Ha comenzado la edición del TOT Festival de este año con el espectáculo La Máquina Mágica de la compañía Animamundi, una apuesta del Poble Espanyol por este grupo veterano de la escena titiritera catalana, creado por la sombrista de origen sueco Kerstin von Porat, que desde 1988 se dedica a esta especialidad en Cataluña. La obra se representó el viernes 22 de marzo a las 20h en el Espacio Teatro, inaugurando así la programación del Festival. Se ha podido ver también el sábado 23 y el domingo 24 a las 11h.
‘La Màquina Màgica’ de Animamundi
La obra encaja muy bien con el escenario que lo acoge, el Poble Espanyol, un espacio como se sabe dedicado mayormente a la artesanía, un pueblo «donde todo el mundo sabe hacer cosas bonitas y útiles con sus manos». Dos son los protagonistas: el pianista Simón Fa-Sol y la Tejedora Aurora. Son vecinos y cuando ella trabaja le gusta escuchar la música de Fa-Sol. Los otros personajes son artesanos que viven en mismo el pueblo y que mantienen entre todos una muy buena relación. Pepa ceramista, Edu carpintero, Dora sopladora de vidrio, etc. Hasta que un día aparece una máquina mágica en el centro del pueblo que hace todas las cosas de forma automática, no sin haberse comido antes las viejas herramientas del trabajo con las manos. La automatización del pueblo acaba con la convivencia y la máquina no hace más que llevar desgracia y depresión. Hasta que a Fa-Sol se le despiertan las manos, la música devuelve el buen humor al pueblo y mientras la caja se parte en dos.
Pero lo más interesante de este montaje es la forma en que se va explicando la historia, con dos escenarios laterales para los títeres (de mesa) y una pantalla en medio donde a veces se replica la acción de los muñecos y a veces es simplemente el escenario de la acción principal. Esta pantalla se convierte en el centro del espectáculo, con un uso muy diverso y rico de las distintas técnicas del teatro de sombras. Hay una combinación de sombras directas y de sombras hechas desde un retroproyector, una técnica que Von Porat ha trabajado profusamente. El paso del registro de los títeres al de las dos dimensiones de las sombras consigue dar un ritmo muy ágil al espectáculo, bien sostenido por las voces de las dos manipuladoras, la misma Kerstin von Porat y Elisenda Rué, voces muy bien puestas y agradables, con el entrañable y peculiar acento sueco de la directora.
Muy conseguidas son las sombras grandes que se combinan con el cuerpo de las dos manipuladoras, creando unos personajes que funcionan muy bien en la pantalla de sombras. El espectáculo, lleno de color, ritmo y buenas músicas funcionales, es ideal para el público familiar. El título, La Máquina Mágica, que hace referencia a la malévola máquina que rompe la convivencia en el pueblo, serviría también para definir el espectáculo en sí, ya que el sistema creado por la compañía mediante la pantalla central con los dos pequeños escenarios laterales constituye de hecho una especie de máquina mágica que produce todos los efectos visuales que ve el público. Una máquina de crear imágenes y de contar historias sencillas y bien dirigidas a los más pequeños.
‘Hansel i Gretel’, de Trac Trac.
El conocido cuento de los Hermanos Grimm es la base de esta obra para una única manipuladora, Àngels Valero, que la representa con títeres de mesa. La conocida obra, bien amada por el público operístico gracias a la ópera con el mismo nombre de Engelbert Humperdinck, atrapó al público de la carpa donde se presentaba el espectáculo en el Poble Espanyol. Con un dramaturgia sencilla que comienza y termina con un gato al que la manipuladora decide contarle un cuento, el argumento se centra en dos escenarios: el bosque y la casa de chocolate de la bruja. El bosque es presentado con toda una serie de animales que lo pueblan: un caracol, unas mariposas, una abeja que casi habla con el público, hasta que aparecen Gretel y Hansel, los dos hermanos que terminarán cayendo en manos de la bruja.
Lo que hace la propuesta especial es que en ningún momento se obvian los lados oscuros de la obra, aunque el dramatismo queda convenientemente azucarado por las mismas golosinas de la mujerzuela del bosque y por un tono que evita recrearse en los lados más truculentos de la historia, cosa lógica y siempre aconsejable en un espectáculo infantil. Pero la bruja acaba cayendo al horno y seguro los niños más imaginativos habrán sentido el olor de chamisquina de su cuerpo al quemarse.
Àngels Valero despliega sus dotes vocales y manipuladoras en un trabajo difícil de solista en el que mueve también luces y sonido. La historia está contada de forma clara y sencilla, que es siempre lo más importante, con unos títeres que se dejan ver bien en medio de una escenografía de rasgos estilizados. Al final, el público aplaudió con ganas y muchos niños se acercaron al escenario para ver de cerca los títeres y conocer a la bruja que a pesar de haber desaparecido dentro del horno, seguía entera detrás del escenario.