El 2014 que acaba, como ya suele ser habitual en los últimos tiempos, ha sido un año de una densidad descomunal en cuanto a acontecimientos capaces de dar vuelcos a la señora Historia. Parece que al calendario, a medida que avanzamos en el siglo XXI, le aumentan las ganas de hacer de las suyas sin pedir permiso a nadie. Su objetivo es claro: sorprendernos en su andadura diaria.
Marionetas de Harry Kramer, París 1955/1957. Stadmuseum de Munich.
Para los titiriteros, es interesante e imprescindible saber hacia adonde apuntan los tiros, para así situarnos con perspectiva histórica y entender algo más sobre el suelo que pisamos. Los entendidos en la materia dicen que nos hallamos en uno de esos momentos máximos de cambio, subidos en una ola comparable con las grandes olas que han transformado la civilización humana. La corta distancia de nuestra observación impide ver el real alcance de este empuje transformador, por supuesto, y las conjeturas llevarán siempre el sello de lo parcial y de lo subjetivo.
Pero quizás porque somos titiriteros y gozamos de esta libertad que da la despreocupada osadía y el campechano desparpajo que gusta asociarse a lo popular, cabe preguntarse si no nos hallamos en uno de estos momentums claves destinados a abrir nuevas etapas a una arte, la de la figuración animada, de cada día más rabiosa actualidad.
Marioneta de Manuel Costa Dia, Compañía Trulé, Portugal.
Es necesario comprender aquí como cada época ha dado un impulso determinado al arte de los títeres, creando nuevas formas de poner en escena a esos personajes duplicados y de materia inorgánica que son las marionetas.
El Renacimiento, que catapultó Europa a la primera gran aventura moderna del individualismo, tras asimilar el legado de la cultura greco-romana, dio pie al nacimiento de lo que podríamos considerar teatro moderno, con la irrupción de las máscaras y la Comedia del Arte. De esta matriz, surgieron multitud de personajes y de formas distintas de representación con títeres y marionetas, que el mosaico cultural europeo disparó en su furiosa creatividad.
Figuras de David Zuazola, ‘Ala Sucia’.
El Barroco sofisticó estas formas al incorporar la música en la ópera así como las grandes maquinarias escénicas, avanzándose en el tiempo al intuir la mecanización y el automatismo de los movimientos. Curioso que en la misma época, surgiera en Japón el Karakuri Nyngio, un teatro de escenas automatizadas asentado en los barrios teatrales de Osaka que durante el siglo XVIII compitió con las otras formas teatrales del Bunraku y del Kabuki.
El siglo XIX se inició con la Revolución Francesa y el fin del Antiguo Régimen, lo que dio pie al nacimiento de las modernas naciones y la irrupción de la Burguesía como nuevo poder. Para las marionetas, fue una época de enorme cambio y mucha creatividad: se definen y nacen los personajes populares propios de cada nueva nación (Guignol, las nuevas máscaras post-napoleónicas del Norte de Italia, y se definen las formas modernas de Punch, Kasperl, Petrushka, y tantos otros personajes), quedan obsoletas las viejas formas pomposas del teatro barroco y neoclásico, y empieza la abertura a nuevos lenguajes como el teatro de sombras y más tarde la fotografía y el cine.
Marioneta de Walter Oberholzer, Stadtmuseum de Múnic
Tras una época de cierto apagón y declive ante la poderosa emergencia del cine y más tarde de la televisión, será necesario llegar a los años 60 y 70 del siglo XX, con sus estallidos libertarios protagonizados por los jóvenes universitarios, para que las viejas formas encalladas de la tradición colapsen, caigan las barreras de los retablos (en paralelo a la caída de la ‘cuarta pared’ de los teatros) y emerjan nuevas formas y maneras de entender el arte de las marionetas. Compañías como Triangle, Bread and Puppet, Ives Joly, Joan Baixas, Neville Tranter, Gioco Vita, Michael Meshke, y tantos otros, abren nuevas vías de desarrollo, a cuál más rica e innovadora. Fueron años de tumultuosa creatividad, con el fenómeno de los Festivales en creciente auge que permitió el cruce y el aprendizaje mutuo de todos estos innovadores, además de poner sobre la mesa las más variadas tradiciones del mundo entero.
El siglo XXI entroniza la globalización y los referentes comparativos se disparan con el cruce que permiten los nuevos medios de comunicación. Los viajes y los intercambios se aceleran, y el reino de lo digital, de Internet y de la recreación virtual se postula como una nueva época para entender las artes de la representación. Y es precisamente en este contexto en el que la ficción y las representaciones virtuales alcanzan tan altísimos grados de realidad, donde el teatro de marionetas de pronto se sitúa en el centro para indicar, con una autoridad que desconcierta a propios y extraños, que él siempre estuvo aquí, ocupándose de semejantes labores.
