A medida que se va acercando la cita titiritera en Cuba para el Consejo de Unima en Varadero y el próximo Taller Internacional de Matanzas (seran en el mes de abril), vale la pena publicar algunos textos que nos llegan de la isla y que nos asoman sobre la realidad de los títeres cubanos, siempre tan rica. Concretamente, publicamos un texto de Yudd Favier en el que repasa el año 2013, y una crítica de Isabel Cristina Hamze sobre el último espectáculo del Teatro La Proa, Romance en Charco Seco, a partir de un texto de Erduyn Maza, con dirección de Arneldy Cejas.
SÍNTOMAS DESDE LA REPRESENTACIÓN
(Un repaso crítico al teatro para niños y de títeres cubano en 2013)
Por Yudd Favier. Licenciada en teatrología en el Instituto Superior de Arte de La Habana.
En lo referido al teatro para niños y el teatro de títeres, las más sobresalientes evoluciones -hace tiempo- no están precisamente en la capital. Normalmente intento identificar rasgos comunes que me permitan caracterizar un movimiento teatral que me concierne porque me atrae. Ésta vez, para no hablar de manera genérica de la gran crisis creativa que atraviesa nuestro teatro, prefiero compartir las reflexiones desde los estrenos a los que he asistido este año y entonces, desde ese ejercicio del criterio – particular, por supuesto- llegar a las correspondientes consideraciones, las propias. Son algunos de los estrenos en los que he participado, no la totalidad de los que se han producido.
Las Tunas. Los Zahoríes: Un cazador para el lobo. El espectáculo de Armando Mora y Damaris Pacheco Los pícaros burlados reubicó en el mapa a un grupo que hacía años no lograba establecerse como un referente. Su éxito les proporcionó la participación en los más importantes festivales del país y una notoria recepción de la crítica. Tras ello enfrentan un cruel monstruo que se llama “Expectativa” en torno a su segunda incursión, todos esperamos que sea igual de divertida y un poco más. Ahora vuelve a la Caperucita para jugar con el intertexto y lo consabido del cuento. Estuvimos frente a un work in progress, al que sí le quedaba mucho por progresar en variados aspectos, pero en él ya pueden percibirse que la aptitud para improvisar de A. Mora, la gracia de ubicar gags contemporáneos sin perecer en el primitivismo de lo cotidiano, son códigos que tiene la virtud de explotar a su favor.
Teatro Tuyo. Gris. Debido a la calidad de las últimas producciones, podría afirmarse que el grupo está en pleno auge de su carrera. Amar y trabajar -dicen que Freud le indicó a Erik Erikson- son las capacidades gemelas que marcan la plena madurez. Amar y trabajar: parecen ser los benditos propulsores que incentivan a un grupo y a su director. Defienden una poética que a golpe de ejercerla y estudiarla han hecho propia: la técnica del clown, no esa del bullicioso y exagerado, sino otra que se conecta mucho más con un Charles Dedureau, un payaso que extrae del mimo arquetipos y habilidades de expresión, para deleznar estridencia e hiperbolización excesiva. Bajo estos preceptos ha nacido Gris, un salto cualitativo desde el entrenamiento del actor y su propia creatividad, donde las constantes cadenas de acciones rompen con esa otra dinámica reflexiva y de estadios de inacción que poseía Narices. Contraste locomotor que se enfatiza en la elección de otros colores y, por supuesto, en una nueva historia, una que sí se mantiene con un mensaje optimista, en el que humano o alien siempre será un “Dador”.
Ruandi, Guiñol de Holguín.
Holguín. Guiñol de Holguín: Ruandi y Payasoñar. Tras la pérdida de un líder teatral queda en suspenso el destino del grupo. Ser director no es una tarea que se deba cumplir, es una aptitud, una competencia, que además debe ser reevaluada por la propia persona constantemente para que evolucione. Dania Agüero supo reconocer en un grupo de jóvenes, con una vocación -verdaderamente sólida- de colectivo superviviente los puntales y con ello ha rendido tributo a su líder componiendo, disciplinando, creando cadenas de acciones en torno al canovaccio, la versión y los diseños que creara Miguel Santiesteban para Ruandi. Es un ejercicio de dirección que aunque esté pautado por los deseos, las notas y conversaciones de Miguel no se habría consumado sin la capacidad de crear un espectáculo total que tiene, a mi entender, entre sus mayores virtudes la gestión escénica colectiva, hecha desde un cooperativo trabajo de grupo: excelente en dinámica, coordinación, manipulación y animación, que las sigo pensando como dos cosas distintas. Y se reconocen conexiones con las obras previas de Miguel, por ejemplo la similitud etaria de Ruandi-Belina con Juancito y María, adolescentes en los originales convertidos en ingenuos niños en las versiones o el uso de “fragmentaciones de cuerpos” como recurso espacial de eficaz sentido visual que estaba en Galápago y ahora se reutilizan en el Perro y la Jicotea. Payasoñar: un espectáculo con payasos, estereotipos y simpáticos reprises, de la total autoría de Dania es, en sí, una unidad espectacular que muestra que no ha sido tan sólo una decisión administrativa la tomada por ella, señala la existencia de una estratega y una creadora que debe recorrer ahora un nuevo camino para mantener a ese grupo muy joven que en verdad la apoya.
