Artículo sobre la presentación en el Gran Teatro del Liceu de Barcelona de la ópera “Le Grand Macabre” de György Ligeti, con libreto escrito por el mismo compositor en colaboración con el conocido marionetista Michael Meschke, basado en una obra de Michel de Ghelderode.
La obra, estrenada en Estocolmo en abril de 1978, se presentó en la versión revisada en 1997 y con una producción firmada por la Fura dels Baus, con dirección de escena de Àlex Ollé en colaboración con Valentina Carrasco, y dirección musical de Michael Boder.
La razón de dedicar un texto a esta gran ópera en Titeresante no es otra que hacer justicia a una producción que para nosotros es puro Teatro de Marionetas en mayúsculas y del más noble que se ha visto en los últimos tiempos.
Ya hace años que La Fura dels Baus nos recrea con obras que entran de lleno en el llamado Teatro Visual, con profusión de elementos plásticos y con una preponderancia de la imagen tratada siempre con sumo rigor. Aparte de la imaginación de sus directores (Àlex Ollé y Carlus Padrissa), cuenta la Fura con colaboradores que trabajan la imagen desde diferentes perspectivas y muy de altos vuelos. Pienso en Roland Olbeeter, escenógrafo y encargado de idear los artilugios más sofisticados y originales de la compañía (Roland es ingeniero náutico entre otras cosas), quién en el año 2005 presentó en el Festival de Ópera de Bolsillo la obra Orlando Furioso! en la que cinco instrumentos mecánicos que tocaban acústicamente solos y que se movían por el espacio como marionetas robóticas, interactuaban con la cantante Claudia Schneider. O en el genial videoartista Franc Aleu, indispensable presencia en la mayoría de producciones de la Fura, o en los distintos escenógrafos que han trabajado con la compañía.
En el Grand Macabre, los fureros (con escenografía de Alfons Flores) dieron en la diana al idear una gigantesca marioneta que cubre todo el escenario del teatro de ópera y que centra y aglutina toda la acción propiamente dicha de la obra. Marioneta porque tiene partes articuladas (boca, ojos, cabeza y piernas, más los orificios naturales del cuerpo que se abren y cierran cuando conviene), gira sobre si misma y sobretodo porque cobra vida como personaje gracias en parte a la proyección de video que le otorga rostro con sus movimientos faciales más múltiples texturas del cuerpo, y porque en un momento dado se convierte en su propio esqueleto, gracias a la textura translúcida de la piel del muñeco que deja ver los huesos de su estructura interna.
Si se consigue esta organicidad entre un elemento escenográfico central y el resto de los elementos de la obra, puede decirse que se ha dado en la “diana dramatúrgica”, algo dificilísimo de lograr. Cuando ello sucede, se produce el milagro y la obra vuela por sus máximas alturas. Eso es lo que ha sucedido con esta versión de Le Grand Macabre. Una obra en cuyo libreto participó en su día (la obra fue estrenada en 1978 como se ha dicho) un ilustrísimo marionetista como es Michael Meshke, algo que se nota en el estilo bufonesco, casi “ubuesco” del texto (Meshke dirigió Ubu Roi de Alfred Jarry en el año 1965, en una producción antológica que se siguió representando hasta 1990, lo que indica la importancia de esta obra en el mundo del marionetista polaco), con un lenguaje que recuerda bastante el de Jarry. ¿Quién es en realidad el personaje de Nekrotzar (la Muerte, en la obra de Ligeti) sino una especie de Ubú ridículo y caprichoso, del que se ríen sus propios ayudantes y que además al final se descubre que teme a su exmujer? Un Ubú que mata todo lo que toca pero que a su vez es ridículo y grotesco, como lo son todos los personajes de poder que salen en la obra.
Del gran muñeco que centra la obra (el cuerpo desnudo de la cantante Claudia Schneider, que sale al principio y al final de la obra proyectada en video) salen todos los personajes: de la boca unos, de los ojos o del sexo otros, y cuando gira y se pone de espaldas, el ano se abre y se convierte en otro espacio que contiene los intestinos y que, una vez sacados éstos, llega incluso a convertirse en una especie de discoteca dónde se celebra un guateque.
Cada escena y cada acto está marcado por una posición del muñeco, por sus movimientos y por sus recursos espaciales, de modo que puede decirse que centra por completa la acción y la obra en si.
Para los interesados en esta prodigiosa producción, y en los distintos comentarios que ha merecido, les invito a visitar la página de la Fura sobre la obra, dónde verán imágenes, textos, video, así como las distintas críticas y comentarios recibidos.