Acudir al Titirijai de Tolosa siempre es un gran placer, no sólo por los espectáculos que se pueden ver, sino por las muchas caras conocidas que encuentras y por las nuevas que vas incorporando en ese gran baúl de las amistades que los titiriteros tenemos. Empezaremos esta segunda crónica del Festival contando la visita realizada a la localidad de Ordizia, una de las villas del valle del Oria con más personalidad autóctona, para luego comentar algunos espectáculos así como algunas singularidades vistas en los días del Festival.
Viaje a Ordizia. Krystal.
Coger el tren en la estación de Tolosa para remontar el valle del Oria y alcanzar, tras varias paradas, Ordizia, constituyó un pequeño viaje en el tiempo: a medida que nos adentrábamos en las profundidades de los montes guipuzcoanos, fue como entrar en las oscuridades de esta tierra misteriosa y de raíces humanas ancestrales. La hora del día acompañaba esta impresión, pues llegamos a nuestro destino hacia las seis de la tarde. Íbamos Guadalupe Tempestini, Lola Lara, Juan Luís Clavijo, Eugenio Navarro y quién suscribe estas líneas. El sol empezaba a declinar, rápidamente oculto por la inquieta geografía de la zona, y los colores pálidos y rosados acentuaban el contraste de las poderosas y oscuras vigas de madera que los lugareños gustan mostrar en sus arquitecturas.
Estación de Ordizia.
Descendimos del tren, y la imagen de la achatada y bella estación nos impresionó gratamente. Más que una estación, parecía una enorme cara de piedra que nos recibía con una simpática txapela, esa boina vasca que sobresale con elegante holgura. La saludamos con la sensación de haber intercambiado con ella cuatro palabras de agasajo, y tras cruzar la calle que nos separaba del municipio, subimos hacia el centro, buscando el teatro. Una acertada intuición nos llevó, a mi y a Eugenio Navarro, ante una estatua que centraba una pequeña rotonda entre calles. Me acerqué y descubrí al personaje: Andrés de Urdaneta, militar, cosmógrafo, marino, explorador y religioso agustino español. Tras participar en las peligrosas expediciones de García Jofre de Loaísa y de Miguel López de Legazpi, alcanzó fama universal al descubrir y documentar la ruta a través del océano Pacífico desde Filipinas hasta Acapulco, conocida como Ruta de Urdaneta o tornaviaje. Una ruta que los españoles utilizaron durante doscientos años y que todavía hoy es usada para cruzar el Pacífico.
La figura señera de Andrés de Urdaneta ilustra la importancia que tuvieron los vascos en la Conquista de América y en los primeros pasos de lo que fue el Imperio Español, y explica hasta qué punto la idiosincrasia vasca, caracterizada por su tremenda energía y capacidad de materialización, contra vientos y mareas, de ideas y proyectos, ha marcado y moldeado el carácter castellano y español. Se entiende así la secreta admiración que los poderes españoles han tenido por los vascos, y que se ha traducido, a pesar de las violencias terroristas, en un estatuto de autonomía avanzada en los aspectos fiscales y financieros.
Estatua dedicada a Fray Andrés de Urdaneta.
Tras fotografiar la figura severa e imponente pero en cierto modo amable de Andrés de Urdaneta, volví a la realidad y dirigí mis pasos al teatro a donde nos dirigíamos. Una sala repleta a rebosar nos acogió y por fin tomamos asiento entre la animación de un público compuesto mayormente de familias y muchos niños. Se alzó el telón, y otro mundo surgió ante nosotros. África estalló de pronto ante nuestros ojos atónitos e incrédulos: el grupo Krystal de Kenia nos presentaba su espectáculo titulado “Lágrimas junto al río”. Dos magníficos actores que también eran cantantes, músicos y bailarines, Chrispin Mwakideu y Fedelis Kyalo, nos deleitaron con imágenes que surgían del corazón del África negra. El contraste entre las oscuridades cultas, oscuras y ancestrales del Valle del Oria, con sus personajes de leyenda, y el colorido musical y primigenio de los ritmos africanos, fue rotundo y brutal. Así pareció verlo también el numeroso público, absorto y atónito ante aquella explosión de colores y ritmos que rompía las nieblas vascas y el mundo visto a ojos de Txapela.
