Se inauguró ayer sábado 16 de marzo el TOT Festival con esta insólita, arriesgada y emotiva producción del teatro de títeres de la ciudad de Bialystok, de Polonia, titulada El Polo, de Vladimir Nabokov. Una obra escrita a inicios de los años 20 y que nunca fue representada en teatro profesional alguno.
Vale la pena detenerse en el origen de esta pieza, centrada en la expedición que Robert Falcon Scott realizó en 1912 al frente de un equipo de voluntarios aventureros empeñados en la conquista del Polo Sur, una tierra entonces vírgen y codiciada por las potencias. La expedición fue un éxito y un sonado fracaso, pues al llegar a su destino, se encontraron con la bandera noruega, indicando que el equipo capitaneado por Roald Amundsen ya había llegado antes. Vencidos por el noruego, y obligados a regresar en unas pésimas condiciones climatológicas, los expedicionarios tuvieron que permanecer en una tienda a pocos kilómetros de la costa, esperando a la muerte que puntualmente se los fuera llevando uno a uno.
Precisamente este año se ha cumplido el centenario de la expedición y tal vez sea esta circunstancia, más el dramatismo de la situación y el impactante texto de Nobokov, lo que animó a la joven dramaturga lituana Julija Skuratova, invitada por el Teatro de Bialystok, a escogerlo como tema para una obra representada con actores y con una sencilla pero impactante puesta en escena dirigida por la polaca Ewa Piotrowska. El planteamiento es sencillo y contundente: con un pórtico de imágenes filmadas que muestran los posibles escenarios helados de la expedición, la obra nos presenta el interior de la tienda de campaña dónde los cuatro expedicionarios, muertos de frío y de cansancio, sencillamente agonizan ante una muerte inminente. La situación es de un realismo actoral impactante, metidos los cuatro en rígidos sacos de dormir. Allí deliran, hablan a solas, o dialogan desde la impotencia y el ensueño visionario. De pronto, la situación se rompe, y el actor surge desdoblado en una pequeña marioneta que él mismo mueve sobre la nieve. Del realismo actoral pasamos al lirismo de la marioneta, una dualidad poética en la que cada personaje va depositando su alma, es decir su doble representado por el títere, sobre una plataforma de nieve que desciende del vacío y se lo lleva hacia los cielos. El momento no sólo es absolutamente mágico sino que representa una radical dignificación de la muerte que convierte a los afectados en seres redimidos por el destino. Así sucede con los cuatro personajes, en una repetición de un minimalismo poético que busca la comunicación íntima con el público. Una intimidad que el espacio más amplio de la carpa dónde se representó el espectáculo no permitió del todo, pero que llegó a emocionar a los espectadores presentes.
Creo que el contraste entre el trabajo realista de los actores y el radical lirismo de la marioneta es el mayor hallazgo de este obra, de una sobriedad escalofriante acompañada por una efectiva banda sonora creada por el artista también lituano Antanas Jasenka.
El Bialostocki Teatr Lalek
Hay que hablar aquí del teatro de títeres de la ciudad de Bialystok, una ciudad mediana de Polonia de unos trescientos mil habitantes, que cuenta con unos setenta y cinco empleados fijos y que constituye el primer teatro del país construído expresamente para el género de las marionetas. Pertenece de alguna manera al viejo sistema de los teatros estatales de la época socialista pero que ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos, reduciendo su número de trabajadores y maximizando al máximo sus prestaciones y actividades. Ello es lo que explica que en 2011, coincidiendo con los seis meses en que Polonia dirigió los trabajos del Consejo de Europa, el teatro haya desplegado una actividad inusitada, con el estreno de seis producciones nueva (entre ellas El Polo) que han visitado varias capitales europeas: Kiev, Moscú, Minsk y Madrid.
El artífice de toda esta actividad es su director artístico, Marek Waszkiel, quién también ha visitado Barcelona durante el TOT Festival, un viejo amigo de la capital catalana pues no es la primera vez que acude a ella y buen amigo de muchos titiriteros de aquí –Joan Baixas, por ejemplo, fue uno de los invitados del teatro para dirigir un taller con sus actores. Y es que la política de Marek Waszkiel no puede ser más abierta e interesante: convertir su teatro en un lugar de encuentro de jóvenes y veteranos creadores de todo el mundo para realizar allí nuevas creaciones. Sin ir más lejos, Eric Bass, reconocido titiritero americano, está en estos momentos preparando una obra con el teatro que se estrenará el 14 de abril.
Nos comentaba Marek Waszkiel el importante momento creativo que se vive en Polonia desde hace ya unos años, así como el gran esfuerzo que los teatros estatales han realizado para adaptarse a las nuevas realidades económicas y sociales del país. El mérito es que lo hayan conseguido con logros no desprovistos de dificultades, con una realidad cuyos números cantan por si mismos: 27 teatros estables de marionetas a la vieja usanza todavía en pie. Si a ello sumamos la gran efervescencia existente de nuevos grupos y compañías privadas, en una explosión creativa que los años no han hecho más que aumentar, podemos hacernos una idea de una situación francamente interesante y emergente, de la que aquí apenas sabemos nada. En un país, además, que es de los pocos de Europa que no ha cesado de crecer, sin ser víctima de crisis ni de burbuja inmobiliaria alguna.
Todo ello nos hace pensar que Polonia, país provisto de una sólida y arraigada tradición teatral, nos dispensará en el futuro con no pocas sorpresas en este terreno tan híbrido y fecundo com es el teatro de marionetas.