Continuamos con la exposición presentada en Italia, en la localidad de Cordenans, en la región de Friuli, al norte de Venecia, titulada ‘Le Strade di Pulcinella’. Está dedicada a la naturaleza polimórfica de la máscara de Pulcinella, que ya desde el siglo XVI vivió una expansión por toda Europa, generando nuevos rostros con nombres y formas distintas en cada lugar, como si los principios de libertad individual y de euforia vitalista despertados por el Renacimiento necesitaran a estos pequeños embajadores para expandirse por el pueblo llano.
Pantalone. Títere de Gigio Brunello. Exposición ‘Le Strade di Pulcinella’, Centro Aldo Moro, Cordenons.
Se dio voz así a los anhelos que los avances en la libertad de pensamiento y en la ciencia despertaron en toda Europa. Como dijimos en el anterior artículo (ver aquí), el siglo XIX propició el surgimiento de nuevas generaciones de personajes y de héroes polichinescos, identificados muchas veces con las naciones que entonces emergieron como expresión de las nuevas formas burguesas de organizar las identidades. Cada personaje llegó a representar a su nación y a identificarse con ella, asumiendo algunas de sus características más notables, aunque se mantuvo fijo el espíritu libertario que subyace a todos ellos, con los obligados matices diferenciales.
En realidad, una de las principales razones de esta fidelidad ácrata a sus orígenes es la marginalidad en la que estos personajes se movieron, en entornos callejeros de barrios pobres y humildes (algo propio especialmente en las sociedades del norte europeo, como ilustran los personajes de Punch, Jan Klaassen, Mester Jakel, Kasperl, Petrushka…).
Sganapino. Títere de Romano Danielli, Bolonia. Exposición ‘Le Strade di Pulcinella’, Centro Aldo Moro, Cordenons.
Ver a todos estos personajes con tan buen aspecto y tan bien colocados en la exposición presentada en Cordenons, podría hacernos olvidar estas realidades complejas insertas en la dramática historia europea. Vale la pena por ello mirarlos de cara y de través, pues una mirada oblicua quizás nos permita sentir las pulsaciones vitales que subyacen en estos rostros demacrados algunos, exagerados casi todos.
Importancia de los mapas.
Muy importantes son los mapas en esta exposición. Sitúan al conjunto, dan un contexto geográfico a los personajes, y establecen la dimensión europea de sus diferencias y de sus semejanzas.
Exposición ‘Le Strade di Pulcinella’, Centro Aldo Moro, Cordenons.
Hay dos: un mapa europeo para situar los nombres de las principales tradiciones en el contexto adecuado de esta necesaria visión de conjunto, y un mapa de Italia donde se muestra la extraordinaria riqueza de personajes que existen en el país donde se desarrolló el Renacimiento y en el que nació Pulcinella y la Comedia del Arte.
Exposición ‘Le Strade di Pulcinella’, Centro Aldo Moro, Cordenons.
Podría decirse que en relación a los títeres y a la pluralidad de nombres y héroes populares, Italia constituye una verdadera reserva natural de los mismos. No existe en Europa ningún otro lugar con semejantes características. Un paraíso para alguien interesado en estas manifestaciones del espíritu humano.
Se exhiben igualmente en Cordenons algunas máscaras de reciente creación, obra de titiriteros algunos en activo. Un asunto muy interesante, al plantear el tema de cómo surgen y nacen este tipo de personajes, fruto siempre de iniciativas individuales,
Hay quien plantea si esta irrupción del nuevo individualismo neoliberal hoy imperante, capaz de normalizar el delirio hiperbólico de enriquecimiento de las élites en progresión geométrica, y que ya se ha sacado de encima las armaduras de las naciones gracias al envite globalizador, no provocará el nacimiento de nuevas generaciones de personajes y de héroes populares. Algo que sin duda ya ha sucedido en el mundo de los cómics, de las literaturas populares de ficción y fantasía, y en el cine de masas.
Uno de los casos de personaje nuevo de la tradición -un oxímoron como una casa, ciertamente- es Pirù, creado por Walter Broggini, comisario de la exposición y desde siempre muy atento a estas temáticas.
‘Demoni e denari’, una historia de Pirù, de Walter Broggini.
Muy interesante fue asistir al espectáculo que presentó Walter Broggini, en calidad de titiritero solista, con el título de ‘Demonio e denari’, es decir, ‘Demonio y dineros’, una comedia que tiene a Pirù como personaje principal, con un argumento basado en el rapto de Euridice y el viaje de Orfeo a los infiernos, al que se da la vuelta con situaciones que desmontan a los personajes y los llevan a la comedia del absurdo y de los equívocos, para despertar la carcajada, la intriga y la sorpresa de los desenlaces.