Camagüey. Guiñol de Camagüey: El gato con botas. Es esta producción un tipo de teatro que no se hace ya en Cuba. Es el teatro que caracterizó la manera de hacer de Mario Guerrero y que significó una particularidad en el momento de auge de las veteranas compañías de la Isla por los años 80: un teatro para niños de gran formato, que cubre un escenario todo con su escenografías y coreografías, con más de diez actores en escena, con grandes esperpentos y un diseño muy meticuloso. De todas formas, estamos ante una producción que si bien muestra un rigor y profesionalismo en su estructura total, in situ, frente a él, no puede dejarse de ver como un teatro histórico, de valor arqueológico, que te hace preguntarte por la futuridad de un grupo, una compañía de 16 actores y un extenso equipo técnico.
Paquelé. Guiñol Parabajitos de Sancti Spíritus.
Santi Spíritus: Parabajitos: Paquelé. Estamos ante el resultado de la lógica trayectoria del titiritero de pequeño formato: juglar con títeres a la cintura, títeres de mesa y ahora la vuelta a un retablo tradicional con un carácter naturalista en sus reproducciones. El texto se origina en una narración que relata la historia de un niño esclavo que por sus maldades va a ser enviado a trabajos forzados, mientras su abuela hace todo por comprar su libertad. La puesta carece de un conflicto específico y se detiene en el planteamiento de un problema: se expone pero no se resuelve y se convierte en una serie de acontecimientos cotidianos, un hacer tareas domésticas del títere: encender velas, cocinar, prender fuego, abrir puertas, quitar y ponerse aditamentos, son signos sí de un virtuosismo en la ejecución efectiva, en la locomoción detallada del personaje animado, pero sin lograr aunar acción física con acción dramática. Paquelé no logra convertirse en héroe sino en parábola de la esclavitud y la obra recurre al melodrama para conmover, pero no para dar soluciones.
Cienfuegos Cañabrava: Federico y María, una historia de trapo y cartón. De vuelta a la pérdida del líder en este caso por retiro merecido, Cañabrava y el Guiñol de Cienfuegos han quedado acéfalos y con el acontecimiento varias personas: actores y equipo técnico han quedado en stand by, pero el stand by consume presupuesto. Cañabrava optó por pedir la colaboración del director Christian Medina, para salir del margen y de esta forma este año estrenaron. Vuelve al amor imposible (Romeo y Julieta en farsa caballeresca) a ser el tema central. Era una obra divertida por la caracterización de sus personajes y sus estereotipos, que se reafirrmaban desde la exactitud del diseño: los personajes eran iconos legibles (el reino del metal versus el reino de trapo), la apoyatura visual enfatizaba sus rasgos fisonómicos y estos, a su vez, poseían un vínculo directo, monovalente, entre el signo representado y el significado expuesto. La obra era muy dinámica por la propias coreografías y juegos que se hacían con los retablos, también por el juego de roles que se establecía entre los actores y los títeres, pero en su esencia poseía un excesivo carácter retórico en el que se decía más de lo que acontecía.
La muchachita del mar.
Retablos: Fábula en el escritorio y La muchachita del mar. Los estrenos de este grupo en el 2013 parecen reafirmar la intención de reivindicar al unipersonal como una forma también compleja de hacer teatro con títeres. La secuencia de ambos espectáculos han ampliado su radio físico de acción: si en Pico Sucio Y El ruiseñor el espacio de representación se limitaba a la mesa del cartero y del artesano, respectivamente, Fábula en el escritorio y La muchachita del mar, extienden hacia muchas más áreas y niveles el espacio representacional. También en ambos casos ha ido insistiendo en hacer menos tímido a ese personaje introductor (actor en vivo) de la historia que, más que narrador disimulado, se convierte en un personaje con conflictos propios a solucionar. Texto, diseño, dirección y actuación corren a cargo de una única persona que es Christian Medina, así que no es difícil identificar tendencias: similitudes en algunos rasgos del diseño, el planteamiento contrastante de los personajes en su lenguaje y arquetipos (personaje vernacular versus personaje romántico), pero también el origen de sus fábulas, el uso del color, la selección de los materiales, van diferenciando estos estrenos de los anteriores. La calidad en múltiples aspectos: banda sonora, diseño, fábula, ejecución convierten a este creador en un importante referente nacional para el teatro de títeres, que ha ubicado ya en una dimensión menos juglaresca el trabajo en solitario del titiritero.
