El Festival Titirijai de Tolosa ha llegado a su 33ª edición con la energía y la ilusión de siempre, mirando ya hacia la cita de mayo-junio de 2016, cuando se va a desarrollar el Congreso Mundial de Unima y su Festival Mundial. Tolosa consolida así su capitalidad titiritera que la existencia del TOPIC ha posibilitado, con su denso programa de actividades. Y entre ellas, no cabe duda que una de las más importantes es el Titirijai.
Este observador ha tenido el placer de asistir a algunos de los espectáculos en programación, dando pie a las notas que siguen.
‘El Zapatero y los duendes’, de Manicomio de Muñecos.
He aquí una compañía bien conocida por el festival, pues son ya cuatro las veces que ha sido invitada a asistir al Titirijai. Procedente de Colombia, concretamente de la ciudad de Medellín, Manicomio de Muñecos ha presentado una obra muy en la línea de lo que ya sabemos de su trabajo: una manipulación impecable, una narrativa dramatúrgica de la obra muy elaborada, y una historia amena y ágil que llega directamente al joven espectador.
Liliana Palacio, su directora (Premio Mariona Masgrau 2013), ha sido la encargada, junto con Alejandra María Parrada, de poner en escena una historia sencilla y efectiva, la de un zapatero condenado a ser pobre y que recibe la ayuda de dos misteriosos duendes que se han colado en su taller. Una excusa para permitir que estos títeres ‘locos’ puedan hacer sus travesuras en el retablo-manicomio de las de Medellín. Pues bien locas y pícaras son las irrupciones de los dos duendes, empeñados en ayudar con sus artes mágicas al humilde zapatero.
Buena manipulación, voces seguras fruto de la experiencia de muchos combates en el escenario, buen guión que permite a la historia avanzar sin trabas, títeres que conectan con la sensibilidad media del espectador niño. He aquí algunas de sus principales virtudes.
Recoge Liliana la vieja tradición europea del zapatero como uno de los oficios que guardan secreta relación con el mundo de la magia y de la mística. Así lo desarrollaron los Hermanos Grimm en su cuento ‘Los enanos mágicos’, y aparece también en el conocido relato popular del zapatero que recibe la ayuda secreta de los animales del bosque y cuyos zapatos sanan a los inválidos que se los ponen. Zapatero fue Jakob Böhme, nacido en 1575, conocido por ser uno de los representantes de la mística luterana. De adolescente comenzó a trabajar de zapatero ambulante, oficio que desempeñó toda su vida. De ahí que fuera llamado «El Zapatero de Dios». Y también zapatero fue Hans Sachs (1494-1576), considerado como uno de los grandes poetas de la temprana lengua alemana.
Al ser los zapatos esos intermediarios que conectan y unen lo humano con la tierra (que debe ser entendida aquí como la matriz profunda de la alteridad objetual), se comprende que quienes se encargan de su fabricación dispongan de las capacidades mágicas de estar en dos mundos diferentes a la vez. El Manicomio de Muñecos saca punta a estas realidades secretas y lo hace asequible al mundo de los niños, familiarizándolos de este modo con esos enraizados arquetipos de la cultura europea y occidental.
‘En forma de pera’, de Konstellasjonen.
Aud Kristine Horseng, Kristina Kiberg, Janne Brit Rustad, Ingvild Meland y Elizabeth Piro Volan son los nombres de las actrices que componen la compañía Konstellasjonen, de Noruega. Tres de ellas presentaron un espectáculo titulado ‘En forma de pera’, en el que las tres manipuladoras bailarinas realizaron un excelente trabajo coreográfico alrededor de una escenografía que tenía vida propia. Obra en la que un cuerpo informe situado en el centro del escenario y que representa una especie de montaña orgánica y palpitante, va generando una serie de apariciones sorpresa las cuales, una vez salidas de su seno, se convierten en estas ‘formas de pera’ que bailan, saltan, hacen travesuras y se pelean entre sí.
Lo más interesante de la propuesta es la organicidad de los personajes en relación con la montaña de la que emergen, como si fueran los humanos y el entorno parte constitutiva de un mismo ser. Los orondos personajes bien hinchados por unos vestidos que los redondean, se desenvuelven en el escenario con gran soltura, gracia natural y simpática gestualidad. El público respondió al juego lleno de humor de los artistas nórdicos con muestras de haber disfrutado del espectáculo, de carácter festivo y juguetón. Las salvas de aplausos recibidos confirmaron la grata recepción de los espectadores.
