Titirijai alcanza su madurez treintañera (cumple en efecto en la presente edición treinta años) estos días en Tolosa, en medio de fuertes lluvias, una programación centrada en el tema «Títeres de Ida y Vuelta» y varios encuentros, tertulias y pases de películas. Una semana muy completa de espíritu titiritero como es habitual encontrar en Tolosa, donde tan importantes son los espectáculos como la fraternidad convivencial, con las comidas como momentos máximos de encuentro y participación.
Por «Títeres de Ida y Vuelta», los responsables del Festival han querido homenajear y, a su vez, reflexionar sobre los distintos movimientos titiriteros que durante todo el último siglo han tenido lugar en el vaivén migratorio entre España y los países de Hispanoamérica. A grupos como Teatro de La Plaza (Brasil), Ángeles de Trapo (Uruguay), Manicomio de Muñecos (Colombia) y el titiritero argentino Roberto White, se le añade la veterana compañía Los Duendes, de Valencia pero de origen argentino en su mitad (la compuesta por Alberto Cebreiro, como es bien sabido).
Durante el Festival, se puede ver también la impactante exposición dedicada a la obra de Mariona Masgrau que se inauguró en el TOPIC a principios del mes de octubre. El miércoles 28 se realizó una visita guiada de la misma a cargo de Eugenio Navarro, quién explicó a los presentes los detalles y los contextos en los que cada marioneta fue utilizada en vida de Mariona, muchas de ellas manipuladas por el mismo Eugenio.
Siete Cabritillos» de Teatro los Claveles.
Tuvimos oportunidad de ver esta mañana a la veterana compañía de Murcia Los Claveles con uno de sus últimos espectáculos, «Siete Cabritillos», una adaptación libre del clásico cuento de los Hermanos Grimm. La sesión, presentada en La Casa de Cultura, fue una verdadera gozada no sólo para los invitados asistentes sino también para los más de cien niños que llenaron la agradable sala. Espectáculo para niños de corta edad, tiene a Paca García como única intérprete (Aniceto Roca, coautor de la dramaturgia y director de la obra, asistía hoy en la técnica), encargada de mover todos los títeres y de darles vida con su voz. Se sirve para ello de una estructura tan sencilla como bella y eficaz, que sitúa los espacios de la historia de un modo muy poético y minimalista, sin que en ningún momento haya ninguna duda sobre su significado.
Se nota aquí la veteranía y el largo oficio de los dos titiriteros de Murcia al ser capaces de ir a lo esencial con lo mínimo, sin que nada chirríe ni se note en falta. Sustenta y afianza este logro el gran trabajo de Paca García, cuyo exquisito y contundente juego de voces cuadró a los niños manteniendo la atención desde el primer momento. Lo mejor, sin duda, y que da al conjunto la profundidad dramatúrgica necesaria, es la figura del Lobo, muy integrada a la escenografía y a los demás títeres, pero a su vez cargada de gravedad y con un dinamismo y una riqueza de matices que atrapó a los espectadores. Un gran mérito conjugar la suavidad de la propuesta visual y escénica dirigida a públicos de corta edad con el dramatismo del Lobo que no duda en zamparse a los cabritillos uno tras otro, sin ninguna concesión a las susceptibilidades cándidas.
Un alarde de oficio y un esfuerzo de síntesis y de honradez teatral que solo se explica por la experiencia de los años y el deseo de tomarse muy en serio la profesión.
«Blue Bird», de Anita Maravillas.
Ya hace algunos meses que las tres componentes de Anita Maravillas, junto con la asistencia técnica y actoral de Iam Agorria, llevan esta obra por los escenarios del país con gran éxito. Bien conocidas por el público de Tolosa (las Anita Maravillas triunfaron aquí con «Los Sueños de Leonor») regresan ahora con «Blue Bird» (pájaro azul) que bien podríamos considerar un musical, dada la importancia que tiene la música en el espectáculo.
Se trata de un trabajo de autoría y dirección colectiva en el que Anita Maravillas da un importante paso escénico al incorporar una nueva dimensión actoral en su relación con los títeres, atreverse con muñecos grandes que necesitan ser agarrados por el manipulador para actuar y moverse por el escenario, y prescindir casi de las palabras para centrarse en la música, el ritmo y la acción. Su forma general se acerca al Cabaret, un género en el que las Anitas siempre se han sentido muy cómodas.
Los tres muñecos protagonistas -además del pájaro azul que revolotea por la obra de principio a fin- son de una factura impactante y demuestran el gran oficio constructor de las tres titiriteras, que han lidiado siempre con técnicas muy diferentes, aunque la marioneta de hilo haya sido quizás el predilecto. Para potenciar el trabajo coreográfico de los actores-manipuladores, la escenografía se limita a un único fondo que reproduce una gran partitura, y a un perchero como único elemento escénico.
La obra es una poética historia de amor que impregna el conjunto de un tono de alegre vitalidad y de un refinado humor cabaretero años veinte. Al prescindir de la palabra, las actrices manipuladores deben sacar el máximo de sus capacidades histriónicas lo que carga agradablemente de feminidad el escenario, con el contrapunto masculino, conciso y siempre muy medido, de Iam Agorria. En definitiva, un espectáculo redondo de impecable acabado en el que las Anita Maravillas muestran su férrea voluntad por seguir explorando la relación títere-manipulador desde una óptica tan personal como exigente.