Matanzas. Papalote: Se durmió en los laureles. Matanzas es la capital titiritera: conserva el título no sólo por su excelente Taller Internacional, alberga en su geografía a dos de los grupos más importantes del país. René Fernández se erige, entre los de su generación, la de los fundadores de los guiñoles provinciales, como el más certero, el más activo en seguirse reconstituyendo como director de obras teatrales. El hecho mismo de que recomponga sus propias obras en la escena es marcador de su tenacidad. No es estático ni siquiera en la mantención de su repertorio y esa misma movilidad, así como la conjunción de varias generaciones en su elenco hace que uno siga encontrando en sus puestas rasgos de un teatro inmediato (como estableciera Peter Brook) en que se identifica una muy sólida formación del performance todo.
Alicia en busca del conejo blanco. Teatro de Las Estaciones Foto E.Gómez.
Teatro de Las Estaciones: Alicia en busca del conejo blanco. No es el resultado de este año, sino el cúmulo de una trayectoria de casi 20, lo que hace que sea Teatro de Las Estaciones el teatro de vanguardia del teatro de títeres en Cuba, pero es una vanguardia que cada día se va quedando más sola en cuanto a la generación que representa. Llegué a Alicia buscando mi propia versión, para reconocer la de Rubén Darío y si tuviera que resumir la instrucción que recibí de esa puesta les diría que para mí es un magistral ejercicio de lo que es la síntesis en el títere, la selección de la técnica precisa para el momento adecuado: Alicia cayendo en el pozo con una espiral que aparece varios segundos cuya composición logra el más preciso efecto de movimiento, un gato de Cheshire en luz negra para que pueda ser tal y como lo describe Carroll, imágenes que por sí solas ubican al títere como un hacedor de imposibles en la escena. Lo segundo: la cubanización total de un texto que a muchos nos atrae pero que muy pocos se han atrevido a consumar en las tablas, rasgos autóctonos también logrados desde la imagen y la selección de técnicas: sombras: madre Romaguera en rolos, cosiendo, gritando, imponiendo; esperpento, mimado: Duquesa Santiaguera, mulata con ridículas pretensiones catedráticas; actor en vivo: una Alicia que no puede parar de bailar como nuestra Alicia; esperpento con varillas, gigantudos: gemelos chinos de tez parda con moños de estilo folk; Alicia adivinando canciones de juegos puramente cubanos.
La Habana. Aquí también hubo estrenos, sobre todo en los grupos de más años (40-50). Colectivos con una disciplina de producción de hasta más de dos obras anuales y la persistencia de mantener sus repertorios, quizás para los públicos de sus salas o porque se han acostumbrado a un ritmo de producción y son personas comprometidas con la profesión, teatros por los que uno sabe que “Debe” sentir respeto pero con los que no logra sentir empatía. Y vuelvo a P. Brook al referirse al teatro mortal o agonizante como uno que no sólo no consigue inspirar o instruir, sino que apenas divierte. Un teatro irrecuperable y que nunca llamamos por su nombre por respeto a nuestros mayores o porque un adecuado grado de aburrimiento supone una tranquilizadora garantía de acontecimiento digno de mérito. Los grupos jóvenes han comenzado a interesarte por atraer a un público inadaptado al teatro: los adolescentes. Pienso en La chinche con Galápago, La proa con Romance en charco seco o El Arca con Sueño de una noche de verano. Pensar en otro tipo de público que no sea el niño de tres a cinco años que va de la mano de sus padres, es un signo de cambio que apoyo, pero por supuesto trae consigo el riesgo de la incomprensión y la falta de un público al que hay que atraer y mantener.
Resumiendo: Se debilita la vanguardia de forma cuantitativa. Si antes existían tres o cuatro grupos que uno siempre sabía que iban a producir espectáculos de calidad y marcar una pauta, la cifra ahora se sigue reduciendo. Se establecen otros como Teatro Tuyo, Retablos, pero debemos estar atentos a que sobrepasen el quinquenio. Se mantienen muchos en sus mismos estados de producción de hace décadas. No existe estabilidad en los grupos nuevos: el constante fluctuar de actores, la consecuente búsqueda de una estética propia, hacen que cada día los procesos de producción sean más largos y probablemente más costosos. La disciplina de nuestros mayores, su constancia, no es remunerada por un interés de la crítica que avale o no su calidad. La misma disciplina de los hoy sexagenarios y septuagenarios líderes no es posible heredarla cuando es obligatorio el pluriempleo para la básica subsistencia. Existen defensores, promotores y amantes del teatro para niños y de títeres que realzan con sus producciones y sus acciones el valor de este arte en la Isla: representan el 10% de nuestros grupos los profesionales. Un resumen que puede ser cortado y pegado en cualquiera de los años anteriores y quizás (ojalá no) hasta en los años venideros
ROMANCE EN CHARCO SECO, UNA PRIMERA EDICIÓN.