Walter Broggini prepara la pipa de fuego.
Quien baja a los infiernos a buscar a la heroína es, por descontado, Pirù, pues el verdadero Orfeo, un aristócrata decadente, lo único que quiere es deshacerse de su mujer, la supuesta Euridice, que ronca y a la que sólo soporta por su dinero. El Diablo cumple con su cometido, y quién acaba en las correspondientes calderas de Pedro Botero es el falso Orfeo, de escasa catadura moral.
Broggini maneja sus títeres con holgado oficio y con voces espléndidas y seguras. El demonio aparece con una espectacular llamarada, fruto del buen uso de una contundente pipa de fuego, de las más potentes que jamás haya visto, y los escenarios están marcados por simples objetos indicadores, lo que da pie a poder jugar con ellos. El titiritero controla con maestría los tiempos y atrapa a los espectadores de inmediato, bien provisto de los correspondientes golpes de efecto y con un texto trufado de gags y de ironías. Texto muy bien urdido de quien conoce la escritura de los antiguos ‘copiones’.
Pirù, Varese. Títere de Walter Broggini. Exposición ‘Le Strade di Pulcinella’, Centro Aldo Moro, Cordenons.
Un capítulo aparte merece el personaje de Pirù, nacido en 1987 de la mano de Walter Broggini, decidido a disponer de un héroe que fuera propio de la región de Varese, de donde es oriundo. Dotado de una presencia fuerte y exótica, aparece con unos rasgos pintados en la cara de rayas y manchas de colores, una inquietante máscara pegada a la piel que lo convierte en alguien difícil de definir. Por un lado participa de las características del clown, pues todo su rostro está pintado o maquillado un poco a la manera de los payasos, pero en todo caso es un clown exótico y algo punky. Su cara quizás sonríe, pero su mirada más bien le da un tono de furia contenida, expresando alguna rabia interior que se le escapa por los pelos tiesos de la cabeza. Lo que suaviza al personaje es el vestido compuesto de cuadrados de colores pastel, a la manera de un patchwork de tonalidades que podríamos definir ‘escandinavas’, algo que siempre tranquiliza al público europeo. Un personaje, en definitiva, ambiguo y complejo, pletórico de vida y dotado de una mirada de ojos oscuros y potentes. Decidido y valiente, amante de las aventuras y con rasgos comunes a los personajes principales de la tradición, pero de procedencia aparentemente desconocida, por muy de Varese que sea, como si su creador hubiera querido remarcar la ambigüedad de sus orígenes. Un héroe, pues, muy de nuestro tiempo, fiel reflejo de las incertidumbres actuales, inquietante, ‘diferente’ e indefinido.
Creo que en estas características radica el interés y la fuerza del personaje de Pirù, propio de alguien que se enfrenta al oficio en solitario, con un pie en la tradición y el otro en tierras movedizas y desconocidas, algo en cierto modo connatural al arte moderno de los títeres, condenados como estamos los titiriteros a reinventar lo conocido para ir siempre más allá de la tradición, pero sabiendo que el oficio nos obliga a separar los dos ojos, uno mirando hacia atrás, el otro hacia las nieblas del futuro.
Walter Broggini con Pirù. Fotografia de Fabio Sacaramucci.
El público premió al artista con fuertes aplausos, y los niños acudieron todos para tocar, hablar y fotografiarse con Pirù, como si les hubiera tocado alguna fibra interior desconocida por los adultos.
Máscaras consolidadas de nueva creación.
Junto a Pirù, aparecen en la exposición otros personajes de nueva creación que con los años se han visto consolidados al afirmarse en su arraigada presencia a través del tiempo y del espacio. Uno de ellos es Areste Paganos, obra de la titiritera sarda Donatella Pau, y al que pone voz Tonino Murro, ambos de la compañía Is Mascareddas, de Cagliari. Creado en 1992, aparece por primera vez en el espectáculo ‘Areste Paganos e la farina del diavolo’. Su origen es asaz particular, al ser fruto de un coito mitológico: el del Diablo con Pulcinella. Se recoge aquí la leyenda del huevo puesto por el héroe napolitano, tras quedar embarazado de sí mismo, a la que Is Mascareddas añaden la intervención fecundadora del aliento infernal. Pulcinella queda embarazado y del parto sale Areste.
Areste Paganos, Cerdeña. Títere de Donatella Pau, compañía Is Mascareddas. Exposición ‘Le Strade di Pulcinella’, Centro Aldo Moro, Cordenons.
Areste Paganos tiene un cierto aire animalístico, como si su cercanía con la famosa ‘pécora’ sarda (la oveja) le hubiera marcado los rasgos de la cara y del carácter: tozudo masticador, valiente explorador y orgullosamente humilde. Lleva una hermosa máscara que se adapta a la forma alargada del rostro.
