Cataluña ha vuelto a ser el escenario, por segundo año consecutivo, de una gran movida independentista que ha llevado un millón seiscientas mil personas a la calle. La Vía Catalana ha sido un éxito sin precedentes, protagonizada por una excelencia logística de organización -compuesta exclusivamente de voluntarios, unos 30.000 según parece- sin paragón. Los titiriteros, que conocemos lo que cuesta organizar cualquier acto capaz de reunir unas pocas personas, sabemos que una movilización de tales dimensiones sólo puede calificarse de épica y de descomunal.
Mapa de la Vía Catalana.
¿Cuál es la relación que podemos establecer entre esta ola, mezcla de logística movilizadora y de emociones, y los títeres?
Absurda pregunta, dirán algunos, que sin embargo merece dedicarle unos minutos.
Una cuestión central ha sido la afirmación de soberanía: los catalanes que se han manifestado -y que representan una importante mayoría del país- quieren pertenecer a un colectivo con capacidad de ser sujeto político. Capacidad, por lo tanto, de independencia, con la libertad de decidir lo que quiere ser en el ámbito de las naciones del mundo.
La Vía Catalana en la Muralla China. Foto de Xavier Fontdeglòria.
Pasar de ser Objeto -situación de una comunidad en estado de dependencia- a ser Sujeto, es el anhelo no sólo de los pueblos que buscan independizarse, sino también de los títeres que viven sometidos ser simples objetos en manos del titiritero. El títere, simple trozo de madera, quiere tener voz propia, ser Sujeto. En realidad, tenemos que ver aquí la figura del titiritero el cual, reducido a «objeto social» por el contexto y por los imperativos gremiales o laborales, proyecta en el títere su anhelo de ser libre y soberano, algo que cree poder conseguir al desdoblarse en él. Entonces, por los efectos de reflejo, el titiritero puede vivir también esta libertad, basada en el hecho de ser dos.
Vemos aquí como la soberanía del títere respecto al titiritero es una afirmación doble: su condición de personaje deviene libre y llena de verdad cuando acepta que también es un trozo de madera. Entonces, tanto el titiritero como el espectador que en él se proyecta, pueden vivir esta curiosa paradoja alquímica de ser dos en uno.
Foto de Carles Carbonell. Via Catalana N340 – Montroig – Avinyonet. Flickr enlace aquí. Album Assemblea Nacional de Catalunya.
De la misma manera, los pueblos, en sus afanes colectivos de libertad, deben aceptar sus dualidades. La soberanía lo es de verdad cuando toma conciencia de su verdadera naturaleza dual. Entonces, en plena conciencia de la complejidad contradictoria que le es consustancial, un pueblo puede afirmarse de verdad como Sujeto Libre y Soberano, y tratar de igual a igual a los demás Sujetos Soberanos que lo rodean y con los que debe convivir.
En este sentido, el problema de España como nación, según la expresión de su actual gobierno, es que no acepta sus contradicciones y dualidades interiores. Como un titiritero ciego que se identifica tan intensamente con su títere que no es capaz de ver la dualidad intrínseca que conforma su ser, España, llevada por su gobierno, se empeña en ser Una y Libre, una manera de ser impositiva que busca en el exterior a sus enemigos, imágenes proyectadas de sus realidades interiores no aceptadas. De ahí que su única respuesta sea la coercitiva.
Creo que el carácter tranquilo, relajado, festivo, incluso irónico y juguetón, a veces escéptico y desengañado, pero siempre decidido, de la gran manifestación de la Vía Catalana, ha sido precisamente una clara demostración de esta aceptación de las dualidades inherentes que configuran la realidad del pueblo catalán. Una actitud de visceralidad emotiva, enfocada contra los odiados enemigos, nos indicaría, por el contrario, la pobreza y la ignorancia de una no aceptación de esta complejidad interior que siempre suele ser conflictiva y contradictoria.
Foto de Carles Carbonell. Via Catalana N340 – Montroig – Avinyonet. Flickr enllaç aquí. Album Assemblea Nacional de Catalunya.