Por: Isabel Cristina Hamze.
Teatro La Proa, estrenó en este mes de diciembre una puesta en escena que anima los finales del año y abre una nueva puerta para este grupo de teatro de títeres que ya se va haciendo imprescindible en nuestro panorama.Romance en Charco Seco, de Erduyn Maza, se inspira en el clásico Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín, de Federico García Lorca. Esta vez es el amor de Pedro Pín por Belinda lo que mueve los títeres y los corazones de quienes muy lejos de la niñez, disfrutamos del retablo y sus maravillas.
Romance en Charco Seco, con la dirección de Arneldy Cejas, es un guateque trágico para títeres de varillas con diversidad sexual. La puesta tiene entre sus motivaciones, múltiples referentes musicales, plásticos, teatrales y populares que convierten al espectáculo en el resultado de una larga y rigurosa investigación que transita por las Parrandas de Remedios, la música tradicional campesina, la visualidad de Manuel Hernández y la estampa teatral del Guiñol Rabindranath Tagore.
Romance en Charco Seco.
Con más de 50 muñecos y 5 actores tras el retablo, el director consigue en todo momento la armonía y el ambiente fresco, pueblerino y picaresco de la vida en los campos cubanos. Este tono guajiro y sencillo se acopla perfectamente a la técnica tradicional del títere de varillas; sin embargo, el diseño del retablo y la composición de escenas simultáneas, las manos desnudas de los animadores y el momento final donde el actor y el títere ocupan el mismo espacio conforman una visualidad espectacular y contemporánea que se enlaza con un texto actual y dinámico.
El autor y el director juegan con todos los ingredientes para cautivar a la gente grande, conocen las reglas del juego, pero las infringen como buenos titiriteros, por eso Romance en Charco Seco puede ser seductora, pero nunca complaciente. El reto se hace más grande en la medida en que sus creadores apuestan en todos los aspectos por un espectador adulto. El lenguaje que en una obra con actores en vivo pudiera pasar inadvertido, en boca de los títeres resulta un tanto provocador, sin embargo la cualidad musical de la puesta y su tono desenfadado hacen de las palabras y las frases picantes un ingrediente propicio a la sazón de La Proa.
Romance en Charco Seco.
En cuanto a la visualidad, el director también se coloca en terrenos difíciles, pues el diseño de los muñecos responde en buena medida a la estética pictórica de Manuel Hernández, con sus rústicos trazos y la expresividad inconfundible de sus guajiros. Por eso las manos de gran dimensión, más allá de proporciones y estándares, resultan coherentes con la investigación y los propósitos del director.
Una de las grandes virtudes es la animación de los títeres, los actores Erduyn Maza, Yani Martín, Claudia Monteagudo, Marybel García y Frank Mora integran un equipo que da vida no solo a los personajes, sino también a la campiña con sus animales, sus sonidos y sus cantos. Las escenas en el campo son quizás las más armoniosamente trabajadas y las de mayor realce visual. Romance en Charco Seco, es una puesta de gran movimiento, sobre todo tras el retablo. La cantidad de muñecos y la dificultad de los bajos niveles y la propia técnica de varillas, suponen otro desafío que los actores saben enfrentar.
Romance en Charco Seco.
Quizás solo quede acoplar algunas escenas en que el diálogo se extiende demasiado dilatando la acción como por ejemplo en la primera aparición de los güijes. El sentido de estos personajes simpáticos pero grotescos se acentúa con apariciones cortas y textos ágiles ya que demasiado tiempo en escena puede convertir a Guarfarina y Berrinche en un verdadero dolor de cabeza.
Romance en Charco Seco.
La Proa, concibe su primera obra de títeres para adultos, sus creadores no parecen abogar por el doble sentido, sino por nuevos sentidos, por una manera atrevida, inteligente y propia de acercarnos al retablo y los títeres. El 2013 termina con Romance en Charco Seco, con la disputa antológica de los barrios del Gavilán y el Gallo y los fuegos artificiales de las Parrandas de Remedios como telón de fondo de una muerte por amor. Como el gesto rebelde de quien puede, con sus manos, mover el mundo.