Parece mentira que a estas alturas pasen cosas de este tipo. Apresar a dos titiriteros por representar una obra de cachiporra subida de tono, pero en la línea de lo que ha sido siempre este tipo de teatro en las Españas y en toda Europa. Dos jóvenes que se inician en las artes del títere de calle y de la cachiporra, una de las especialidades más difíciles y que exige siempre una mirada a la actualidad, han pagado el pato de una serie de confusiones y de reacciones éstas sí salidas de órbita.
Raúl y Alfonso, de Títeres desde Abajo.
Si algún error hubo en esta función de carnaval en Madrid, fue el de los programadores, que no supieron situar el espectáculo en su justo lugar. Una obra de este tipo se representa por regla general en lugares donde hay un público capaz de acogerlo y de entenderlo, aunque luego no les guste: cafés, bares, cabarets, asociaciones culturales, festivales, etc, y siempre para una franja de público adulto. Pero aun aceptando este error, ¿quién que haya sido programador no se ha equivocado alguna vez en su vida, sufriendo ante un espectáculo que se ha escapado a lo que todo el mundo esperaba? La solución, si tanta ofensa hubo para las familias y los niños presentes –más para los primeros que para los segundos, seguro–, es que los programadores se excusen y si tienen responsabilidades políticas y el caso ha sido aprovechado por unos y otros para sus intereses políticos, pues que dimita (como creo que ya ha ocurrido) y sanseacabó. Pero detener a los titiriteros, que simplemente cumplían con sus obligaciones profesionales, es de un desatino mayúsculo.
Pulcinella, de Bruno Leone. Matriz de los polichinelas europeos. Museo del TOPIC de Tolosa.
Tenemos antecedentes ilustres sobre este tipo de obras, sin que jamás nadie se haya rasgado las vestiduras –a excepción de la hipocresía bien pensante de los mandamases de turno.
Pepe Otal, en los años noventa, representó un Makoki –el famoso personaje de cómic del underground barcelonés– de una violencia inaudita, siempre actuando en cafés y bares, o en los festivales en horas nocturnas. Recogía la tradición de los títeres populares de guante, que él hiperbolizó, y que siempre se regodearon con la cachiporra. Su espectáculo ha quedado en los anales de la historia del teatro como una de sus obras más conocidas y representadas –a pesar de su incorrección subida.
El Makoki de Pepe Otal.
La obra de la compañía Títeres desde Abajo se inscribe en una tradición muy concreta, la de los Polichinelas de Cachiporra, que encontramos en toda Europa. Federico García Lorca escribió obras dedicadas a este género y lo alabó, a pesar de la crueldad de su personaje principal, Don Cristóbal, un viejo verde escarnecido y que acaba matando a todos.
El Esperpento de Valle-Inclán se inspiró precisamente en el género de los títeres callejeros, especialmente en el Bululú, como cuenta en el prólogo de la obra ‘Los Cuernos de Don friolera’, en el que pone en boca de los títeres un lenguaje subidísimo de tono, de una crueldad tremenda y un desenlace de crónica negra desmadrada –el prólogo de esta obra con títeres fue estrenada ni más ni menos que en casa de los Baroja.
Ilustración del libro ‘The Wonderful Drama of Punch and Judy and their litlle Dog Toby’.
Otro ejemplo de cachiporra llena de incorrección es el Punch and Judy británico, considerado por el propio gobierno de la nación como el segundo icono de lo inglés, por detrás de Stonehenge y por delante del SS Empire Windrush. Curioso que este personaje, que tira por la ventana a su baby harto de oírlo llorar, que muele a bastonazos a todos los demás personajes, que ahorca al verdugo y a veces al policía que lo quiere colgar, y que convierte en salchichas –a través de su famosa ‘máquina de hacer salchichas’– al diablo, al cocodrilo, al policía, al ladrón, y a veces incluso al mismo baby–, se haya mantenido vivo en los escenarios titiriteros de Inglaterra. Tuvo un ilustre defensor ya en la época victoriana, cuando sufrió una de las muchas campañas que tuvo en contra.
Teatrillo de Punch and Judy en las calles de Liverpool.
