Llevado por mis deseos de saber más sobre Kasperl, el polichinela de la zona germana, me he desplazado a Munich donde he tenido la suerte, además de descubrir no pocas maravillas sobre el personaje, de asistir a dos espectáculos: uno del grupo Dr. Döblingers Kaspertheater y el otro del legendario Teatro de Marionetas de Munich.
El Kasperl del Dr. Döblingers
Tenía un gran interés en ver alguna actuación con Kasperl de protagonista y el azar me deparó la posibilidad de asistir a una biblioteca popular de un barrio muniquense donde los del Dr. Döblingers tenían una actuación para público infantil.
Antes que nada debo decir que bajo este nombre tan doctoral de la compañía, se esconden dos simpáticos titiriteros, Josef Parzefall y Richard Oehmann, duchos en el arte de las voces y de la improvisación. En efecto, el héroe de los Döblingers es un Kasperl fresquísimo en el que se respetan los personajes y muchas otras cosas de la tradición pero todo ello tratado con absoluta libertad, desparpajo y suma gracia, como pude constatar por la reacción del público, niños y adultos, que seguían la obra con constantes estallidos de hilaridad.
El perro, fiel compañero de Kasperl como también lo es de Punch, es una de las mejores creaciones de Josef y Richard: su protagonismo se lo ha ganado a pulso, gracias a su gracia torpe y parlanchina, que lo convierte en uno de los personajes más logrados y queridos por el público.
El uso que hacen los Döblingers del género de la Cachiporra se resuelve de un modo curioso: en ningún momento hacen uso de ella, me refiero a la cachiporra. Toda la obra es puro juego de palabras, y el referente más cercano que se me ocurre en el ámbito hispano parlante es el de la genial pareja de los ChonChón, que basan su arte en el lenguaje y en una manipulación exquisita y refinada. Por parecidos derroteros andan los de Múnich, con el inconveniente para mi que actúan en alemán, lenguaje que desconozco. Pero precisamente por ello mismo doy fe de sus habilidades, pues aún sin entender nada, capté el buen arte de las palabras gracias a la empática reacción del público.
Fue una delicia ver a Kasperl en acción y comprender la fuerza y la actualidad que sigue teniendo, cuando se hace un buen uso de él. Me di cuenta que era bien conocido y esperado por los niños, y que sus virtudes están más del lado de la inteligencia, de la razón y de la picardía, que de la fuerza. El resto de los personajes seguía bastante el hilo de la tradición, con el perro ya citado, el Mago con su sombrero largo y cónico, el criado que le sirve y suele salir escaldado, y un Cocodrilo la mar de divertido, con un aspecto «colocao» como si se hubiera fumado algunos canutos. Uno de los recursos más bien logrados de los Döblingers es el uso que hacen de los acentos regionales, muy marcados en Alemania, lo que hace que el texto esté densamente trufado de ingeniosidades, juegos de palabras, ironías y finos sarcasmos, que el público agradece y ríe con ganas.
En definitiva, una función alegre, viva, ingeniosa y con una técnica tradicional de guante muy bien tratada, con un bonito retablo que luce decorados de los que suben y bajan, telón y la obligatoria campana para avisar al comienzo de la función.
El Teatro de Marionetas de Múnich.
Acudir a este templo de la marioneta, considerado como el teatro estable más antiguo de Europa (abrió sus puertas en 1900), y haber tenido la suerte de ver su espectáculo para adultos, ha sido un verdadero regalo de mi estancia en Múnic.
Los simbolismos pesan en esta profesión y uno es sensible a estas cualidades que dan la fama, el renombre y la duración. Claro que a veces la realidad rebaja o supera las expectativas, pero en todo caso es propio de nuestro oficio respetar los valores del tiempo, en un arte donde prima lo efímero. Sin embargo, debo decir que el espectáculo que vi en el Teatro de Marionetas de Múnich fue una verdadera delicia además de un cierto viaje en el tiempo.
Por de pronto debo aclarar que en las obras presentadas no estaba Kasperl -aunque luego veremos que en este teatro Kasperl está siempre presente y en todas partes, aunque no lo veamos en el escenario- pero sí que estaba otro personaje clave para entender la cultura de la ciudad y algunas de sus quintaesencias más interesantes y entrañables: me refiero a Karl Valentín y a su compañera Liesl Karlstadt, figuras impactantes y que a su vez tanto tienen que ver con nuestro querido Kasperl. Se sabe que el Karl Valentín de joven solía acudir a este mismo teatro y que se dejó impregnar por el espíritu del personaje que lo custodia -me refiero a Kasperl. Curioso que aquella misma mañana me dejara caer por el pequeño pero precioso museo que hay en la Isar tor (la Puerta de Isar) dedicado a Karl Valentín. Dos cosas me sorprendieron: ver como algunas de las película suyas que se exhibían tenían una lógica más de marionetas que de actores, y descubrir en una de las vitrinas un títere de Kasperl con la cara de Karl Valentín, lo que indica hasta qué punto había compenetración entre ambos.
Regresando al Teatro de Múnich, lo que presencié fue un doble programa de marioneta de hilo con una primera obra de varios números sueltos sacados del repertorio cómico y absurdo del gran Valentín y su compañera Karlstad (juntos crearon más de 400 sketches y obras), y una segunda parte dedicada a Alois Hingerl, otro personaje típicamente de Bavaria y que nació en un programa de radio en 1911. Dice la historia que al morir e irse al cielo, sintió Alois rápida extrañeza de su tierra y sobretodo de la cerveza, por lo que siempre se quejaba a San Pedro. Buscando un remedio a la situación, Dios decidió echarle una mano y mandarlo a Múnich como cartero para que entregara una carta a los gobernantes, con indicaciones concretas de lo que éstos debían hacer. Alois acepta de inmediato y lo primero que hace al pisar la tierra de su ciudad, es acudir a la famosa cervecería Hofbräuhaus, donde se resace tomando una cerveza tras otra. Se dice que Alois sigue ocupando su sitio en una de las mesas de la cervecería, sin dejar de apurar una cerveza tras otra, y sin que la carta de Dios llegara nunca a destino, motivo que explica a los muniquenses el porqué sus gobernantes nunca hacen lo que deberían hacer.
Ésta es la historia que la compañía contó con marionetas y con una puesta en escena sencilla y muy efectiva, con un genial Alois Hingderl representado por un ángel con sus dos alas y los dos pies que usa para desplazarse por el espacio como si estuviera nadando.
Antes de empezar el espectáculo -con una muy buena entrada mayormente de personas de cierta edad- pregunté si podían enseñarme el teatro por dentro, es decir, por detrás, desde donde se manipulan las marionetas. Me aistió con suma amabilidad el joven titiritero Martin Köhler, uno de los manipuladores, quién me condujo por las partes secretas del escenario. Vi que el teatro consta de un magnífico doble puente (para la marioneta de hilo), uno fijo -el delantero- y el otro móvil, y que las marionetas se manipulan a una altura considerable. El director, el señor Siegfried Böhmke, se encontraba arreglando hilos y preparando las marionetas para la inminente función.
En un próximo artículo explicaré las relaciones antes insinuadas de Kasperl con el Teatro de Marionetas de Múnich, harto importantes como se verá. Para quién quiera saber más sobre el tema, le remito a mi blog de «Rutas de Polichinela» (clicar aquí), que me sirve de cuaderno de notas y donde expongo datos más algunas imágenes.