Actuación de Krystal.
La actuación de los kenianos de Krystal fue una verdadera maravilla e ilustró sin necesidad de que nadie lo explicara la magia del teatro, capaz de abrir espacios y tiempos distintos, como si el Titirijai fuera una especie de juego de cajas chinas en el que al sacarlas una a una, surgieran mundos y realidades diferentes. La historia que explicaron, hermosa y sencilla, nos ilustraba sobre el porqué del nombre que lleva el río Libendi, a partir de leyendas autóctonas sobre animales enfrentados a las adversidades de la naturaleza, que son también las de los humanos.
Gozamos de esta alegría ingenua que es dar vida y nombres a los diferentes seres y objetos que nos rodean, sean animados o inanimados, con esos tintes y pinceladas siempre algo tristes y melancólicos que los africanos suelen dar a sus cuentos y espectáculos, muy conscientes de la vitalidad de la que gozan pero también de la gran dependencia que sufren respecto a todo lo que les viene de fuera, para bien y para mal, sea a través de la naturaleza, sea a través de los humanos, protagonistas por lo general de las peores tormentas sufridas.
Chrispin Mwakideu y Fedelis Kyalo con el mono Libendi.
Impactados por aquellas traslaciones poéticas a realidades tan distintas, dimos una vuelta por la Villa de Ordizia, admirando sus solemnes caserones de piedra oscura, así como las altas columnas del cobertizo que cubre la plaza mayor, para proteger de la lluvia los mercados y los concursos que allí se celebran. Por cierto, justo dos días antes de nuestra visita, tuvo lugar el XV Campeonato de Morcilla de Guipuzcoa, del que fue ganador el carnicero Julian Mujika Azkue de Beasain.
En la estación de Otdizia. Foto de Eugenio Navarro.
En la estación, que nos recibió con más frialdad, dada la hora ya avanzada del día, nos despedimos de Ordizia y de Don Andrés de Urdaneta, quién a pesar de haber sido enterrado en la ciudad de México, donde murió en el convento de los Agustinos, debe visitar de vez en cuando su villa natal, como es propio de los espíritus vascos, que gustan de lo ajeno pero aún más de lo propio.
Títeres de Navarra: Colectivo Humo y Gus Marionetas.
El Titirijai de este año nos ha ofrecido la posibilidad de conocer la realidad titiritera de Navarra con la presencia de dos compañías de importancia: Colectivo Humo y Gus Marionetas.
Conozco a Manuel Aliaga desde hace muchos años, aunque hacía siglos que no lo veía. Esto es lo que tienen de bueno estos festivales, que propician reencuentros entrañables entre amigos y colegas. Su espectáculo “Hombre Lobo” fue una pequeña maravilla que encandiló al público del Teatro Leidor –muy numeroso, pues la sala es grande– y mostró el dominio escénico conseguido por Aliaga en sus años de profesión. Un trabajo solista que se sirve de títeres y del juego de máscaras.
Manuel Aliaga en plena actuación.
Se trata de una versión libre de «Los siete cabritillos y el lobo», en la que su autor y único intérprete, Manuel Aliaga, no regatea las duras realidades del cuento, con imágenes que dejan intuir con gran eficacia el mito de «Cronos devorando a sus hijos», como la misma compañía explicita en su programa de mano. Lo bueno del montaje es que utiliza una variedad muy rica de registros –máscaras, dibujo en directo, títeres, comic…– sin que nada chirríe, con una fluidez exquisita y una presencia actoral siempre llena de dignidad y elegante distancia a pesar del cambio constante de lenguajes.
Manuel Aliaga.