Dijo Charles Dickens: “En mi opinión, el Punch que se ve en la calle es una de esas exageradas extravagancias de las realidades de la vida que perdería su capacidad de enganche con la gente si se intentase convertirlo en moralista e instructivo. Considero su influencia perfectamente inocua, como una especie de broma desvergonzada que nadie en este mundo consideraría como un incentivo hacia cualquier tipo de acción o como modelo para cualquier clase de comportamiento. Es posible, pienso, que la fuente secreta de placer generalmente producida por este espectáculo sea la satisfacción que el espectador siente al ver a unos remedos de hombres y mujeres recibir tantos palos sin sentir por ello ninguna pena ni sufrimiento…” (en The Letters of Charles Dickens Vol V, 1847 – 1849).
El Kasperl alemán, y su eterno rival el Gendarme. Stadtmuseum de Munich.
Bueno, a nadie se le ocurriría en Londres o en cualquier ciudad del mundo llevar a algún Professor of Punch and Judy a la cárcel… De entrada, recibiría el inmediato apoyo de la Reina Madre, que solía programar en sus jardines del Palacio de Buckingham a uno de los titiriteros de Punch más potentes y virulentos: John Styles.
Es por todo ello que desde Titeresante pedimos la inmediata liberación de nuestros colegas Raúl y Alfonso de la compañía Títeres desde Abajo.
Podéis sumaros a una campaña de recogida de firmas que han iniciado sus colegas de Barcelona: http://www.ellokal.org/libertad-titiriteros-basta-de-manipulacion-libertad-de-expresion/#.VrZ8PVKRj7w
Excelente publicación. Aún tengo presente el escrito de Toni sobre la cachiporra, viva expresión de la lucha contra la injusticia. Difundir y firmar, es ahora la alternativa para legitimar al títere y a los titiriteros. Hoy más que nunca los títeres han de ser la expresión del descontento popular.
QUE SE ESCUCHEN TODAS LAS VOCES Y QUE SE VEAN TODAS LAS EXPRESIONES!!!!LIBERTAD A LOS TITIRITEROS!!!!!!!
Nos solidarizamos colegas.En estos momentos es cuando debemos estar unidos,alzar nuestra voz y parar las injusticias
lo sucedido con los titiriteros es un abuso del estado. libertad.
Muy interesante El articulo. Soy un gran fan del Punch and Judy de Rod Burnett.
Me dejó perplejo que se insista que la obra de Madrid era para adultos. No la he visto (como casi nadie) pero no paro de pensar a las palabras de Rod a principio de su espectáculo: «esta obra no es apta para mamás y papás». Si las referencias a «cosas de adultos» (represión policial, terrorismo etc.) son criterio para descalificarla para los peques pues deberíamos revisar el galardon de edad del 90% de las pelis de animación para familias de los últimos 15 años y lo mismo dígase para la animación televisada y para otras pelis/series para niños.
Por otro lado si la representación de la violencia es la verdadera preocupación, pues deberíamos prohibir la visión de Punch y otros pulchinelis a todo menor.
Total: lo único que veo inapropiado es la programación del espectáculo en un contexto incapaz de apreciarlo pero no por ser familiar, sino por ignorancia.
Me gustaría conocer su opinión al respecto. Gracias.
