismísima Muerte, se entenderá que el público arrope a Don Cristóbal desde el primer momento.

Paz Tatay, Don Cristóbal Polichinela
Foto de Jesús Atienza.

Lo grandioso del caso es que Paz Tatay consigue recrear a un Polichinela de nuevo cuño, dotarlo de un ritmo propio y muy personal -el ritmo es en efecto una de las virtudes principales del montaje, sin prisas y con la naturalidad de quién se toma todo el tiempo necesario-, y con unas características morales de nuevo cuño, que oscila entre la dulzura más exquisita y la fiereza más virulenta. Dice Paz que su Don Cristóbal le sirve para ser libre dentro del retablo: con él en la mano, todo es posible, incluso se vence a la muerte. La catarsis libertaria de la manipulación permite esta identificación vitalista con el personaje. Influirá supongo en estos logros que Paz sea mujer y que además actúe con otras dos mujeres: asociándose en la manipulación con Marie de Nazelle (consiguen ambas unos movimientos de exquisita técnica) y mediante la presencia de Alice Behague, encargada de la música y de un sinfín de singulares efectos sonoros ejecutados en directo. Unos logros que nos anticipan lo que pueden llegar a ser los nuevos personajes polichinescos de las próximas décadas.

Por cierto, la obra «Los Funestos Esponsales de Don Cristóbal» ha recibido dos importantes premios en la última Fira de Titelles de Lleida: El Drac d’Or de Interpretación y el Drac d’Or de las Autonomías.