Behi Bis estrena ‘La historia de Lonxu’.
Una agradable sorpresa fue el estreno de ‘Egunen baten’, el último espectáculo de la compañía Behi Bis constituida por la actriz titiritera Patricia Franco Heras. Un ejercicio solista alrededor de la historia de un cazo invisible que permitió maravillarnos del trabajo de Patricia Heras, dotada de unas facultades realmente extraordinarias, pues en todo momento dio la impresión de que sus facultades iban sobradas, tal era la energía y el despliegue de medios que exhibió la actriz. Con un añadido: la factura humilde de su gestualidad, que rezumaba frescura por todas partes.
Igualmente, el dominio de las voces impresionó al público. A pesar de que la función fue en euskera y los que veníamos de fuera no entendíamos nada, la variedad y la contundencia segura de sus cambios de tono y registro fueron suficientes para dejarnos embobados y seguir el desarrollo de la acción, sin que la comprensión del argumento fuera obstáculo alguno para el gozo del espectáculo.
Los asistentes nos quedamos con las ganas de ver otros despliegues de las facultades de Patricia Franco Heras, fácilmente imaginable en algún diálogo con un títere a la manera ‘Tranter’, o en otros espectáculos actuando como solista. Una actriz titiritera a la que seguir sus pasos.
Manu Mansilla y su cóctel de personalidades.
Había expectación por ver ‘Cóctel’, el trabajo también solista de Manu Mansilla, actor argentino con formación y vocación titiritera, que actuaba en la sesión nocturna anunciada para adultos. Y la verdad es que el cómico porteño se llevó un éxito de los grandes, impresionando al público con su espectáculo de ‘actor desdoblado en marioneta’ o de ‘marioneta desdoblada en actor’.
Con su ‘bocón con varilla’ (nombre con el que el programa define al tipo de títere mayormente empleado en la obra) llamado Luís, una especie de alter ego del actor, Manu Mansilla nos ofreció una labor excelente de dominio de las voces -impecable-, de manipulación con una gestualidad siempre ajustada a las palabras y al momento, de dotes comunicativas con el respetable, de recursos de teatro cabaretero de cercanía, de facilidad en la improvisación y la respuesta a las reacciones del público.
Se le nota desde luego su juventud -apenas 32 años- con el lógico derroche de energías que sin embargo no llegó a saturar en ningún momento en demasía la actuación. Al revés, es como si su potente carga energética fuera la razón necesaria para partirse en dos, dando vida a los dos personajes resultantes: el de carne y hueso, y el de cartón o goma espuma. Un trabajo que recurre al lenguaje funcional del cómic de café-teatro, fruto de sus años de trabajo a pie de cañón en calles y bares, eficaz e imprescindible escuela para este tipo de aventuras. Una experiencia que le ha dado grandes dosis de seguridad y de aplomo en el escenario.
Es en la primera parte del espectáculo, con Luís de protagonista, donde brillan con mayor enjundia las virtudes del actor: no es fácil desdoblarse en un muñeco y hacerlo de manera rotunda y creíble. Manu lo logra con maestría, lo que sólo es posible cuando existen realmente facultades para ello: riqueza de la expresión oral, inteligencia para estar en dos sitios a la vez, abertura al otro sin cortapisa alguna, distancia y auto-observación crítica e irónica. Verse a uno mismo a través del muñeco al que das vida. La temática de la dualidad títere/titiritero se impone y va abriendo líneas diversas de trabajo, apuntando hacia apetitosos caminos a seguir, recorridos unos, señalados hacia el futuro otros.
Aparece luego la Abuela, otro personaje brillante y muy conseguido, que amonesta a público y titiritero, despertando las carcajadas de los espectadores. Y en el ínterin, un entremés de manipulación de objetos sobre la base de unos rollos de papel higiénico que tienen vida propia.
Por cierto, el espectáculo me hizo pensar que el viejo género de la ventriloquía ha encontrado, en esta técnica del títere de desdoblamiento, en el que el manipulador es otro personaje teatral junto al títere, una salida y espléndida variante para renovar el género y abrirse a otros públicos y registros.
Un dotadísimo actor revelación, Manu Mansilla, que llega con sólido bagaje y apunta hacia cotas de gran altura. Un titiritero actor de impacto del que oiremos hablar.
‘El principito’, de N54 Producciones.
