El Fesival FIMFA de Lisboa continúa esta semana con cuatro platos fuertes: «Go!» de Polina Borisova de Rusia-Francia en el Museu da Marioneta, «Kefar Nahum» de la compañía Mossoux-Bonté de Bélgica en la Sala Estudio del Teatro Nacional D.Maria II, «Mathilde», de la compañía Stuffed Pupet Theatre de Neville Tranter (Holanda) en el Museu da Marioneta, y «Olo – uma peça em construçao», del Teatro de Ferro de Portugal, también en el Museu da Marioneta.
Me gustaría hablar aquí del espectáculo visto el viernes 31 de mayo en la capilla del Museu da Marioneta «Clowns’ Houses», de la compañía griega Merlin Puppet Theatre, instalada entre Berlín y Atenas. Un sofisticado trabajo de marionetas sobre mesa que podríamos calificar de Teatro Negro, no por la técnica utilizada sino por la temática, pues negros son el ambiente de la obra así como el tono de los personajes que intervienen en ella.
Tomando como punto de partida un poema de la poetisa inglesa Edith Sitwell, cuyos versos una voz grave va recitando durante la obra, Clowns’ Houses nos muestra un edificio, cinco apartamentos y seis personajes que, como indica el programa, «arrastran la existencia de sus vidas miserables». En efecto, son personajes maldecidos por la rutina y por unos horizontes vitales que no parecen ir más allá del marco de la ventana o de la barandilla de un balcón.
Demy Papada y Dimitris Stamou, los dos titiriteros de Merlin Puppet Theatre, son los dos artífices de esta obra en la que despliegan unas dotes extraordinarias para la creación de ambientes y una manipulación de gran fuerza expresiva y con un exquisito cuidado en los detalles, de modo que cada una de las secuencias se convierte en un mundo en sí, de sórdidas y claustrofóbicas características, en el que agonizan quienes en él habitan. Con la ayuda de una muy efectiva banda sonora, a cargo de Achileas Charbilas, vemos al señor pegado todo el día a la televisión acabar perdiendo su cabeza para ser substituida por la caja tonta. O la señora que se pasa el día limpiando con su aspiradora, acabar siendo víctima de la misma y de la corriente eléctrica. Personajes todos ellos patéticos y desgraciados, rodeados de objetos absurdos que unas veces se rebelan contra ellos (el televisor, la aspiradora, las monedas del insaciable especulador), o que sucumben atrapados por su propia desgracia, como el caso del señor que sobrevive a las refriegas familiares aislándose en el balcón, o la obstinada suicida que acaba hartando a todo el mundo hasta que la luna, cansada de tanto lloro, la despacha sin más al otro barrio.
Humor negro y refinamiento detallista son las dos otras características de “Clowns’ Houses”. Y una manifiesta voluntad de crear un mundo propio, determinado por las obsesiones y las ideas de Demy Papada y Dimitris Stamou, poseídos por un grado de auto-exigencia muy elevado. En la combinación dramática de los personajes con los objetos, ambas categorías tienen aquí la misma importancia. Y para destacarlo, nada mejor que convertir al objeto en un sujeto casi con voz propia, de modo que la distancia entre unos y otros se difumina, mostrándonos a esos personajes vaciados de atributos pero rodeados de objetos igual de absurdos y banalmente caprichosos que sus supuestos “amos”. Se expresa de este modo el absurdo de nuestra sociedad contemporánea, atrapada por el consumo y por esta fatídica resignación a una rutina de vileza, encerramiento y autodestrucción.
Una obra que ha recibido ya algunos premios (como el del Festival Kotorski de Montenegro) y de la que oiremos a hablar en un futuro próximo.