Este carácter mayoritariamente festivo y casi distraído (con las lógicas excepciones, claro está) de la gente que se ha manifestado este último 11 de septiembre, carácter que ha sido malévolamente despreciado y escarnecido por sus detractores, es precisamente el síntoma que más debería alarmar a éstos: indica la insólita fortaleza del movimiento independentista catalán capaz de asumir las mil dualidades contradictorias que le son propias y que caracterizan a las sociedades contemporáneas. Unas contradicciones que los catalanes, la mitad de los cuales tienen profundas raíces en las otras tierras de España, hoy encarnan con la naturalidad inconsciente de quien no necesita ni planteárselas, y con la decidida voluntad de convertirse en un sujeto político e histórico, libre y soberano.
El peligro siempre latente para los soberanistas catalanes embarcados en su Vía para la Independencia es que por el camino, azuzados por los extremos –los de dentro y los de afuera–, pierdan esa rica dualidad interior: no sólo perderían de inmediato su mayoría social, sino que sellarían su derrota frente a un enemigo ciclópeo mucho más fuerte en este tipo de combates entre púgiles de mente estrecha y de un solo ojo.
ELUCUBRACIONES Y SENTIMIENTOS DE UN TÍTERE DEMÓCRATA.
Lo mas penoso de este proceso donde los títeres catalanes han empezado a perder el miedo a mostrar su deseo de convertirse en un pueblo libre y reconocido por el resto de los títeres españoles, es la incomprensión y el rechazo visceral que entré muchos de estos últimos genera.
Da la impresión que no desean la separación política de los títeres catalanes, no por su amor, admiración y respeto hacia ellos, sino por que perciben que eso va a empequeñecer la nación titeretil española.
Me apena que la grandeza de un estado se mida por su extensión y número de títeres que lo habitan y no por su bienestar y felicidad. Si esta fuera la premisa del estado «democrático» español, debería permitir a todas esas criaturas ser convocados a una consulta democrática para poder votar y decidir como van a organizarse y quien va a manipularlos en el futuro. Estoy convencido de que en este supuesto habría mucha más unión, comprensión y armonía entre las marionetas, títeres y objetos de la península Ibérica, de la que hay hoy en día.
Los nacionalismos de las grandes naciones, amenudo fueron condicionantes de la libertad de los pueblos por ellas contenidos.
Es triste que sintiéndose españoles como se sienten la mayoría de los títeres de España, no sean capaces de aceptar que haya también una mayoría de títeres catalanes que sólo se sientan catalanes y reconocer y respetar la particular cultura, lengua, política, pensamiento y organización de un pueblo milenario que tiene la voluntad de ser nación y desea consultar a sus habitantes si desean crear un estado propio.
El problema es que los señores que mueven los hilos del poder, priman su nacionalismo por encima del bienestar de todos.
Apena que los lazos de amistad entre los títeres de las distintas comunidades y nacionalidades del estado español puedan deteriorarse.
Por eso pido a nuestros vecinos y compañeros tolerantes y de izquierdas que habitan en la piel de toro, un esfuerzo de comprensión hacia el hecho diferencial del pueblo de Catalunya, cuyos tatarabuelos fueron masacrados ahora hace trescientos años por los borbones, por defender esa diferencia. La misma que hace que el PP a pesar de su mayoría absoluta y de tener todo el apoyo de los manipuladores del estado español jamás haya conseguido pasar de ser la tercera fuerza política en el parlamento catalán.
Comprensión pido pues para entender el rechazo de los títeres catalanes a aceptar que peperos y borbones siendo minoría decidan sobre sus vidas..
También pido a todo títere tolerante, que sienta el orgullo de ser español haga un esfuerzo por comprender que la lucha por el derecho a decidir no va contra el, ni contra nadie, sino a favor del amor por la libertad el bienestar y la felicidad de todos los pueblos titeriles de la Tierra incluido por supuesto el español.
Visca España i viva Catalunya. Pero cada una con sus propios hilos.
Toti Tipón. (Marioneta-Clown del espectáculo Antología de Jordi Bertran)