Se presentó en el inmenso Teatro Leidor de Tolosa el esperado Principito de los catalanes de N54 producciones, compañía afincada en el SAT de Barcelona, que llegaba con muy buena prensa después de sus presentaciones en algunos festivales del país. Y hay que decir que el trabajo de Óscar Rodríguez y Montse Puga fue realmente admirable y muy apreciado por el público que llenaba la sala, escolar básicamente más algunos invitados extranjeros del Festival.
Con dirección y escenografía de Florence de Andia, la conocida obra de Antoine de Saint-Exupéry fue magníficamente desplegada a través de un inteligente trabajo de composición narrativa que superpone distintos registros: el trabajo de actor -de Óscar Rodríguez, que encarna al aviador de la obra y a su vez ejerce de narrador de la historia-, una marioneta para el Principito (manipulada por Montse Puga), algunos recursos de objetos y títeres puntuales, un vídeo que oscila entre imágenes reales y dibujos, el teatro de sombras para algunas escenas clave, más una escenografía que sitúa los dos espacios desde donde se plantea la obra: Nueva York con sus rascacielos y el desierto con el avión averiado.
El público siguió en religioso silencio la obra, cuyo texto, a pesar de su extensión, entró sin dificultades gracias al acertado tratamiento visual del espectáculo.
Fue una magnífica ocasión para enfrentarse a esta obra clave del siglo XX, publicada en 1943, que hizo famoso al escritor y aviador Antoine de Saint-Exupéry (El Principito es la obra francesa más traducida y leída en el mundo). ¿Obra para niños? Así se ha vendido y se sigue vendiendo en las librerías del mundo, pero muchos dudan de que sea para niños, sino más bien una reflexión muy adulta sobre la condición humana. Adulta y pesimista, pues la solución que da el autor al drama de la vida, es conocer al niño que todos llevamos dentro y aprender de él, cuando éste se encuentra en la llamada ‘pureza inocente de la infancia’ -una etapa que suele desaparecer pronto.
Se comprende que durante la Segunda Guerra Mundial, las mentes críticas dudaran de la viabilidad moral y racional de los ejemplares adultos, especialmente machos, de nuestra especie… Como puede verse, las interpretaciones sobre el contenido del libro son muchas y a veces opuestas, lo que explica la riqueza del texto y su éxito de ventas.
Y a pesar de ser una historia muy conocida, despierta siempre a sus lectores -y espectadores, en el caso que nos atañe- esos interrogantes sobre los modos de ser uno mismo: ¿como el niño que fuimos y ya no somos? ¿Como los niños que piensan sólo con el corazón? ¿O como adultos que han hecho crecer al niño. manteniendo su corazón abierto pero dándole también herramientas para la razón?…
‘Giuseppe y Pepina’, de El Retablo.
He aquí una pequeña obra maestra de esta compañía que dirige Pablo Vergne y que cuenta con la colaboración de su hermano Ricardo en la escenografía. Creada como homenaje a su compañera Gisela López, fallecida en diciembre de 2012, cedió Pablo la obra a su hija Alba Vergne quien la interpreta junto a su compañero Alessandro Terranova. Una acertada decisión, pues tanto la bailarina Alba como el actor Alessandro encarnan a la perfección a los dos personajes circenses de la obra: Pepina y Giuseppe, dos cómicos de la legua, pillos y enamorados.
Dotados ambos de una sólida y agradable presencia más un dominio impecable de la gestualidad cómica y circense, Pepina y Giuseppe crean un circo de maravillas salidas de la nada o más bien de los objetos más prosaicos, convertidos en brillantes portentos capaces de efectuar lo imposible en la pista del circo. Un circo cuyos personajes caben en una maleta y que nos traslada a una atmósfera jocosa de titiriteros de la legua, de los que plantan sus reales en la plaza, torean a las autoridades y se escabullen cuando llega la policía.
Raimundo, el hombre más fuerte del mundo, Rosa, la domadora de mariposas, el Mago, el elefante y el león, los dos payasos, uno azul y el otro rojo, el Fakir ni FU ni Fa, o la preciosa historia de amor entre Raimundo y la Mujer Barbuda… He aquí algunos de los números presentados en el retablillo de las marionetas de este circo ambulante lleno de vida, color y alegría.
Una obra emotiva y entrañable, que sabe tocar bien las cuerdas líricas y sentimentales de los espectadores, y que nos acaba deslumbrando y enamorando gracias a la frescura que emana de los actores-titiriteros a raudales.