Testaferino, Torino. Títere de Gualberto Niemen. Exposición ‘Le Strade di Pulcinella’, Centro Aldo Moro, Cordenons.
Testafina es una máscara creada por el titiritero de Torino Gualberto Niemen (1905-2003) que siempre acompaña, en sus obras, a Gianduja, el héroe propio de la región piamontesa.
Bargnocla, Parma. Títere de Italo Ferrari. Exposición ‘Le Strade di Pulcinella’, Centro Aldo Moro, Cordenons.
También es obra de un único titiritero el personaje de Bargnocla, de Parma, nacido en 1914 de la mano del famoso titiritero Italo Ferrari, iniciador de la saga de los Ferrari, cuyas obras están hoy en el Museo ‘Castello dei Burattini’ de Parma. Se caracteriza por su enorme verruga en la frente, una constante en muchos de los héroes nacidos en el s.XIX -a modo de las verrugas de Arlecchino, herencia de sus orígenes diabólicos-.
Charla en el Aldo Moro. Polichinela, mito polimorfo europeo.
El lunes 23 de enero, tuvo lugar una charla en la sala noble del Centro Aldo Moro preparada por Walter Broggini y Toni Rumbau, en la que fui contestando las preguntas que con anterioridad habíamos pactado con Walter, buscando la amenidad de la doble voz para tratar de este modo los temas de la exposición.
Walter Broggini y Toni Rumbau. Foto de Fabio Sacaramucci.
Lo más interesante de lo que surgió en nuestro diálogo fue constatar la gran dimensión europea del arquetipo de Polichinela, un principio de exaltación vitalista y libertaria que encontramos en prácticamente todas las culturas y países, y que se expresa con figuraciones distintas en cada caso.
Pulcinella, nacido en Nápoles durante la época del Renacimiento, es el punto de partida: recorre Europa y en cada ciudad sufre transformaciones. Allí le crece la nariz, los de más allá lo hacen rico o mísero, feliz o desgraciado, algunos le ponen sombrero y otros se lo sacan, le dejan crecer barba o bigote, le excitan la ira, la gula o la lascivia, y todos lo hacen hablar con la lengua propia de cada ciudad. Y allá donde Polichinela no llega, surgen otros personajes que comulgan con su misma psicología.
Títeres de Paz Tatay.
Nápoles tuvo a Pulcinella, París a Polichinelle, Londres a Punch, las ciudades alemanas a Kasperl o Kaspar, Moscú y San Peterburgo a Petrushka, Copenhague a Mester Jakel, Amsterdam a Jan Klaassen, Budapest a Vitez Lazlo, Bucarest a Vasilache, Praga a Kasparec, Lyon a Guignol, Turín a Gianduja, Bérgamo a Gioppino, Estambul a Karagöz, Cairo a Aragosi, Barcelona a Titella, Madrid a Don Cristóbal Polichinela, por sólo citar a los más conocidos. Todos diferentes, pero todos provistos de un mismo espíritu que oscila entre la rebeldía, la euforia libertaria, el individualismo desenfrenado, la palabra ocurrente y una inteligencia ingeniosa.
Pulcinella de Irene Vecchia.
Un arquetipo común a las distintas culturas europeas, del norte y del sur, del este y del oeste, y a ambas ribas del Mediterráneo.
Podríamos por ello definir al personaje como un pequeño mito efímero, laico y popular, como si Polichinela fuera una especie de pequeño dios polimorfo que cambia de rostro y rasgos en cada lugar, amante de la burla y que sabe reírse de sí mismo. ¿Podemos acaso encontrar algo más europeo que Polichinela, una figura que nos representa en nuestra variedad, en nuestro humor y en nuestra capacidad de observarnos con desenfado a nosotros mismos?
Pulcinella sale del huevo. Museo di Pulcinella de Acerra.
La condición de pequeño semidiós que le otorga la tradición napolitana basada en el hecho de que nace de un huevo puesto por él mismo, acentúa este carácter de mito originario y primigenio, esencialmente libre y creador, características que definen los arcanos más profundos de la Europa creadora que ha aportado al mundo los principios fundacionales de la libertad individual.
Consideraciones de suma importancia en el contexto de la Europa actual, aquejada de fuerzas centrífugas y de fragmentación, y muy necesitada por ello de figuras, mitos y arquetipos capaces de juntar la variedad de las formas con un mínimo común denominador de peso. Es decir, percibir y reconocer que en la diferencia de lo que separa se esconde la fuerza de lo que une. El mito polimorfo de Polichinela cumple con esta función, y la exposición que se presenta estos días en Cordenons lo explica de un modo claro, visible y poético.