Hola Piero,
comprendo lo que dice y también conozco muy bien a Rod y a su espectáculo, que he visto muchas veces. La verdad es que no he visto el espectáculo que ha creado tanta polémica en Madrid, aunque puedo imaginarme algo su tono y su lenguaje. Lo que plantea sobre los espectáculos que son y no son para niños es un tema complejo, que los que hemos practicado el género de la cachiporra nos planteamos contínuamente. Por ejemplo, yo he llegado a la conclusión de que la cachiporra y los maestros y algunos papás, son incompatibles. Ya no lucho para que eso no sea así. Antes sí que fui más beligerante en este tema. Pero también he llegado a la conclusión de que para aceptar según qué registros de la cachiporra, hay que saber contextualizar la obra. Determinados rasgos libertarios de los polichinelas a veces pueden rozar o no sólo rozar, sino entrar de lleno, en posturas ya muy superadas: machismo, la razón del más fuerte, la simplificación del camino más corto, etc. Rasgos que siguen teniendo mucha predicación pero que muchos hace tiempo pusieron en remojo. La transgresión del cachiporrazo sigue siendo divertida y útil y vigente, pero también está sujeta a revisión. Lógico, si tenemos en cuenta que todos estos personajes y sus formas nacieron en el siglo XIX aupados por la revolución burguesa, que puso en vigencia los valores del individualismo y del capitalismo desenfrenado. Así se propagaban las nuevas ideas entre el pueblo (como también ocurrió en el Renacimiento con la Comedia del Arte) y a la vez, servían de válvula de escape al pueblo llano, que impartían justicia riéndose e identificándose con los impresentables personajes (Punch, Kasperl, Mester Jakel, Jan Klaassen…). Que Punch haya alcanzado este grado de aceptación y sea considerado aún hoy como un icono de lo más genuinamente inglés, se debe, a mi modo de ver (lo explico en mi libro de Rutas de Polichinela), a que representa este espíritu emprendedor y orgullosamente impositivo que fue el Imperio Británico, dueño del mundo en el siglo XIX y buena parte del XX. Claro, es una proyección acanallada y popular de este espíritu, pero que gusta mucho al gusto por la excentricidad de los ingleses.
Por eso se impone una revisión de la tradiciín, especialmente en una época como la actual, de cambio en tantas cosas de la vida. Hoy vivimos un nuevo individualismo que ya ni se siente sujeto a las naciones -como el burgués del XIX- sino que aún va más allá. Pero a su vez, vivimos una crisis del ‘todo vale’ y de la ‘ley del más fuerte’. Estamos en una época de cambio, y cuando ello sucede, nacen nuevos personajes y los viejos se transforman. Por eso es tan útil que jóvenes titiriteros intenten experimentar con nuevas formas, aunque el camino sea equívoco, difícil y arriesgado. Pero uno aprende a bastonazos…
Aquí en España hemos vivido en los últimos años una gran oleada de moralismo en las cosas de la infancia y de la educación, lo cual no deja de ser positivo, pero a su vez, tiende a ver las cosas sólo de un color. Hay un proteccionismo a veces exagerado, los papás quieren lo mejor para sus hijos, muchas veces hijos únicos, y además la tendencia es llevarlos a ver títeres desde muy pequeños. A partir de los seis y siete años, los niños ya están por otras cosas más afines a lo adulto y a la tecnología. Eso lo ven los teatros que se dedican a lo infantil, cada día con públicos más pequeños, con profusión de espectadores de 1 y 2 años. ¿Cómo van a programar cachiporra a estos públicos? Imposible. A no ser que sea una cachiporra muy estilizada y muy bien hecha, en la que los aspectos rítmicos y musicales sean prioritarios, de modo que ver una función sea casi como asistir a un concierto visual de percusión. Eso lo lograban maestros como Salvatore Gato, Martin Bridle, Joao Paulo Cardoso y algunos pocos más.
Por eso tiendo a pensar que la cachiporra hoy ha quedado como un género experimental abierto a públicos adultos e informales, sobre todo si son espectáculos que revisan la tradición con tintes de exageración transgresora. Así lo planteó Pepe Otal con su Makoki, y muchos otros titiriteros en toda Europa.
Aunque también pienso que un buen espectáculo de Punch, Cristobitas, Polichinelas o Robertos, siempre serán adecuadísimos para públicos mixtos y familiares, en calles o teatros.
Saludos cordiales
Toni Rumbau
Hola Toni, estoy de acuerdo con lo que dices, es magnífico y te lo agradezco porque es aleccionador, aunque supongo que no has pretendido serlo.
Sin conocer el espectáculo de estos compañeros, por lo tanto con gran probabilidad de errar si emitiera un juicio, diría sin embargo que el juego de polichinelas es mejor que sea sintético. Bien recuerdo uno de los primeros artículos tuyos que leí, al respecto de que la cahiporra golpea a los titiriteros que no hacen buen uso de ella.
Es cierto que merece revisión la tradición pero para evolucionar acreo que hay que calcar la tradición primero y luego trazar pequeños esbozos de cambio. En un espectáculo de Mr. Punch o de otros polichinelas no se narra nada particular sino que es un discurso generalizador que a todos llega, fruto de actuar con lo esencial, y considero que esto es parte del secreto de hacer buen uso de este lenguaje. Eso es lo que llamo calcar la tradición, para después desde ahí evolucionarlo paso a paso.