Elektra, La Fura dels Baus. Foto de Mats Backer
Curiosa sensación la de saber que el arte de los títeres se encuentra en el corazón del pensamiento contemporáneo. Desazón y responsabilidad. Y euforia creativa para los que se dejan llevar por la oleada de los cambios y gustan de surfear por ella.
Habría que examinar cuales son las características de la época que más conciernen a nuestro arte.
1- De entrada, un nuevo individualismo de una radicalidad incluso superior a sus formas hasta ahora conocidas. Su expresión más evidente y directa, y también la más perniciosa, es el triunfo mundial del capitalismo desenfrenado de nuestros días: el todo vale para la consecución de los fines individuales propuestos. Un individualismo depredador que se apoya en la globalización selectiva de los poderes que controlan las tecnologías de las modernas industrias del transporte y de la navegación aérea, de las finanzas y de las comunicaciones. Claro que junto a esta manifestación perniciosa, existe una forma radical y eufóricamente positiva de individualismo que escapa a los contextos nacionales del XIX y sus revoluciones burguesas, y que se instituye como sujeto libre y soberano de la evolución de uno mismo, del conjunto humano y del mismo planeta. Un nuevo individualismo que nace asociado a la responsabilidad de saberse soberano y sujeto evolutivo o, al menos, vivencial.
Kasperl, Stadtmuseum de Múnic.
Si tenemos en cuenta que fue durante los dos grandes momentos de estallido de la individualidad revolucionaria (el Renacimiento y la Revolución Francesa) cuando los títeres tomaron formas distintas e innovadoras, cabría pensar si esta nueva irrupción del espíritu individualista contemporáneo no nos traerá también nuevas formas aún desconocidas de concretar y definir el desdoblamiento de la figuración titiritera. El interés que últimamente despiertan los viejos personajes de la tradición europea hace pensar que podría haber un nuevo despertar de personajes, tipologías y formas de hablar y actuar. Lo que sí es evidente es que ya no podrán gozar de la ingenuidad de sus antecesores dieciochescos, tan embebidos de la autocomplacencia narcisista del modelo burgués. Hoy, la gravedad del momento que nos hace sujetos soberanos y por ello responsables, impide la deriva ingenua de las formas viejas de la tradición.
2- La otra característica esencial de la contemporaneidad sería el elemento globalizador que nos lleva a la ciudad cosmopolita, donde todas las culturas, presentes, pasadas y futuras, próximas o lejanas, confluyen. Una realidad que las redes de Internet y los nuevos medios de comunicación todavía hacen más evidente. Todo se halla al alcance de la mano, los lenguajes y las formas están a disposición de quien quiera usarlos, la relativización llega al mundo de la cultura para instaurar un único punto de vista posible, el subjetivo, tal como ocurre también con la Teoría de la Relatividad, que entroniza un único tiempo real, el propio. Lo subjetivo se establece como la verdadera y única realidad de partida, capaz de instaurar un tiempo propio: tal es el terreno en el que nace la manifestación creativa de esta nueva individualidad, libre ya de condicionamientos externos, como los sociales o nacionales. El creador titiritero se inscribe pues en estas coordenadas de la época: creador necesario de mundos propios. Para ello cuenta con una paleta de infinitos medios, lo que obliga a no poco conocimiento y a no poca necesidad de síntesis.
3- Otra característica propia del momento actual es la masificación. El consumo y las técnicas modernas de gobernanza de los grandes colectivos, bien conducidos por las más avanzadas tecnologías de la información, nos llevan a una de las derivas más peligrosas de la contemporaneidad: el imperio de la masa, la colectivización del ocio y de la cultura, el control estadístico y la emergencia de las formas avanzadas de Inteligencia Artificial. Lo que se ha dado en llamar Singularity, este momento en el que la capacidad de los ordenadores y de la inteligencia artificial superará la capacidad humana -los devotos de la Singularity lo sitúan hacia 2030 o 2040- pone sobre la mesa el tema de la Libertad de los humanos, cuando éstos se hallan en manos de los técnicos y de los especialistas. En el campo de la cirugía, ya hemos llegado a esta fase: hoy se opera con más seguridad a través de un robot que de la mano del cirujano.
Mechanischen Theater ‘Die Klappe’, de Ben Vornholt, Göttingen 1961-1965/66. Stadtmuseum de Múnic.
Una problemática que afecta a todas las artes y muy especialmente a las marionetas. La robótica y el uso de los sistemas automatizados es cada vez de uso más común y lo será todavía mucho más en breve. El elemento distorsionador de la presencia y de la gestualidad humana, de la palabra en vivo, será fundamental para resquebrajar los sistemas tecnológicos que buscan la perfección del movimiento automatizado. He aquí un futuro campo de batalla para los artistas de la recreación visual de mundos nuevos y particulares.
Reflexiones apresuradas, las del presente artículo, a modo de mirada crítica aunque eufórica para el tránsito esta noche del viejo 2014 al nuevo e impoluto 2015, este huevo tan cargado de futuro que las celebraciones del calendario nos permiten gozar y zamparnos entre las espumas del champán.
Feliz Año Nuevo!