Dentro del Novembre Vaca que la heterodoxa Asociación de Creadoras Escénicas ‘Projecte Vaca‘ realiza desde 1998 cada noviembre en Barcelona, se presentó esta semana en la Vilella Teatre un espectáculo homenaje a la escritora Ana María Moix, recientemente fallecida, titulado “Còctel Ana María Moix”. Con selección de textos, dramaturgia y dirección de Gemma Julià, y con la intervención de cuatro actrices (Carla Caríssimi, Isabel Díaz, Teresa Méndez y Mercè Pau), tuvo también la participación de una titiritera, Núria Mestres, encargada de sacar al personaje de Constantina, una marioneta creada por Mariona Masgrau en la obra con el mismo nombre estrenada en el año 1996 en el Teatre Malic, con textos de Ana María Moix.
Ana María Moix, foto Colita.
Hay que decir que el espectáculo gustó mucho al público que llenaba las gradas de La Vilella Teatre. No es nada fácil cuando se parte de la nada urdir, a través de una selección de textos, una obra que aguante durante hora y veinte minutos, con capacidad de captar la atención del público y que además exprese de un modo sucinto pero esencial el pensamiento y el mundo de la autora a la que se pretende homenajear. Lo consigue Gemma Julià gracias también a las tablas y a la buena interpretación de las cuatro actrices, que estuvieron realmente estupendas en sus papeles de asumir voces diferentes de la autora.
Las actrices. De izquierdsa a derecha: Bel Zaid, Teresa Méndez, Carla Carissimi i Mercè Pau.
Y es que de eso trataba el espectáculo: a través de una pluralidad de voces encarnadas en las distintas actrices, que a su vez van cambiando constantemente de atuendo y personaje, recrear el mundo íntimo y literario de Ana María Moix. Textos que proceden de ensayos, narrativa, poesía y declaraciones personales, como nos indica la receta del cóctel escrito en el programa de mano. Y cuando se consigue que las palabras realmente encarnen en la humanidad de las actrices, el resultado es fascinante al abrirse en canal el mundo de la autora en el escenario. Nos convertimos en voyeurs de una cirugía poética que disocia las frases y les da espacio en el que dilatarse, donde las pausas se llenan de sentido y de dimensiones nuevas, y las miradas y los gestos ponen acentos, comas y sutiles acotaciones a los textos desmontados y recosidos. Un trabajo, el de Gemma Julià, de sumo respeto y mimo hacia los textos seleccionados de la autora, a los que vistió con un delicado trabajo compositivo de la gestualidad, los ritmos, los tonos atmosféricos, y con profusión de pinceladas sonoras (canciones, melodías, músicas de época) esenciales para conducir emocionalmente a los espectadores.
- Constantina, de Mariona Masgrau. Foto de Jesús Atienza.
Y la aparición, ya hacia el final, del fragmento de Constantina en el que el personaje arrastra un gran baúl mientras reflexiona sobre la vida, fue la guindilla que coronó el cóctel. Con un escenario suspendido en el espacio oscuro y una luz tenue, Núria Mestres nos hizo ver una vez más la capacidad que tienen las marionetas para concentrar y sintetizar con poderosa carga emotiva el sentido de una obra. Todo el despliegue de gestualidad, voz, miradas y brillo escénico de la parte actoral, se ve de pronto concentrado en esta figura pequeña y frágil de Constantina que sube una pendiente colgada en ninguna parte, en la nada de un espacio vacío, pero que afirma su libertad y su deseo ingenuo y sabio de vida. Una lección de vida, humildad libertaria y sabiduría la que nos dan la preciosa y frágil figura de Mariona Masgrau y las palabras de Ana María Moix.
Mariona Masgrau. Foto Isa Albareda.
Un punto final poderoso y emotivo para este magnífico cóctel vitalista y literario.
Núria Mestres assajant amb Constantina, davant de Gemma Julià.