Lo cierto, es que me encantaría ver la polémica obra para poder hablar con mayor propiedad y sobre todo poder hablar de ello con esos titiriteros, aun presos.
Gracias y te envío un beso.
Hola Sonia, sin duda el elemento de síntesis es básico en este género de los títeres de cachiporra. En efecto, es una característica que siempre he considerado esencial: ir a la esencia (valga la redundancia) para que la simplicidad coja fuerza, Por eso es tan difícil este arte, pues para mí, la síntesis es la quintaesencia de la práctica artística, su piedra filosofal, a la que no se llega nunca o en cuentagotas… En fin, un tema para tratar en profundidad.
Saludos
Toni
…el arte induce en un estado de introspección a la sociedad y ésta acude al miedo, al terror o al pánico. sobrepasando por momentos la cúspide de la tolerancia. libertad de expresión, el títere gritó. libertad al titiritero sin opresión…
apoyo la liberación de la razón
Hola, desde que me entere que habían detenido a los titiriteros me quede muy tocada,no puedo comprender como se puede detener a unas personas por realizar su trabajo,si no te gusta protesta.Pero yo hace tiempo que veo que no hay libertad ,yo no soy joven viví los años de la transición cuando tenia dieciocho años y eran unos tiempos de ilusión vivíamos la libertad como si estrenáramos zapatos nuevos.Pero ahora veo con tristeza la intolerancia ,el no respeto al trabajo y a la ilusión de un espectáculo que por muy fuerte que sea sino te gusta o crees que no es para tu hijo coges y te vas .
No puedo entender que a dos personas las criminalicen sin razón mientras otros que han robado a manos llenas ,estén en la calle y hagan pasar por la cárcel a dos personas que solo querían divertir.
Ojala los suelten pronto lo deseo de corazón y que esto pase pronto.Les mando todo mi apoyo y mi animo.
`Polichinela´ estás más vigente que nunca. Qué lástima que en España solo unos pocos sepamos admirar tu juego sincero y tu estacazo certero.
Los europeos deben de estar perplejos. Os imagináis deteniendo a Mr. Punch, o a polichinela napolitano. Es deternillante y denigrante.
¡Todo esto me anima a seguir dando cahiporrazos a los opresores!
Al puro estilo, y cuanto más sintético mejor, que viene mejor pasar desapercibido para seguir siendo la voz del pueblo.
Ni siquiera puedo ponerme en el pellejo de mis colegas detenidos y en la cárcel. Os acompaño en el sentimiento de impotencia y de incredulidad, y os animo a seguir, para que no nos achanten.
¿Nos hemos vuelto locos o que?Algunos errores se pagan caros, y esto es como debe ser. Independientemente de que llamemos a ese espectáculo arte, o no, hay que poner límites a las cosas que se dicen y se hacen, porque en mi opinión NO TODO SIRVE. Lo que hicieron esas personas es enaltecimiento del terrorismo y no lo digo porque la haya dicho un juez, que también, sino porque mostraron públicamente una pancarta en la que se leía » VIVA ETA Y VIVA ALQAEDA». No hace falta decir nada más. Un poquito de sentido común por favor.
Vergüenza me da que veamos esto normal.
Hola Javier.
Lo que si que me parece de responsabilidad de los titiriteros y de los artistas en general, es conocer el público al que se dirigen sus obras, y opino que deberían de haberselo avisado al público presente aquel día en la función, así los adultos presentes hubieran podido decidir si eran algo que tenían que ver esos niños y niñas. Ya que el contenido no era para ellos, sino para adultos. De esto si que les considero responsables, pero la pena de cárcel por enaltecimiento es desmedidísima.
La intencionalidad de los titiriteros, al parecer porque no he visto la obra, no era enaltecer al terrorismo. Según cuentan los que conocen la obra, en la trama inculpan a un personaje de terrorismo, y para demostrarlo introducen en su domicilio cosas para inculparle, entre otras cosas estaba la pancarta en cuestión.
Estamos hablando de poder expresarnos. Me imagino como creadora que soy, el no poder poner en boca de mis personajes lo que quiera expresar y eso lo llamo Censura.