En el teatro del TOPIC, pudimos ver una representación de “El sueño de Cleta”, de Gus Marionetas. Susana Pellicer Lezaun y Fernando Arregui Pérez son los dos artífices de este delicado y muy bien urdido trabajo de títere sobre mesa, en el que desplegaron un gran dominio tanto de la manipulación como de las voces. Obra de contenido ecológico, los de Pamplona consiguieron que el público, compuesto de niños mayormente, asistiera entregado y en completo silencio a las peripecias de la bruja Cleta, empeñada en componer su pócima. Con un lenguaje pensado para los más chicos, la obra es una metáfora de nuestra cultura fáustica, que con sus “pócimas mágicas” de alta tecnología y acelerado crecimiento, nos está llevando al desastre.
Imagen del espectáculo de Gus Marioneta.
A destacar el trabajo creativo y pictórico que Susana Pellicer Lezaun realiza en solitario y que puede verse en su página de Tentarte (www.tentarte.es ). Exquisito complemento artístico a una labor titiritera que lleva ya muchos años en marcha. Habrá que seguir sus huellas…
Susana Pellicer Lezaun y Fernando Arregui Pérez con dos de sus muñecos.
Búho-Maravillas y otros espectáculos.
Al días siguiente, pude todavía ver una representación de la afamada compañía de Sevilla, Búho-Maravillas, titulado “La Leyenda del Grillo y la Hormiga” que deleitó al público del Teatro Leidor con un curioso espectáculo de gran formato inspirado en la técnica de manipulación de varilla con la que los titiriteros chinos tanto gustan de trabajar. Marionetas de altura que requieren de una práctica compleja y difícil, pues se alzan por encima del manipulador sujetas por largas varas que otorgan elegantes movimientos a los muñecos.
Búho Maravillas en plena actuación.
Y la verdad, es que los de Sevilla salieron muy bien parados de su reto, pues las marionetas, que representaban a los personajes de la historia, enormes insectos muy bien caracterizados, se movieron con gracia y soltura por el escenario. A destacar fragmentos de música en directo mediante una arpa tradicional china y una iluminación logradísima, con un enorme círculo de luz que enmarcaba, tiñéndose de diferentes colores, la escena.
Dos manipuladores de Búho Maravillas con una marioneta.
Se nota la práctica y la larga experiencia de los manipuladores del Búho, muy bien dirigidos por Juan Luís Clavijo. No sólo con los movimientos, sino también con voces seguras y logradas. Un cuento chino que los niños que llenaban el Leidor siguieron con una gran atención.
Me perdí un sinfín de espectáculos, pues sólo pude estar tres escasos días. Entre ellos la “Basilisa” de La Canela, de Analía Sisamón (ver aquí), que tenía muchas ganas de ver, así como a los mexicanos comandados por Ike Vicente (ver reportaje en Titeresante aquí:), de la compañía La Liga Teatro Elástico. O a los italianos del Teatro Distinto. Ya conocía a los demás, muchos de ellos comentados en estas páginas, como es Titelles Vergés con dos obras de su repertorio, Eugenio Navarro que presentó su último montaje “El Caballo de Troya y la pequeña Helena”, “El espejo de las hormigas”, ese precioso montaje de la compañía Pupella Nogues, de Toulouse, en Francia, o “El gallo de las veletas”, de La Canica, de Madrid. Montajes todos ellos de altos vuelos que el público de Tolosa tuvo la suerte de gozar.
Caras, encuentros y curiosidades de Tolosa.
He aquí algunas imágenes tomadas al azar de caras, encuentros y curiosidades tomadas en Tolosa durante el Titirijai de este año 2013.
Pierna emergente en una calle de Tolosa.
Cara de la marioneta de Ike Vicente que se encuentra en la entrada del TOPIC.
Juan Luís Clavijo y Lola Atance.
Guadalupe Tempestini y Lola Lara.
Eugenio Navarro, Pilar Amorós y Paco Paricio.
Ike Vicente y Roberto White.