En los últimos días del Festival de Títeres de Estambul, tuve la oportunidad de asistir a una de las funciones del grupo noruego TinkerTing, uno de los platos fuertes de la programación, con su espectáculo «Hunger», basada en la novela del mismo título escrita por el noruego Knut Hamsun en 1890 (autor que fue Premio Nobel en 1920). Un espectáculo que entusiasmó al nutrido público que llenó el teatrillo del Lycée Français Sainte Pulchérie, situado en el centro de la ciudad, a pocos pasos de Taksim y del inicio de la calle Istiklal.

HungerHunger es el resultado de un esfuerzo de colaboración a tres bandas entre la compañía TinkerTing del noruego Arne Løset’s, el Nordland Visual Theatre de Noruega, y la compañía de Bristol, Inglaterra, Pickled Image, formada por Dik Downey y Vicky Andrews, quiénes firman también la dirección de escena. Un trabajo que sólo puede calificarse de extraordinario, basado en un muñeco, imagen del escritor protagonista de la historia, dotado de una expresión increíblemente lograda. Lo curioso es que la marioneta está manipulada por dos titiriteros, el mismo Arne Løset’s y Gisle Hass, a través de una técnica que por un lado recoge los hallazgos desdoblatorios de un Neville Tranter pero que parece ir más allá, en parte gracias a la absoluta libertad que se toma la dirección de escena y los dos manipuladores, una deshinibición puesta al servicio de las ideas y de las imágenes que el espectáculo consigue desplegar.

Que una marioneta que se muere de hambre tenga cuatro patas puede parecer extraño, pero en Hunger resulta casi de una lógica aplastante, sobre todo cuando las cuatra patas son aprovechadas para jugar con ellas y dotar al personaje de un sentido de irrealidad todavía más acusado. Una irrealidad muy humana, desde luego, como el espectáculo nos muestra. Y es que lo más extraordinario de la obra es ver cómo la relación del muñeco con sus cuatro manipuladores consigue realmente una máxima expresión del mismo, de acorde con el sentido de las novela en que la obra se inspira. Lo humano de los manipuladores, al lado de la monstruosidad «tan humana» del protagonista, parece ridículo y se empequeñece, al hallarse al servicio de la patológica irracionalidad del muñeco. En este sentido, la labor manipuladora e interpretativa de los dos titiriteros es magnífica. Se nota aquí una dirección clara y férrea, pero también una entrega absoluta de los dos manipuladores, que sudan de un modo totalmente justificado y convincente la camiseta .

HungerTambién la música y los otros elementos escénicos ayudan a crear la atmósfera de absurdidad, casi necrofílica, que nos propone el espectáculo. La marioneta de la mujer, con su cabeza de muñeca que se pone y se saca, es genial por su calidad angustiante y monstruosa. Igualmente los demás muñecos que salen de los rincones de la escenografía, como el monstruo del hambre, que parece vigilar al pobre escritor para que no se aparte del recto camino de morirse de hambre.

El entregado desdoblamiento a cuatro manos de los dos titiriteros en el fantástico muñeco de Hunger eleva el absurdo de la existencia -una de las finalidades que parece buscar la obra de Knut Hamsun- a cotas todavía más altas. Los dos manipuladores, con una sincronicidad total en el manejo del muñeco, establecen sin embargo una fragmentación radical en el interior del personaje, como si en vez de un sujeto hubiera dos, encargados de sustentar su personalidad. Una dualidad esquizofrénica interior del personaje, bien representada por los dos manipuladores, que lo condena a su inhibición vital y a la autodestrucción.

Hunger

Con razón la obra ha recibidos premios importantes, entre ellos el del mejor espectáculo otorgado por la Unima en el Festival Mundial de Chengdu, en China. El público de Estambul estalló con aplausos entusiastas y duraderos.